Saludo de Bienvenida de la Superiora General de las Hijas de la Caridad

Saludo de Bienvenida de la Superiora General de las Hijas de la Caridad

Muy queridos todos, Hermanas y Padres, Asesores de las ramas laicales de la Familia Vicenciana:

En primer lugar, ¡bienvenidos! a la Casa Madre de las Hijas de la Caridad, lugar que habéis escogido para vuestro encuentro. El Consejo General y las Hermanas todas de la Casa os acogen con alegría y pondrán cuanto esté de su parte para favorecer el ambiente en el que se desarrollará esta reunión tan importante y de tanta trascendencia para el laicado vicenciano y para la FV en general. Creo que es el primero de la historia, al menos con esta amplitud.

La Casa está a vuestra disposición con sus posibilidades y sus lagunas, pero con la mejor voluntad de ayudaros y proporcionaros un ambiente agradable para vuestro encuentro.

No nos contentaremos con ofreceros las instalaciones y el aspecto material de la Casa. Esta Casa también lo es de oración y de ella participaréis de manera especial estos días. Me refiero no sólo a la Capilla como lugar privilegiado de oración, sino a nuestras Hermanas Mayores que han prometido teneros muy presentes en la suya. Por mi parte, os prometo rezar el Padrenuestro, explicitando y pidiendo al Señor todo lo que deseo para vosotros como asesores y, en general, para las ramas de la Familia que os han confiado.

Que sea un encuentro fraternal, puesto que todos somos hermanos y, en este caso, con lazos especiales que nos unen como hijos de un mismo Padre, al que por eso llamamos “nuestro”. Que sintáis en el ambiente el gozo de pertenecer a la misma Familia cristiana y vicenciana donde compartimos el mismo espíritu y el mismo carisma.

Que en todo lo que hagáis sea santificado su Nombre. La mejor manera de hacerlo será siendo santos vosotros. Creo que podríamos aplicar a los Asesores lo que dice el Papa Juan Pablo II a los misioneros en la encíclica Redemptoris Missio: El verdadero misionero es el santo; el hombre (y se entiende, la mujer) de las Bienaventuranzas (cf. RM, nº 90-91). Igualmente, el verdadero asesor será el santo, el hombre o la mujer de las Bienaventuranzas. Será la mejor, por no decir la única manera de ser “testigos” de su Evangelio y “profetas” que anuncian a los Pobres el Amor y la Ternura de Dios para con ellos.

Que vuestra mira principal sea la extensión del Reino de Dios. Sois privilegiados; habéis sido llamados a ello personalmente con nombres y apellidos para contribuir a la nueva evangelización, a través de los grupos que animáis. Es también la manera más adecuada de hacer la Voluntad de Dios que, en último término, es a lo único a que aspiramos. Ha sido el móvil de todo lo grande que se ha hecho en la Iglesia de Dios y el deseo tantas veces expresado explícitamente por nuestros Fundadores.

Que el Señor os conceda también el pan de cada día, el ánimo que necesitáis para empezar cada día con entusiasmo y los medios que os hacen falta para transmitir el mensaje a los demás. Conferenciantes expertos os van a proporcionar el alimento de la doctrina que buscáis y que os va a enriquecer y apoyar en vuestro trabajo. Que sepáis también compartir entre vosotros, los que tenéis más con los que no tienen tanto; sin duda, todos tenéis mucho que ofrecer y todos tenéis algo que recibir de los demás. Veo aquí caras que me son conocidas, que llevan muchos años en estas tareas, y podrán poner a vuestra disposición su experiencia. Quizá sea éste de compartir e intercambiar uno de los aspectos más enriquecedores de estos encuentros. Así lo compruebo en las sesiones internacionales que organizamos para las Hermanas, en la Casa Madre. Cuando les pregunto qué es lo que más les ha impactado, ocupa el primer lugar la visita a los archivos, donde pueden contemplar los escritos de los Fundadores que, además de ser documentos importantes portadores para nosotras de su doctrina, son verdaderas reliquias. El segundo aspecto que más les impacta es el “encuentro internacional” en sí, que les permite poner caras concretas a las personas de quienes han oído hablar. En dichos encuentros los acontecimientos, las realizaciones, los logros, los fracasos, las dificultades son presentadas y percibidas en su justo valor. Se analizan los “porqués” y se buscan y proponen las soluciones, juntos. Todo esto anima y estimula a seguir adelante con la hermosa, aunque no siempre fácil, tarea de la animación de los grupos que os han sido confiados.

En la quinta petición del Padrenuestro, no creo que tengáis ofensas que perdonaros, pero ¿quién sabe? A veces también penetran, en estos lugares sagrados, en los que trabajamos para Dios y en su Nombre, protagonismos y celos que pueden ofender, neutralizar y hasta anular la labor apostólica. Por ahí suele conseguir el demonio sus ganancias. Cread, más bien, lazos de amistad que garanticen un quehacer común de ayuda mutua y solidaridad para el presente y para el futuro.

También pediré al Señor que os libre de caer en algunas tentaciones:

  • la tentación del protagonismo, de querer hacer cosas demasiado llamativas y extraordinarias;

  • la tentación de confiarlo todo, o lo más importante, a métodos y técnicas, dejando de lado al Espíritu o sin darle el lugar que le corresponde;

  • También puede existir la tentación de no esforzarse para poner a disposición del Espíritu los medios modernos, tantos y tan eficaces, de los que Él querría disponer para ejercer mejor su influencia en el mundo actual;

  • Que os libre, ante todo, de la tentación del miedo al fracaso y de la tentación del desaliento. No todo nos suele resultar a la medida de lo que queremos, de lo que hemos imaginado, e incluso, a la medida del esfuerzo realizado. Hay que tener la convicción de que éste nunca se pierde y, tarde o temprano, produce su fruto. Como nos dice el Evangelio, en ocasiones unos siembran y otros recogen. A veces creemos contar con cientos de personas y nos encontramos con un grupo muy reducido. No es motivo suficiente para paralizarnos: ¿quién sabe si entre esos pocos está alguien a quien Dios ha escogido para mover el mundo? El mismo San Vicente nos dice: tres hacen más que diez cuando Nuestro Señor pone su mano (SV IV, 116 / ES IV, 117).

  • Y, finalmente, que Dios os libre de todo mal, en todos los sentidos y, como contrapartida, que os conceda todo bien: entusiasmo, alegría, fraternidad, fervor, etc.

También invocaré a María, por cuya intercesión nos vienen todas las gracias. Quien fue elegida para ser un agente privilegiado en el Misterio de la Salvación no puede estar ausente de nuestras empresas que, en último término, no tienen más finalidad que salvar a la humanidad pobre de sus males espirituales y materiales. Que Ella y nuestros Santos Fundadores os acompañen en vuestros trabajos.

¡Buen Encuentro!

Madre Juana Elizondo, H.C.

París, 8.VII.2002

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