Homilía SG: apertura del Mes Vicenciano

Homilía del Superior General para la apertura del

Mes Vicenciano para Asesores y asesoras de la Familia Vicenciana

Lecturas: Oseas 2, 16-18, 21-22; Mateo 9, 18-26

Hermanos y hermanas, es bueno que comencemos este tiempo de encuentro en común con la Eucaristía para que así la palabra de Dios llene nuestras mentes y nuestros corazones. Este encuentro no es simplemente una reunión, sino una oportunidad para crecer, una experiencia de la presencia renovadora del Señor. En las lecturas de hoy, la palabra de Dios nos presenta dos temas cruciales para nuestro crecimiento y renovación. Permítanme decirles unas breves palabras sobre cada uno.

1.La primera lectura de hoy es muy engañosa. Suena casi como una pacífica canción de amor: “Así dice el Señor: Yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”. Pero en realidad el profeta Oseas está hablando del propio pueblo de Israel y acaba de llamar a Israel ramera y prostituta, que se engalana con joyas, se maquilla y corre detrás de cada dios extranjero que pasa. Oseas es amargo porque su propio pueblo ha abandonado a Yahvé, el Dios que le ama. Y puesto que el culto de Israel a los dioses extranjeros incluye ritos sexuales, un culto de la fertilidad a Baal, Oseas expresa su indignación llamando a Israel prostituta. ¡Estoy seguro que a la mayoría de sus oyentes no les hacía mucha gracia ser llamados con ese nombre!

Y precisamente por esa referencia sexual, Oseas ha escrito algunos de los pasajes más tiernos del Antiguo Testamento. Oseas dice a sus oyentes que Yahvé desea que su amada vuelva. Describe la nostalgia de Yahvé por su pueblo como el anhelo del marido por su esposa. Oseas, quizás más que ningún otro profeta, nos asegura el amor profundo que está en la raíz del compromiso de unión de Dios con su pueblo. Dios es tierno, comprensivo y fiel de manera inquebrantable, a pesar de lo que a veces parece ser una unión desafortunada con un pueblo pecador, alejado y fácilmente seducido por otros compañeros más inmediatamente atractivos.

Dios es totalmente constante, completamente atento. Escuchen estas maravillosas palabras de Oseas: “Yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”.

Les pido que hoy escuchen a Dios dirigiéndonos esas palabras. Hoy empiezan tres semanas de fatigoso trabajo en común. Aunque estamos precisamente aquí, en el corazón de París, estas semanas serán un desierto para muchos de ustedes: ciertamente caluroso y también seco cuando estén sentados la mayor parte del tiempo escuchando, leyendo y escribiendo. La experiencia nos enseña que habrá días en que vaguemos girando por el desierto y comencemos a cansarnos y aburrirnos. Pero habrá otros días en los que la presencia de Dios será clara y nos dirá: “Estoy contigo, te amo profundamente. Me desposo contigo y quiero que digas a todo el mundo, especialmente a los pobres, que mi amor hacia ellos es inquebrantable. Que nada podrá vencerlo”.

San Vicente usa este pasaje de Oseas de hoy en dos conferencias, una a las Hijas de la Caridad (SV IX, 219 / ES IX, 211) y otra a los miembros de la CM (SV XI, 94 / ES XI, 787). En ambas ocasiones, Vicente estaba diciendo esto: “Vamos a empezar juntos una experiencia de desierto. Escuchad, escuchad al Señor. Escuchad, y dejadle hablar”. Por eso yo también les digo al comenzar este encuentro: escuchen bien. El Señor quiere hablarles de muchas maneras y enseñarles cómo ser un buen asesor para nuestros grupos vicencianos. Quiere hablarles a través del grito de los más abandonados, grito que todos ustedes oyen con frecuencia y que pueden compartir mutuamente durante estos días. Él les habla a través de los otros. Les habla a través de la palabra que se leerá cada día en nuestra liturgia. Les habla por medio de la Iglesia universal que en estos días nos llama a renovarnos y a planificar nuestra misión para el tercer milenio.

Esta primera lectura trata toda ella de la espiritualidad. El Señor quiere seducirnos. Quiere enraizarse más profundamente en nuestros corazones. Quiere hablarnos directamente y enseñarnos sobre el consejo, el asesoramiento y la ayuda a los otros.

2.Si en la primera lectura todo gira en torno a la espiritualidad, la segunda trata de la misión. De hecho, los dos milagros del evangelio tienen lugar justo antes del gran discurso misionero del evangelio de Mateo. Jesús muestra sus perspectivas misioneras, lo que significa ser misionero en acción. En este capítulo, Mateo nos dice que el corazón de Jesús se conmueve lleno de compasión a la vista de la multitud exhausta y como ovejas sin pastor. Por eso, cura a esta afligida mujer que sufre de hemorragias desde hace doce años y le dice, “Ánimo, hija, tu fe te ha salvado”. Después resucita a la hija del jefe de la sinagoga que le decía con fe: “Ven, impón tu mano sobre ella y vivirá”.

Fíjense en Jesús misionero. No se desmoraliza ante la enfermedad, ni la muerte. Él nos dice que su amor rompe las cadenas, que abre las puertas de las prisiones y da la libertad a los cautivos. Cambia los corazones de los pecadores. Gracias al amor de Jesús los que lloran, ríen; los afligidos, se alegran; los hambrientos y los sedientos de justicia son saciados.

Un punto central de la misión de cada uno de cuantos participamos en este encuentro es aconsejar, asesorar, alentar y animar a nuestros grupos laicales vicencianos. Uno de los grandes desafíos de este encuentro será concretar nuestra misión, como lo hizo Jesús, a fin de que sea no sólo un vago ideal, sino un signo práctico, efectivo y curativo de la presencia de Dios entre su pueblo.

Mis queridos hermanos y hermanas, estos días de encuentro, como esta Eucaristía, son una celebración comunitaria. Juntos escuchamos la palabra de Dios. Juntos discernimos. Juntos formulamos objetivos concretos. Unos a otros nos ofrecemos apoyo mutuo para vivir la misión de asesores que Dios nos ha dado. Les animo, por lo tanto, a escuchar con confianza hoy y todos los días. Escuchen las palabras del profeta Oseas. Es la palabra de Dios dirigida a nosotros: “Os seduciré. Os conduciré al desierto y hablaré a vuestro corazón. Os desposaré en fidelidad y conoceréis al Señor”. Esto es lo que el Señor nos promete durante estos días. Debemos permitirle que nos hable al corazón y que avive el celo misionero allí existente hasta convertirlo en una llama, a fin de que juntos podamos hacer de la FV mundial un poderoso instrumento al servicio de los pobres.

Robert P. Maloney, C.M.

8.VII.2002

(Traducción: SECRETARIADO DE LA CURIA GENERAL DE LA C.M., Roma)

París, Mes Vicenciano, 8 Julio 2002.- 1 -