Cantad un canto nuevo

Cantar un canto nuevo

por Robert P. Maloney, C.M.

Superior General

Berceau, 13-VII-2001

En un mundo de rápidos cambios no es fácil ser Director Provincial de las Hijas de la Caridad. Ustedes, como Directores de las Hermanas viven en contacto diario con algunos de los grandes cambios que están teniendo lugar hoy. Permítanme mencionar tres brevemente.

1. Primero, Ustedes están siendo testigos de primera mano de un lento, pero espectacular cambio en la visión que el mundo tiene de la mujer: la igualdad de su dignidad como persona humana, su función en la sociedad, sus derechos, su participación en las tomas de decisión. El documento Vita Consecrata habla elocuentemente del cambio de la función de la mujer en los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica y urge a que las mujeres tengan la oportunidad de participar en la Iglesia “a todos los niveles, incluidos los procesos de toma de decisión, y especialmente en los asuntos que les conciernen a ellas”.

Por supuesto, a nosotros estos cambios pueden parecernos rápidos, pero desde el punto de vista femenino, su avance puede parecerles tan lento como el de un glaciar que se va alejando. En mi país, por ejemplo, para una mujer es muy difícil comprender que la Constitución en 1789 daba a la mayoría de los hombres el derecho al voto, pero la mujer recibió este derecho sólo en 1920. Las mujeres, con razón, se quejan también de que después de un siglo y medio de existencia de los movimientos a favor de los derechos de la mujer a ellas, cuando hacen un tipo de trabajo similar al de los hombres, se les paga todavía bastante menos y de que ocupan relativamente pocas posiciones de liderazgo en la política, en los negocios y en la Iglesia.

2. En el umbral del tercer milenio Ustedes están siendo testigos de nuevas formas de pobreza impresionantes a las que, gracias a Dios, las Hijas de la Caridad han sido de las primeras en responder. El Sida ha alcanzado proporciones epidémicas en África. Allí y en otros lugares del mundo ha quitado millones de vidas y con toda seguridad seguirá llevándose muchos millones más. En ningún otro periodo de la historia humana se han visto tantos refugiados como en el nuestro. Decenas de millones de desplazados escapan de la pobreza, de la violencia y de la opresión política o religiosa en sus países en búsqueda de una vida mejor. Con frecuencia vienen a las mega-ciudades, que han crecido en todos los continentes, para sufrir rápidamente una tremenda desilusión con lo que se encuentran en las barriadas caracterizadas por unas terribles condiciones de vida, drogas, violencia y un masivo desempleo. Y aunque en el mundo nunca ha habido tantos ricos, tampoco ha habido nunca tantos pobres y el abismo entre estos dos grupos, siento decirlo, parece casi imposible de salvar.

3. Tercero, uno de los grandes cambios de los tiempos modernos es precisamente el aceptar la rapidez del cambio. Después de años viviendo en unas estructuras filosófico-teológicas en las que el cambio sólo era aceptado lentamente y a veces incluso de mala gana, ahora vivimos en una sociedad de la información en la que el cambio es aceptado como un hecho de vida. La gente cambia de casa, de trabajo, incluso de esposo y religión con una increíble rapidez. Durante los últimos 50 años los cambios han sido drásticos, no sólo en la sociedad, sino en la Iglesia en general y en las comunidades religiosas.

Hoy, con todos estos cambios, no es fácil ser Director de las Hijas de la Caridad. A la luz del cambio de la función de la mujer en la sociedad es incluso inevitable que algunos Directores estén sufriendo una crisis de confianza, ya sea en sí mismos, o de confianza por parte de las Hermanas. Pero es en estos momentos precisamente cuando es importante reflexionar sobre la función del Director, con paz y creatividad.

San Agustín dijo una vez que quienes caminan en la oscuridad deben cantar. De hecho, él les animaba a cantar, especialmente ¡cuando tenían miedo de ser asaltados en la noche! El canto ahuyenta el miedo y el miedo es uno de los mayores enemigos en la vida cristiana. Por ello les animo hoy a cantar un canto nuevo.

La función cambiante del Director Provincial

Permítanme hablar muy concretamente de la situación variada y rápidamente cambiante de los Directores Provincales en el mundo. Estas breves observaciones no son en absoluto teoría. No implican tampoco un juicio de valor, positivo o negativo, sobre estos cambios. Son simplemente una afirmación de lo que he visto transparentarse durante la última década.

1.Mientras algunos Directores todavía trabajan a pleno tiempo en el servicio de las Hijas de la Caridad, para muchos otros ser Director es un trabajo a medio tiempo. Muchos dedican al menos el 50% de su tiempo a otro ministerio.

2.Algunos cohermanos son directores de dos provincias (por ejemplo, Graz Salzburgo, y hasta recientemente, París y Rennes, y, muy pronto, Roma y Siena).

3.Mientras todos los Directores participan en las reuniones del consejo de las Hijas de la Caridad, a veces toman parte sólo en aquellos asuntos en que lo requieren concretamente las Constituciones y Estatutos.

4.A veces el Director de las Hijas de la Caridad es también el Visitador de la provincia correspondiente de la Congregación de la Misión. En los años recientes hemos tenido cuatro o cinco casos de estos (p. ej. Cuba, y hasta hace muy poco tiempo, Etiopía y Ecuador).

5.A veces el Director de las Hijas de la Caridad es también el asesor de otros grupos vicencianos, como la Juventud Mariana Vicenciana, la AIC, la Sociedad de San Vicente de Paúl, la Asociación de la Medalla Milagrosa, etc. Hoy el Director Provincial, incluso si no es el asesor, tiene normalmente mucho más contacto con otras ramas de la Familia que en el pasado.

6.Hoy, bastantes Directores Provinciales tienen mucha relación con otros Directores Provinciales porque hay reuniones de Directores nacionales o regionales o porque, si son también asesores de grupos seglares, se reúnen con otros Directores que también son asesores.

7.Durante las consultas, con frecuencia, los candidatos sugeridos como posibles Directores son reacios a aceptar este servicio. De hecho, muchas veces es más difícil nombrar un Director Provincial de las Hijas de la Caridad que un Visitador o Visitadora de la misma provincia.

8.La mayoría de los Directores conocen su función muy bien y prestan un magnífico servicio al ayudar en la animación del espíritu de la provincia y en la formación de las Hermanas en los diversos niveles. Pero, incluso hoy, ocasionalmente, existen algunos ejemplos de Directores que se entrometen en el gobierno de las Hijas de la Caridad.

9.A veces los Directores se sienten rechazados por algunas Hermanas y, en algunas ocasiones, también por la Visitadora. Este rechazo proviene de diversas causas. Las principales que yo percibo son: 1) un conflicto de personalidad entre el Director y la Visitadora; 2) actitudes autoritarias, ya sea por parte del Director o de la Visitadora; 3) las corrientes culturales que sugieren que la función del Director es “inútil” o “innecesaria”.

10.En general, los Directores Provinciales son muy apreciados tanto por las Hermanas de la Provincia donde prestan su servicio como por la Visitadora y su Consejo.

Ser Director Provincial hoy - cantar un canto nuevo

Por supuesto, al cambiar el mundo, tenemos que cambiar también nosotros. De otro modo, nos paralizamos y morimos. Por ello les animo hoy, como Directores de las Hijas de la Caridad, a cantar un canto nuevo. ¿Cuál debe ser este canto en el comienzo del tercer milenio?

1.Canten un canto profundamente espiritual

Esto parece muy obvio, pero no hay nada más importante. El Director de las Hijas de la Caridad está llamado a colaborar de un modo especial con la Visitadora y su Consejo en la organización del programa de formación inicial y permanente de la provincia. Hay muchos aspectos en la formación: humano, espiritual, teológico, pastoral, comunitario. Pero, aunque estos aspectos pueden parecer muy importantes, hemos de recordar una y otra vez, como repetía constantemente San Vicente, que toda formación lleva a “revestirse de Jesucristo”. Ustedes, como formadores, no sólo deben conocer a Cristo, sino que deben tener una profunda experiencia personal del Señor. Sólo si Ustedes están auténticamente llenos del espíritu del Señor podrán comunicarlo a los demás.

Ustedes están llamados también a visitar a las Hermanas, a escucharlas, a hablar con ellas individualmente; sean, por así decir “un alma amiga”. Pero no todo el que recorre el camino espiritual es un buen guía. Un guía necesita preparación y experiencia para perfeccionar sus dones naturales. Él o ella conoce los rastros que dejan los caminantes en el curso del camino: y las autopistas, las carreteras, los cobijos, los escollos, las trampas. Los buenos guías han caído y se han levantado muchas veces. Saben cómo animar a quienes están desanimados y atemperar con consejo experimentado la impaciencia de los demasiado celosos. El mejor guía camina con los que está formando, a veces adelantando el paso, a veces disminuyéndolo, a veces haciendo una pausa para descansar.

San Vicente diría inmediatamente que cada formador debe ser humilde. ¿Hay alguna virtud de la que habló con más frecuencia? El formador sabio escucha las necesidades de las Hermanas. Recoge antes de sembrar. Se deja evangelizar y cambiar por aquellos a quienes sirve. Muchos buenos formadores han terminado diciendo: "En este curso creo que he recibido más de los participantes de lo que he dado!" Se espera que en el proceso, tanto los participantes como los formadores, se transformen mutuamente.

2.Canten un canto de liberación

Su función principal es ser animador. Animador es quien comunica vida, aliento, espíritu, alma. En la presencia de un buen animador, la gente comienza a vivir. Ellos sueñan nuevos sueños y ven nuevas visiones. El Espíritu del Señor inflama sus corazones. Empiezan a oír las voces más profundas de la realidad. Comienzan a ver la posibilidad de un nuevo cielo y una nueva tierra. Son libres de las ataduras interiores que les retienen y comienzan deseosos a dar sus vidas con una nueva y profunda generosidad.

Les animo, como parte de este proceso liberador, a usar una pedagogía renovada, comprometiendo totalmente a las Hermanas en el proceso de formación a fin de que sean agentes activos de su propia formación. Después de todo, son ellas quienes tienen la responsabilidad principal en este proceso. Nuestra esperanza es que ellas sean “agentes multiplicadores”, capaces de transmitir a otros los dones que han recibido.

Los métodos de formación que Ustedes utilicen con las Hermanas son muy importantes. La pedagogía es a la vez un arte y una ciencia. Para conseguir los fines de la formación, un buen formador debe conocer, no sólo el contenido que está presentando, sino también cómo trabajar con individuos y grupos. Debe usar medios modernos de comunicación. Debe poder estimular a los participantes a ayudarse mutuamente en el proceso de formación.

3.Que el “hilo conductor” de su canción sea una melodía del siglo XVII

Nuestra canción, por nueva que sea, debe ser eco de la maravillosa melodía compuesta por Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, a mediados del s. XVII, durante casi tres décadas y media. Su canción tampoco era completamente nueva, ya que era el eco del grito de los pobres de Israel que anuncian las páginas del Antiguo y del Nuevo Testamento.

A fin de que canten Ustedes bien esa canción, les animo a sumergirse profundamente en los escritos de Vicente y Luisa. Conozcan su canto de memoria. Que salga espontáneamente de sus labios. Lean sus escritos una y otra vez a fin de que hagan suya su visión. Vicente y Luisa nos han dejado una herencia maravillosa. Sus carismas continúan siendo asombrosamente relevantes hoy que las nuevas formas de pobreza se multiplican y el abismo entre ricos y pobres continúa aumentando. El formador bien preparado debe conocer la vida de Vicente y Luisa, la historia de las Compañías que ellos fundaron, su espiritualidad, su misión, sus obras fundacionales, su amor concreto y efectivo a los pobres. Estos son los elementos principales que el formador intenta transmitir en el proceso de formación a las futuras siervas de los pobres.

4.Pero hagan que su canto sea auténticamente nuevo

Incluso los más grandes compositores adoptan melodías que ya han oído y utilizan poemas existentes e historias que les han fascinado. La Novena Sinfonía de Beethoven finaliza con una oda escrita por Schiller. Verdi adaptaba historias que ya eran bien conocidas en el folclor italiano. Pero estos artistas sabían cómo conferir novedad a lo antiguo, transformar lo que habían recibido y hacer resaltar su belleza de un modo nuevo e impresionante.

El Documento de la Asamblea General de las Hijas de la Caridad de 1997 tiene algunos énfasis nuevos y maravillosos. Desafía a la Compañía a “unir sus fuerzas con los que defienden la vida y los derechos humanos, así como con quienes luchan por la justicia y la solidaridad, con los excluidos de la sociedad, especialmente las mujeres y los niños que en muchos lugares del mundo son los más pobres de los pobres”.

No dejen que estos énfasis se olviden, como ocurre con tantos documentos. Cántenlos. Griten la suerte en el mundo moderno de los refugiados, las mujeres y los niños. Canten la tragedia de las nuevas formas de pobreza que claman pidiendo ayuda y consuelo.

5.Canten su canción en polifonía

En los últimos siete u ocho años hemos llegado a ser muy conscientes de ser miembros de una Familia Vicenciana mundial. Nuestra Familia es enorme, una armada, por así decir; una armada pacífica al servicio de los pobres. Los grupos que constituyen nuestra Familia tienen una herencia común pero al mismo tiempo carismas distintivos. Es importante que apreciemos en nuestra Familia tanto los elementos comunes como lo distintivo de nuestra tradición. Tenemos una larga y sana historia, gran cooperación entre los miembros de la Congregación de la Misión, las Hijas de la Caridad, la AIC, la Sociedad de San Vicente de Paúl, la Asociación de la Medalla Milagrosa, los grupos de Juventudes Marianas Vicencianas y el más reciente, Misevi. Además de éstos, muchos otros grupos comparten nuestra tradición. En los últimos años hemos aumentado nuestra relación con los Religiosos de San Vicente de Paúl, la Federación de Hermanas de la Caridad en Francia, Alemania, Austria, Italia y la India; la Federación de la Caridad en los Estados Unidos y muchas otras.

Animen a las Hijas de la Caridad a trabajar con los miembros de otras ramas de nuestra Familia, a establecer grupos vicencianos adonde quiera que vayan, especialmente de jóvenes. Los jóvenes son el futuro de la Iglesia. Ellos son los que cantarán nuestra canción vicenciana en el futuro. Que nuestra canción no sea un solo, por muy bonito que sea. Que sea la mejor de las polifonías, una armoniosa melodía que lleve la esperanza y la alegría a los pobres.

San Vicente fue un maravilloso formador. Se reunieron en torno a él personas muy generosas, como las Hijas de la Caridad, cautivadas por la visión que comunicaba. Espero que, como Vicente, Ustedes puedan ser animadores, llenos de fe, del carisma que él y Santa Luisa dieron a las Hijas de la Caridad.

El salmista, reflexionando agradecido sobre el misterio de Dios, grita: “Cantaré y compondré mi música para el Señor”. Les animo hoy a cantar un canto nuevo. Canten un cantar profundamente espiritual, un canto de liberación, un canto cuyo “hilo conductor” es una maravillosa melodía compuesta en el siglo XVII por Vicente de Paúl y Luisa de Marillac, pero un canto que sea auténticamente nuevo, como el de Vicente y Luisa cuando consideraron un nuevo lugar para las mujeres en la Iglesia y se enfrentaron con nuevas formas de pobreza en el mundo. Canten su canción en polifonía con las Hijas de la Caridad y con todos los grupos vicencianos. Que los pobres se unan a su canción. Unan a los jóvenes en un bello himno polifónico que sea un coro potente resonando para la Gloria de Dios.

Vita Consecrata, 58.

Rom 13,14.

Un Fuego Nuevo (1997), II, 1b.

Salm 27,6.

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MV2001-Esp-Maloney