2020 es un año que ha dejado a la humanidad un sinfín de sentimientos amargos. Muchos han deseado que el reloj pudiera ir hacia atrás. Quizás si esto fuera posible no estaríamos donde estamos ahora, en medio de los desafíos presentes. A unos pocos segundos para que el 2019 acabara, la euforia de dar la bienvenida al Año Nuevo con sus fuegos artificiales y otras formas de entretenimiento vino con fuerza, esperando un 2020 que trajera una economía robusta, solidaridad para luchar contra la pobreza, el hambre y la enfermedad por parte de los líderes mundiales; el cese de la hostilidad por grupos armados que amenazaban la seguridad y una respuesta importante a la llamada del Santo Padre Francisco a preservar nuestro hogar común, esto es, la tierra, como nos indica en su encíclica Laudato Si’.

Hoy, todo esto es un espejismo debido al azote que la pandemia global de la enfermedad del coronavirus, la Covid-19, ha infligido en el mundo. Como dice el salmista: “si están en ruinas los cimientos ¿Qué podrá hacer el justo?” (Sal 11,3). ¿Podemos encontrar una salida a pesar de todas las nuevas circunstancias que se han generado?

De entre todas las criaturas de Dios, ninguna puede decir que ha salido tan beneficiada como el ser humano. Después de haber empleado un valioso tiempo en crear el mundo y nuestro medio ambiente, Dios vio que era muy bueno y lo confió al ser humano para que fuera su amo y cuidara de él (Gn 1,25-31:2,15). Podemos ver así, de forma muy vívida, la especial dignidad concedida al ser humano por parte de Dios. “Esta afirmación nos muestra la inmensa dignidad de cada persona humana, que no es solamente algo, sino alguien.” (Laudato Si’, 65). No hay mejor forma de expresar este mensaje que la siguiente: “lo hiciste poco inferior a los ángeles; lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies” (Sal 8,5-6).

Uno podría preguntarse qué son todas estas cosas que Dios ha puesto a los pies del ser humano. Son la tierra, los animales, los árboles, las montañas y colinas, la hierba, los insectos, el petróleo, el gas, el agua y todos los recursos naturales que están bajo tierra. Por tanto, el ser humano como criatura de Dios tiene una especial vocación de cuidar y preservar el ecosistema como acto de amor, y de no destruirlo ni mostrarse indiferente ante la tiranía o la ambición; con certeza, debe tener algo que dejar a las generaciones futuras. La solidaridad global en respuesta a la Covid-19 e puede ver como un paso en favor de esto, ya que muchas vidas podrían haberse dado por perdidas si cada persona hubiera cerrado sus puertas sin más contra su vecino. Así, hemos llegado a una preocupación común: se me ha llamado, ahora más que nunca, a ayudar a mis hermanos y hermanas necesitadas.

En el 5º aniversario de la Laudato Si’, se acrecienta la necesidad de mirarnos interiormente, y ver el papel que cada persona, líder mundial y multinacional que se dedica a la perforación, la minería y el talado de árboles ha desarrollado y que le hace responsable de la polución de aire, agua o tierra, y de otras formas de degradación del medio ambiente, y que hacen aumentar la pobreza de la tierra, generando migraciones, enfermedades y muerte. Se necesita, por tanto, una respuesta colectiva y creativa por parte de todos ya que “el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta” (Laudato Si’, 48).

La pandemia por la Covid-19 es solo una de las múltiples causas de muerte en el mundo, sobre todo en países en vías de desarrollo. Los líderes mundiales han probado nuestra “interconectividad” con su respuesta agresiva para atacar la pandemia buscando solidaridad entre ellos, sobre todo entre los países en vías de desarrollo, con la provisión de personal médico y equipamiento, además de sostenimiento económico; la misma solidaridad la siguen expresando numerosos grupos religiosos, personas individuales, agencias y organizaciones. Esto nos muestra que hay luz al final del túnel. Así, todas las manos deben estar actuando, en el espíritu de la Laudato Si’, para detener la ola de factores que muestran al ser humano como un tirano antropocéntrico que no se preocupa por las demás criaturas de Dios.

Joachim U. Nwaorgu CM.
Provincia de Nigeria.

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