Para este coloquio me han pedido abordar el tema del ecumenismo y tratar de comprenderlo como una preocupación de la Congregación. El cuarto numeral de los nuevos estatutos[1] proponeel texto de 1984: «Losmisioneros se preocuparán por el diálogo ecuménico; apoyarán activamente otras iniciativas, cristianas o no cristianas, en los ámbitos religioso, social y cultural» [2]. De entrada, esta redacción parece sorprendente, siendo que es un deber de todo cristiano. No es difícil constatar que el trabajo de san Vicente y de los primeros misioneros incluía dicha preocupación, y la historia confirma la realidad actual, incluyendo nuestra pastoral y nuestra espiritualidad. ¿hacía falta declararlo formalmente?

San Vicente en el tiempo de las misiones

San Vicente, de acuerdo con la historia, se encontró de frente con la Reforma Protestante. Juana de Albret, protestante por convicción muere en 1572. Ella conquistó sus Estados con ayuda de su lugarteniente Montgomery y, en tres semanas se apoderó del Béarn y de Orthez, haciendo ejecutar a los prisioneros católicos. También asoló Tarbes, sitió a San Severo y Monte de Marsán y se instaló en la región de Adur. En la batalla de Jarnac, intentó sin éxito asolar la Condé. Luego de la batalla de Moncontur, Montgomery se unió a Coligny y enviaron las tropas contra Tolosa. Fue el tratado de san Germán en 1570 el que dio fin a las incursiones. Al nacimiento de san Vicente, se conservaban huellas del hecho hasta en Chalosse y cuando niño, oye algunos testimonios directos. Los hechos le llevan a entender el desorden y las desventuras que trae la desunión. Bautizado al día siguiente de su nacimiento, creciendo en una familia cristiana, estimulado por la relación con los franciscanos de Dax, [3]  nutrido por la influencia cristiana en la universidad, sobre todo por las familias que le confían sus hijos en el pensionado de Buzet, afianzado por los estudios en Tolosa y en la corta estancia en España, llegará al sacerdocio como un hombre resueltamente católico. Algunos pasos por Roma alimentan este arraigo. Gradualmente gana solidez su condición de sacerdote de Jesucristo y, cuando intensifica la ayuda a las parroquias, tropieza con los problemas interconfesionales y se empeña en ganar almas para la verdadera fe. La Iglesia, al igual que la Realeza, no toleran el cisma, se afanan en buscar la conversión. Durante una misión predicada en Marchais, cuando empezaba el trabajo en las tierras de los Gondí, se le presenta la ocasión de encaminar un protestante a la fe católica; un camino exigente que dura un año con dicho protestante escandalizado por el mal testimonio de los sacerdotes.

San Vicente provoca un cambio suscitando el encuentro del protestante con sacerdotes centrados y piadosos. Durante una misión «constatóla dedicación para instruir en las verdades necesarias para la salvación a quienes las ignoraban, la caridad ante la flaqueza y torpeza de los más rudos, y los efectos saludables que el celo de los misioneros procuraba a los más pecadores»[4]. Impresionado por esa dedicación a los pobres, abrazó el catolicismo. San Francisco de Sales es un buen ejemplode éxito para la conversión; en su relación con San Vicente queda acreditada esta manera de actuar. Para el proceso de beatificación de dicho obispo, san Vicente declara: «Monseñorde Sales expuso su vida a muchos peligros por la conversión de los herejes que abundaban hacía más de setenta añosen el ducado de Chablais, en las bailías de Ternier y de Gaillard, en Saboya, junto a Ginebra, donde la fe había completamente desaparecido. El fruto de su piadoso trabajo y sus desvelos en esas regiones, fue el retorno de muchos herejes al seno de la Iglesia; son cosas verídicas, públicas y evidentes…sé además que este siervo de Dios tenía el don de hacer asentir a la fe con suavidad en el alma de los oyentes, ya fuera en las discusiones, ya fuera en las confesiones, a tal punto que después de haber oído sus explicaciones claras y lúcidas sobre los misterios más sublimes y arcanos, los oyentes se adherían sin resistencia a sus palabras, por lo cual despertaba admiración, aún en los herejes más obstinados. Eso es sabido de todos (XIII, 68)»[5]. El impetuoso, e incluso colérico señor Vicente abogará por la más difícil de las actitudes cuando inculca a sus misioneros la mansedumbre en las controversias: «Cuando se discute con alguien, el contraargumento le hace ver la voluntad que se tiene de vencerlo; por ello este se decide a resistir en vez de reconocer la verdad; de este modo, en vez de ayudar a la apertura de la mente, lo que se obtiene es la cerrazón del corazón; pero en cambio la mansedumbre y la afabilidad le abren a la verdad. En ello encontramos un ejemplo elocuente en el bienaventurado Francisco de Sales, el cual, aunque fuese audaz en las controversias, convertía a los herejes más por su mansedumbre que por su doctrina.» (XI, 65-66). Nuestro santo entendió el poder del testimonio, y de manera concreta el de la mansedumbre. Él sabe reconocer las virtudes que de ella se derivan:  bondad, tranquilidad, paciencia, sencillez, humildad y, en resumen, caridad.

En tiempos de la capellanía de las galeras

Nombrado capellán real de las galeras el 8 de febrero de 1629, Vicente se preocupa de la suerte de los presos, muchos de ellos condenados por su filiación religiosa. Aunque hubieran sido convertidos por la fuerza, había que formarlos en la verdadera fe. Por ello Vicente adelanta gestiones en París para mejorar sus condiciones, ayudado por la Compañía del Santísimo Sacramento. El rey le concederá el derecho de usar el castillo de la Tournelle como prisión para condenados que se alistaban para partir a zonas marítimas. Algunas Hijas de la Caridad habitaban cerca de ellos para ayudarles y, en lo posible, llevarles alimento.

Vicente logrará una gran influencia sobre las élites sociales y culturales, dando origen a unas nuevas sensibilidades como el perdón y la reinserción social durante el siglo XVII. Predica la esperanza a los condenados recordándoles que «por muy criminales que hubiesen sido, aun así, Jesucristo los amaba».  Tenían que someterse a las condiciones, pero sin olvidar que el poder temporal es efímero frente al poder del Eterno. Pocos sacerdotes y misioneros aceptaban este pensamiento, porque nuestra conducta de capellanes no fue precisamente ejemplar a causa de nuestra rigidez moral. Bajo el reinado de Luis XIV, los capellanes serán reclutados sobre todo entre los jesuitas; el rey fundó y les confió dos escuelas para galeotes en Brest y Tolón.

En Marsella, destino de los presos encadenados, Vicente se aplica a un trabajo serio y eficaz; gracias al obispo Juan Bautista Gault, oratoriano, emprende misiones para galeotes en 1643 y organiza la fiesta de la Trinidad y seis bautizos que tuvieron repercusión en algunos herejes. Es otro ejemplo de cómo se privilegia el testimonio por encima de la fuerza. Pero no todos los capellanes fueron unos “ángeles” como lo resalta André Zysberg en su tratado sobre los galeotes[6]. Sólo una obra literaria nos absuelve y nos da una imagen simpática: «galériens du Roi»(«los galeotes del rey»)de Marc Vigié[7]. Era la apreciación de mi profesor de historia, el señor Chalumeau, cm. No obstante, no es algo que debe ocuparnos, aún si después de san Vicente hubo capellanes de bondad y comprensión ejemplares, y que podrían dar razón de nuestro compromiso ecuménico.

Herencia y actualidad

Las Constituciones de 1954, de corta vigencia, no citan el ecumenismo entre nuestros servicios, aún si dicho término venía siendo usado desde el siglo XVIII en el ámbito protestante por el pastor Zinzendorf (1700-1760), autor de un ecumenismo intra-protestante, y que fundó una sociedad de fieles separados por diversas tendencias. «En el siglo XIX se presentan, ya sea comienzos de acercamiento entre iglesias, alrededor de aspectos meramente eclesiales, en medio de la discreción y la prudencia; ya sea el fracaso en el acercamiento, pero asegurando un fruto en la posteridad como fue el caso del intento entre anglicanos y católicos alrededor del cardenal Mercie, que ya había sido preparado por los trabajos anteriores de lord Halifax y del abad Portal»[8].

 

Después el ecumenismo se convierte en organismo internacional con el Consejo Ecuménico de las Iglesias. La búsqueda de la unidad se hará partiendo de la misma palabra ecumenismo. La semana de oración que se realiza cada enero, da origen a un ecumenismo espiritual desde el año 1933. La iglesia católica avanza gradualmente en esa búsqueda. El Concilio Vaticano II publica el decreto Unitatis Redintegratio, además de los gestos favorables de Juan XXIII y Pablo VI. Se van dando avances admirables. Nuestro cohermano Fernando Portal [9]ha dejado su huella en la historia general del ecumenismo.

El tema daría para abarcar todo el coloquio que le será dedicado; nos alegramos de su obra y de la reseña que le dedica el sitio web l’Église de France (la Iglesia de Francia): «Hijo espiritual de san Vicente de Paúl y pionero del ecumenismo, este sacerdote vicenciano consagró su vida a la unidad de los cristianos, respaldando sus convicciones con la obra social a favor de los más pobres»[10] . La acción ecuménica, por notable que sea, no justifica por sí misma la redacción del artículo 4 de los Estatutos de la Congregación, pero no debemos olvidar el contexto conciliar en el que se concibió y teniendo en cuenta a las provincias de Medio Oriente que viven inevitablemente las relaciones interculturales. Del 21 de noviembre de 1964 data también el decreto «Unitatis redintegratio» que aborda el ecumenismo. Por ello, comenzando los años 80, no se podía evitar la insistencia en este auge, en nombre de la herencia directa de san Vicente, de monseñor Portal y de las distintas provincias implicadas con el diálogo interconfesional, como las de África, Europa del Este, Oriente y América. Apertura, mansedumbre, ausencia de hostilidad en los pronunciamientos y, en resumidas cuentas, la caridad, son características nuestras como predicadores y formadores [11].

San Vicente nos exhorta con un lenguaje inusual: « Calvino ideó un método de predicación: basarse en el texto, cómo actuó Nuestro Señor, leer, explicarlo según el sentido literal y el espiritual y sacar las enseñanzas. Es el método de Calvino que los protestantes conservan en sus prédicas». (XI, 295)[12].

Jean-Pierre RENOUARD, CM

Tradujo: P. Edgar Zapata, cm

 

[1] Nueva versión de los Estatutos, 27 de septiembre de 2011; Ver Vincentiana, N ° 3, septiembre de 2011.

[2] Para este punto, vea la propuesta del Padre François Hiss, CM, en el mismo sitio, ¡que no le falta de estilo!

[3] Vicente no estudió con los Cordeliers sino que se alojó allí como huesped. Para aligerar la carga de los padres, Monsieur de Comet lo tomó como tutor de sus hijos. Continuó estudiando en la escuela de la ciudad, que proporcionó una enseñanza válida a pesar de una historia caótica. Tal es la visión del padre Koch en un estudio en el verano de la sesión europea de 1981. Sin embargo, hizo notar que había muchas escuelas dirigidas por los Cordeliers.

[4] XI, 21, “Conversión de un hereje”.

[5]”Deposición en el proceso de beatificación de Francisco de Sales” (17 de abril de 1628).

[6] André Zysberg, Les galériens. Vies et destins de 60 000 forçats sur les galères de France (1680-1748) [The Galley Slaves. Vidas y destinos de 60,000 convictos en las galeras de Francia (1680-1748)], París, Éditions du Seuil, 1987.

[7] Vigié, Marc, Les galériens du roi (1661-1715) [Los esclavos del galeón del rey (1661-1715)], París, Fayard, 1985.

[8] Catholicisme, Tome IXème, Œcuménisme, col 1506 [Catholicism, Volume IX, Ecumenism, column1506].

[9] Fernand Portal, CM, 1855-1926.

[10] http://eglise.catholique.fr/approfondir-sa-foi/temoigner/temoins/372454-p-fernand-portal-1855-1926/.

[11] Quedará para consultar, en los archivos de la Curia general, “las actas” (informe diario) de los días en que se trató este tema del ecumenismo y su introducción en los Estatutos: ¿Origen de esta solicitud? Argumentos? ¿Votación? Este participante signatario confiesa su olvido en el asunto y emite una apelación interesada.

[12] CCDXI, 267; Conferencia 136, “Método a seguir en la predicación”, 22 de agosto de 1655. Sobre este tema, véase Cahiers vincentiens, Fiche 84, l’unité des chrétiens [Cuadernos Vicencianos, número 84, “Unidad de los cristianos”].

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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