“No es la necesidad la que domina la vida cristiana, sino la libertad; no es la casualidad la que tiene el primer lugar, sino el amor. Estas dos palabras, libertad y amor, son fundamentales para la memoria que hacemos de Cristo, hasta el punto de caracterizar la ética cristiana. Si uno quiere caminar en el seguimiento de Cristo, estas dos condiciones son indispensables. (…) La libertad y el amor son el corazón del misterio cristiano.”

Enzo Bianchi

A lo largo de nuestras vidas tenemos el desafío de releer cada día de manera veraz y honesta. La sinceridad ayuda a ver el camino en el cual damos pasos. Cuando volvemos a leer nuestro camino, no solo nos damos cuenta del tamaño del camino ya recorrido y de los obstáculos ya superados, sino que también podemos ver que no hemos dado pasos durante mucho tiempo. Dios nunca se cansa de llamarnos a recorrer el camino de la felicidad. San Francisco de Sales contó que unos peregrinos, habiéndose dormido todos, a la hora de despertar, unos se levantan, caminan y llegan felizmente al sitio adonde se dirigían, mientras que otros se despiertan tarde, se extravían durante la noche y son asaltados y saqueados por los ladrones; pues bien, el sol salió a la misma hora para todos, y no depende de él el que no todos se levanten y lleguen felizmente al lugar adonde iban (cf. SVP XIII 152-153). Dios, que es infinitamente bueno, está dispuesto a recibirnos todos los días con los brazos abiertos. Nos invita a seguir Su voluntad, por amor y en la libertad. Nos invita a despertarnos y caminar a la luz del día. Tener una vocación auténtica significa decidir libremente decir sí a Dios, significa aceptar una nueva forma de vida.

¡Es hora de mirar el camino! Se completa un año de vocación para cinco jóvenes. Termina el tiempo del seminario interno para Elie Chamoun y Joseph Bassila de la Provincia del Oriente, Jean Baptiste Gning de la Provincia de Francia, John Ashu de la Provincia de Irlanda y para mí Francisco Vilhena de la Provincia de Portugal. Fue un año rico de experiencias en el cual crecimos en el arte de buscar, aprender, colaborar y en la pasión por el servicio. Lo que cada uno de nosotros lleva de este año es inconmensurable, pero sin duda tendrá consecuencias para toda la vida, ya que caminar no puede ser una fuerza de expresión o un simbolismo.

  1. Patrick Issomo, CM, nos dijo al comienzo de este viaje que nuestro primer lugar de misión es dentro de nosotros mismos y que, a lo largo de este año, consolidaríamos nuestro conocimiento de la voluntad de Dios para nuestras vidas. ¡Y así fue! Un tiempo de intimidad con Dios que pasó por fases de mayor alegría, pero también por fases de desánimo y cuestionamiento. En verdad, las cosas buenas y malas siempre sirven a nuestra perfección. Sobre todo, fue un tiempo para tomar conciencia de la importancia de vivir como hijos amados de Dios que, no teniendo nada suyo, recibieron todo para dar a los demás. Si aprendemos a volver al momento en que verdaderamente nos hemos sentido amados por Dios, podemos sentir una vez más la emoción positiva que nos hace saber que somos amados y así aprendemos a vivir con nosotros mismos y a entregarnos a los demás de una manera desinteresada y libre. En mi libertad, Dios me hace participar en la realización de lo que soy y adherir, en libertad, a Su compañía, a Su amor.

En Chieri crecía en el amor por San Vicente de Paul, conociendo mejor su historia, sus pensamientos y su carisma. Crecía en el amor por la Congregación de la Misión y en el conocimiento de lo que es fundamental para seguir un camino de incorporación cada vez mayor. El objetivo para este año no era llenar un vaso vacío, sino suscitar el apetito. Para vivir una vida auténtica como misioneros vicentinos, es esencial visitar regularmente los escritos de San Vicente y de aquellos que, como nosotros, se enamoraron de este hombre y que configuraron sus vidas con Jesucristo. También es importante aprender de la historia y vivir inspirado por las Constituciones. Si a nivel humano y espiritual la gente necesita misioneros que traten de crecer y no de hombres “perfectos” superiores a los demás, en un nivel carismático la gente necesita misioneros que vivan radicalmente su vocación. Durante este año, orando cada día, “Señor, esta casa es tuya. Que no exista en ella piedra alguna que no haya colocado tu mano. Y a los ya llamados, Señor, consérvalos en tu nombre y santifícalos en verdad”, he pedido al Señor que hiciera solamente su voluntad, y que si yo fuera una piedra para esta casa, que me guardase y me ayudase a santificarme. Cada vez más consciente de mis limitaciones y debilidades, aumenta la responsabilidad de crecer en santidad y de ser el protagonista del cambio. En mi libertad, Dios me hace participar en la realización de lo que soy y adherir, en libertad, a Su compañía, a Su amor.

Este año también fue tiempo para vivir la misión e intensificar la vida en la Congregación. La vida comunitaria no puede ser ni teórica, ni ideológica, ni abstracta, sino encarnada y vivida. El P. Stanislav Zontak, CM, nos dijo que está mal pensar que podemos vivir y cumplir nuestra vocación fuera de la comunidad. Pertenecemos a la congregación porque tenemos un valor común y la comunidad es el camino hacia nuestra santidad. ¡No hay una comunidad ideal! La construcción de la comunidad está en la verdad con que vives. ¡Es fundamental adoptar una postura de crecimiento, consciente de lo que somos, reconociendo las limitaciones de la comunidad que son una señal de que no estamos en el reino de los cielos! A lo largo de este año he vivido y compartido mi vida con muchas personas; a todas ellas mi sincero agradecimiento. Con la comunidad de Turín aprendí más sobre las palabras ACOGIDA y GENEROSIDAD; con la comunidad de Chieri aprendí más sobre las palabras CUIDADO, RESPETO, FRATERNIDAD; con la comunidad de Funchal aprendí más sobre las palabras PERSISTENCIA y VALORACIÓN; con la comunidad De Salvaterra de Magos aprendí más sobre las palabras ACOMPAÑAMIENTO y MISIÓN. Aunque, como dice el poeta Florbela Espanca, las “palabras son como canciones: las sopla el viento”, los encuentros y experiencias a los que se refieren fueron escritos con fuego en el corazón. En el corazón también están aquellos que de muchas maneras han hecho este año más intenso y fructífero. Destaco la Casa Santa Luisa ‘il 24’, casa de las Hijas de la Caridad de Turín al servicio de los más pobres, donde pudimos compartir una mañana de servicio cada semana, la comunidad de fieles de ‘Chiesa della Pace’ y todos los que contribuyeron en la formación del seminario. El camino no se hace solo y no se hace solamente con aquellos que están cerca, sino también con aquellos que, incluso lejos, caminan a nuestro lado. Muchas gracias a todos por su paciencia, su presencia y sus oraciones. Con todos y en mi libertad, Dios me hace participar en la realización de lo que soy y adherir, en libertad, a Su compañía, a Su amor.

Gracias, Señor, por todas las veces que he podido encontrarte durante este año en estas personas y en estas experiencias. Gracias, Señor, por todo lo que haces con mi vida. Te agradezco particularmente la oportunidad de conocer al Padre Gerry (Gherardo Armani, CM), que tienes hoy contigo. Sé que las lágrimas que ahora derramamos son difíciles de secar, pero son un signo de un corazón marcado para siempre. Ayúdame, Señor, a decir como Federico Ozanam: “Señor, quiero lo que Tú quieres, lo quiero como Tú lo quieres y por todo el tiempo que lo quieras, lo quiero porque Tú lo quieres”.

Francisco Vilhena

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