Vohipeno es un centro distrital de la región sur de Madagascar, en la diócesis de Farafangana, a 42 kilómetros de Manakara, la ciudad más cercana. En este pueblo, de más de 10.000 habitantes, tuvo lugar un excepcional evento. ¡En tres días, Vohipeno ha visto cuadruplicar su población! ¿Por qué razón? No hay palabras que puedan describir apropiadamente este evento, que tuvo lugar el 15 de abril de 2018. En este día se reunión una gran multitud, proveniente no sólo de las cuatro esquinas del país sino también de otras partes del mundo, personas católicas, no católicas, religiosas, no religiosas, creyentes, no creyentes, políticos por todas partes, periodistas ansiosos de noticias sensacionalistas, o sencillamente curiosos… Más de 80.000 personas se reunieron en Vohipeno para no perderse un evento que marcará un hito en la historia de esta capital del país, Antemoro, bien conocida por historiadores y antropólogos, acostumbrados a eventos históricos… Sin embargo, ¡nunca ha habido una beatificación en la región!

La pequeña colina de Tanjomoha se encuentra a la entrada de Vohipeno. El padre Deguise, misionero de la Congregación de la Misión, se hizo monje y eligió Tanjomoha para vivir como ermitaño; él fue el primer Postulador de la causa de Lucien Botovasoa, siendo monseñor Chilouet, misionero paúl (1964), el primer Obispo de la Diócesis de Farafangana. Ya sea por casualidad o por gracia, este mismo cerro fue elegido por los organizadores, 50 años después, para celebrar la beatificación de Lucien Botovasoa.

Para los 80.00 peregrinos, la colina de Tanjomoha se convirtió en un auténtico “Monte Thabor” (el monte de la transfiguración, ver Marcos 9). ¿Por qué? Durante unas horas, durante la celebración de la beatificación de Lucien Botovasoa, los peregrinos experimentaron lo mismo que los tres discípulos en el monte Tabor, durante la Transfiguración de Nuestro Señor. Al igual que Pierre, todos vivieron un momento muy intenso y nadie quería partir… Fue, también, un verdadero Pentecostés… Los corazones ardían escuchando la hermosa homilía del cardenal Piat, delegado del Papa, entonando las bellas canciones y siguiendo todos los gestos litúrgicos bien acompasados… Como los discípulos de Emaús, que se encontraron con el Señor resucitado y regresaron a Jerusalén para anunciar la alegría de la Pascua, estas multitudes se sintieron felices de haber sido tocados por la gracia, deseando a todos y todas, después de ver las maravillas de Dios, tras los passos del beato Lucien Botovasoa, ser ahora constructores y paz y reconciliación y, por qué no, ser llamados a ser testigos de la justicia, la verdad… En este momento, el país lo necesita mucho.

Pero ¿quién es Lucien Botovasoa, el nuevo beato? Regresemos a la presentación oficial. Aquellos que quieran tener más detalles, pueden consultar el hermoso libro de François Noiret, vicepostulador de la causa, publicado por Editions de St Paul d’Antananarivo (existen versiones en malgache y en francés). También hay una tira en dibujos (ver foto).

Lucien nació en 1908 en Vohipeno (región de Vatovavy Fitovinany en Madagascar); fue bautizado a los 14 años. Murió a los 39 años; vivió toda su vida como cristiano, padre, maestro católico, y terciario franciscano comprometido, entregado completamente al Señor y a los demás, como un verdadero apóstol de la caridad y la fe. El punto culminante de su vida fue la “corona del martirio”, el 17 de abril de 1947 cuando durante los disturbios que estallaron durante la Guerra de la Independencia, Lucien demostró su búsqueda sin fin de la reconciliación.

No dejó escritos, pero su vida es un “libro escrito a la luz de la Pasión de Nuestro Señor Jesús”.

Su martirio, como el de todos los cristianos de la historia desde San Esteban, imita la pasión de Jesús. Todo lo que Jesús vivió desde el Tribunal hasta el Gólgota lo encontramos casi al pie de la letra en el relato del martirio de nuestro beato. Citemos tan solo esta oración, que pronunció antes de morir: “Oh Dios, perdona a mis hermanos que están aquí, porque ahora tienen un deber muy difícil de cumplir conmigo”. (Andriamanitra ô ! Mamelà ireto rahalahiko ireto fa sarotra aminy izao adidy ataony amiko izao.) Ciertamente, como la oración de San Esteban, esta oración de Lucien fue “poderosa”, ya que obtuvo la conversión de Tsimihino, el Rey que había promulgado la sentencia de muerte.

Lucien es quien vivió la batalla real, la lucha contra los males que devoran nuestras sociedades: los celos, el orgullo y ese respeto humano (henamaso) que oculta la verdad frente al vecino para no destruir el buen entendimiento (ny fihavanana); y son estos mismos males los que impiden el verdadero desarrollo de nuestra Nación.

Lo que caracterizó especialmente el martirio de Lucien fue su amor por sus compatriotas y sus perseguidores. Él ha sido llamado Rabefihavanana (el Reconciliador).

+ Marc Benjamin Ramaroson, cm

25 de abril de 2018

Solemnidad de San Marcos, evangelista

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