El derecho a la elección individual se ha convertido superior al derecho inalienable a la vida

La presentación de un proyecto de ley, presentado el 7 de octubre de 2022 por Mathilde Panot, podría ser una oportunidad para replantear el debate sobre las ventajas del “derecho al aborto”, ya que su inclusión en la Constitución francesa el 29 de octubre de 2023 por Emmanuel Macron lo convierte en un derecho fundamental. Emmanuel Macron, europeísta y progresista convencido, sigue el pensamiento dominante en la mayoría de las cuestiones “sociales” y siempre ha promovido el avance de los derechos individuales.

El derecho, del latín medieval directum, que significa ‘lo que es justo’, debe regular las relaciones humanas y basarse en la defensa de la persona y la justicia. Si es fundamental, del latín fundamentalis, que significa ‘base’, el derecho sirve de fundamento a un sistema, a una institución. Por tanto, un derecho fundamental debe coincidir con los derechos “inalienables y sagrados” mencionados en el primer artículo del preámbulo de la Constitución francesa de 27 de octubre de 1946, es decir, los derechos naturales, el conjunto de derechos que posee cada individuo por pertenecer a la humanidad y no a la sociedad en la que vive. El derecho natural, intrínseco a la humanidad, universal e inalterable, incluye en particular el derecho a la vida y a la salud.

El aborto, con su inclusión en la Constitución francesa, se convirtió así en una norma, una ley fundamental que responde a la necesidad moral de justicia, base misma de la estructura de la sociedad.

Contradicción de derechos

Sin embargo, existe una contradicción entre el aborto, el acto de quitar la vida a un ser humano por otro ser humano, es decir, la prohibición moral de matar, ya que el aborto significa matar, y el derecho humano natural e imprescriptible a la vida. ¿Por qué entonces no hay debate en Francia y por qué la oposición al aborto en Polonia se considera retrógrada y medieval?

Desde 1970, el aborto se considera el símbolo de la “lucha por la emancipación de la mujer”, implícitamente el derecho a la autonomía reproductiva y a la libertad sexual. Este derecho es esencialmente individualista; la mujer, gracias a la “soberanía de su cuerpo”, es la única que puede decidir.

La intención descrita en este proyecto de ley es abiertamente “proteger y garantizar el derecho fundamental a la interrupción voluntaria del embarazo”, que se deriva “del principio general de libertad establecido en el artículo 2 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 (…) para interrumpir un embarazo”. Como recuerda Françoise Laurant, Presidenta de la Comisión de Sanidad, en el diario Le Monde del 7 de noviembre de 2013, poner en cuestión el aborto es “sacar a la luz un discurso que culpabiliza a las mujeres (…) que puede vivirse como una humillación”.

Aunque “mi cuerpo, mi elección” es una premisa deshonesta, ya que el feto no forma parte del cuerpo de la mujer, sino que éste lo alberga temporalmente, la realidad biológica de un embarazo es la de dos cuerpos, de dos ADN distintos y únicos, que viven en simbiosis durante un periodo determinado.

Deshumanización del feto

El discurso feminista lleva mucho tiempo deshumanizando al feto al definirlo como un mero “bulto de células”, presumiblemente para reducir la culpabilidad de las mujeres que se someten a un aborto… Y esta deshumanización se ha normalizado, Amnistía Internacional considera el aborto como una “cura básica para millones de mujeres o niñas” que consiste en “extirpar el contenido del útero”.

Es bueno examinar este contenido y comprobar que el feto es biológicamente un ser humano, ya que posee todas las características específicas y naturales del Homo sapiens. A las 16 semanas de amenorrea, la duración del embarazo desde la última menstruación y el periodo legal de aborto, el feto posee los mismos órganos que el resto de nuestra especie, un corazón que late a 140 pulsaciones por minuto, una cabeza que gira, manos pequeñas y ágiles que agarran, tiran, empujan, juegan

El feto posee todas las características propias de la especie humana según su edad, y siendo menor de 18 años puede definirse, según la Convención de la UNESCO sobre los Derechos del Niño de 1989, como un niño, pero no tiene derechos a menos que su madre decida lo contrario.

Según el artículo 6 de la Convención de la UNESCO de 1989, “los Estados Partes reconocen que todo niño tiene un derecho innato a la vida”. El derecho al aborto va en contra del derecho a la vida, que debe ser superior a todos los demás, porque sin vida no hay libertad ni humanidad.

El término aborto, del latín ‘abortare’, significa ‘morir al nacer’, pero también aquello que no pudo alcanzar su pleno desarrollo. La interrupción voluntaria del embarazo elimina “lo que crece en el cuerpo”, el embrión o feto, el “niño”. El aborto no puede ser un acto de “curación”, porque el objetivo no es curar, sino causar la muerte, y esto sólo en respuesta a la voluntad y el deseo de la mujer, excluyendo de hecho a los hombres o futuros padres de este debate.

Si Francia, como muchos otros Estados europeos, defiende el derecho natural y sagrado a la vida de los niños, ¿cómo puede convertir el aborto en un derecho constitucional?

Normalización del aborto

Hoy, en la mayoría de los países europeos, el aborto se ha normalizado. No hay más debate que ampliar cada vez más la duración legal, de 10 a 14 semanas, de 14 a 16… o incluso ampliar los motivos, psicológicos, sociales o incluso económicos.

El 26 de noviembre de 1974, en su discurso ante la Asamblea Nacional, Simone Veil proclamó que “el aborto debe seguir siendo la excepción, el último recurso para las situaciones sin salida”. Su convicción era que “ninguna mujer recurre a la ligera al aborto” y que admitir “la posibilidad de un aborto es necesario para controlarlo y, en la medida de lo posible, disuadir a la mujer de ello”.

¿Por qué en 2024 las sociedades progresistas ignoran estas creencias y convierten el acto de matar a un ser humano en libertad y derechos individuales? No debemos ignorar el exorbitante coste humano de este derecho, 44 millones de abortos en todo el mundo en 2022, incluyendo 227.300 en Francia, 90.189 en España y 63.653 en Italia. En estos momentos de preocupación por el declive demográfico en Europa y en el mundo, sería el momento de abrir los ojos, debatir y sobre todo, como cristianos, dar testimonio de la Verdad.

Emilie Vas
Encargada de negocios de la Congregación de la Santa Cruz
Curia general

fuente OMNESE