Es otra de las virtudes que caracterizan la espiritualidad del misionero y que debe permear la vida y las obras de cada vicentino. Está presente en la vida de San Vicente como un fuego que lo lanza a darse y a caminar siempre más allá. Todo ello se encuentra en diversos momentos de las palabras del Santo, sobre todo cuando explica a los misioneros los retos de los nuevos campos de apostolado. La virtud del celo debe vivificar cada ámbito de la vida: pensamientos, deseos, acciones, la vida fraterna… está relacionado no solo con el apostolado sino también con la disponibilidad al servicio.    

1 – ¿De qué se trata?

Fundamentalmente es una expresión de amor. Es un modo concreto de vivir y realizar el doble mandamiento del amor (Cfr. Mt 12,28-31). De esta manera, tiene una doble dirección: hacia Dios y hacia el prójimo. San Vicente tiene expresiones muy eficaces cuando habla sobre ello: “es un deseo puro de encontrarse fiel a Dios y útil para el prójimo”; “si el amor es un fuego, el celo es su llama”; “si el amor es un sol, el celo es su rayo”. El verdadero celo, presente en una persona, la va convirtiendo en un apóstol ya que hace superar barreras, fronteras y permite caminar hacia cualquier actividad evangelizadora, especialmente en el campo del apostolado y del servicio entre los pobres, es decir, el celo anima a hacer aquello que el Hijo de Dios mismo ha hecho, bajo la fuerza del Espíritu Santo que está en el corazón y en el alma. Para quien está repleto del amor de Dios todo es posible y realizable. Si se observa la Sagrada Escritura se ve que en esta se habla, antes de todo, del amor de Dios por la humanidad: es tan fuerte que impide cualquier forma de idolatría. Así es que Él es el Dios Santo que no admite ningún otro. Este celo se configura también como ternura y misericordia de un Dios que permanece fiel a su proyecto de amor hacia la humanidad. De hecho, el celo de Dios está presente en el piadoso: “el celo de tu casa me devora (Sal 69,10)”; es el mismo celo de Cristo por el padre, su casa y su Reino; este celo también se encuentra en Pablo cuando confronta al pueblo de Israel frente a la Nueva Alianza de Dios y espera que se adhiera al Evangelio de Cristo. Se trata del celo por la gloria de Dios y para que su proyecto de salvación se cumpla en la historia.  Es lo que nosotros expresamos continuamente en el padre nuestro: “sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad, perdona nuestras ofensas y no nos dejes caer en tentación”. Por eso la oración cristiana anima, y sostiene el compromiso de hacer conocer al Señor y de estar al servicio de su gloria en la liturgia y en la vida.  

2 – Modos particulares de expresar el celo 

En la relación con Dios esto conlleva a la totalidad de adhesión de toda la persona. El Dios que lo quiere todo para sí, como una respuesta a su entrega total por la humanidad. 

En las relaciones con el prójimo, sobre todo de parte del apóstol y del misionero requiere toda una serie de disposiciones y de otros requerimientos humanos y espirituales que son los siguientes:

• la parresia: es la valentía de anunciar el Evangelio con libertad (1Tes 2,2; 1Cor 3,12; 2Cor 3,12);
• aceptar la prueba y la persecución (cfr. 2Cor 4,9-13);
• el constante y dicen desinteresado servicio a la palabra (cfr. Rom 15,16; Col 1,23);
•la búsqueda de una comunión que inspirada en el amor se asume también con un tono maternal (1Tes 2,2).

3 – Fuente y modelo del celo 

La fuente primaria es Dios mismo. el celo nace del amor que él tiene por nosotros y que nosotros Buscamos recompensar, empeñándonos en una respuesta qué quiere rendir gloria a Dios, buscar su voluntad y colaborar en la transmisión de su Reino. para estos San Vicente hará suya la máxima evangélica de “buscar primero el Reino de Dios y su justicia”. 

El modelo concreto es el mismo Cristo, así como lo contempla San Vicente: “evangelizador de los pobres, adorador del padre, siervo de su diseño de amor”. es el Cristo del Evangelio, que se reconoce “enviado del padre” para evangelizar, qué siente compasión y qué anima a la Iglesia YA la comunidad a “Hacer efectivo el Evangelio”. El Cristo de San Vicente está orientado hacia el padre y siente compasión hacia la humanidad: “su alimento es hacer la voluntad del padre”. 

Pero también San Vicente se nos ofrece como verdadero y ejemplo concreto de modelo de celo apostólico. ha sabido vivir y expresar una fuerte pasión por el bien de las almas, que lo acompañado en toda su vida y que lo ha lanzado a buscar siempre nuevos objetivos De evangelización hacia nuevos pueblos (haciendo referencia a las misiones “ad-gentes”). San Vicente dirá “quién no se siente digno de ofrecerse para ir y gastar su vida por Cristo y por el bien del prójimo, está todavía muy lejos de la perfección”.  

4 – Obstáculos y vicios contrarios al celo 

Ayer como hoy, el celo por la salvación de de las almas tiene sus enemigos potentes, Que intentan de un modo claro escondido impedir la disponibilidad y el empeño de vivir en esta virtud. estos son: 

> la insensibilidad: impide de ser tocados por las necesidades y miserias, corporales y espirituales, del prójimo; se permanece indiferente a cada llamada o necesidad.   
> La dureza de corazón: Amarga los ánimos e impiden dejarse guiar de las entrañas de misericordia para conquistar a las almas (“solamente basta una gota de miel para conquistar a las personas más duras”). 
> La comodidad: propia de una vida burguesa de una adaptación al estilo debido de nuestro tiempo que impide sacrificarse y renunciar por el trabajo apostólico. 
> El individualismo: que llama al egoísmo al propio interés y a la auto referencialidad; es peligroso porque felina las fuerzas y la potencialidad comunitaria y puede llegar a romper el mismo dinamismo apostólico. 
> El orgullo y la presunción: que impiden poner en el centro de atención a Dios YA los otros estando solamente la realización de las propias expectativas e intereses. 
> La apatía espiritual o acedia: es el estado de ánimo que impide avanzar con audacia y confianza en el camino hacia Cristo; si necesita una sólida vida interior para qué nuestro apostolado no se convierta en un simple activismo. 
> La pereza: qué San Vicente escribiendo a un clérigo de la comunidad define como el vicio de los eclesiásticos y es el estado de vida que Dios más aborrece. En Ap 3,16 Se dice que Dios vomita de su boca al templado. 
>El ocio: es el enemigo de todas las virtudes San Vicente siempre ha tratado de combatirlo. 
> El celo indiscreto: es la pretensión de querer cambiar rápidamente a los otros, no saber entender, no tener tiempo para reflexionar, no sabe respetar los ritmos de comprensión, crecimiento y conversión de las personas; faltando a las necesarias virtudes de la prudencia y de la paciencia. el celo indiscreto es también querer abrazar muchas cosas, con el riesgo de no llegar a un justo cumplimiento de ninguna de las iniciativas acogidas.       

5 – posibilidad y necesidad de vivir hoy está virtud 

Todavía es muy necesaria, por el empeño a vivir una nueva evangelización con un ardor renovado y para testimoniar con una caridad efectiva la verdad del Evangelio. YA San Vicente nos recordaba la necesidad despedirla en la oración, para ser vigilantes ante cualquier tentación que impida el celo y nos lleve al relajamiento YA la indiferencia. Es bueno para nosotros saber unir la contemplación y la acción, “ser cartujos en casa y apóstoles en el campo”; “unir el amor efectivo y el afectivo”. también nos dice San Vicente: “debemos ser todos de Dios y dedicarnos al servicio del prójimo; debemos darnos a Dios para esto, consumirnos para esto, dar nuestra vida por esto, despojarnos para revestirnos de él”.  

Hoy, tener celo quiere decir aceptar el cansancio de estar y mantener también un amor fiel y perseverante insertos en una nueva mentalidad y cultura manteniendo al mismo tiempo un amor ardiente; cómo es comprometerse en la búsqueda de nuevos operarios para la viña del señor Y para el servicio de los pobres. es este el compromiso válido siempre y actuar para la continuidad de nuestras obras. será siempre indispensable cultivar todas las virtudes practicándolas con dulzura y humildad. 

Padre Mario di Carlo, CM
Provincia de Italia

Traducción: Padre José Luis Cañavate, CM
Provincia de Zaragoza

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