Los Misioneros Vicentinos, somos operarios del campo, entre los pobres e ignorantes, pero también entre los letrados y sabios del mundo, con éstos y aquellos, el Fundador comprendió que una de nuestras armas esenciales es la humildad. Es una virtud característica en la labor misionera que no puede faltar en “el morral apostólico” … San Vicente se expresa de ella así: “Oh santa virtud, qué hermosa eres. Oh pequeña Compañía, qué amable serás si el Señor te concede esta gracia» (SV XI:489). Y de nuevo, continúa diciendo que la humildad es «la virtud de Jesucristo, … de su santa madre, … de los santos más grandes, … es la virtud de los misioneros» (SV XI:745).

Es bueno recordar el origen esta palabra, pues nos ayuda a penetrar un poco más en su significado e incidencia en nuestra vida. La palabra “humildad” viene del latín humilitas y esta deriva (el sufijo -itas indica “cualidad de ser”) de la palabra humus que significa “tierra”.  Es tener presente lo que somos, ni más ni menos, arcilla en manos del alfarero para que él haga su obra.

La humildad nos hace capaces para reconocer y admitir nuestras debilidades y limitaciones, confiar más en Dios que en nosotros mismos. Al mismo tiempo, la humildad nos capacita para reconocer nuestros talentos, que son don de la liberalidad de Dios y han de estar al servicio de los demás. 

Es la virtud que permite que nos acerquemos a los pobres, y ellos a la vez vengan a nosotros. Es la virtud que nos ayuda a ver que todos somos iguales a los ojos de Dios. En las antípodas de los humildes, están ciertamente los soberbios de corazón, quienes se creen mejores que los demás, quienes “miran a los demás por encima del hombro”. La humildad es hacernos “todo a todos para ganarlos para Cristo (1Cor.9,22).

BEATO MANUEL REQUEJO PÉREZ, C.M. – 1872 – 1936

El P. Requejo ingresó en la Congregación de la Misión a los 56 años de edad y 33 de sacerdocio, con una trayectoria brillante: Profesor en el Seminario de Burgo de Osma, canónigo en Soria, catedrático en la Universidad pontificia de Canarias, secretario de tres obispos…

“Sus compañeros de comunidad opinan que lo que lo caracteriza la vida espiritual del P. Requejo es una humildad profunda en un alma noble y ardiente. Entrado a la Comunidad a los 56 años después de haber desempeñado cargos importantes en su diócesis, su humildad

fue para sus compañeros ocasión de mucha edificación…” De su biografía en MARTIRES DE LA F.V. Salvo – Moreno. 163

Terminado el Seminario Interno en la Casa Madre de París, regresó a Madrid, a su único destino como misionero vicentino, en la casa en la calle Fernández de la Hoz, ejerciendo allí con sencillez y humildad los ministerios propios de la Compañía, hasta que llegó la persecución religiosa española, muriendo martirizado el 30 de agosto de 1936 en la misma ciudad.

Marlio Nasayó, CM

Provincia de Colombia

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