Intervención SG en el Sínodo de los Obispos

Intervención del Superior General en el Sínodo de los Obispos

Me llamo Robert Maloney. Soy el Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Ambas son Sociedades Apostólicas fundadas por San Vicente de Paúl. Hablo en mi propio nombre.

En 1643, la Reina de Francia nombró a Vicente de Paúl miembro del Consejo de Conciencia, un órgano presidido por el Cardenal Mazarino. Una de sus principales tareas era proponer los nombres de personas que pudieran ser obispos. En un medio ambiente de gran intriga política, Vicente trabajó intensamente durante diez años en pro de la reforma del clero y en el nombramiento de obispos que fuesen pastores activos. Mazarino, que tenía criterios mucho más políticos para proveer las sedes vacantes, escribió en su diario secreto que Vicente era su enemigo. Después de una década, Mazarino consiguió que Vicente fuese apartado del Consejo, pero Vicente mantuvo una estrecha correspondencia con obispos profundamente comprometidos y reformadores, y les alentó.

Al leer el Instrumentum Laboris, que está lleno de esperanza, veo que es imposible para un obispo cumplir con la enorme lista de tareas que se le encomiendan. Por eso, me pregunto a mí mismo: si San Vicente viviera hoy, ¿qué prioridades propondría a los obispos en la actualidad? Les sugiero dos:

1.Sea padre y hermano para los pobres de su diócesis (Instrumentum Laboris, 141). Haga que la opción preferencial de la Iglesia por los pobres brille como un faro de esperanza en su persona. Vaya usted mismo a Jesús en la persona de los pobres. El día del juicio éste es el principal criterio por el que usted, y todos nosotros, será evaluado. “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber” (Mt 25, 35). Por eso, le urjo a que sea padre, más aún, hermano de los pobres. Haga que su diócesis sea un lugar donde la Iglesia realmente sea la Iglesia de los pobres. Despierte la preocupación de sus miembros, de los ricos especialmente, para que puedan trabajar con usted en el servicio de los pobres. Reúna a jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, clérigos y laicos, a los ricos y a los mismos pobres para el servicio de los más necesitados. Rece con los pobres. Coma con los pobres. Planifique con los pobres a fin de que puedan tener voz en su propio futuro. Celebre la Eucaristía con ellos. Comparta con ellos la palabra de Dios. Comuníqueles su convicción personal de que el Reino de Dios está aquí y que es para ellos. Y puesto que las mujeres y los niños son casi siempre los más pobres de los pobres, esté a su lado en su lucha por los derechos humanos más básicos. Sea padre y hermano para los pobres de su diócesis.

2.Sea padre y hermano para los sacerdotes de su diócesis (Instrumentum Laboris, 86). Que pueda decirles, como Jesús dice a sus apóstoles en el capítulo 15 de Juan (15, 15): “A vosotros os he llamado amigos”. Ante todo, escúcheles. Sea ministro para ellos de la palabra curativa y alentadora de Dios. Rece con ellos, tanto en la Eucaristía como en otras formas de oración meditativa y silenciosa. Coma con ellos. Diviértase con ellos. Ofrézcales una rica formación inicial y permanente. Planifique con ellos. Diseñe con ellos cómo las parroquias de su diócesis y la diócesis en su conjunto podrían emprender proyectos creativos y eficientes al servicio de los pobres. Sea padre y hermano para sus sacerdotes.

Cuando, en 1660, Vicente de Paúl murió, el predicador de su funeral dijo: “Él transformó, por así decir, el rostro de la Iglesia”. Mi sueño es que estas mismas palabras puedan escribirse como epitafio de cada uno de los obispos aquí presentes y de todo el mundo. “Transformó el rostro de nuestra Iglesia local. Fue padre y hermano para los pobres y padre y hermano para sus sacerdotes”.

Robert P. Maloney

Ciudad del Vaticano, Octubre 9 de 2001

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