El signo de la unidad. Entrevista a un cohermano nuestro sobre el Sínodo de los Obispos

El signo de la unidad

Entrevista a un cohermano nuestro sobre el Sínodo de los Obispos

Mons. Demerew Souraphiel Berhhane Yesus, C.M.

Arzobispo de Addis Abeba

Presidente de la Conferencia Episcopal de Eritrea y Etiopía

El Sínodo de los Obispos y la Iglesia

  1. ¿Cómo percibe a la Iglesia según lo que ha visto, dicho, discutido y reflexionado durante estos días en el Sínodo?

El Sínodo me ha dado la posibilidad de constatar que esta Iglesia nuestra es verdaderamente católica. Es la primera vez que participo en un Sínodo ordinario, y eso me ha dado la oportunidad de encontrar obispos procedentes de casi todas las partes del mundo: de países pequeños y grandes, de países de antiquísima tradición cristiana y también de países donde ésta se ha implantado hace poco. De todo lo que se ha dicho, y escuchando las diferentes intervenciones, las diversas reflexiones, he percibido verdaderamente la universalidad y, por tanto, la catolicidad de nuestra iglesia.

  1. ¿Cuál es, a su parecer, la llamada más fuerte del sínodo a la Iglesia Católica?

No es una llamada explícitamente expresada, pero sin duda la llamada del Sínodo es a la unidad de la iglesia católica. Pues si en muchas partes del mundo existe la división, hasta ahora esta iglesia ha permanecido unida. Esta unidad se expresa hoy en la unidad con Pedro y bajo Pedro.

Por cuanto me afecta creo que la unidad es fundamental. Pongo enseguida un ejemplo. Soy Presidente de la pequeña Conferencia Episcopal de Etiopía y Eritrea, compuesta por 11 obispos. Desdichadamente estos dos países han estado en guerra. A pesar de esto, los obispos han permanecido unidos, y tampoco se ha querido dividir la Conferencia. Ciertamente, no ha sido fácil. Había tensiones, pero hemos permanecido unidos en la única Conferencia Episcopal de Etiopía y Eritrea. Además el Santo Padre nos ha animado a vivir así. Nuestra pequeña Conferencia ha representado de esta manera un signo de esperanza para los dos pueblos, ya que las otras iglesias estaban divididas, las otras religiones -los propios musulmanes estaban divididos-, los soldados, los políticos: por todas partes había división. La experiencia de nuestra Conferencia me ha enseñado la importancia de la unidad, y que muchas veces, cayendo en la tentación de la división, convenga recordar lo esencial que es permanecer unidos.

  1. ¿Qué puede esperar la Iglesia Católica de este importante encuentro sinodal?

Se espera mucho. En comparación a muchos Sínodos anteriores, el Sínodo de este año tiene la particularidad de haberse detenido en la figura del propio obispo. No habría nunca imaginado que se pudiera hablar del obispo durante un mes. Pensaba que sólo los sacerdotes fuesen capaces de hacerlo, y no los mismos obispos, porque los sacerdotes pueden hablar del obispo, mientras que no es fácil hablar de sí mismos. He descubierto que el obispo ocupa un papel fundamental en la Iglesia. No sólo porque es un obispo, sucesor de los apóstoles, sino también porque tiene deberes. Él debe enseñar, santificar, gobernar. Desde muchas partes, sin embargo, se abre paso la figura del obispo visto más como un padre espiritual, dejando en segundo plano su papel de gobierno. También yo creo que el obispo debe ser sobre todo un padre para todos los fieles, un hermano cercano a los sacerdotes, a las religiosas, a todos. Por lo demás este punto se manifiesta muy interesante para mí, que vengo de la iglesia oriental, porque entre nosotros esta es propiamente la visión del obispo. El obispo es un padre espiritual, libre de los asuntos del mundo, neutral. Cuando el obispo en Etiopía es llamado con el apelativo our father, o sea, “nuestro Padre”; la gente no espera que sepa todo, sino que sea un padre para todos. No un administrador, ni un intelectual, sino un padre, cercano a la gente, a la vida de las personas, dispuesto a estar con ellas.

La nota distintiva del obispo es la capacidad de ser signo de esperanza, como dice, de hecho, el lema del sínodo. La esperanza es importante para todos los que forman la sociedad: los jóvenes, los adultos, las familias, los sacerdotes, todos. El obispo, si es verdaderamente signo de esperanza, debe dar un gran impulso a la vida, debe transmitir el deseo de seguir viviendo. Entre nosotros, especialmente donde hay tanta pobreza, desocupación, él debe ser capaz de ofrecer un poco de esperanza a todos, incluso a los que no son cristianos. Es una llamada fuerte, que en este Sínodo ha sido percibida por muchos obispos. Hoy cuando asistimos en el mundo a tristes escenarios de divisiones, tensiones y guerras civiles, muchos obispos, especialmente de los países que no han conocido sufrimiento o guerra, han sentido esta llamada. Nosotros vivimos en estas condiciones casi cada día.

A muchos, pues, esta experiencia les ha llegado verdaderamente. Sin embargo, ¿cómo ser concretamente este signo de esperanza? Ha habido muchas intervenciones con este propósito.

El Método de la discusión

  1. ¿Qué juicio haría del método utilizado en el transcurso del presente Sínodo?

Es un poco difícil hacer un juicio a este respecto, porque es la primera vez que participo en un sínodo ordinario. El método que he notado tiende al consensus. No se asiste a controversias, porque el método es conducido de manera que se llega directamente al consensus Existen, sin embargo, muchos puntos de discusión, de controversia, aunque no propiamente de división, pero no se advierten, se pierden en nada. Se ha creado una comisión adecuada, pero no se sabe dónde van a parar las disensiones. Yo no tendría miedo de las controversias, de los distintos puntos de vista. Acogería incluso éstos, pero probablemente el método no ofrecía muchas posibilidades en este sentido.

Por otra parte es objetivamente difícil dar espacio adecuado a cada disentimiento, dado el gran número de obispos participantes (¡éramos aproximadamente 350!). La misma tarea de moderar a un número tan alto de personas no es fácil. Sin embargo a cada uno se le ha dado la posibilidad de hablar. También yo he hablado, obviamente. Me pregunto todavía: “¿Qué quedará al final?”. Lo que aparece siempre evidente es el consenso de todo el grupo, no las controversias o las divisiones. Sólo me pregunto dónde terminan las controversias. No sé qué método se adoptará en el futuro: se habla, se estudia, se critica, hay propuestas. Veremos.

La Vida Consagrada

5. ¿Qué puede esperar de este Sínodo la Vida Consagrada de la Iglesia?

Puesto que el obispo se relaciona con todos, también con los laicos, con los monjes, con las religiosas, es necesario que esas relaciones sean de igual importancia. Él debe dar relieve a los miembros de la vida consagrada, recibirlos en su diócesis, tener una relación cordial y abierta con ellos, respetando su carisma. Ha habido obispos que han hablado de tensiones en la administración de las diócesis, refiriendo que en algunos casos se da un predominio de algunos religiosos y religiosas. He aquí que en situaciones semejantes el obispo está llamado a crear un equilibrio, alentando la apertura de las relaciones, porque sólo si existen relaciones sinceras y distendidas, todos pueden sentirse verdaderamente aceptados.

Los “aspectos vicencianos”

6. ¿Cuáles son, según Usted, los “aspectos vicencianos” resaltados en este Sínodo?

Son muchos. Por ejemplo, se ha dicho que el obispo debe ser pobre. Para los que somos del Tercer Mundo no es una cosa nueva, pero para otros ha sido un punto que ha impresionado mucho. Ser pobre, sencillo: no hay duda de que la sencillez y la pobreza son virtudes vicencianas. La intervención del P. Maloney sobre la humildad del obispo, sobre el hecho de que debe estar cercano a los pobres, ha sido llamativa, no sólo para mí, sino para todos. Ha tomado el tema de San Vicente: “El obispo debe ser un padre, un hermano para los pobres, cercano a ellos, voz de los pobres”. También yo he dicho esto, que el obispo debe ser voz de los pobres, así como padre de sus sacerdotes. Sería necesario intentar no crear una diferencia demasiado grande entre el obispo y los sacerdotes: sin embargo es lícito preguntarse cómo puede ser concretamente eso posible en las grandes diócesis, con muchos sacerdotes. ¿Cómo puede ser el obispo un padre verdaderamente sencillo para ellos? Pienso que entre las virtudes vicencianas la sencillez ha de ser la primera que se manifieste. Se ha hablado también del anti-testimonio exterior atribuido a los obispos por la apariencia de las cosas materiales. Es cierto que la gente quiere de un obispo la sencillez y la pobreza. Si tiene recursos, debe repartirlos, debe pensar en los otros.

Justino De Jacobis

7. ¿El argumento de este Sínodo le ha evocado de alguna manera la figura de Justino De Jacobis?

Ciertamente. La inculturación, en efecto, ha sido uno de los argumentos tratados. Cuando se habla de inculturación, lo verdaderamente importante es que se respete la cultura del pueblo que se va a evangelizar. San Justino De Jacobis ha sido realmente un gran ejemplo para nuestra gente. Se hizo todo uno con los etíopes, aprendió su lengua, su liturgia, comía con ellos, dormía con ellos. Actuando así fue aceptado, se integró, llegó a ser etíope. Cuando en Etiopía hablan de él piensan que es etíope, no piensan que es italiano. Piensan que es uno de los santos de Etiopía.

San Justino representa un gran signo de inculturación. En estos días he oído hablar también de Mateo Ricci en China. Respetar la lengua, la cultura y la civilización de los países donde se va a evangelizar es importantísimo. Si, por ejemplo, es verdad que Etiopía es material y tecnológicamente un país pobre, espiritual e históricamente no lo es de ningún modo, al contrario. También desde el punto de vista de la religiosidad somos ricos. Todo esto es cultura. Integrarse en la cultura local es condición imprescindible para la inculturación del Evangelio. Si el Evangelio no es inculturado permanece fuera del alcance de la gente. No existirá la verdadera evangelización a la que se refiere el Santo Padre. En este sentido San Justino es realmente un gran ejemplo para un obispo vicenciano.

Eritrea y Etiopía

8. Vuestra Conferencia Episcopal unida es un signo para los dos países. ¿Cómo han percibido esta unidad los gobernantes y la gente?

Al principio los gobiernos nos miraban con recelo, preguntándose por la razón de nuestra unidad. Pero ha sido la gente la que ha dado gran credibilidad a la Iglesia Católica. Todavía, cuando se habla de rehabilitación, reconstrucción, reconciliación para la paz, la gente nos cree, porque ha visto nuestro testimonio de unidad en tiempo de guerra. Pienso que la unidad es importante también para la iglesia a nivel universal. Ciertamente pueden existir varios movimientos, diversas visiones de algunas situaciones sociales, económicas y culturales, pero nuestro fundador es único. De la misma manera, la enseñanza de la Iglesia habla de Jesucristo como nuestro único Salvador, lo que provoca aún hoy fuertes reacciones en el mundo. Pero la unidad se fundamenta en este concepto: Jesucristo es nuestro único Salvador. Entonces no existe Norteamérica, Suramérica, Asía, África, Europa; para la Iglesia Católica somos uno con Pedro y bajo la guía de Pedro. Esto me parece muy interesante. Nuestros mismos hermanos delegados de otras confesiones, por ejemplo los protestantes de varios países, o los anglicanos, presentes en el Sínodo, han repetido este concepto. Esta Iglesia es interesante desde el punto de vista de la unidad, en la diversidad ciertamente, pero permanecer unidos hasta ahora es una cosa importante.

Significado personal

9. ¿Cuál piensa que será para Usted el significado de esta experiencia en su ministerio episcopal?

Principalmente he sentido que no estoy solo. Pienso en lo difícil que es trabajar en Archidiócesis grandes como la que tenemos en Etiopía, con más de 300.000 Km cuadrados, casi 20 millones de habitantes, con pocos católicos. Lo importante para nosotros no es hacer prosélitos católicos, incluso porque la gente ya es cristiana ortodoxa. Lo que cuenta para nosotros es estar presentes. Estar ahí. Estar en el trabajo, en la sociedad, etc.: esto es importante para nosotros. Ciertamente que no es fácil. Ha sido importante para mí saber que muchos obispos, también en países actualmente en guerra, tienen nuestras mismas dificultades. Me ha servido muchísimo escuchar sus experiencias. Ha servido para animarme. Me he dicho que, si todavía hay muchos problemas en mi Archidiócesis, si todavía me encuentro en un país muy pobre como Etiopía, no estoy solo. Me he encontrado en el Sínodo con hermanos como por ejemplo el Arzobispo de Londres o Bogotá, que guían grandes Archidiócesis como Etiopía: por tanto no estoy solo.

10. ¿Con qué sentimientos ha vivido esta experiencia de participación en el Sínodo?

Me he sentido verdaderamente como un estudiante. Llegamos allí, nos dieron las carpetas del Sínodo y un sitio para sentarnos. Como en el primer día de escuela, mirábamos quién estaba sentado a nuestro lado. Tenía al lado al Arzobispo de Lisboa y a uno del Perú. He aprendido mucho, no sólo de las diversas intervenciones, sino de los intercambios amigables durante los descansos o con ocasión de alguna excursión fuera de Roma, como en la que visitamos la comunidad de los Focolares. En esta ocasión nos encontramos juntos en un autocar, se charlaba... Yo me encontré hablando con un obispo de Argelia, que me decía que su antecesor había sido asesinado por los musulmanes. Entonces bromeé un poco con él diciéndole: “estoy viendo otro futuro mártir”. En fin, situaciones muy diversas, de las que he aprendido. Por no hablar de la pericia de las intervenciones de los obispos, de los cardenales, también de los superiores generales expertos, muy preparados. Una riqueza enorme, gracias a Dios. Las curias de hoy son de carácter internacional, compuestas por miembros que proceden de todas partes del mundo, personas verdaderamente preparadas. He pensado en la gran oportunidad que estas personas tienen de guiar unidos a la Iglesia.

El Santo Padre

“Me parece que este Papa con sus viajes internacionales ha dado una imagen distinta de la Iglesia Católica. El Santo Padre no es italiano, no viene de una gran potencia, sino de un país que hasta no hace muchos años ha estado bajo el régimen comunista. Sin embargo ha dado la vuelta al mundo, ha visitado a mucha gente, ha manifestado ser padre para todos, también para los miembros de otras religiones. Este ha sido un cambio que ha conferido a la Iglesia una visión muy amplia, percibida por todos los obispos”.

“El Santo Padre ha estado siempre con nosotros durante el Sínodo. Nosotros corríamos siempre para estar puntuales y él estaba siempre allí. Ha sido un gran ejemplo para todos. Y todos lo respetan, también porque se ve que sufre algunas veces. Nos ha invitado a comer con él, en grupos de diez, o en el almuerzo o en la cena. Con todas sus pequeñas fuerzas disponibles intenta siempre informarse sobre cada uno, ser cercano a todos. Es algo que me ha conmovido mucho”.

La esperanza

“En conclusión, me parece poder decir que la Iglesia no está sin esperanza, sino que nos toca a nosotros llevar esta esperanza a cualquier parte donde vayamos a trabajar, compartiéndola en primer lugar con nuestros sacerdotes, con los religiosos, las religiosas, los laicos, las personas de otra fe, hasta llegar propiamente a todos”.

(Curia General de la C.M. - Roma, 24 octubre 2001)

(Traducción: PABLO DOMÍNGUEZ, C.M.)

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