En el Antiguo Testamento los profetas tuvieron la misión de anunciar la conversión a quienes se habían desviado de su vocación de seguir al Dios de Israel que los llevó, en tiempos del Éxodo (Os, 2,17) a caminar hacia la tierra prometida.

La vocación vicentina es esencia profética. Ante la tentación de los ministros de la Iglesia de buscarse a sí mismos(¿No es verdad que insensiblemente nos buscamos a nosotros mismos, nos halagamos, no nos oponemos a la naturaleza, que sólo desea satisfacerse?XI, 600) San Vicente supo responder al llamado de Dios, discerniendoel camino de la profecía en su época para sus congregaciones y cofradías de la caridad, y en el caso de la pequeña compañía supo concretar en estos términos:  

El estado de los misioneros es un estado conforme con las máximas evangélicas, que consiste en dejarlo y abandonarlo todo, como los apóstoles, para seguir a Jesucristo y para hacer lo que conviene, a imitación suya. (XI, 697).

La verdad es que nunca he sido favorable al uso de términos mercantiles para referirme a temas de Pastoral Vocacional, pero haciendo una excepción, podríamos afirmar que el único producto que tenemos para ofrecer a los jóvenes del siglo XXI es una propuesta misionera (vocación) que se traduce en una manera de entender, sentir y seguir a Cristo, que como lo vemos en el sello de la Congregación, es el Jesús de Nazareth que recorre ciudades y aldeas evangelizando a los pobres (Lc 4, 16-21 y Mt 9,35-36).

Tanto las cabezas de nuestras provincias, los animadores vocacionales y equipos que sostienen la Pastoral Vocacional, deberán de ser capaces de no limitarse a entrevistar a unos cuantos interesados (cuando se tiene suerte de tenerlos) para aplicar los de por sí necesarios criterios para el acompañamiento a los jóvenes y los posibles ingresos a nuestros seminarios. Ciertamente tenemos necesidad de cualificar cohermanos competentes para acompañar los procesos desde la promoción de las vocaciones hasta la formación inicial y permanente, eso si queremos salir de la cultura de la improvisación; pero en realidad el desafío va más allá.

La transversalidad de la Pastoral Vocacional, o mejor, la vocacionalización de la misión, juega un papel central en el camino hacia una cultura renovada de las vocaciones, y esto sólo es posible cuando se logra encantar, primero a los de adentro, los propios misioneros, y luego a los de afuera, las nuevas generaciones, de la belleza y la alegría de seguir a Cristo al estilo de San Vicente de Paúl.

Por extraño que parezca, en una modernidad líquida donde no es atractiva la idea derenuncia, donde el entretenimiento y el placer parecen haber hipnotizado las nuevas generaciones, en ese mismo escenario encontramos una enorme oportunidad para proponer la vocación del misionero vicentino: los jóvenes son sumamente sensibles a las vivencias que involucran la vida de las personas en proyectos que sean coherentes con el sistema de valores que se anuncia en el discurso. En realidad el mayor enemigo de la Pastoral Vocacional es el lamento que los mismos jóvenes han lanzado en la reunión pre-sinodal: Las imágenes falsas de Jesús lo privan de fascinación a los ojos de los jóvenes.

Finalicemos entonces esta primera serie de artículos vocacionales entablando una reflexión al interior de nuestra Congregación:

¿Estamos siendo capaces de proyectar la imagen de Cristo de la misma manera que nuestro fundador?

¿Nos falta pasión en el llamado a seguir a Jesucristo Evangelizador de los pobres?

¿Podrán las nuevas generaciones encontrar en las comunidades de la Congregación de la Misión el testimonio viviente de pastores con olor a pobre que les plantee el desafío de sumarse ellos también a seguir al Cristo que nos presenta Lc 4, 18?

Rolando Gutiérrez C.M.
Vice-Provincia de Costa Rica

Foto: Sem. Vero Urbina,
Provincia de Perú

 

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