Colaborar con los otros miembros de la Familia Vicentina. Documento Final, Compromiso No. 1

Primer compromiso:

“Colaborar con los otros miembros de la familia vicentina”

Por Benjamín Romo, C.M.

Delegado del Superior General

para la Familia Vicenciana

Introducción

La Asamblea General de la Congregación de la Misión del año 1998, que tuvo como tema: “La Familia Vicenciana en el mundo y los desafíos de la misión en el umbral del tercer milenio”; llegó a cinco compromisos para cada uno de nosotros, nuestras comunidades y nuestras provincias. El primero de ellos nos habla de la colaboración con otros los miembros de la Familia Vicentina. De ello nos ocupamos en las siguientes páginas.

Estos compromisos son ya concretos, sin embargo considero de importancia algunas interrogantes que nos podemos plantear, sobre todo si pensamos en su ejecución: ¿por qué hablar de colaboración con otros?, ¿cuál es el fin de esa colaboración?, ¿cómo podemos colaborar?, ¿cuáles serían en la práctica las acciones que manifiesten esta colaboración?.

Intentaré apuntar algunas respuestas a estas interrogantes. Lo hago partiendo de la experiencia de colaboración que se ha dado, y de ciertas posibilidades que podemos ver en nuestro horizonte. Todo esto se presenta como un desafío para nuestra misión de cara al tercer milenio.

Presento cuatro breves apartados para estas reflexiones: El primero, sobre la finalidad de la colaboración, ¿para qué colaborar?, el segundo sobre algunas formas concretas de colaboración; en tercer lugar, una palabra sobre la creación de estructuras de colaboración y, por último, una breve conclusión.

1. Colaboración, ¿para qué?

La lectura de este primer compromiso nos dirá que la colaboración tiene una meta muy concreta que es unir fuerzas, recursos, posibilidades y medios para realizar unidos y más eficazmente nuestro servicio evangelizador a los pobres, teniendo por supuesto que todos en la familia vicentina hemos sido convocados para este fin: evangelizar y servir a los pobres en cualquier tiempo, circunstancia y lugar.

Es sano y cristiano, además, partir del reconocimiento de nuestras limitaciones, capacidades, posibilidades y, por ello, buscamos unirnos a otros, siendo fuerza común, testimonio de Iglesia y de familia que hace presente y efectivo el amor de Dios para con los desprotegidos de este mundo.

Buscamos la unión con otras personas, es decir, con laicos cristianos que también han asumido el carisma vicentino como manera concreta de vivir su fe y su seguimiento a Jesucristo evangelizador de los pobres, en ellos, descubren a Jesucristo y lo sirven. Sabemos pues que, uniendo nuestras fuerzas, seremos una inmenso potencial para la evangelización y el servicio de los pobres.

Al reconocer nuestras limitaciones, estamos llamados a cambiar nuestro corazón; o más bien, a dejarnos cambiar por la gracia de Dios. Conocemos aquellas palabras de San Vicente: “Los pobres nos evangelizan”. Esto para él no fue solo una frase, sino la convicción profunda de la presencia y la voz de Dios manifestada en la persona de los pobres.

El documento final de nuestra última Asamblea General dice: “Como integrantes de la Congregación de la Misión reconocemos la necesidad de un cambio de corazón, en orden a colaborar generosamente con los demás miembros de la Familia Vicenciana”. Esto nos lleva a ser humildes y aceptar que nuestro corazón necesita un cambio para saber aprender a servir a los pobres. La llamada a la conversión está en saber escuchar a los pobres y a los laicos con quienes compartimos nuestra vocación y nuestro servicio. Ellos nos evangelizan y nos dan luces para el camino.

La conversión cristiana nos lleva a vivir y proclamar el Reino de Dios. Como Jesús y con Jesús hemos sido llamados a extender el Reino de Dios en nuestro mundo. Vivir y proclamar este Reino significa contagiar a otros con nuestro carisma, es extender los brazos y el corazón de muchos para que manifiesten a los pobres que Dios les ama y que ese amor se hace efectivo con las obras de justicia y de misericordia que realizamos.

En resumen, la colaboración con otros miembros de la Familia Vicentina, nos lleva a servir mejor al pobre, a renovar nuestra vocación y carisma vicentinos, uniendo nuestras fuerzas para llegar más lejos y más eficazmente en la construcción efectiva del Reino de Dios.

2. Formas concretas de colaboración.

En la interacción de las distintas ramas de la familia vicentina existen muchas posibilidades de colaboración. El mismo documento nos presenta cuatro acciones concretas que son el fundamento o la base para lograr una coordinación efectiva con otros. Ellas son:

la escucha mutua,

el conocimiento de las demás ramas de la Familia Vicentina,

el compartir las experiencias en el servicio al pobre,

la oración y la reflexión en común.

Podemos preguntarnos: ¿Qué se ha hecho como Congregación, como provincias, como comunidades locales y como personas en estos cuatro campos antes mencionados?, ¿qué se puede hacer aún?. Sin duda alguna que vale la pena reflexionar con seriedad sobre nuestras propias experiencias y las experiencias de otros que por diversas circunstancias han hecho camino como Familia Vicentina y que nos sirven de guía y estímulo.

Las experiencias de colaboración y las posibilidades que aún existen se han dado y se pueden dar en los distintos niveles de nuestra comunidad, desde un plano internacional hasta el comunitario local y personal.

A nivel Internacional

La Congregación de la Misión a nivel Internacional ha dado pasos muy concretos mostrando interés y colaboración en el crecimiento como Familia, sea en la formación como en la búsqueda de obras en común que sean respuesta a las llamadas urgentes de los pobres.

Las puertas de nuestras última Asamblea General se abrieron para dar paso a los laicos y presentarnos ante ellos, dándoles la palabra en actitud receptora y de escucha. Sin duda alguna que esta fue no solo una experiencia nueva, sino un momento fuerte que ayudó al conocimiento mutuo y empujó a muchos asambleístas a buscar ese apoyo y esa colaboración en sus propios países.

También, al inicio de este año, se realizó en nuestra Curia General el quinto Encuentro de responsables de las distintas ramas de la Familia Vicentina. Fueron tres días de trabajo, en los que hubo momentos de oración común; momentos para compartir las inquietudes, los planes y los proyectos; llegando al final a tomar compromisos concretos como estos: una página común en internet. Elaborar un libro sobre la espiritualidad vicenciana laical, mantener comunicación...

Cuando compartimos nuestros proyectos de servicio con los pobres y las experiencias de trabajo con ello; cuando nos escuchamos mutuamente en nuestros testimonios de servicio y de entrega, nos enriquecemos, nos iluminamos y estamos en disposición de encontrar y seguir nuevos caminos frente a los nuevos pobres y a las nuevas pobrezas que emergen en nuestra sociedad. Intercambiar ideas planes y proyectos es la mejor manera de estar abiertos y dispuestos a crecer como personas y en fidelidad a nuestro carisma.

A nivel Provincial

Nuestras provincias también han hecho un buen esfuerzo para colaborar con los laicos especialmente con aquellos que comparten nuestro carisma. Los visitadores en algunas provincias han organizado cursos en seminarios sobre el conocimiento de la Familia Vicentina, se ha creado la comisión de la Familia Vicentina Nacional conformada por los responsables nacionales de cada una de las ramas, con reuniones periódicas tanto de información como de formación. Asimismo proyectos de promoción en coordinación con otros laicos vicencianos para el servicio de los pobres.

En algunas provincias se ha creado un centro de animación vicentina; en otras se ha constituido el equipo de formación vicentino integrado por miembros de todas las ramas y cuya misión es la animación y promoción del carisma. En algunas circunstancias se han realizado acciones de solidaridad apoyando económicamente algunos proyectos.

También hay provincias en las que se han tomado la iniciativa de invitarse mutuamente a sus Asambleas Nacionales; lo mismo se ha hecho a nivel Internacional a través de Congresos, o encuentros con temas específicos y de interés para todos.

Los servicios, tanto en las misiones como en casas de atención a los pobres, se han visto favorecidos y reforzados por el apoyo de las otras ramas de familia vicentina. Hubo una casa de las Hijas de la Caridad que estuvo a punto de cerrarse, pero gracias al conocimiento y al diálogo entre las distintas ramas de la familia vicentina fue posible que aquella obra pudiera continuar. En definitiva son los pobres quienes salen ganando con todo esto.

Cuando nos escuchamos unos a otros, estamos en capacidad de descubrir nuestras riquezas y nuestros puntos débiles o carencias, podemos enriquecer los proyectos que podamos implementar y organizar en favor de los pobres. En ocasiones unos tendrá los recursos, los otros la necesidad; y en otras ocasiones será lo contrario. De esta manera se establece una red de solidaridad que termina beneficiando a los que reciben y a los que dan.

A nivel local

La iniciativa de orar como familia unida ha dado muy buenos resultados en los distintos países, regiones y comunidades. La preparación y celebración de esta oración en común ha favorecido el conocimiento, la formación y la integración, incluso de los mismos pobres que ya han comenzado a participar de ella. La vivencia común de estos momentos ha favorecido el conocimiento de las personas, de las obras y servicios.

Las consecuencias de esta oración en común han sido gestos de apoyo y colaboración a nivel sencillo y cotidiano, ayuda mutua en Asambleas y Encuentros de formación; se comparte material de formación, y recursos para servir a los pobres; se han integrado nuevos laicos a la familia vicentina. La lista de estas consecuencias se podría alargar mucho más. Todo parte del conocimiento, del amor fraterno y de la búsqueda de la unidad. La recomendación de san Vicente hoy sigue siendo válida: “vivan unidos y Dios les bendecirá”.

La experiencia espiritual y la práctica de la oración cristiana, sostienen y dan razón de nuestra entrega a los pobres. Las personas de hoy buscan guías y maestros de oración, nosotros a este nivel, ¿qué ofrecemos a los laicos?, ¿a nuestros laicos?. Necesitamos encontrar métodos de oración que respondan a las expectativas del hombre de hoy, especialmente de los jóvenes. Caminos que nos lleven al encuentro con del Dios de los pobres, los sencillos, los humildes. El Dios de los que sufren hoy la pasión de Jesucristo, el Dios que nos invita a la oración íntima, pero no intimista, el Dios que del encuentro con Él nos lanza al espacio de la vida entera para expresarnos como amor por los pobres.

Los momentos de oración han favorecido grandemente el fortalecimiento de nuestra vocación y el aumento de ellas, no solo en nuestra comunidad sino también del resto de la Familia Vicentina. Es urgente y muy conveniente que abramos nuestras comunidades locales para compartir nuestra oración con los laicos de la familia vicentina, especialmente con los jóvenes

A nivel personal

El acompañamiento y la formación de los laicos es parte importante de nuestra vocación como Congregación. Por tanto las distintas ramas de nuestra familia vicentina no pueden ser una realidad “aparte” ni tampoco ajena a nuestro ministerio sacerdotal, ya sea en las misiones, ya sea en los colegios y universidades, ya sea en las parroquias. De esta manera nuestro ministerio como misioneros vicentinos estará tocado por la realidad del laico.

San Vicente decía: “No me basta con amar a Dios, si mi prójimo no lo ama”, era una convicción que dinamizaba su entrega. Haciendo un parangón podríamos decir también: “No nos basta con servir y evangelizar al pobre, si nuestro prójimo no lo evangeliza”.

Hoy todas las ramas de la Familia Vicentina cuentan con abundantes documentos sobre su organización, su espiritualidad, etc. Un primer paso que podemos dar es, interesarnos por conocer la realidad de los laicos vicentinos, sólo así estaremos preparados para amarlos y de servirlos. Sólo de esta forma seremos capaces, ellos y nosotros de trabajar juntos por el necesitado.

El conocimiento sistemático y experiencial de cada una de las ramas de la Familia Vicentina nos llevará a vivir en actitud de apertura y franca colaboración con las otras ramas de la familia vicentina. El Conocerla nos llevará a darnos cuenta que somos, juntos con éstas una riqueza y una fuerza transformadora, capaz de comprometerse con los pobres.

3. Crear estructuras de colaboración

La Asamblea General de 1998 tuvo como tema central la colaboración con la Familia Vicentina en el umbral del tercer milenio, y en la línea de crear estructuras para coordinar la mutua colaboración que está en marcha o que se dará en el futuro; el Superior General, teniendo en cuenta todo esto, ha tenido a bien, juntamente con su Consejo un Delegado suyo ante la familia vicentina. Este tendrá como misión compartir, animar y suscitar respetuosamente la colaboración entre las distintas ramas de la familia vicentina.

A continuación, y para terminar este apartado quisiera mencionar algunas posibles acciones que se pueden llevar a cabo a nivel provincial y local:

Primero. Crear proyectos de formación inicial y permanente en colaboración con otras ramas de la Familia Vicentina que nos lleven a una actualización del carisma vicentino, por ejemplo, espiritualidad vicentina, doctrina social de la Iglesia....

Segundo. Crear o potenciar redes de comunicación que nos lleven a establecer posibilidades de apoyo mutuo, especialmente en momentos de urgencia.

Tercero: Favorecer en común proyectos que estén destinados a la promoción de los pobres, y mutua colaboración en las diversas obras de apostolado y de servicio.

¿Podríamos hacer algo más?. En nuestras comunidades y provincias, ¿qué otras acciones concretas de colaboración podemos emprender?. Nuestro carisma vicentino actualizado, es muy valioso y urgente; ¿qué más podríamos hacer para que muchos participen de él?.

4. Conclusión

Los laicos tienen mucho que enseñarnos desde su camino de fe y su testimonio de vida. Con la misma actitud de Jesús debemos acercarnos a ellos para escucharlos humildemente. Ellos también poseen el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad y de la luz.

Dos convicciones:

Primera. El ministerio con los laicos en este final del segundo milenio no es para nosotros algo opcional, sino más bien, algo urgente entre nuestras prioridades ministeriales. Pertenece al fin de la Congregación de la Misión (cfr C 1). Es una tarea urgente que requiere no sólo la convicción afectiva, sino la entrega efectiva.

Segunda. El tercer milenio es de los laicos Ellos serán los protagonistas en el anuncio del mensaje evangelizador y misionero. Nosotros tenemos hoy la grande y bella misión de formarles, animarles e impulsarles para que desempeñen un buen papel en la sociedad, construyendo el Reino Dios en el mundo. Compartir nuestro carisma con ellos es la mejor manera de reafirmalo y hacerlo crecer en nosotros mismos.

Hoy no somos más una Congregación aparte, sino unida a una Familia, que como tal, no tiene otra finalidad que hacerse presente entre los pobres para descubrir junto con ellos el amor de Dios, buscando caminos de justicia y de amor generadores de vida.