Ya en su nuevo natal como en el Seminario de Montauban,desde su tierna infancia empezaron tanto sus compatriotas como sus colegas a llamarlo “le petit saint”. No se trata de la tradicional literatura rosa y almibarada que nos ha presentado santos sin defectos. Sus contemporáneos afirmaban, que tenía una rica personalidad que siempre irradiaba bondad, cercanía e impresionante rectitud. Su corta pero enjundiosa vida nos va a confirmar que ni los suyos, ni los paisanos, ni los feligreses y menos sus hermanos de comunidad se arrepintieron de haberlo designado así.

Ninguno de nuestros hermanos mayores con aureola, ha impactado tanto a los jóvenes en el camino vocacional vicentino como el P. Perboye. Primero, porque le cupo el honor de llegar a la gloria de Bernini luego del resplandeciente sol del Fundador, y porque su figura fascinante conquistó el corazón de muchos jóvenes, ayer y hoy y lo hará mañana, mostrándonos el camino de la vocación misionera hacia las filas de la Compañía del Señor Depaúl.

Sólo tres breves pinceladas de su rica humanidad y santidad, dejarán inquieto el corazón ardiente de nuestra muchachada de hoy, ¿y por qué no el de nosotros y devolvernos al primer amor? (Ap.2,4):

  1. En aquellos días brotó un renuevo…” Jer.33,15.: El hogar Pedro Perboyre y María Rigal recibió la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor (F.C. 17) que Dios les había dado en sus8 hijos. Glosando a M. Raymond la llamaremos también “la familia que alcanzó a Cristo”: Seis dedicaron sus existencias al Señor en la vida consagrada (3 Misioneros Vicentinos, 2 Hijas de la Caridad y una Carmelita), y los otros 2 se santificaron “amando a Dios con el sudor de la frente y el trabajo de sus brazos” (SVP) en las tierras bucólicas de su patria.

Gracias a la intimidad de los afectos familiares, más cercanos y estrechos, la oración cotidiana y fervorosa, el trabajo callado y asiduo, el sentido de pertenencia a la Iglesia, hicieron de esta familia un “lugar pedagógico vocacional” donde brotaron estas almas heroicas, entre quienes descuella nuestro juvenil misionero. En esta familia se hicieron vivas las palabras del Maestro:” Por sus frutos los conoceréis…” (Mateo 7,16-21).

  1. “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Jn. 6, 68: El Señor llama a su mies en diversas horas del día (Mateo 20,1-16) …a Jean Gabriel lo llamó al abrir el alba, y él corrió presuroso al encuentro del Señor, escuchó su voz, siempre tuvo “los ojos fijos” en Jesús (Lc.4. 20). Su cristificaciòn se dio con paso firme y, sin mirar atrás; no sin razón ha sido llamado “alter Christus”.

Oigámoslo en algunos de los apartes que conservamos de él, dejemos que nos abra su corazón:

“Jesucristo, es el gran Maestro de la ciencia; es él solamente el que da la verdadera luz”.

“Sólo hay una cosa importante: conocer y amar a Jesucristo. Cuando estudie, pídale que él mismo le enseñe; si usted habla a alguien, pídale que le inspire lo que debe decir; si hay algo que hacer, pídale que le haga conocer lo que quiere de usted”.

Pero la joya más rica la encontramos en esta oración, fruto de su intimidad con el Maestro, y que no cesaba de orar luego de haber celebrado la Eucaristía diaria:

¡Oh mi Salvador divino!
Por tu omnipotencia, por tu misericordia
infinitas, haz que yo pueda cambiar
y transformarme en Ti;
que mis manos sean tus manos y mi lengua
sea tu lengua; que mi cuerpo y mis sentidos,
 no sean si no para tu gloria.
Pero, ante todo, transforma mi alma y
todas sus potencias: que mi memoria,
mi inteligencia, mi voluntad, sean
como tu memoria, tu inteligencia,
tu voluntad; que mis actos y
mis sentimientos sean como los tuyos.
Y que, así como el Padre dijo de Ti:
Yo te he engendrado hoy”
lo pueda decir también de mí y aún añadir:
“Eres mi hijo amado en quien me complazco”.

  1. “Madre, he aquí a tu hijo” J. 19, 26: El seminarista Perboyre fue ordenado sacerdote el23 de septiembre de 1826, precisamente en la capilla de las Hijas de la Caridad de la calle du Bac, donde cuatro años después ocurrirían las apariciones de la Madre Milagrosa a santa Catalina Labourè.

Casi 5 años más tarde de las apariciones, el 2 de febrero de 1835, el Superior General le concedió el permiso tan anhelado de emprender su viaje misionero a China. El leerá esta designación que le fue dada en el día de la purificación de María, como un signo claro de su protección e intercesión en su camino misionero. Así, con un ligero equipaje y con muchas medallas de la Virgen Milagrosa emprendió su gira misionera hacia el Celeste Imperio. María con su medalla le abrió los corazones de los chinos, para que él sembrara en ellos a su Hijo Jesucristo.

Para nosotros misioneros sacerdotes, hermanos y futuros ministros, abramos el corazón y los oídos para apropiarnos estas palabras suyas e inscribirlas con letras de oro en nuestra vida:

“Hagan como aquellos a quienes sus acreedores apremian y no tienen con qué pagar. ¿No es verdad que piden prestado? Pues bien, pidan prestado a la Santísima Virgen todo lo que necesiten. En ella encontrarán fe, humidad, amor; en una palabra, todo lo que les falta, porque no será con sus disposiciones, sino con las de María, con las que recibirán a Cristo”.

“Pida a María que bendiga sus palabras y sus acciones…Cuando hable, cuando confiese, cuando ofrezca el santo Sacrificio, interese a María en favor suyo. No haga nada sin ella y atraerá abundantes bendiciones sobre todo aquello que emprenda”.

Cuánto quisiéramos seguir ahondando en esta mina de santidad de San Jean Gabriel Perbore. Sencillamente nos asomamos a la superficie, cuanto más podemos escavar para sacar los tesoros que bien necesitamos en nuestro hoy de Dios, y para seguir escalando las escarpadas cimas de la santidad, que con paso vacilante recorremos cada día.

Marlio Nasayó Liévano, c.m.
Provincia de Colombia
Chinauta, Fusagasugà, 4 de septiembre de 2019
Aniversario del Acta de asociación los primeros misioneros.

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