Las misiones internacionales. Documento Final, Compromiso No. 4

Las misiones internacionales

- Documento Final, compromiso n° 4 -

Víctor Bieler, C.M.

Asistente General para las Misiones

Comienzo este artículo citando el Documento Final de la Asamblea General de 1998, en Vincentiana, Julio-Octubre 1998, p. 395-396:

"Nunca, como hoy, ha tenido la Iglesia la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en frutos, si todos los cristianos, y, en particular los misioneros y las jóvenes Iglesias responden con generosidad y santidad a las solicitaciones y desafíos de nuestro tiempo". Todos nosotros estamos invitados a contribuir a la preparación de la nueva primavera cristiana, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo.

Dado que el Espíritu ha preparado ya el camino a nuevas formas de colaboración en algunas de nuestras misiones internacionales y en las otras ya existentes, nos comprometemos a:

a) Apoyar la amplia participación de todos los miembros de los grupos de la Familia Vicenciana, así como de colaboradores particulares vicentinos, tanto en las misiones "ad gentes" establecidas por las provincias, como en las que dependen del Superior General.

b) Crear una comisión que elabore una Ratio Missionum (líneas de acción para nuestras misiones) en relación con: la inculturación y la colaboración "norte-sur", los criterios para aceptar nuevas misiones, el proceso de selección de los misioneros y de admisión de los candidatos a la Congregación, la relación con la Familia Vicenciana, la ayuda internacional a las misiones ya existentes en las provincias, los procedimientos para las evaluaciones regulares, la financiación.

c) Que el Superior General estudie la oportunidad de crear un secretariado de las nuevas misiones internacionales para facilitar la relación entre él, las provincias, las ramas de la Familia Vicenciana y otras organizaciones misioneras, y para obtener información y buscar fondos y otros recursos".

Ofrezco aquí algunos pensamientos en relación con a) apoyar la amplia participación… Los puntos b) y c) aún están siendo estudiados por la Comisión para la elaboración de una "Ratio Missionum".

En este contexto, podemos preguntarnos: ¿dónde están nuestras misiones internacionales? ¿En qué medida pueden llamarse internacionales? ¿Qué provincias tienen una misión "ad gentes"? ¿Cuántos cohermanos trabajan en la misión "ad gentes"? ¿Cuál es el futuro de nuestras misiones "ad gentes"? Podrían proponerse aún otras muchas preguntas.

Es claro que desde el inicio de nuestra Congregación hubo cohermanos que fueron enviados fuera de su proprio país, Francia. Pero no todos éstos fueron misioneros "ad gentes". Pensamos en Polonia, Italia, etc.

Hubo cohermanos enviados a Argelia y Túnez. ¿Fueron éstos misioneros "ad gentes"? Los que fueron enviados a Madagascar ciertamente fueron misioneros "ad gentes", como podemos comprobar por las cartas que San Vicente les escribió. Pero qué decir de quienes fueron enviados a Etiopía o Abisinia, como se decía en tiempos pasados.

Echemos una mirada a los desafíos actuales. En un breve artículo como éste no se pueden mencionar todos ni analizarlos en profundidad. Soy consciente de que existen muchos desafíos, pero sólo mencionaré unos cuantos.

Vivimos en un tiempo de cambio: en tiempos pasados muchos temas se aceptaban sin ser cuestionados. Hoy día no siempre estamos seguros. No siempre está claro el límite entre lo verdadero y lo no verdadero. Hay cuestiones difíciles en relación con la salvación y la creación. Muchas respuestas son incompletas. A la vista de esta situación, ¿cómo debe actuar un misionero? La ciencia progresa y lo que aprendimos durante nuestros años de seminario puede que no sirva en la actualidad. ¿Somos conscientes de que la formación permanente es un deber?

Queremos apoyar una amplia participación. Esto significa que muchos misioneros tienen que abandonar su actitud clerical y ser capaces de tratar a los demás como compañeros, que puede que estén mejor preparados y sean más capaces de acercarse directamente a la gente (de un modo no litúrgico). Con frecuencia se considera a las mujeres (laicas y consagradas) como inferiores. Como hombres, es natural que ofrezcamos una cultura "masculina", olvidando que la fe crece en la vida ordinaria mediante las mujeres. En muchas misiones "ad gentes" perdemos oportunidades debido a esta mentalidad y actitud.

La situación de muchas "gentes", en el sentido antiguo, ha cambiado. Éstos son recluidos en zonas remotas y, con frecuencia, sus gobiernos les consideran como una vergüenza para el país. Son oprimidos y no son considerados como ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que los demás. Se les permite vivir en una especie de museo: reservas en las que se les obliga a mantener su cultura y su folklore como una atracción para los turistas, proporcionando de este modo divisas al país. ¿Estamos preparados para vivir con ellos y llevarles la Buena Noticia ayudándoles a desarrollarse de modo que puedan ser ciudadanos totalmente iguales a los demás?

Nuestro espíritu misionero ha de ser cada vez más humilde: podemos estar orgullosos de ser enviados a llevar la Buena Noticia del Evangelio a otros pueblos que no la conocían, pero es posible que estos pueblos, conscientes de la riqueza de su propia tradición espiritual y cultural expresen un rechazo respeto a lo que nosotros les queremos ofrecer y no lo consideren como una buena noticia para ellos. ¿Estamos preparados para aceptar este hecho y, a pesar de ello, continuar ofreciendo la Buena Noticia?

A menudo, sentimos la tentación de acentuar el progreso material y el bienestar de las "gentes", olvidando que ellos no comparten nuestro punto de vista. Lo primordial es ofrecer un espíritu de respeto hacia los demás, hacia la persona humana sea cual sea su color, cultura, iglesia o creencia, buscando y encontrando lo bueno que hay en ella y promoviendo su desarrollo.

Existe la tentación de dar, porque uno se siente superior al otro, a quien se considera inferior. En verdad, es difícil dar como un igual, porque entonces se corre el riesgo de no ser aceptado o no ser querido. Ciertamente es mejor promover que la gente se autodesarrolle para que no necesite ayuda. Pero además, tendríamos que motivar su aportación al cristianismo y a la cultura cristiana.

Con frecuencia es muy difícil comprender a otras personas: podemos estudiar una lengua y una cultura, pero nunca podremos hablar como esa persona o vivir la cultura de esa persona. Nuestros esfuerzos son a menudo más importantes que los logros. El lenguaje de nuestro corazón tendría que ser claro y alto.

En muchos lugares del mundo, uno de los mayores desafíos consiste en ser misioneros que lleven el amor y que hagan que la gente se ame mutuamente. Es trágico que puedan producirse situaciones de odio, discriminación o incluso masacre allí donde los misioneros llevaron la Buena Noticia. Tendríamos que aprender de los errores cometidos en el pasado. ¿Por qué las cosas resultaron mal? Incluso para Jesús no fue fácil superar los sentimientos existentes entre judíos y samaritanos, pero consiguió que la gente comprendiera que tenemos un Padre-Madre y que todos somos hermanos y hermanas de la misma familia.

En el pasado se cometieron muchas injusticias. Consecuencia de todo ello es el odio y la indiferencia respecto al mensaje que ofrecemos. ¿Hemos estudiado seriamente esta situación intentando encontrar una solución, abriendo los corazones a la Buena Noticia?

Parece que las provincias empiezan a trabajar juntas cada vez más. Trabajar juntos supone un nuevo desafío en nuestras misiones. El desafío tiene un alcance mayor: trabajar con otros miembros de la Familia Vicenciana. Es mucho más fácil y más satisfactorio trabajar solo y de este modo llegar a ser "popular" y conocido. Sin embargo, la colaboración produce un fruto mayor y mejor.

Se dice con frecuencia que las provincias que no tienen vocaciones no tienen futuro. Ciertamente, esto no es verdad. Muchas de las provincias "veteranas" y de edad avanzada fueron en tiempos pasados las provincias con mayor número de misioneros "ad gentes" del mundo. A menudo se las concibe como provincias buenas solamente para ayudar con dinero. Sin embargo, poseen una amplia y rica experiencia misionera. ¿Podríamos pedirles que compartan esa experiencia con los miembros de las provincias más jóvenes para ayudarles a desarrollar su espíritu misionero?

Algunas de las respuestas recibidas por la Comisión para la "Ratio Missionum" dan testimonio de este gran espíritu misionero. Es justo estar agradecidos a nuestros misioneros del pasado y del presente. ¡Mostremos, pues, este agradecimiento con nuestras acciones afrontando los desafíos de nuestro tiempo como ocasión para la renovación y el crecimiento!

Redemptoris Missio, 92.

Tertio Millennio Adveniente, 18.