Informe del Asistente General para las Misiones

Informe sobre las Misiones a la Asamblea General 1998

Victor Bieler, C.M.

Asistente General

1. Las Misiones en la Congregación

Las "Misiones ad Gentes" se mencionan en nuestras Constituciones y Estatutos: C. 16-S y E.6. En realidad, la mayor parte de nuestras provincias tienen "misiones ad gentes" fuera de su propio país, pero hay también algunas provincias que tienen también "misiones ad gentes" en su propio país. Estoy pensando en Colombia, Fortaleza, Costa Rica, India, Indonesia, Eritrea. Muchas de las Provincias que nunca han tenido "misiones ad gentes" o bien las han tenido anteriormente pero no en la actualidad ayudan a las que hoy trabajan en estos países de misión, y de esa forma cumplen con las Constituciones y Estatutos.

2. Misiones que he Visitado

En los seis últimos años, he visitado a los cohermanos que trabajan en la "missiones ad gentes" en tres continentes: En África, Camerún, Congo/Zaire, Eritrea, Etiopía, Madagascar, Nigeria y Tanzania.

En América: El Alto en Bolivia, Fortaleza en Brasil.

En Asia y en el Pacífico: China, India, Indonesia, Fiji, Islas Salomón, y Taiwán.

Cada continente tiene sus propias características, problemas y dificultades comunes, como es también el caso de cada provincia, vice-provincia y región.

3. Problemas y Dificultades

Naturalmente, es imposible dar una evaluación objetiva del trabajo realizado por nuestros cohermanos en las "misiones ad gentes". ¿Qué criterios deben usarse para juzgar la eficacia de los métodos usados y cómo hemos de medir los resultados obtenidos por nuestros cohermanos como evangelizadores de los pobres?.

Generalmente hablando, puedo decir que en estas misiones los cohermanos trabajan con gente que sufre los efectos de la pobreza, de la instabilidad, de la inseguridad y de las dificultades de comunicación por causa de la situación social, política y económica del país. En general, nuestros cohermanos merecen nuestra admiración por su coraje, celo, mortificación sacrificios, y gran generosidad. Por mi experiencia personal como misionero, conozco lo que implica la vida misionera.

Nuestros cohermanos se ven obligados a vivir en estas misiones con muchas tensiones por causa de las situaciones políticas, sociales y económicas, las cuales con frecuencia son totalmente desfavorables a la propagación de y profundización en la fe; y no digamos nada de las dificultades que surgen del hecho de pertenecer a un grupo con un ambiente cultural diferente.

Encontramos en estas misiones un buen número de candidatos que desearían ser miembros de la Congregación de la Misión. Por otra parte, el número disponible de formadores es muy pequeño, y entre ellos son pocos los que están cualificados. La mayor parte de los "así llamados" formadores, en realidad, son profesores de materias eclesiásticas. Sin embargo, el ser un buen profesor no significa necesariamente ser un buen formador.

Es curioso observar que varias de las casas de formación que he visitado en las misiones son de muy buena construcción con terrenos alrededor de los grandes edificios. No me siento cómodo viendo estos edificios. ¿Acaso no contribuye esto a que nuestros candidatos vivan en un ambiente ajeno al de los pobres y necesitados?. Por otra parte, es totalmente imposible hoy pensar en una buena formación sin disponer en facilidades . En la mayor parte de las casas de formación, la comida es sencilla pero buena, mejor que la de cualquier familia del país por término medio. No digamos nada de los coches y de otras comodidades, como la electricidad y el agua corriente del grifo.

¿Acaso no podríamos trabajar con menos?. En la mayor parte de las casas de formación hay bibliotecas con libros y revistas, aunque según el estándar del primer mundo, no cumplen las condiciones requeridas.

Otra dificultad es que la mayor parte de nuestras provincias en África y Asia no disponen de recursos o patrimonio suficiente dentro del país. Han podido sobrevivir hasta el presente por causa de la ayuda que han recibido del extranjero. En cierto sentido, tienen que partir de cero. Los bienhechores en el tercer mundo no son tan ricos como los del primer mundo. Puede que haya un buen número de católicos que vaya a la iglesia, pero la colecta no da lo suficiente para los gastos de mantención de los misioneros. Muchas de estas misiones viven de las intenciones de misas que reciben del extranjero; pero estas intenciones están disminuyendo considerablemente. Puede ser que estas situaciones expuestas sean la razón por la que cuando se piden pareceres para el nombramiento de un visitador muchos de los cohermanos prefieren un visitador extranjero, con la esperanza de que así no se agotará la ayuda económica.

Las provincias más viejas disponen de recursos acumulados durante muchos años; las provincias del tercer mundo están empezando. No disponen de la economía de los países desarrollados en el área de ayuda de auxilio social. En los países del primer mundo, el interés por las misiones está disminuyendo considerablemente debido a que hay muy pocos misioneros que van a tierras de misiones. Reciben ayuda de su país natal, pero el objetivo principal de sus bienhechores paisanos no es propiamente la evangelización.

Pero hay todavía un problema mucho mayor: es el problema de la inculturación. En el continente de África especialmente, los autóctonos buscan su propia identidad. ¿Acaso en este ambiente, obtienen ayuda suficiente de sus cohermanos extranjeros?. En este proceso de inculturación, es muy fácil ser arrollado por resentimientos y antipatías. Me doy cuenta de que lo que estoy diciendo pueda ser considerado como una acusación. De ninguna manera. Es simplemente relatar un hecho. Además, debemos tener muy presente que ser misionero después del Vaticano II significa que recibimos una invitación de las iglesias locales para ayudarles en sus necesidades. En otras palabras, los misioneros son huéspedes, ciertamente huéspedes que ni pagan ni reciben dinero, muy honrados y considerados como buenos amigos, pero siempre huéspedes sin imponerse nunca sobre los anfitriones, que son los nativos.

4. ¿Qué se ha de hacer?

Se pide una gran generosidad, porque la ayuda con personal y dinero son el medio más importante para ayudar a las misiones.

La Congregación podría ofrecer ayuda a las misiones si cohermanos de otras provincias, cualificados para formadores, estuviesen dispuestos a aprender lenguas e ir a trabajar por un número determinado de años a las provincias en necesidad.

Se podría proveer de personal a un centro de formación, o formar equipos volantes para ir de provincia en provincia actualizando la formación en estudios vicencianos, organizando encuentros, etc. La formación de nuestros candidatos deben obtener nuestra total atención, pero aún más atención debe darse a la formación de nuestros formadores. Como no podemos reunirlos a todos al mismo tiempo por uno o más años, deberíamos encontrar otros medios. Tal vez fuese posible organizar cursos regulares para formadores de África, América Latina y Asia, todos los años por unas dos semanas. Tal vez fuese posible también formar "equipos volantes" que pudiesen ir de provincia en provincia organizando seminarios. Sería bueno que pudiésemos facilitar a nuestros formadores en el tercer mundo para que se pudiesen reunir todos los años para reflexionar sobre su trabajo, de esta forma se formarían a si mismos y crearían vínculos de amistad.

Es realmente necesario intensificar el proceso de inculturación de la espiritualidad vicenciana. Esto es algo sumamente difícil, y requiere mucho estudio y oración. Pero lo más importante es empezar el proceso, sin esperar largo tiempo. Esto, en verdad, es muy urgente.

Se debería disponer de más dinero para las misiones, no solamente para la formación en el sentido estricto, sino también para edificios que se necesitan para la formación. También dinero para parroquias y escuelas, ya que nuestras vocaciones proceden de estas canteras. Si no actualizamos nuestros esfuerzos y nuestros medios de evangelización de los pobres, podríamos perder muchas oportunidades. En realidad, se necesita cambiar toda la infraestructura.

Demos gracias a Dios que nos ha dado la oportunidad de ser agentes de cambio, en una era de desarrollo continuo y veloz.