UNA REFLEXIÓN PARA EL DOMINGO DE RAMOS CICLO C

Lecturas: Isaías 50, 4-7; Filipenses 2, 6-11; Lucas 22, 14-23.56.

Se necesita un corazón valiente para expresar el amor ágape. Muchas personas anhelan manifestar un amor ágape por los demás, pero les falta la valentía para hacerlo. La valentía no puede separarse del amor ágape. Cuando decimos SÍ al amor ágape, decimos SÍ a la muerte. En este orden de ideas, si no estamos dispuestos a morir, no podemos amar por completo. Las lecturas de la liturgia de hoy expresan claramente a mi modo de ver, la estrecha relación entre el valor y el amor.

La primera lectura del profeta Isaías es el tercer cántico del siervo del Señor. El Siervo del Señor no ocultó su rostro a insultos y salivazos. Él no se resistió ni se volvió hacia atrás. Dio la espalda a quienes lo golpearon y sus mejillas a quienes mesaban su barba. Asumo firmemente que fue el amor lo que le dio al Siervo del Señor la valentía para soportar la humillación y los dolores antes mencionados. Cristo, como leemos en la segunda lectura de la Carta de San Pablo a los Filipenses, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, incluso a una muerte de cruz”. La muerte en una cruz es una experiencia aterradora e insoportable, es un doloroso fin de la vida terrenal. Sin embargo, por humildad y obediencia, arraigadas en el profundo amor que a su vez es estimulado por la valentía, Cristo aceptó beber el cáliz que él mismo preparó. La narración de la Pasión de Lucas relata cómo Cristo entró triunfalmente en Jerusalén siendo consciente que la muerte lo espera allí. El amor valiente de Cristo en la redención del hombre es algo que todo misionero debe imitar.

En nuestra Congregación, con frecuencia se presentan misiones difíciles y la necesidad de que los misioneros asistan a tales misiones puede llegar a ser conveniente. Solo el amor valiente puede hacer que los misioneros vayan voluntariamente y acepten de buena fe tales misiones cuando son enviados. Cristo nos ha enviado a proclamar la Buena Noticia a los pobres; debemos dejar que el Espíritu de Cristo nos exhorte a tener el valor de responder positivamente a este llamado. Reflexionemos sobre las frases siguientes tomadas del guion de Jean Anouilh para la película de 1947, “Monsieur Vincent: “Descubrirás que la caridad es una carga pesada, más pesada que la caldera de la sopa y la cesta llena. Pero mantendrás tu dulzura y tu sonrisa. No es suficiente dar sopa y pan. Esto lo pueden hacer los ricos. Eres el servidor de los pobres, siempre sonriente y de buen humor. Ellos son tus maestros, los verás terriblemente sensibles y exigentes. Cuanto más feos y sucios sean, más injustos y groseros, más amor debes darles. Es solo por tu amor que los pobres te perdonarán el pan que les das”. Citado en La falta de vivienda en América: un desplazamiento forzado a ninguna parte (1982), p. 121

P. Agustín Abiagom CM (Provincia de Nigeria)

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