Nuestra Misión Vicenciana en China. Ayer, hoy y mañana

China, Misión Vicenciana en China

- Ayer, Hoy y Mañana -

Por Robert P. Maloney, C.M.

Superior General

S. Vicente poseía una asombrosa amplitud de miras. En una edad cuando el transporte era difícil, cuando la comunicación era lenta, cuando la mayoría de la gente vivía y se moría dentro de las cinco millas del lugar de nacimiento, fundó una Congregación que llegó a ser internacional aun durante su vida. Con un valor que algunos escépticos consideraron temerario, envió misioneros a Argelia, Madagascar, Polonia, Italia, Irlanda, Escocia, las Hébridas, y a las Orkneys, y soñó con Canadá y las Indias.

Preludio

Se sabe también que Vicente soñó con China, si bien la misión allí comenzó 39 años después de su muerte. El 15 de enero de 1664, Nicolás Étienne, misionero en Madagascar, escribió al sucesor de Vicente, Renato Alméras, pidiéndole encomienda de predicar el evangelio en todas las partes del mundo mientras que le recordaba: “fue plan del difunto Señor Vicente, nuestro bienaventurado padre, que yo debería incluso ir a China”.

Nicolás Étienne no pasó de Madagascar; murió allí como mártir poco después de escribir al P. Alméras. Pero fue él, de hecho, quien financió el primer viaje de los misioneros a China. Era un joven minusválido a quien decían que nunca podría ser sacerdote, pero su bondad y celo impresionaron tanto a S. Vicente que obtuvo una dispensa de la Santa Sede para que Nicolás fuera ordenado. El 20 de septiembre de 1959, ofreció a la Congregación una fundación fuera del patrimonio de su propia familia que produciría un interés anual suficiente para el sostenimiento de la misión en Madagascar. Cuando sugirió por primera vez esta fundación, era todavía seminarista, y S. Vicente le escribió unas palabras que posteriormente se hicieron familiares a generaciones de vicencianos.

La agradezco con todo el afecto, querido hermano, su amor entrañable, efectivo hacia su pobre madre (la Congregación); es usted como el niño bien nacido que no deja de querer a aquella que le dio nacimiento, por pobre y poco agraciada que sea. Que Dios quiera conceder a la Compañía a la que usted pertenece la gracia de llevarle, con su ejemplo y prácticas, hasta un gran amor a Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestro padre, nuestra madre, y nuestro todo .

Pero siendo Nicolás un hombre precavido, añadió al contrato una cláusula disponiendo que, en caso de cierre de la misión, las rentas anuales se deberían emplear en otras misiones de fuera de Francia. Y la misión se cerró en 1674, quedándose la fundación sin usufructuar durante dos décadas. Pero en 1692, el Señor Jolly, tercer Superior General de la Congregación, resolvió usar el dinero para China.

Primera fase (1699-1767)

Cinco años después, la Propaganda Fide nos llamó para ir a China, y el primer misionero, Luigi Antonio Appiani, se embarcó el 10 de febrero de 1697, acompañado de Juan Muellener, sacerdote diocesano que ingresó en la Congregación durante el viaje.

Desde los comienzos, la misión de China cautivó la imaginación de los Vicencianos. El P. Appiani y el P. Müllener escribieron extensos y fascinantes relatos del viaje y los primeros ministerios en China. El viaje duró dos años y ocho meses (a mí me llevó el vuelo hasta aquí 12 horas!). Su principal misión era establecer un seminario donde formar a los jóvenes chinos para el sacerdocio. El P. Appiani pasó muchos de sus años de China en la cárcel, pero el P. Muellener, que fue el primer obispo vicenciano en el interior, logró comenzar la obra de la formación sacerdotal. Los dos primeros vicencianos chinos, el P. Stephen Siu y el P. Paul Sou, fueron ordenados en el seminario que estableció en Chongking.

Los primeros vicencianos cantaban también y tocaban para ganarse la vida. El inteligente, pero fogoso, Teodorico Pedrini se ganó la entrada en la corte imperial en Beijing con sus talentos musicales y pasó 35 años allí (1711-1746).

Lamentablemente, los primeros misioneros fueron víctimas de la controversia sobre los ritos chinos y perdieron los favores de la corte imperial. El primer grupo desapareció por los 1760.

Segunda Fase (1784-1820)

La misión vicenciana en China empezó de nuevo en 1784. Dos razones fundamentales motivaron nuestro regreso. La primera: en 1783, el nuevo obispo de Beijing, Alessandro de Gouvea, impresionado por el trabajo de los Vicencianos en el seminario de Goa, los invitó a tomar la dirección del seminario en Macao. Un cohermano portugués, Manuel Correa, y otro italiano, Giovanni Augustino Villa llegaron a Macao en 1784 para encargarse de este trabajo. Otros los siguieron pronto, como el Francés, Raymond Aubin y el Irlandés, Robert Hanna. La Segunda, con la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, uno de sus miembros, Juan José Maria Amiot, sugirió al gobierno francés que debería encargarse una Comunidad francesa de la misión Jesuita en Beijing. Después de algunos titubeos, la Congregación de la Misión aceptó. El Superior General eligió a tres misioneros: Nicolás José Raux, Juan José Ghislain, y el Hermano Carlos Paris . Enterados de que los Jesuitas se habían ganado el favor en la corte del emperador por su talento científico, el Superior General escogió a hombres que destacaban en ese aspecto. Raux era astrónomo y geógrafo que también conocía la botánica. Ghislain era mecánico experto con conocimientos de bombas, magnetismo, vacíos, electricidad (que se encontraba en un estado primitivo de investigación), y otras muchas materias prácticas que eran de gran utilidad en Beiging. El Hermano Paris era un ingenioso relojero y reparador.

El P. Raux poseía extraordinarias dotes personales. Como superior de la comunidad logró crear un clima de paz y amor fraterno entre los Vicencianos y los ex-Jesuitas. Un jesuita de la época escribía: “vivimos juntos como hermanos porque el Señor ha querido consolarnos por la pérdida de nuestra buena madre”.

Los cohermanos comenzaron enseguida a misionar en el área alrededor de Beiging. Luego en 1798, José Han (1772-1841), un misionero incansable, salió para Mongolia. De este humilde principio se desarrollaron con el tiempo tres vicariatos apostólicos y un considerable número de vocaciones de nativos comenzaron a llegar a la Congregación.

También hubo mártires. En 1795, Raymond Aubin dio su vida por la fe. En 1820, Francisco Régis Clet fue martirizado después de tres décadas de servicio en China.

Curiosamente, los cohermanos de la nueva misión en Beiging tuvieron una influencia indirecta en el origen de la Iglesia en Corea. Un grupo de seglares coreanos llegaron a visitar al emperador en Beiging. Mientras se encontraban allí, uno se convirtió y llevó el Catolicismo a su país donde en poco tiempo ya había otros 200 conversos. El P. Raux ayudó a este grupo cuando volvieron a China en 1789 para más informaciones. Como la Iglesia en Corea era totalmente seglar, sin sacerdotes, el P. Ghislain se ofreció a ir allí. En su lugar, el P. Raux mandó a un sacerdote chino, James Chou-Wen-Mo, quien se encontró con 4.000 católicos seglares en Corea y el Domingo de Pascua, 5 de abril de 1795, celebró la primera misa allí. Cuando estalló una persecución, fue decapitado en 1801.

En 1811, el emperador los expulsó a todos de Beiging menos a tres portugueses vicencianos que eran miembros de la Oficina de Matemáticas y al vicenciano francés, P. Luis Francisco Lamiot, intérprete de francés en la corte. Nueve años más tarde, al ser desterrado Lamiot a Macao, la misión en Beijing, bajo la protección de la corte, fue cortada en seco.

Tercera Fase (1820-1949)

Con la salida del francés, el P. Mateo Xue hizo de jefe de la misión durante 15 años. Él y el P. José Han fueron extraordinarios cohermanos vicencianos chinos. Visitaron con regularidad a las comunidades cristianas dispersas en el norte de China y en Mongolia. El P. Han, que fue sacerdote durante 47 años, vivía pobremente, era intrépido, y su predicación impresionaba a la gente. También tradujo un libro de meditación para los seglares.

Al principio de esta tercera fase, el foco de la misión vicenciana se cambió a Mongolia. El P. Evaristo Huc y el P. Gabet realizaron un viaje por Mongolia, Tibet y China para examinar las posibilidades de predicar el evangelio entre los nómadas. El libro del P. Huc, Recuerdo de un viaje por la Tartaria, el Tibet, y la China, lo leyeron generaciones de lectores. El P. Xue trasladó el seminario preparatorio de Macao a Mongolia en 1835. Ese mismo año, el futuro obispo, José Martian Mouly empezó a trabajar en Mongolia también. En 1840, fue vicario apostólico allí y posteriormente vicario apostólico de Beiging y del Norte.

Este periodo conoció numerosos mártires. Hacia el principio, en 1820, Juan Gabriel Perboyre tuvo una muerte parecida a la de Francisco Régis Clet 20 años antes.

Sabemos que en 1852 había 25 vicencianos chinos de servicio en Beijing, Mongolia, Honan, Zhujiang y Jiangxi. Nuestro seminario de Beijing tenía 36 seminaristas. Desde esta época en adelante, se produciría un gran aumento de misioneros extranjeros, procedentes de Holanda, Polonia, Bélgica, Italia, los Estados Unidos, e Irlanda. También siguieron aumentando las vocaciones nativas. Para 1942 (la última estadística disponible), había 192 sacerdotes y hermanos vicencianos chinos.

En este periodo no faltaron tensiones ni errores. El P. Vicente Lebbe desempeñó un papel profético en la causa de la Iglesia indígena y en la creación de una jerarquía indígena. Como muchos profetas, suscitó fuertes reacciones. Un gran número de cohermanos misioneros extranjeros no lograron comprenderle. Pero fue muy apreciado por los Vicencianos chinos. A él pertenece gran parte del crédito ante la Santa Sede que más tarde ordenó a tres obispos chinos dos de lo cuales eran vicencianos. Hoy le damos tributo con satisfacción por lo que realizó y tristeza porque muchos de nosotros hermanos suyos no llegamos a entenderle.

La obra de la formación del clero también siguió creciendo. Los Vicencianos tenían seminarios menores en la mayoría de sus 14 vicariatos y dirigían asimismo tres seminarios mayores: el seminario regional en el Vicariato de Ningo, el seminario mayor en Jiaxing, y el seminario mayor en Beiging que después de 1920 fue seminario regional. Por los años 1930 había 260 seminaristas mayores en los 14 vicariatos vicencianos, y 875 seminaristas menores.

Cuarta Fase (1949-1992)

La tercera fase de la misión vicenciana acabó violentamente con la llegada del gobierno comunista. Pero la misión continuó en dos direcciones.

La primera corriente siguió fluyendo por el interior. Los 192 sacerdotes y hermanos vicencianos fueron dispersos. A muchos los enviaron a la cárcel y a campos de trabajos forzados. La historia del amor por su pueblo, su entrega pastoral frente a la adversidad y su fidelidad frente a la persecución no figuran en los anales. Pero sabemos que se derramó mucha sangre en esta corriente. Muchos entregaron sus vidas por lo que creían. El Arzobispo de Nanchang, José Chou, es tal vez el caso más sobresaliente de estos héroes. Pasó 22 años en prisión y bajo arresto domiciliario antes de su muerte en 1972, después de rechazar el ofrecimiento del Partido Comunista de hacerle el “Papa” chino.

La segunda corriente llegó a la Iglesia en Taiwan. Después de ser expulsados de China entre 1949 y 1952, los cohermanos chinos, holandeses y de los Estados Unidos, continuaron la misión en Taiwan. Los primeros creyeron que era cuestión de tiempo antes de volver al continente. Pero a medida que iba desapareciendo esta esperanza, se entregaron en cuerpo y alma al cuidado pastoral de las comunidades jóvenes que fundaron. Con celo desbordante, construyeron más de 30 iglesias y bautizaron a miles de conversos. Desde 1952 a 1965, los católicos de la isla crecieron de 10.000 a 20.000.

Quinta Fase (1992- )

La quinta fase tiene un preludio también. En realidad comenzó en los primeros años de 1980 cuando la Hermana Emma Lee comenzó con toda discreción a establecer contacto con los cohermanos chinos y las Hijas de la Caridad del continente. Poco a poco encontró a 90 Hijas de la Caridad chinas ya ancianas y a 14 vicencianos.

Más tarde, en 1992, la Asamblea General animó a los Vicencianos “a ir al fin del mundo, aun sin parar, hasta China”.

El Superior General y la Madre General pudieron visitar pronto a muchos sacerdotes, hermanas y hermanos en el continente. Hallaron a hombres y mujeres de fe vibrante que viven sencilla y gozosamente, que han sufrido por lo que ellos creen, que siguen hondamente convencidos de su fe como católicos, y que aman el carisma vicenciano. Poco a poco, al contacto creciente con el interior, los miembros de nuestra Familia Vicenciana empezaron a escuchar los relatos de muchos héroes, vivos y difuntos, que han representado y continúan representando el carisma Vicenciano en China.

Después de escuchar a estos heroicos misioneros e Hijas de la Caridad, cohermanos de nueve provincias se ofrecieron voluntarios para la misión de China. Pero a diferencia de la cuarta fase en que se confiaron diferentes regiones de china a varios países y trabajaron por separado, en esta quinta fase se organizó una misión “internacional”. En otras palabras, estos cohermanos han llegado a vivir y trabajar en equipo, aunque sus miembros procedan de muchas tierras diferentes.

Retos del Futuro

Ya desde un principio, China suscitó interés y se ganó el corazón de la Congregación, y sigue haciéndolo hoy. En todas partes donde voy me preguntan sobre China. Mientras planeamos nuestra misión vicenciana en China para el futuro, ¿cuáles son los principales retos que tenemos delante?

1. Ejercitar una presencia en la escucha

Debemos escuchar antes de hablar, aprender antes de enseñar, discernir antes de actuar. El misionero necesita gran humildad. Debe escuchar como el siervo. Debe tratar de entender lo que está en el corazón de sus amos los pobres y descubrir el modo de regar la semilla de la Palabra que Dios ha sembrado ya en sus corazones y en el mundo creado en que viven.

¿Qué nos dicen los pobres en Taiwan hoy? ¿Qué dicen en la China continental? No debemos acudir llevando presentes que hemos escogido y envuelto nosotros mismos. Como servidores, debemos llegar respondiendo a la llamada del pueblo chino.

Nuestro número es más corto en 1999 de lo que era en 1949: entonces teníamos cientos de misioneros en China, hoy tenemos menos de 50. Pero la historia nos enseña que el número no es lo más importante. En diferentes periodos cuando éramos relativamente pocos en número, produjimos un gran impacto a causa de la influencia ejercida por unos pocos bien preparados.

En la China continental hoy, muchas formas del ministerio explícito nos están prohibidas. Nuestra tarea, por lo tanto, debe ser en gran medida presencial. Pero esto es lo que hacen los siervos. Están presentes, siempre prontos a hacer lo que se les pide. Por lo pronto algunos miembros de nuestra Familia ya están en el continente enseñando idiomas, convencidos como están del valor de este servicio silencioso al pueblo de china. Me parece que ellos y nuestros cohermanos y hermanas mayores chinos nos afectan mucho.

2. Inculturarse seriamente y aprender bien el idioma de aquellos a quienes servimos

Hoy más que nunca somos conscientes de la importancia del idioma y de la cultura no sólo como herramientas personales al servicio del misionero, sino también como medios para comprender las mentes y los corazones de aquellos a quienes estamos sirviendo. Tenemos maravillosos ejemplos de misioneros, aquí mismo, que han aprendido taiwanés, mandarín y otros idiomas muy bien para poder ser buenos servidores del pueblo de Dios. Para nosotros extranjeros, aprender lenguas orientales es cosa difícil. Hoy yo animo a todos los misioneros extranjeros de aquí a que hagan de los estudios lingüísticos y culturales una parte del pan nuestro de cada día. Sin un debido dominio de la lengua y de la cultura, os encontraréis siempre en una seria desventaja.

3. Ser inventivos en planear nuevas formas de misiones populares, comprometiendo en ellas a los diversas ramas de nuestra Familia

Aquí en Taiwan, ¿existen medios con los que podamos renovar nuestras parroquias mediante alguna forma creativa de misión que comprenda a Vicencianos, Hijas de la Caridad, hombres y mujeres seglares, bien sean mayores bien más jóvenes? ¿Existen medios en los que podamos de la misma manera evangelizar a la población aborigen? ¿Existen medios para poder renovar la fe de los trabajadores inmigrantes filipinos? En la China continental hay más de 850.000.000 de “campesinos”. ¿Es posible imaginar un esfuerzo de evangelización por pequeño que sea, bien dirigido, con inventiva entre ellos para cuando las circunstancias políticas cambien?

4. Contribuir a la formación del clero

En cada una de las fases de nuestra historia, este trabajo ha ocupado un lugar céntrico en la misión de la Congregación. ¿Cuáles son hoy las necesidades del clero en Taiwan y China continental? ¿Pueden los propios misioneros aportar a China una experiencia en estudios bíblicos, en liturgia, o en otros campos? Ni que decir tiene que la formación del clero es una de las grandes necesidades urgentes en la China continental. ¿Podemos enseñar a los jóvenes sacerdotes de allí el inglés, o el francés, o informática, o estudios de Biblia, o teología? ¿O podemos ofrecerles un plan de vida, como hace poco nos pidieron, que los sostenga para vivir el evangelio que predican? ¿Podemos nosotros mismos superar las diferencias regionales y nacionales y trabajar codo a codo con el clero diocesano y otras comunidades para la formación y crecimiento de la Iglesia en China?

5. Dedicarse a la formación de la juventud

No hace mucho, con gran satisfacción por mi parte, grupos de jóvenes vicencianos han aparecido espontáneamente aquí en Taiwan, y se están multiplicando rápidamente por todo el mundo; constituyen el miembro de más rápido crecimiento de nuestra Familia Vicenciana. Uno de los grandes retos que nos esperan es ofrecer a estos grupos jóvenes una formación profunda y sana. A ello os animo, a que lleguéis a los jóvenes dondequiera que trabajéis como misioneros. Ellos son el futuro de la Iglesia. De la Iglesia del tercer milenio. Porque ellos serán los evangelizadores aquí en Taiwan y en la China continental para las décadas que vienen. Miembros de nuestra Familia que viven ahora en el continente atestiguan que los jóvenes de allí suspiran por algo, que sienten una profunda necesidad de transcendencia y necesitan abrir sus corazones. ¿Qué podemos hacer por los jóvenes de Taiwan y del continente ahora y en el futuro?

6. Llevar la formación a nuestros Vicencianos y a las Hijas de la Caridad del continente

La vida es todavía difícil en el continente. Los Vicencianos y las Hermanas, jóvenes y mayores, luchan por vivir su fe y expresarla. Nuestros repetidos contactos estos últimos años han servido de alivio para ellos y para nosotros. Piden que les echemos una mano en su propia formación permanente. Por suerte, se nos ha dado poder prestarles una modesta ayuda en este particular, y cómo nos lo han agradecido. A ver si podéis continuar esa obra.

7. Concretar el apostolado intelectual

En los diversos periodos de la historia de China, los Jesuitas y Vicencianos atendieron a las necesidades intelectuales de la corte y del pueblo. Eran conscientes del relieve del aprendizaje y del saber dentro de la cultura china. También nosotros hoy nos hemos dado cuenta gradualmente de la necesidad de soluciones inteligentes si de verdad “le vamos a trabajar” a los problemas de los pobres. La comprensión inteligente y la acción enérgica deben ir de la mano si vamos a servir al pobre con realismo en adelante. ¿Podrían nuestras universidades vicencianas de los Estados Unidos y de Filipinas ayudar a responder a algunas de las necesidades del pueblo de China tanto en Taiwan como en el interior? ¿Podrían aportar experiencia en los campos en los que los Chinos más sienten el vacío? ¿Cuáles son, y cómo podemos servirles de provecho?

8. Comprometer a toda la Familia Vicenciana en nuestra misión

Hoy nos sentimos muy conscientes de que no actuamos solos como sacerdotes y hermanos vicencianos, sino como miembros de una Familia que también incluye a las Hermanas y a seglares de ambos sexos y de diferentes edades. La nuestra es de hecho una enorme Familia con varios millones de miembros organizados en grandes grupos como los Vicencianos, las Hijas de la Caridad, la Asociación Internacional de la Caridad, la Sociedad de San Vicente de Paúl, la Asociación de la Medalla Milagrosa, las Juventudes Marianas Vicencianas y otras muchas.

¿Podemos plantear nuestra misión en Taiwan y China continental no simplemente como una misión vicenciana o una misión de las Hijas de la Caridad sino como una misión de toda nuestra Familia? ¿Podemos interesar de un modo especial a los jóvenes de nuestra Familia para que encuentren maneras de poder servir, tal vez dedicando uno, dos o tres años a trabajar entre aborígenes en Taiwan o a enseñar inglés en el continente?

9. Promover la devoción a María, madre de Jesús

Desde tiempos de S. Vicente, un aspecto destacado de nuestra tradición ha sido promover la devoción a la Virgen María, que fue la primera de los santos. Para emplear las palabras de Vicente, ella profundizó en el significado del evangelio más que todos los demás creyentes y vivió sus enseñanzas. A medida que he ido visitando Taiwan y China estos años, he podido darme cuenta de qué lugar tan privilegiado ocupa la devoción a María. Recuerdo cuántas veces y con qué entusiasmo escribía S. Juan Gabriel Perboyre pidiendo Medallas Milagrosas para su gente. ¿Podemos hallar el modo de presentar a María en China como un icono de la ternura de Dios y un modelo para todo creyente?

10. Convertirse

En una visita reciente, fui a ver la tumba de Vicente Lebbe. Los sacerdotes y seminaristas de allí le tienen en la mayor estima, como tantos seglares de hoy. Una de las preguntas comprometedoras que me hizo un joven seminarista fue: ¿Por qué no le reconocimos?

Por desgracia, no siempre reconocemos a nuestros propios profetas. ¿veremos a los profetas del futuro? Eso es sin duda todo un reto. Para ello debemos ser escuchas perseverantes con los corazones abiertos. Para ello no nos debemos quedar clavados en nuestras propias ideas, ni en nuestros propios métodos, ni en nuestras propias culturas nativas. Nuestra meta, antes bien, debe estar siempre en aquellos a quienes servimos. ¿Cómo poder promoverlos? ¿Cómo hacer de ellos agentes de su propia promoción? ¿Cuáles son sus necesidades más urgentes?

Hoy la dirección en la Iglesia tanto aquí en Taiwan como en el interior está en manos de los propios chinos. El cambio de dirección de los extranjeros a los Chinos costó un alto precio, pero la Iglesia es ahora profundamente indígena y eso ya es una bendición. Vicente Lebbe fue un profeta en este punto. Espero que en adelante nosotros podamos oír voces proféticas como la suya.

Así que, hermanos y hermanas, ahí tenemos diez desafíos para nuestra misión en China. Hoy damos gracias a Dios por los muchos beneficios recibidos en estos 300 años, y le pedimos que renueve nuestros corazones con el don de la conversión permanente, la fuerza y la creatividad para enfrentarnos a estos desafíos.

Un nuevo milenio está a la vista. Que sea de paz, crecimiento, y esplendor espiritual para el pueblo de Taiwan y de China continental.

Noviembre de 1999

Taipei, Taiwan.

(Traducción: MÁXIMO AGUSTÍN, C.M.)

San Vicente empleó esta misma comparación en la Reglas Comunes de la Congregación, Capítulo XII, Artículo 10.

SV V, 534 / ES V, 510-511.

En principio fue elegido el Hermano Bernardo Faure, enfermero, que sin embargo no pudo salir.

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