El 27 de julio de 1661, el mismo año de su elección como Superior General y primer sucesor de San Vicente de Paúl, el Padre Renato Almerás (1661-1672) publicó una circular con el Acto de Consagración de la Congregación de la Misión a la Virgen. 

Desde entonces, cada 15 de agosto, en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, se comenzó a rezar, en las comunidades de la Congregación de la Misión, el acto de consagración que ahora compartimos: 

Nosotros, muy indignos sacerdotes, clérigos y hermanos de la Congregación de la Misión, conociendo, oh santísima, oh gloriosa Virgen María, vuestra fuerza ante Nuestro Señor, vuestro Hijo, y vuestra incomparable bondad hacia los hombres para obtenerles sus gracias, recurrimos a vos como Madre de misericordia; es por eso, oh muy misericordiosa Virgen que, prosternados en cuerpo y espíritu a los pies de vuestra Majestad, os suplicamos muy humildemente que aceptéis la oblación común, cordial e irrevocable de nuestras almas y de nuestras personas, que dedicamos y consagramos en este día solemne a vuestro servicio y vuestro amor por todo el curso de nuestra vidas y por toda la eternidad, proponiéndonos, mediando la asistencia del Espíritu Santo, daros para siempre un singular respecto y una veneración particularísima, publicar vuestro nombre por todo el mundo, anunciando las maravillas de vuestro poder y de vuestra bondad y convidando a todos los hombres a honraros, serviros, imitaros e invocaros para hallar gracia ante Dios.

Casi un siglo más tarde, el Padre Juan Bautista Étienne (1843- 1874) pedirá que la misma consagración se repita el 8 de diciembre con ocasión de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. 

P. Rolando Gutiérrez CM

Photo: Haley Phelps

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