En las últimas semanas, el Papa Francisco llevó a cabo dos visita, que podríamos catalogar de históricas, a los Emiratos Árabes Unidos y a Marruecos. Más que una visita como jefe de estado, la llegada de Francisco a estos países musulmanes, podría considerarse la búsqueda del establecimiento de un diálogo más profundo y efectivo entre el mundo cristiano y el  mundo musulmán.

A mi entender, la idea fundamental para desarrollar el diálogo interreligioso es “Unir sin confundir y dividir sin separar”. Ella cobra sentido con estas visitas. El diálogo interreligioso es el que se busca llevar a cabo entre las tres grandes religiones monoteístas del mundo, el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Estas tres religiones tienen cosas en común: Las tres reconocen a un único Dios, Creador del mundo; tienen un único libro sagrado, que se complementa desde la búsqueda y conexión con Dios desde diferentes miradas. Las tres tienen a Abraham como un único padre en la Fe.

Francisco ha dado este paso para desarrollar y profundizar estas semejanzas, llevar una palabra de aliento a la pequeña comunidad cristiana que habita en esas tierras-y que en muchas ocasiones se ha visto impedida de manifestar públicamente su fe y promover un diálogo efectivo con los representantes del mundo musulmán.

El diálogo entre cristianos y musulmanes ha sido complejo, por las diferencias estructurales que existen entre ambas religiones. El mundo musulmán no tiene un director común, sino que cada Sheikh, es considerado líder de su propia comunidad, constituida generalmente por lazos tribales o territoriales, siendo además jefe político de la misma. La ley común es la sharia, que si bien tiene un lineamiento común, no en todas partes se aplica con la misma rigidez, y dependerá de la interpretación que las diferentes escuelas y consejos quieran darle dependiendo de los mulah o consejeros religiosos.

Hay que considerar además la influencia que la religión musulmana está alcanzando en Europa y en otras partes del mundo. La migración al viejo continente ha sido mayoritariamente de los países africanos de religión musulmana. Lo que ha provocado una fuerte presencia en tierras en las que hace sesenta años casi eran inexistentes. El ejemplo más patente de esto son Francia, Alemania y España.

América Latina también ha comenzado a recibir influjo de la presencia musulmana. Hasta la década del cuarenta del siglo pasado, la mayoría de los árabes que llegaban eran de origen palestino, sirio y libanés, pero en su mayoría procedían de familias cristianas ortodoxas. Hoy han comenzado a migrar musulmanes, especialmente palestinos de origen musulmán, tunecinos y marroquíes.

Se han levantado mezquitas importantes, en Chile, Colombia y Brasil. Lo que ha hecho que poco a poco comience a expandirse esta nueva fe en suelo americano. La gente, sea por novedad o por una verdadera búsqueda espiritual ha empezado a abrazarla, viéndose ya en sus calles hombres y mujeres vestidos a la usanza musulmana, pero que son nacidos en estas tierras.

Tras todo esto, es necesario que comencemos a tener un cambio de mentalidad, que, cómo católicos nos dispongamos a promover un diálogo veraz y profundo con el mundo musulmán, para conocernos, respetarnos y aceptarnos desde nuestras similitudes y también desde nuestras diferencias.

Es por eso que el Papa desarrolló su discurso en base a la fraternidad entre los seres humanos, el que nos ha de llevar a vencer barreras ideológicas, prejuicios, resquemores y preconceptos. Aprender a superar el estereotipo que tenemos de los terroristas, que vemos a diario en los noticieros y que pertenecen a grupos integristas, que pueden existir en todas las religiones, incluida la cristiana; que los miremos y reconozcamos como hermanos que caminamos en pos de la construcción del reino de Dios, cada uno a su manera. Que podamos identificar historias comunes de servicio, como ha sido la experiencia que ha tenido la Cruz Roja, y su par la Media Luna Roja para llevar auxilio a los más desfavorecidos en suelo donde el cristianismo no es aceptado por intolerancias también de tipo políticas y religiosas.

Los cristianos hemos de ser constructores de puentes de diálogo, cercanía y respeto haciendo el bien y sin mirar a quién. Promoviendo la acogida desde nuestros libros sagrados y en nuestros lugares sagrados; aprendiendo el tema de la convivencia en paz, sin resquemores ni temores que dividan y dañen. Reconocer que no tenemos la verdad absoluta, que todo es medio y solo Dios es fin en sí mismo.

Aprender a mirar a Dios como el gran Padre Bueno, que nos regaló esta casa común, que es la tierra, para que la administráramos lo mejor posible, viviendo en armonía con ella y entre todos los seres humanos.

El mensaje implícito de los viajes de Su Santidad a tierras musulmanas es un mensaje de cercanía, esperanza, búsqueda del entendimiento y de la paz. Queda posiblemente mucho que hacer, pero eso no depende solamente del Sumo Pontífice, sino también de cada uno de nosotros, hombres y mujeres de buena voluntad, que hemos de considerar al otro como un hermano, manteniendo cada uno nuestras tradiciones y creencias, pero respetando y aceptando las del vecino, para que cada uno desde su propia mirada pueda alcanzar la tan anhelada vida eterna.

Unir sin confundir, y dividir sin separar, esa es la idea.

Salam Alaikum para todos y todas.

Alejandro Fabres, CM
Provincia de Chile

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