En la institución de la Congregación de la Misión, San Vicente de Paúl siempre tuvo gran claridad de que esta obra estaba inspirada por Dios, para el servicio de la Iglesia y de los pobres primordialmente, y que esta “pequeña Compañía” debía traspasar las fronteras de Francia y, llegar a los confines del mundo y hasta el final de los tiempos.  

Pero para que sus hijos seamos verdaderamente hombres de Dios, hemos de arder con la brasa del celo apostólico, viviendo en medio de trabajos y sacrificios, con gran mansedumbre, sencillez y humildad, pues de nada sirve el celo si va acompañado de soberbia, mal genio, prepotencia y dominio de los demás. Sabiamente nos dejó, por esto, las cinco virtudes características del misionero, que son como «las cinco piedras con las que venceremos al infernal Goliat», por eso continúa diciendo: «La Congregación ha de empeñarse muy cuidadosamente en ellas, pues estas cinco virtudes son como las potencias del alma de la Congregación entera, y deben animar las acciones de todos nosotros». RR.CC. Capítulo II, 14.

Vamos a tratar de desentrañar su significado, y ver algunas de las formas que hemos de adoptar en el mundo de hoy. Para nuestra cultura vocacional, nos aproximaremos a cada una de estas virtudes, colocando a uno de nuestros exponentes de santidad, que se caracterizó en la vivencia de esa virtud.

LA SENCILLEZ

San Vicente abriendo su corazón expresó: «es la virtud que más amo» (SV I:310), y más aún la designó como una de sus fuentes de vida al decir «yo la llamo mi evangelio» (SV IX:438). Y nos dejó la definición de ella al expresar que consiste «…en decir las cosas como son» (SV XII:464).

En la vida real, la reconocemos e identificamos como verdad, sinceridad, transparencia. Así nuestra vida será sin falsedad, ni dobles agendas, haciendo que nuestro sí sea siempre sí y nuestro no, no. Vivir plenamente la sencillez nos ayudará a evitar ser falsos, decir una cosa y significar otra, ser claros, diáfanos, transparentes como las aguas límpidas de brotan de las montañas. En la vida fraterna y en el trabajo apostólico, el misionero no ha de decir una cosa en la cara de una persona y otra a sus espaldas, vivir en «con plena confianza, sin ocultar o disfrazar nada» (SVP. XII, 206).

BEATO HERMANO VICENTE CECILIA GALLARDO, C.M. -1914 – 1936

Nació en Cabra, Córdoba, España el 10/09/1914. Recibió una excelente formación cristiana en su hogar y con las Hijas de la Caridad. Quienes lo conocieron afirmaron que era un joven muy bueno, servicial, muy religioso, candoroso, sin malicia, sano, de una sólida devoción a la Virgen y de espíritu apostólico, porque enseñaba a los niños a rezar el vía crucis y a visitar a la Virgen.

Ingresó en la Congregación el 16 de febrero de 1935. Cuando vino la persecución religiosa los superiores le pidieron volver a su casa, y él echó en su maleta la sotana y el crucifijo, lo que permitió que fuera reconocido como misionero, y por esta razón fue martirizado en Canillas, Madrid, el 21/07/1936.

Como Natanael (S. Juan I. 45-50), nuestro hermano fue un hombre de Dios, sin dolo ni engaño, transparente ante Dios y ante los hombres, no presentó doble cara: ante los perseguidores fue consecuente consigo mismo: no mintió, no se avergonzó de su vocación vicentina hasta derramar la sangre por Cristo.

P. Marlio Nasayó, CM
Provincia de Colombia

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