Es el signo del Cielo más difundido en el mundo después de la Cruz”. Así habla el padre Valerio Di Trapani, superior de la casa provincial de los misioneros vicentinos y del Colegio Apostólico Leoniano de Roma, de la Medalla Milagrosa con la efigie de la Virgen que pidió que se acuñara para la novicia Catalina Labouré, santa desde 1947, cuando se le apareció en 1830 en la Rue du Bac, en París. El “primer encuentro”, como le gusta llamarlo al padre Valerio, entre la monja francesa y la Virgen tuvo lugar el 18 de julio. Era tarde y, lo que establecía el fuerte y eterno vínculo con la gran familia vicentina, era la víspera de la que durante tanto tiempo fue la fiesta de San Vicente de Paúl, de la que el joven novicio era especialmente devoto. La fiesta se trasladó posteriormente en el calendario litúrgico al 27 de septiembre, día de la muerte terrenal del padre fundador de las Hijas de la Caridad, la mayor familia religiosa femenina de la Iglesia, a la que pertenecía Santa Catalina. Un aniversario importante, por tanto, para los consagrados y consagradas que, 192 años después, siguen difundiendo el mensaje de “Monsieur Vincent”, como llamaban sus compatriotas a Vicente de Paúl (nacido en Gascuña en 1581).

“María está siempre con nosotros, está cerca de nosotros”, exhorta el padre Di Trapani, haciéndose intérprete de un mensaje “todavía válido, hoy más que nunca, en un tiempo lleno de miedo dictado también por las circunstancias”, que los hijos e hijas de San Vicente han decidido relanzar con una iniciativa que tiene sabor a misión: María Peregrina. En concreto, una peregrinación de Norte a Sur, por toda Italia, de comunidad en comunidad, de parroquia en parroquia, de la estatua de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa con el consuelo de los vicentinos.

“Todo surgió de un encuentro con el Santo Padre el 11 de noviembre de 2020”, reconstruye para María con te el padre Vale- rio Di Trapani, coordinador nacional de la iniciativa. “En esa ocasión, en la que participaron, además de mí, el Superior General de la Congregación de la Misión, el Padre Tomaž Mavric, y el Padre Provincial, el Papa Francisco elogió la estatua de Nuestra Señora de la Rue du Bac que habíamos traído, 190 años después de las apariciones a Santa Catalina Labouré, y estando en medio de la pandemia, nos invitó a llevarla en peregrinación como signo de esperanza. Así lo hicimos y lo seguimos haciendo, con una novedad: nuestra misión se ha transformado en “Tres días con María””.

Padre Valerio, ¿puede explicar la evolución de este hermoso proyecto?

“Después de un año de peregrinatio, regresamos al Papa el 26 de noviembre de 2021. Sólo que esta vez éramos mil personas, ya no sólo tres, lo que atestigua la gran participación de toda la familia vicentina y del pueblo en el proyecto. Lo cual fue más allá de lo que esperábamos, si es cierto que hasta la fecha se han visitado más de 200 parroquias a petición suya. Una participación extraordinaria, que llenó de alegría al Santo Padre, hasta el punto de que fue él quien nos instó a seguir adelante y a ampliar la presencia de María en cada uno de los lugares tocados por la peregrinación”.

¿Puede decirnos qué le dijo el Papa Francisco en esta segunda e importante ocasión?

“Nos animó a seguir en nuestra misión bajo la guía del Espíritu Santo: ‘En estos meses de pandemia, vuestra misión ha traído esperanza’, nos dijo, ‘haciendo que muchos experimenten la misericordia de Dios’. Pienso en particular en los solitarios, los enfermos de los hospitales, los que viven en las cárceles, en los centros de acogida y en las “periferias existenciales”. Y luego nos dio las gracias “porque habéis dado testimonio del estilo de la Iglesia saliente que llega a todos, empezando por los excluidos y marginados”. Continuad por este camino”, fue su exhortación, “y abríos cada vez más a la acción del Espíritu Santo, que infunde la fuerza para anunciar con audacia la novedad del Evangelio”. Una invitación, la del Papa Francisco, que aceptamos con gran alegría, llevando la experiencia mariana a tres días en cada comunidad individual y añadiendo, respecto a la primera fase de la iniciativa, visitas a las familias. “Seguramente seguiremos hasta el 2030, año que marcará un aniversario importante para nosotros los vicentinos, el 200 aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen a Santa Catalina: La Madre de Dios eligió a una hija de la Caridad, una “hija” de San Vicente de Paúl, para manifestarse, entre julio y diciembre de 1830, en el seminario de la Rue du Bac, centro de la espiritualidad vicentina.  La Virgen eligió a Catalina, entonces una joven novicia que ya había tenido el don de ver el corazón de San Vicente, prediciéndole acontecimientos que envolverían y abrumarían a Francia, una segunda revolución y luchas fratricidas, y sobre todo confiándole una gran misión. Decirle al mundo que María estaba allí para ayudar a su pueblo. Del mismo modo, los vicentinos, hoy, sentimos que debemos continuar esta misión: llevar a María y su conocimiento a todos, especialmente a los más necesitados.

¿Hasta cuándo llevarás a María en peregrinación entre la gente?

Adelante, pues, durante al menos otros ocho años.

Mientras tanto, padre Valerio, ¿intentamos hacer un balance, aunque sea parcial, de esta misión suya? ¿Ha habido algún caso llamativo de curación del espíritu o del cuerpo durante la peregrinación de María?

“Hemos recogido muchos testimonios, pero los episodios más significativos son tres. La primera tuvo lugar en Apulia, en plena pandemia: los hermanos vicentinos encargados de llevar la estatua de la Virgen a una comunidad no sabían que la zona era “roja”, así que fueron a la iglesia que había pedido recibir la sagrada efigie, la encontraron abierta y colocaron allí a la Virgen. Pues bien, a pesar de las prohibiciones impuestas por la emergencia sanitaria, comenzaron a llegar cada vez más creyentes. La iglesia se llenó. Uno de ellos, al que le habían diagnosticado recientemente un cáncer, se quedó todo el día rezando delante de la estatua de la Virgen. Se puso en contacto con nosotros después para decirnos que se había sometido a nuevos exámenes, poco después de su encuentro con la Virgen Peregrina, y que esos exámenes no habían encontrado ningún mal. No menos valiosos son los casos de con-versión de corazones que se han producido y que seguimos registrando en cada etapa. Entre ellos se encuentra el caso de una niña de los Abruzos que no había entrado en una iglesia ni se había confesado desde antes de Covid, y que vivió las peores etapas de la pandemia como un castigo. Yo mismo escuché su confesión y soy, por tanto, testigo directo de su regreso a una vida plena de fe en Dios. Finalmente, entre muchos otros, está el caso de una chica sudamericana en Roma, que descubrió su vocación en nuestra peregrinación: sigue en camino con las hermanas vicentinas. Por no hablar de la gracia de poder compartir la atención pastoral con tantos sacerdotes, que sufrieron la soledad en los meses más oscuros de la pandemia: recuerdo a uno de ellos, párroco de una pequeña ciudad, que lloró cuando nos fuimos…”.

Padre Valerio, reconozcámoslo: hace falta una organización no muy diferente para seguir recorriendo Italia llevando el mensaje de María y el carisma de San Vicente. ¿Cómo se hace?

“Es como si hubiera una dirección desde arriba, y así ha sido desde el primer momento. Desde el encuentro con el Papa: todo surgió espontáneamente, como si hubiera un plan mayor. La Virgen llega a todo el mundo y va a todas partes, simplemente tuvimos y tenemos la alegría, la gracia de poder compartir su obra y facilitarla.

Nicoletta Giorgetti

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