Homilía del Papa Juan Pablo II. En la Misa de beatificación de Federico Ozanam (22-8-1997)

Homilía del Papa Juan Pablo II, en la Misa de beatificación de

Federico Ozanam (22-8-97)

1."El amor viene de Dios" (1 Jn 4,7). El Evangelio de hoy nos presenta la figura del buen Samaritano. En esta parábola Cristo quiere mostrar a sus oyentes quién es el prójimo citado en el principal mandamiento de la Ley Divina: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y al prójimo como a ti mismo" (Le 10, 27). Un doctor de la Ley preguntaba qué hacer para alcanzar la vida eterna: encontró en estas palabras la respuesta decisiva. El sabía que el amor a Dios y al prójimo es el primero y principal de los mandamientos. A pesar de ello, pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?" (Le 10,29).

El que Jesús proponga a un samaritano como ejemplo para responder a esta pregunta es significativo. En efecto, los samaritanos no eran nada estimados por los judíos. Además, Cristo compara la conducta de este hombre a la de un sacerdote y de un levita que vieron al hombre herido por los bandidos, dejándole medio muerto en el camino, y que pasaron de largo sin prestarle ayuda. Por el contrario, el Samaritano que vio al hombre sufriendo, "sintió lástima" (Le 10,33); su compasión le llevó a toda una serie de acciones. Primero curó sus llagas, después llevó al herido a una posada para cuidarle, y, antes de partir, dio al posadero el dinero necesario para que se ocupara de él (cf. Le 10, 34-35). El ejemplo es elocuente. El doctor de la Ley recibe una respuesta clara a su pregunta: ¿quién es mi prójimo? El prójimo es todo ser humano, sin excepciones. Es inútil preguntar la nacionalidad, la clase social o religiosa. Si se encuentra en apuros, hay que ayudarle. Es lo que pide la primera y principal Ley divina, la Ley del Amor a Dios y al prójimo.

Fiel a este mandamiento del Señor, Federico Ozanam creyó en el amor, el amor que Dios tiene por todo hombre. El mismo se sintió llamado a amar, dando ejemplo de un gran amor a Dios y al prójimo. Iba hacia aquellos que más necesidad tenían de ser amados, aquellos a los que el Dios Amor no podía revelarse concretamente, sino a través del amor de otra persona. Ozanam descubrió ahí su vocación, vio el camino al que Cristo le llamaba. Encontró ahí su camino hacia la santidad. Y lo recorrió con determinación.

2."El amor viene de Dios". El amor humano tiene su fuente en la Ley de Dios; la primera lectura del Antiguo Testamento lo muestra. Allí encontramos una descripción detallada de las acciones de amor al prójimo. Es como una preparación bíblica a la parábola del Buen Samaritano.

La Segunda Lectura, sacada de la Primera Carta de San Juan, desarrolla lo que significa la expresión "el amor viene de Dios". El apóstol escribe a sus discípulos: "Queridos míos, amémonos los unos a los otros, ya que el amor viene de Dios. Todos los que aman son hijos de Dios y conocen a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor" (1 Jn 4, 78). Esta expresión del Apóstol es verdaderamente el centro de la Revelación, la cumbre hacia la que nos conduce todo lo que ha sido escrito en los Evangelios y en las Cartas Apostólicas. San Juan continúa: "He aquí en qué se reconoce el amor: no somos nosotros quienes hemos amado a Dios, es El quien nos ha amado y ha enviado a su Hijo, que es la víctima ofrecida por nuestros pecados" (ibíd., 10). La redención de los pecados manifiesta el amor que nos trae el Hijo de Dios hecho hombre. Entonces, el amor al prójimo, el amor al hombre, ya no es solamente un mandamiento. Es una exigencia que procede de la experiencia vivida del amor de Dios. Por eso, Juan puede escribir: "Puesto que Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros" (1 Jn 4, 1 1).

La enseñanza de la carta de Juan continúa; el Apóstol escribe: "a Dios nadie le ha visto. Pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros, y su amor alcanza en nosotros su perfección. Reconocemos que permanecemos en El, y El en nosotros, porque nos ha hecho partícipes de su Espíritu" (1 Jn 4, 12-13). El amor es, pues, la fuente del conocimiento. Si, por un lado, el conocimiento es una condición del amor; por otro lado, estamos seguros de la acción del Espíritu Santo que nos hace participar del amor redentor del Hijo que el Padre ha enviado para la salvación del mundo. Conociendo a Cristo como Hijo de Dios, permanecemos en El y, por El, permanecemos en Dios. Por los méritos de Cristo, hemos creído en el amor, conocemos el amor que Dios nos tiene, sabemos que Dios es amor (cf 1 Jn 4,16). Este conocimiento a través del amor es de alguna forma la clave de toda la vida espiritual del cristiano. "Quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él" (ibíd.).

3.En el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, que tiene lugar en París este año, procedo hoy a la beatificación de Federico Ozanam. Saludo cordialmente al señor Cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, ciudad donde se encuentra la sepultura del nuevo beato. Me alegro también de la presencia en este acontecimiento de obispos de numerosos países. Saludo con afecto a los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl llegados del mundo entero para la beatificación de su principal fundador, así como a los representantes de la gran familia espiritual heredera del espíritu de San Vicente. Los lazos entre vicencianos fueron privilegiados desde el principio de la Sociedad, puesto que es una Hija de la Caridad, la hermana Rosalía Rendu, quien guió al joven Federico Ozanam y a sus compañeros hacia los pobres del barrio Mouffetard, en París. queridos discípulos de San Vicente Paúl, os animo a poner en común vuestras fuerzas para que, como lo deseaba el que os inspira, los pobres sean cada vez mejor amados y servidos y que Jesucristo sea honrado en sus personas!

4.Federico Ozanam amaba a todos los desfavorecidos. Desde su juventud, tomó conciencia de que no era suficiente con hablar de la caridad y de la misión de la Iglesia en el mundo: esto debía traducirse por un compromiso efectivo de los cristianos al servicio de los pobres. Se unía así a la intuición de San Vicente:"Amemos a Dios, hermanos, amemos a Dios, pero que sea con la fuerza de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestras frentes" (San Vicente de Paúl, XI, 40). Para manifestarlo concretamente, a los veinticinco años, con un grupo de amigos, creó las Conferencias de San Vicente de Paúl, cuyo objetivo era ayudar a los más pobres, en un espíritu de servicio y de compartir. Rápidamente, estas Conferencias se extendieron fuera de Francia, en todos los países de Europa y del mundo. Yo mismo, como estudiante, antes de la segunda guerra mundial, formaba parte de una de ellas.

A partir de entonces, el amor a los más miserables, a aquellos de los que nadie se ocupa, está en el centro de la vida y de las preocupaciones de Federico Ozanam. Hablando de estos hombres y mujeres, escribe: "Deberíamos caer a sus pies y decirles con el Apóstol: Tu es Dominus meus". Sois nuestros señores y nosotros seremos vuestros servidores; sois para nosotros las imágenes sagradas de este Dios al que no vemos y, no sabiendo amarlo de otra forma, lo amamos en vuestras personas" (a Louis Janmot).

5.El observa la situación real de los pobres y busca un compromiso cada vez más eficaz para ayudarles a crecer en humanidad. Comprende que la caridad debe conducir a trabajar en la erradicación de las injusticias. Caridad y justicia van a la par. Tiene el coraje lúcido de un compromiso social y político de primer plano en una época agitada de la vida de su país, porque ninguna sociedad puede aceptar la miseria como una fatalidad sin que su honor sea herido. Así pues, se puede ver en él un precursor de la doctrina social de la Iglesia, que el Papa León XIII desarrollará algunos años más tarde en la encíclica Rerum Novarum.

Frente a las pobrezas que oprimen a tantos hombres y mujeres, la caridad es un signo profético del compromiso del cristiano que sigue a Cristo. Invito, pues, a los laicos y particularmente a los jóvenes a dar muestras de coraje e imaginación para trabajar en la construcción de sociedades más fraternas donde a los más desfavorecidos se les reconozca su dignidad y encuentren los medios para una existencia respetable. Con la humildad y la confianza sin límites en la Providencia, que caracterizaban a Federico Ozanam, ¡ tened la audacia de compartir los bienes materiales y espirituales con los desamparados!

6.El beato Federico Ozanam, apóstol de la caridad, esposo y padre de familia ejemplar, gran figura del laicado católico del siglo XIX, fue un universitario que tuvo una gran influencia en el movimiento de las ideas de su tiempo. Estudiante, profesor eminente en Lyon y después en París, en la Sorbona, trata, ante todo, de buscar y comunicar la verdad, en la serenidad y el respeto de las convicciones de los que no comparten las suyas. Escribía: "Aprendamos a defender nuestras convicciones sin odiar a nuestros adversarios, a amar a los que piensan diferente a nosotros ( ... ) quejémonos menos de nuestra época y más de nosotros mismos" (Cartas, 9 abril 185 1). Con el coraje del creyente, denunciando todos los egoísmos, participa activamente en la renovación de la presencia y de la acción de la Iglesia en la sociedad de su época. Se conoce también su papel en la institución de las Conferencias de Cuaresma en esta Catedral Nôtre-Dame de París, con el objetivo de permitir a los jóvenes recibir una instrucción religiosa renovada frente a las grandes cuestiones que interrogan su fe. Hombre de ideas y de acción, Federico Ozanam es para los universitarios de nuestro tiempo, profesores y estudiantes, un modelo de compromiso valiente, capaz de hacer comprender una palabra libre y exigente en la búsqueda de la verdad y la defensa de la dignidad de toda persona humana. que sea también para ellos una llamada a la santidad!

7.La Iglesia confirma hoy la elección de vida cristiana hecha por Ozanam, así como el camino que siguió. Ella le dice: Federico, tu camino ha sido verdaderamente el camino de la santidad. Han pasado más de cien años y ahora es el momento oportuno de redescubrir este camino. Es necesario que todos estos jóvenes, casi de tu edad, que se han reunido tan numerosos en París, procedentes de todos los países de Europa y del mundo, reconozcan que este camino es también el suyo. Es necesario que comprendan que, si quieren ser auténticos cristianos, deben escoger este mismo camino. Que abran mejor los ojos de su alma a las necesidades tan numerosas de los hombres de hoy. Que comprendan estas necesidades como desafíos. Que Cristo les llama, a cada uno por su nombre, para que cada uno pueda decir: ¡Este es mi camino! En las opciones que tomen, tu santidad, Federico, será particularmente confirmada. Y tu alegría será grande. Tú que ves ya con tus ojos al que es Amor,

¡sé también un guía por todos los caminos que estos jóvenes escojan, siguiendo hoy tu ejemplo!

(Versión española del original francés facilitada por la Sala de Prensa de la Santa Sede)