Caminos alternativos para la formación del clero: El Seminario Mayor San Vicente de Paúl (Cali - Colombia)

Caminos alternativos para la formación del clero:

el Seminario Mayor San Vicente de Paúl

(Cali - Colombia)

por Alfonso Mesa, C.M.

Provincia de Colombia

¿Qué llama la atención de esta experiencia de formación del clero de la C.M.?: que está hecha para profesionales. ¿Cómo surgió? ¿Tiene sentido? Si fracasaron algunas de estas experiencias, ¿por qué insistir? ¿Puede responder a nuevos retos del mundo de hoy? Veamos su origen y características y luego emitamos un juicio.

  1. Origen de la experiencia

Hay vocaciones que reclaman una atención especial. Este hecho lo constató Mons. Isaías Duarte Cancino, Arzobispo de Cali*, y él mismo comenzó a buscar la viabilidad de un seminario para este tipo de vocaciones.

Y así, se comunicó con la casa de los Vicentinos en Cali: “¿podrían Uds., Padres, recibir en su casa un grupo de seminaristas que por sus circunstancias de vida necesitan una especial formación? Fue un llamado de la Iglesia local que buscaba responder a uno de sus grandes problemas: la falta de sacerdotes.

La Provincia estudió la propuesta, analizó la posibilidad de responder positivamente, estudió los requerimientos de personal y la necesidad de adecuar la casa. Y la propuesta se hizo realidad el 9 de agosto de 1998, con la entrada de 5 aspirantes al sacerdocio: 3 que ya habían hecho sus estudios en otros seminarios y que el Sr. Arzobispo había aceptado para la Arquidiócesis y 2 que venían de la experiencia del Pre-seminario de la Arquidiócesis. Tres formadores Vicentinos estarían al frente de esta nueva obra.

Éste es el cuarto año de experiencia en este nuevo trabajo. Se han matriculado en durante este tiempo 20 seminaristas y se han ordenado 3. Actualmente tenemos 10 seminaristas (7 en teología y 3 en filosofía); 6 han dejado el Seminario y 1 está haciendo una experiencia pastoral.

2. Criterios de formación

En la exhortación post-sinodal Pastores Dabo Vobis, Juan Pablo II, recogiendo la tradición eclesial, presenta los criterios para una experiencia de formación como la nuestra, es decir, con vocaciones sacerdotales que se dan en edad adulta. El Documento califica este hecho como “característica de esperanzadora novedad y frecuencia en las actuales circunstancias” .

2.1 ¿Para quiénes es este itinerario?: para algunos de aquellos que, “después de una más o menos larga experiencia de vida laical y de compromiso profesional”, quieren ser sacerdotes. Subrayamos acá lo laical, entendido como compromiso con la Iglesia local, y lo profesional, dado el trabajo civil que desempeñan.

2.2 “No siempre es posible, y con frecuencia no es ni siquiera conveniente, invitar a los adultos a seguir el itinerario educativo del Seminario mayor”. Consecuentemente, la experiencia necesita un itinerario propio; hay que buscarlo en cada circunstancia

2.3 “Después de un cuidadoso discernimiento sobre la autenticidad de estas vocaciones”: es criterio clave discernir muy bien el hecho de por qué se dan estas vocaciones. Se necesita una pastoral vocacional adecuada para este tipo de experiencia.

2.4 Programar “cualquier forma específica de acompañamiento formativo, de modo que asegure, mediante adaptaciones oportunas, la necesaria formación espiritual e intelectual”: éste es un criterio amplio que lanza a la búsqueda, a las necesarias adaptaciones, a nuevos estilos de acompañamiento. Sobresale el énfasis en lo espiritual e intelectual.

2.5 Un criterio que garantice “la inserción plena de estas vocaciones en el único presbiterio, y su íntima y cordial comunión con el mismo”. Para esto hay que promover “una adecuada relación con los otros aspirantes al sacerdocio y los períodos de presencia en la comunidad de Seminario Mayor”.

Sobre estos criterios hemos elaborado el proyecto del Seminario y su itinerario propio.

  1. Perfil del candidato

Nos corresponde adecuarnos a los criterios de la Iglesia, y el primer paso es mirar el perfil humano-vocacional de los candidatos:

3.1 De una edad entre los 25 y los 35 años, porque en esa edad aún hay cierta facilidad para asimilar la formación.

3.2 De un tipo estudios profesionales o universitarios: que el candidato tenga el título profesional y que esté trabajando. Esto nos da algunas garantías sobre la situación personal de los candidatos (madurez, capacidades, etc.).

3.3 De cierta experiencia cristiana y pastoral: sabemos que, de ordinario, las vocaciones tienen su origen en la adolescencia y la juventud. Es probable que en esa etapa no se haya podido responder a la llamada, pero es posible que la vocación siga presente en la vida de estos hombres y ella los lleve a estar vinculados pastoralmente a la Iglesia local, a vivir en el ambiente de los grupos parroquiales o los grupos de oración, donde precisamente se conservan y se deciden muchas vocaciones.

3.4 Con un año de pre-seminario. Además de tener presente los criterios de madurez humana, de libertad y de capacidad de integración que les permita optar y hacer las rupturas necesarias para este caminar, es necesario que el candidato entre en el seminario, que asuma el propio ritmo de vida interno, que se integre a una comunidad y que acepte un reglamento.

Este momento de opción es difícil. Hay mucho que dejar: la completa independencia, un determinado estilo de vida y de trabajo; y hay también valores nuevos para asumir, por ejemplo, el sentido comunitario de los bienes. Es necesario entonces asegurar la claridad en la decisión vocacional que pide la Iglesia. Optamos por un proceso de pre-seminario, es decir, un suficiente contacto con los candidatos, de casi un año, en el cual se imparte formación, se proponen metas vocacionales y de vida cristiana y experiencia parroquial. La ayuda psicológica cumple aquí un papel importante, ayudando, perdóneseme la redundancia, a asegurar la autenticidad de las vocaciones y a favorecer la integración grupal en orden a la vida en común propia del seminario.

4. La vida en el Seminario

El itinerio del seminario exige vivir en comunidad. La definición actual de “seminario” tiende a acentuar la dimensión comunitaria, invitando a seguir el proceso de los apóstoles en torno a Jesús, haciendo énfasis en la centralidad del del Reino e insistiendo en que el Espíritu Santo es el principal formador.

Esta realidad nos lleva a:

4.1 Mantener y crear un ambiente de libertad y de responsabilidad adecuado para profesionales. Lo amerita su edad y condición, pero es una llamada a la seriedad y transparencia de vida .

4.2 Crecer en la comunicación con los formadores y con los mismos compañeros. El servicio, la responsabilidad con la casa y el diálogo constante son indispensables.

4.3 Orientar su vida en torno al ideal de Jesucristo, el cual ha de convertirse en criterio de vida, ayudado por la oración, la liturgia y el acompañamiento espiritual.

4.4 Estudiar la teología, la cual realizan en el Seminario Mayor Arquidiocesano. Esta experiencia de formación ayuda a garantizar la seriedad intelectual y a lograr el criterio de integración presbiteral.

4.5 Identificarse con la Iglesia arquidiocesana: se insiste permanentemente en el sentido de pertenencia a la Iglesia local. Este aspecto está favorecido, entre otros, por la frecuente visita del Señor Arzobispo (q.e.p.d.) y de sus Obispos Auxiliares. Éste es uno de los pilares de toda la formación, dada la necesidad de la comunión ministerial con el Pastor, que propicia el conocimiento de la realidad eclesial.

El contacto con la Iglesia arquidiocesana se alcanza también con la experiencia de apostolado en diversas parroquias de la ciudad y, de modo especial, en una parroquia suburbana, nueva, en un medio pobre. Esta actividad está dirigida por un cohermano.

4.6 Los seminaristas pueden ejercer sus profesiones civiles durante el tiempo de formación en el seminario. Es una exigencia que nos reclama el tipo de vocaciones que nos llegan, de ordinario de medios pobres. Los seminaristas tienen que sostenerse económicamente y ayudar a sus familias. Al mismo tiempo, se trata de un esfuerzo de formación exigente atendiendo dos cosas: estudio y trabajo, evitando así las concesiones . Es difícil esta experiencia pero muchos de ellos han logrado llevar este ritmo porque han tenido que hacer sus estudios de noche y trabajar de día.

En el Pre-seminario, además de conocer la madurez humana y cristiana de los candidatos, se puede seguirlos en su trabajo, la vida familiar y el compromiso civil. En los encuentros con los seminaristas se dialoga permanentemente sobre el sentido de trabajo.

5. El primer año de formación

Merece punto aparte el primer año de formación entre nosotros. Algunos seminaristas son profesionales en áreas del saber de tipo humanista y han tenido una relación con áreas que en nuestros cánones de estudio llamamos filosofía y humanidades. Si algunos vienen por este camino entrarán directamente al ciclo teológico. Pero a los otros, cuyo titulo es en las áreas matemáticas y administrativas y han cursado poco las humanides (prácticamente la mayoría) hay que ayudarles a nivelarse y capacitarse para que puedan cursar la teología. En este año propedéutcio se estudia el misterio de Cristo y se da una mirada a la integralidad de la formación sacerdotal.

Cuando los seminaristas llegan a la casa después de una jornada de trabajo, hacen los cursos de Filosofía Sistemática, Historia de la Filosofía, Introducción a las Ciencias Bíblicas, Antiguo Testamento, Fundamentos de la vida cristiana, Pensamiento de la Iglesia actual y el curso de catequesis que dicta a distancia la Casa de Evangelización de la Arquidiócesis.

El tiempo de esta formación es un tiempo intenso, exigente, que los prepara a las grandes decisiones, porque tendrán que, por horarios de clase, cambiar de forma de trabajo civil y decidirse sobre el camino vocacional.

A lo largo de la teología, acentuamos el discernimiento vocacional con los tradicionales llamamientos de la Iglesia a los ministerios y a las órdenes sagradas, de modo que al final del cuarto año de teología reciban el diaconado y lo vivan como ejercicio del ministerio en orden al presbiterado y como una verdadera inserción en el presbiterio.

6. Lecciones de esta experiencia

El caminar de estos 4 años nos han llevado a ver que:

6.1 La formación es un proceso exigente, a causa del trabajo y el estudio para el sacerdocio. No se hacen concesiones especiales. Se requiere saber organizar el tiempo y responder por los compromisos. Ni el seminario ni el trabajo profesional que realizan pueden perder en calidad.

6.2 La formación es personal y personalizada; se tiene en cuenta el proceso de cada uno de los seminaristas, por lo tanto, se hace necesaria la comunicación y el encuentro constante.

6.3 Es muy importante vivir intensamente los momentos comunitarios previstos en el orden del día. El horario es flexible pero son inaplazables los momentos de oración, la Eucaristía, las comidas, los diálogos formativos y el descanso.

6.4 Es indispensable mantener en su vigencia el Pre-seminario como oportunidad para conocer a los candidatos y brindarles formación espiritual. A pesar de la experiencia profesional de los seminaristas hay que reconocer las fallas de formación humana y de vida cristiana propias de la época. Son hijos de su tiempo!

6.5 Es necesario evangelizar con la manera de ejercer la profesión que desempeñan en los ambientes donde trabajan: ¿Por qué pueden trabajar? ¿Por lo económico? ¿Para no tener una dependencia, personas que ya ganan un salario...? No es simplemente por esto. Debe ser un momento formativo, de presencia cristiana y sacerdotal en estos lugares y, de hecho, los propios compañeros de trabajo notan el cambio de los seminaristas desde cuando están en el seminario. Se trata de cambios en el comportamiento y en las actitudes. Ellos saben más de la realidad y del mundo de la economía que los candidatos tradicionales, pero les falta el diálogo evangelizador con el mundo de la cultura y con la sociedad, en el que la experiencia humana y civil también aporte a la formación sacerdotal.

Persiste aun la duda que cómo actuarán ellos cuando ya no tendrán que trabajar profesionalmente. ¿Cómo van a vivir el ministerio sacerdotal? De hecho, después de la ordenación no podrán trabajar ejerciendo su profesión como durante la formación ya que deberán estar libres para ejercer el ministerio según las necesidades de la Arquidiócesis. Actualmente, para recibir el diaconado, se impone el dejar el trabajo civil.

6.6 Y así, resulta una última reflexión más critica acerca del sentido de la obra: ¿Su razón de ser será sólo porque hacen falta sacerdotes? ¿O por ayudar a algunos a que logren su ideal? ¿Es positivo que se abra este espacio del seminario para unas vocaciones que, como deciamos al principio, son signo de esperanza y de los tiempos nuevos, pero también tienen algo de negativo dada la tendencia de los jovenes de hoy a posponer sus decisiones y a demorarse mucho tiempo para dejar la casa? ¿Es sólo cuestión de un nuevo método de pastoral vocacional? Quizás podríamos ver este tipo de vocaciones desde una posición más critica y evangelizadora, en un diálogo entre fe y cultura; vocaciones que aún puedan aportar y trabajar en su ambiente y, desde dentro, ejercer el ministerio.

Evangelizar el mundo profesional. Alguien me invitaba a reflexionar sobre este tipo de experiencia pero fuera, por ejemplo, en un medio más pobre, con criterios de inserción, donde los candidatos trabajen y se formen al lado de los pobres. ¿No sería esto más significativo? ¿No podría abrirse este tipo de experiencia de formación sacerdotal a los cuestionamientos que vienen de la realidad social (el desempleo, la violencia y la pobreza que vive la ciudad en sus periferias)? ¿Cómo hacer esta experiencia más evangelizadora? Es el reto que nos queda y que nos daría una mayor garantía de éxito en la pastoral vocacional.

La pregunta fundamental es: ¿dónde estará la novedad, en lo externo, en un ambiente nuevo de vocación, o en una mentalidad que sepa meterse en el mundo (inculturarse) y desde allí descubrir el dinamismo evangelizador de la fe vivida en la realidades de las ciudades?

Hay mucho por pensar aún. Esta experiencia es sólo un pequeño signo, visto desde la formación clásica, pero ha de ser la continua reflexión la que abra nuevos caminos.

* Él fue vilmente asesinado el 16 de marzo de 2002 en Cali.

PDV 64b.

Ibid.

Ibid.

Ibid.

PDV 64c.

Ibid.

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