Presentación de la Sociedad de San Vicente de Paúl

Presentación de la Sociedad de San Vicente de Paúl

por Franck Provence

SSVP-Comité de Jovenes de París

18.VII.2002

1. Historia

«Abrazar el mundo en una red de caridad»: tal es la ambición de un puñado de jóvenes de la época romántica. Es el tiempo en que Víctor Hugo sueña con terminar con el teatro clásico, en que Chateaubriand prosigue su obra apologética del Cristianismo, en que toda una juventud francesa en ebullición se llena de ideas y de combates intelectuales. Los jóvenes de aquella época que tienen cierta cultura y que llegan de su provincia descubren el mundo a medida que van descubriendo París. Ese medio favorable nacido de los recintos de la universidad tanto como del trato con las élites fue forzosamente excitante.

Federico Ozanam y sus amigos no escapan a la regla, y no menos que otros, gustan de las querellas románticas y de las justas retóricas. Sólo que éstos han recibido una educación cristiana que les prepara quizá mejor que a otros para medir la vanidad de los combates sin fin, la puerilidad de los debates literarios, que ricos en ideas al principio, terminan demasiado pronto por defender la idea por la idea, y después, a fin de cuentas, la idea por su autor. Ozanam está ya penetrado desde los primeros años de su adolescencia por un interrogante más alto que es el de Dios. Por ahí es, ante todo, por donde este grupo de jóvenes del siglo XIX corta con su generación: su batalla no será la Batalla de Hernani sino la de la defensa de la Fe. Y como las obras valen más que la elocuencia argumentada, que ciertamente puede convencer pero que no prueba nada, su teatro no será la Comedia Francesa: serán los barrios bajos. «La bendición de los pobres es la de Dios … ¡Vamos a los pobres!», exclama Ozanam.

Son siete jóvenes, y sólo uno tiene más de veinte años a principios de esos años 1830 tan agitados. Desamparados por un mundo que abandona poco a poco el Cristianismo, ellos se reúnen con la voluntad de sostenerse mutuamente en su Fe y de hacerla crecer juntos. Pero ¿cómo irradiar, cómo - por medio de palabras solamente - extender el Evangelio en una sociedad descristianizada? Muy pronto, ven la necesidad de traducir en actos su Fe.

2. El espíritu vicenciano

Así es como nace, en abril de 1833, la primera Conferencia de Caridad, cuyo principio es sencillo: un grupo de jóvenes cristianos laicos se reúnen para orar, reflexionar y trabajar juntos con el fin de ir en ayuda de las pobrezas. Rápidamente la obra se amplía con nuevos miembros. Y, muy pronto, el grupo se pone bajo el patrocinio de San Vicente de Paúl. Efectivamente, ¿qué más natural que ponerse bajo la protección de un santo que supo unir tan bien la oración y la acción, con una ardiente caridad? San Vicente de Paúl reunió en su persona todos los caracteres de lo que pretende ser una Conferencia: la oración, ante todo, porque yo puedo todo en Aquel que me sostiene y que me da la fuerza. Después, la acción, invitándonos con su ejemplo y sus palabras a «hacer más», sin cesar, para aliviar a los más pobres, a todos los pobres, sin distinción, y considerando aún que hay que hacerse perdonar el bien que se les hace. Por último, con la inquietud de la inteligencia que anima a San Vicente en múltiples direcciones, pero siempre con la voluntad de hacer que la humanidad crezca en bien: así alienta para llevar a cabo una mejor formación de los sacerdotes; se dedica a construir asilos y otras obras que humanizan, menos o más, la condición del pobre. Así aprovecha su influencia entre los “grandes” para llevar suavemente pero con seguridad al Estado y, por tanto, a la sociedad a preocuparse de la suerte de los pobres y a socorrerlos más. Finalmente, Vicente no se contenta únicamente con rezar y actuar entre los más pobres: reflexiona también en las causas del mal de la pobreza para, finalmente, tratar de modificarlas.

Pues bien, las Conferencias de San Vicente de Paúl no tienen otra ambición más que la de caminar tras las huellas de su Santo Patrón: orar, pensar, actuar. Por eso se reúnen grupos de cristianos a través del mundo entero, guiados por esta voluntad fundadora de “servir a Cristo en los pobres”. Agrupados en comunidades laicas, los Vicencianos no tienen otra ambición más que la de proclamar la Palabra de Dios mediante sus obras y palabras. Sin embargo, estas pequeñas comunidades no pierden de vista que para irradiar al exterior de ellas mismas es preciso que reine la alegría en su seno; la amistad con todos y la atención de unos hacia otros constituyen, pues, los cimientos de una Conferencia de San Vicente de Paúl.

3. Evolución

Éste es el espíritu que guió a la SSVP desde sus orígenes, en 1833. Primero, en número de siete, los jóvenes de entonces formaron escuela rápidamente. Reunidos entre laicos para orar juntos y con el fin de organizar la visita a los pobres en su barrio, vieron unirse a ellos, en los primeros meses, a un número creciente de jóvenes de su edad. Muy pronto, el grupo cuenta con un centenar de miembros, y llega entonces el momento crucial en el que hay que hacer grupos más pequeños: es el comienzo del enjambrazón, es decir, de constituir un nuevo enjambre. Al crear un segundo grupo, los cohermanos de San Vicente de Paúl abren una puerta que ya no se cerrará. Desde 1834 existen varias Conferencias no solamente en París, sino también en otros lugares de Francia y de Europa ; y en 1860, la SSVP ya cuenta con 2.500 Conferencias y reúne a 50.000 miembros en varios países.

Hoy, en 2002, las conferencias son 47.000 a través del mundo y reúnen a más de 600.000 miembros activos, en 132 países de los cinco continentes. Si la visita a las familias sigue siendo una actividad fundamental de los miembros de las conferencias, en adelante queda completada con múltiples obras especializadas, tales como la ayuda de alimentos, la ayuda para la vivienda y el desarrollo de estructuras diversas en muchos campos: colegios, escuelas, hospitales para los pobres, casas para ancianos, orfanatos, colonias de vacaciones, etc.… Es verdad, según Ozanam, que «ninguna obra de caridad es extraña a la SSVP».

4. Organización

En todas las partes del mundo, los Vicencianos trabajan de la misma manera, por pequeños equipos de 10 a 20 personas, llamadas Conferencias; siempre dirigidas por laicos, pero también, en la medida de lo posible, acompañadas por un sacerdote o religioso. Así, las Conferencias expresan con relación a la Iglesia, tanto su independencia jerárquica deliberada como su adhesión filial profunda.

Las Conferencias de San Vicente de Paúl están unidas entre sí en el seno de una vasta red y animadas por unos Consejos a nivel regional (Consejos diocesanos o locales), a nivel de países (Consejos Nacionales) y a nivel global (Consejo General Internacional), siendo la subsidiariedad el principio fundamental de toda la organización: cada nivel jerárquico no tiene como atribuciones más que las que no puede asumir el nivel inferior. Esto favorece en gran manera el espíritu de iniciativa sobre el terreno, tanto más cuanto que el funcionamiento es enteramente democrático: los presidentes de las Conferencias son elegidos por los miembros de su propio equipo, y eligen, a su vez, a los responsables del Consejo del que dependen. Igualmente, los responsables de todos los Consejos son elegidos por los representantes del nivel inmediatamente inferior, y así hasta el Consejo General.

En todas las diócesis las Conferencias trabajan en estrecha colaboración con la Iglesia, a nivel de las parroquias y de las diversas instituciones. Más especialmente, a través del mundo, lazos estrechos unen a las Conferencias de San Vicente de Paúl con las demás organizaciones de la Familia Vicenciana, especialmente con las Hijas de la Caridad, con los Lazaristas, con la AIC, así como con los Hermanos de San Vicente de Paúl. Existen muchas actividades que se llevan a cabo en una estrecha colaboración y, la mayor parte de las veces, con una armonía complementaria.

5. Estrategia global actual

Nacida de la iniciativa de unos jóvenes, armados únicamente de su buena voluntad; construida después poco a poco e incrementada por grupos cada vez más numerosos de voluntarios, la SSVP ha funcionado durante mucho tiempo con pocas estructuras. Sin embargo, todas las asociaciones caritativas han visto en las últimas décadas la necesidad de modernizarse y de desarrollar sus capacidades administrativas profesionales, con el fin de aportar un apoyo, lo más sólido posible, al trabajo de los Voluntarios y de organizar más eficazmente su acción al servicio de los pobres. La SSVP, por su parte, se ha dotado, en los países donde cuenta con los medios necesarios, de estructuras de gobierno modernas y eficaces. A nivel de la estructura internacional, esta evolución ha tardado más. La ambición actual del Consejo General Internacional es, por tanto, la modernización de su estructura, destinada a «hacer entrar la Sociedad en el siglo XXI». Se trata de asegurar a las Conferencias de San Vicente de Paúl den una mejor representación ante organizaciones internacionales (ONU, UNESCO, Unión Europea…), por una parte; pero se trata también de prestar un mejor servicio a los Consejos Nacionales de los países menos avanzados, sosteniéndolos con todos los medios en su desarrollo, y animando especialmente los intercambios de todo tipo entre Vicencianos de los países desarrollados y Vicencianos de los países pobres.

Se trata, igualmente, de favorecer entre los Vicencianos, a través del mundo, una reflexión global sobre las causas de la pobreza, sin limitarnos a curar sus llagas. Finalmente, el Consejo General quiere dar un gran impulso para fomentar la formación de los miembros de las Conferencias, tanto a nivel del Vicencianismo (el espíritu Vicenciano y sus grandes principios, el conocimiento de nuestras grandes figuras: Vicente de Paúl, Federico Ozanam, Luisa de Marillac), como a nivel de las bases del Cristianismo y, por último, del conocimiento de la pobreza, bajo sus diferentes aspectos.

6. Fuerzas y debilidades ; perspectivas

La situación de las Conferencias de San Vicente de Paúl hoy, aunque diferente según los países y las latitudes, plantea, como todo movimiento, algunos interrogantes sobre el futuro, que proceden principalmente de dos constataciones: la primera es la falta de visibilidad de la acción de las Conferencias, no solamente a nivel mundial, sino también, con frecuencia, a nivel nacional o local. La segunda es el problema del envejecimiento de los miembros, especialmente en Europa y, de manera general, en todos los países de implantación ya antigua. A estas inquietudes responde, cada vez más, una toma de conciencia, por parte de los Consejos Nacionales, pero desde hace poco tiempo también, por parte del Consejo General Internacional, que conduce a una política activa para poner remedio a estas carencias.

De hecho, hay que ver en estos dos problemas un fenómeno de evolución no irremediable pero muy lógico: la falta de visibilidad del movimiento es debido a su mismo tipo de organización, basado en el principio de subsidiariedad, principio resueltamente moderno, que inspira hoy a todas las organizaciones democráticas (es lo que ocurre actualmente en la construcción de la Unión Europea). Así cada uno de los 47.000 grupos de trabajo que actúan en todo el mundo tiene una gran autonomía que frena quizá la cohesión del conjunto, pero que aporta, sobre todo, una gran capacidad de iniciativa en las realidades que se dan sobre el terreno.

Por lo que se refiere al problema del envejecimiento en los países donde las Conferencias están implantadas desde hace mucho tiempo es, de hecho, algo inherente a las organizaciones antiguas que, todas necesitan, en un momento dado, un nuevo impulso. Este nuevo impulso es el que intenta dar actualmente el Consejo General Internacional a toda la SSVP, al mismo tiempo que lleva a cabo una estrategia de consolidación del movimiento, destinada, entre otras cosas, a darle una nueva visibilidad.

La SSVP ha sido siempre joven y lo seguirá siendo: cuando envejece aquí, nace en otro sitio, y renace aquí cuando pierde el aliento en otro lugar. Parece que las Conferencias de San Vicente de Paúl, en el Viejo Continente donde nacieron y donde están inscritos sus cimientos, se encamina ahora hacia una aurora nueva y llena de promesas. Esto puede ser para la juventud de Europa una formidable oportunidad. Servir desde la amistad, a la vez a la Iglesia y a los pobres, es algo en lo que no van a dejar de soñar los jóvenes del nuevo siglo si son capaces de esperanza. Estamos viendo ya sus signos. A nosotros, Vicencianos de hoy, nos toca ser capaces de acoger este impulso y de acompañarlo mañana.

Para esto, no hay necesidad de gran revolución. Que nos baste seguir teniendo presentes estas palabras de Federico Ozanam: «La primera necesidad del hombre, la primera necesidad de la Sociedad, son las ideas religiosas: el corazón tiene sed de infinito».

(Traducción: CENTRO DE TRADUCCIÓN - HIJAS DE LA CARIDAD, París)

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