San Vicente y Santa Luisa, cofundadores de la Compañía de las Hijas de la Caridad, eran conscientes tanto de la novedad que suponía en la Iglesia ese nuevo modo de seguir a Cristo como de ser Dios su autor.

Otro de los rasgos de la identidad y originalidad de la Compañía es, sin duda, su manera concreta de comprender y asumir los consejos evangélicos. Por eso hablaremos hoy sobre los votos mediante los cuales las Hijas de la Caridad asumen vivir en castidad, pobreza y obediencia como confirmación de su entrega total a Dios y para estar más disponibles para el fin de la Compañía: el servicio de Cristo en los pobres .

1. Votos y consejos evangélicos

En la teología y espiritualidad cristiana, por la palabra “voto” se entiende generalmente la manera mas seria que tiene una persona de comprometerse ante Dios a cumplir aquello que se le promete mediante ese acto. Es como una alianza entre Dios y quién hace el voto a la cual hay que ser fiel en virtud de la palabra empeñada.

El voto es un acto de la virtud de la religión. Por medio de esta virtud, la criatura se siente inclinada a dar a Dios el honor y el culto que le debe como a Dueño y Señor de todo lo creado. San Vicente decía que Jesucristo tenía dos grandes virtudes, a saber: «la religión para con su Padre y la caridad para con los hombres». Por medio de la virtud de la religión, Cristo tributaba a su Padre la gloria, el honor y la alabanza, buscando en todo cumplir su voluntad y agradarle.

En el campo y en el lenguaje de la vida consagrada, los votos son el compromiso por el que se asumen los tres consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia (también puede haber otros modos de asumirlos, por una promesa por ejemplo). Algunas congregaciones añaden otro cuarto voto más específico; las Hijas de la Caridad, en concreto, el de servicio a los Pobres.

Al comprometerse por voto a vivir según los consejos evangélicos, se quiere expresar que se ofrece a Dios la persona entera, siguiendo a Cristo en esas tres dimensiones de su existencia histórica concreta, a la vez que se desean superar los posibles obstáculos que se oponen a ese seguimiento: el uso desordenado del poder, del sexo y del dinero. La Exhortación Vita Consecrata presenta los consejos evangélicos como “una terapia espiritual” para la humanidad  frente a la idolatría del instinto sexual , al materialismo ávido de tener  y la deformación de la libertad .

El mismo Jesucristo experimentó como obstáculos a su misión esas tres pruebas, tal como aparece en las tentaciones que sufrió en el desierto . San Juan enumera como contrarios al amor del Padre «los bajos apetitos, los ojos insaciables y la arrogancia del dinero»  «¿Qué dice una Hija de la Caridad -se preguntaba San Vicente- al hacer el voto de pobreza, castidad y obediencia? Dice que renuncia al mundo, que desprecia todas sus hermosas promesas y que se entrega a Dios sin reserva alguna … Eso es lo que se hace con los votos y lo que hay que hacer para observarlos bien» .

Los votos son expresión de un compromiso, a la vez que un impulso espiritual. Mediante ellos se asume no sólo la materia concreta objeto del voto, sino la virtud y el consejo evangélico correspondiente. Sería un contrasentido si el voto rebajase las exigencias de la virtud. Un ejemplo: por el voto de pobreza, las Hijas de la Caridad «se comprometen a una total dependencia en el uso y disposición de los bienes de la Compañía, así como en el uso de los bienes personales». Esta manera de concretar la materia del voto no les exime de las exigencias que comporta el seguimiento de Cristo pobre y de lo que implica su condición de siervas de los pobres. Si las Hijas de la Caridad se limitasen en su manera de entender y vivir la pobreza a lo que expresa literalmente el voto, estarían empobreciendo y rebajando las exigencias evangélicas y lo que pedía San Vicente: «Hijas mías, –les decía a todas las Hermanas refiriéndose a la pobreza- lo escogisteis cuando entrasteis en la Compañía. Si Él llevó una vida pobre, tenéis que imitarle en eso» . «Todas las que estáis en la Compañía y las que no han hecho los votos aún tenéis que guardar la pobreza. Para las que los han hecho, la cosa está más clara» . Por eso, cuando las Constituciones presentan los votos de las Hijas de la Caridad, además de concretar la materia del voto, asumen la teología y la espiritualidad de las virtudes y de los consejos evangélicos correspondientes.

Y no podía ser de otro modo. Porque las Hijas de la Caridad, con la emisión y renovación de los votos, confirman su consagración a Dios; y ésta consiste en un modo evangélico radical de seguir a Cristo, entregándose totalmente a Dios para servir a los pobres. Como reafirmación de dicha consagración y para mejor cumplir el fin asumen los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia con todas las exigencias que implica el hacerlo por medio de los votos.

2. Los votos en la Compañía

Los votos se introdujeron en la Compañía nueve años después de su fundación. Hasta entonces también eran verdaderas Hijas de la Caridad. Cuando entraban en la Compañía todas se comprometían a vivir en pobreza, castidad y obediencia.

Antes de introducirse la costumbre de hacer los votos, San Vicente había hablado repetidas veces a las Hermanas de la necesidad de la práctica de las virtudes de la castidad, de la pobreza y de la obediencia. Si los votos no constituían un elemento esencial en la Compañía, sí lo era la práctica de esas tres virtudes. En relación con la pobreza San Vicente les dice: «Algunas de vosotras habéis hecho voto de pobreza, y las demás tienen el propósito de hacerlo. Cuando entrasteis en la Compañía, estabais todas resueltas a abrazar la pobreza, porque de lo contrario no se os habría recibido».

En la conferencia del 5 de julio de 1640 San Vicente dice a las Hermanas: «Las Hijas de la Caridad, aunque por ahora no tengan votos, no dejan de estar en ese estado de perfección si son verdaderas Hijas de la Caridad» . En la conferencia que les dio dos semanas después les transmitió con emoción el impacto que le había producido la fórmula con que los Religiosos Hospitalarios de Italia asumían los votos de pobreza, castidad y obediencia y de servir a nuestros señores los pobres. La reacción de las Hermanas fue expresar si ellas no podrían hacer también esos votos. San Vicente admite la posibilidad, pero precisándoles que, si un día los hacen, será sin que eso les convierta en religiosas.

El 25 de marzo de 1642, Santa Luisa y cuatro Hermanas más hicieron por primera vez los votos “por toda su vida”. Sucesivamente otras Hermanas los van asumiendo, pero con una gran libertad: unas sí y otras no; unas temporales y otras perpetuos, sin que estas diferencias creasen ningún obstáculo ni desigualdad en la comunidad. En 1648 comienzan a ser anuales, y tanto para hacerlos como para renovarlos, las Hermanas pedían la aprobación a San Vicente.

Según van pasando los años, se va generalizando entre las Hermanas la práctica de pronunciar los votos y el hacerlo entre los cinco y los siete años de vocación. En 1801 se convierten en condición indispensable para permanecer en la Compañía.

La preocupación y empeño de los fundadores fue inculcar a las Hermanas que, aunque hiciesen los votos, no pasaban a pertenecer al estado de las religiosas sino que permanecían siendo seculares. Lo que querían salvaguardar era la movilidad para servir a los pobres allí donde ellos se encontrasen. Y el miedo y peligro era que al hacer los votos las tomasen como religiosas, lo cual habría implicado tener que vivir en clausura. «Si os pregunta (el obispo) qué sois, si sois religiosas, le diréis que no … pues si lo fueseis tendríais que estar encerradas y que por consiguiente: adiós al servicio de los pobres. Decidle que sois unas pobres Hijas de la Caridad que os habéis entregado a Dios para servir a los pobres … Y si os pregunta además: ¿Hacéis votos religiosos? decidle: ‘No, señor, nos entregamos a Dios para vivir en pobreza, castidad y obediencia, unas para siempre, otras por un año’» .

Las actuales Constituciones traducen fielmente el proyecto de los fundadores sobre la Compañía, también en la manera cómo concibieron los votos.

La Compañía está reconocida hoy en la Iglesia como una Sociedad de vida apostólica. Estas Sociedades no tienen votos religiosos; abrazan los consejos evangélicos mediante un vínculo determinado por las Constituciones . Las de las Hijas de la Caridad dicen que son «’no religiosos’, anuales y siempre renovables» . La Iglesia, al aprobar las actuales Constituciones, garantiza que en la manera que tiene la Compañía de comprender y expresar hoy los votos también está siendo fiel a los fundadores.

por Fernando Quintano, C.M.
Director General de las Hijas de la Caridad
6-VII-2001

Puede leer el articulo completo en este link:  Los Votos de las Hijas de la Caridad

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