Cuando alguien querido sufre un accidente y se encuentra en riesgo vital nos preocupamos, hacemos reuniones familiares, lo comentamos, lo encomendamos a Dios, a los santos… Hacemos lo que esté a nuestro alcance para salvarlo.

Hoy, nuestra casa común, el planeta, está en un serio riesgo. Un riesgo que afecta, en primer lugar, a la biósfera planetaria, en segundo lugar, a los pobres y en tercer lugar a cada uno de nosotros.

El bosque amazónico, ubicado en el corazón de nuestra Abya Yala, en la parte sur de nuestro continente americano, arde. Se ha provocado incendios que están consumiendo descomunalmente la flora y fauna existentes y que en muchos casos es única, puesto que se encuentra sólo en esa región.

Los motivos de estos incendios son múltiples. El cambio climático, que ha aumentado las temperaturas en todo el planeta y que ha prolongado los períodos de sequía, ha hecho que se produzcan estos incendios por doquier y que no se los haya podido controlar de manera natural por medio de las lluvias, que eran propias de esa zona, la que posee características climáticas únicas, que controlaban muchos aspectos de la vida existente en esas tierras. Esto, afecta acomunidades que viven en esa zona del planeta: gente sencilla, pobre, que hablan dialectos propios, desconocidos para lingüistas y antropólogos. Es unconjunto de pequeñas culturas, compuestas por clanes, que están viendo peligrar su forma de vida, y queo han debido abandonar la región, o bien otros han muerto consumidos por las llamas.

Pero no ha sido sólo el cambio climático el responsable de los incendios. También lo son las grandes compañías mineras, que quieren explotar las riquezas existentes en esa zona, la que hasta hace poco tiempo estaba protegida por acuerdos entre los países, que son parte de la cuenca amazónica, especialmente Perú y Brasil -donde se encuentra la mayor extensión de este terreno, necesario para la vida humana planetaria- y también Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela, Guyana y Surinam; los grandes hacendados y terratenientes, que quieren expropiar, a cualquier costo, los terrenos existentes en dicha cuenca y de esa manera aumentar las tierras de pasto para sus animales; los cocaleros y narcotraficantes, que buscan aumentar la producción de la hoja de coca y de esa manera lograr mayor producción de alcaloide, que posteriormente se convertirá en la codiciada droga que se exporta a los países de Europa y a los Estados Unidos.

Sin embargo, también somos responsables cada uno de nosotros, con nuestra vida moderna -que creo tiene más de moderna que de vida- estamos destruyendo el planeta, día a día, con el consumismo desmedido, con nuestras necesidades creadas de poseer tecnología de punta, automóviles de lujo, viajes en avión para ahorrar tiempo, que después no sabemos en qué gastar… tener, tener, tener… La expresión de moda es “yo lo quiero, lo necesito”. Hemos generado islas de basura en nuestros océanos, explotación irracional de nuestros recursos naturales, cantidad de comida, que en los países del primer mundo ni siquiera se consume.

¿Qué explicación daremos a nuestros aborígenes amazónicos, que se están viendo privados de la simplicidad de su forma de vida?, que cazaban sólo para comer, que tenían la vegetación para alimentarse, vestirse y construir sus casas y aldeas sin molestar a nadie. Les hemos arrebatado no sólo su forma de vida, sino que les hemos quitado la felicidad.

¿Qué respuesta daremos a nuestros estudiantes, cuando en las fotos de fauna amazónica que descargarán de sus iPhoney ordenadores portátiles, sólo vean las imágenes de animales extintos por la depredación, que el ser humano ha hecho en esas tierras?

¿Qué cuenta rendiremos, cuando el agua, nuestro recurso más necesario se encuentre a punto de agotarse y entremos en guerra por ese bien tan necesario?

Laudato si, ya fue escrita, pero creo que por muchos no ha sido ni leída ni predicada. Francisco ya nos hizo la invitación, que tenía un tono de súplica desgarradora por la necesidad de preocuparnos del cuidado por nuestro planeta. Pero no lo hemos escuchado, no lo hemos tomado en cuenta. Seguimos con nuestra indolente depredación de la Amazonía, del Matto Grosso, del bosque en el Congo Africano. Continuamos destruyendo el mar y sus riquezas, con nuestros buques factorías.Seguimos consumiendo con el sólo afán de poseer, destruyendo las tierras con los relaves para la extracción de los recursos mineros, la apropiación de los caudales de agua para este propósito, dejando a miles de pequeños ganaderos, pastores que tienen sus rebaños para vivir, sin los medios necesarios de subsistencia para ellos y sus comunidades.

Se está cumpliendo la conversación entre Abraham y el rico epulón: “Entonces Padre Abraham, envía a Lázaro para que advierta a mis hermanos sobre su comportamiento y ellos no lleguen a este lugar…. Y Abraham respondió, tienen las escrituras y a los profetas, si no los escuchan a ellos, aunque vaya un muerto y les hable no se convertirán”. Nosotros tenemos las Escrituras, el Magisterio, Laudato Si.Y, sin embargo, nuestro pecado ecológico avanza a pasos agigantados, hacia la destrucción de nuestra tierra, la única casa común que tenemos.

 

Alejandro Fabres, C.M.

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