La Misión de la Provincia Oriental de Estados Unidos en Panamá

La Misión de la Provincial Oriental de Estados Unidos en Panamá

por John Prager, C.M.

Provincia de U.S.A.-Eastern

Antecedentes

La peculiar geografía del Istmo ha marcado la historia y desarrollo de Panamá durante siglos. En tiempos de la colonia las mulas transportaban gente y mercancías a lo largo de las escasas cincuenta millas entre los océanos. A mediados del siglo XIX, el primer ferrocarril transcontinental reemplazó a la antigua carretera española a través de la jungla. En 1914 la apertura del Canal de Panamá acreció la importancia de Panamá como centro de comercio y transporte.

Los primeros miembros de la Familia Vicenciana en llegar al istmo fueron las Hijas de la Caridad y los Misioneros de la Congregación que atravesaron el Canal en su viaje de Emmitsburg a California en los años 1850. La presencia vicenciana se hizo más estable en 1875 cuando las Hijas de la Caridad, expulsadas de México, abrieron una escuela en la ciudad de Panamá. Los cohermanos de la Provincia del Pacífico, que incluía a los miembros de la Congregación de Centroamérica y de la costa del Pacífico en Sudamérica, visitaban a las Hermanas de tiempo en tiempo. Finalmente, en 1880, la Congregación abrió una casa en la ciudad de Panamá para la predicación de misiones y capellanía de las Hermanas.

En las dos últimas décadas del siglo XIX los franceses comenzaron a construir un canal entre los dos mares. Los campos de construcción atrajeron trabajadores y comerciantes de todas partes. Miles murieron a causa de las precarias condiciones de los campos y especialmente a causa de la malaria y de la fiebre amarilla. Sacerdotes itinerantes, muchos de dudosa reputación, se encargaron del ministerio pastoral en los campos. Los cohermanos predicaron misiones en francés y español a los trabajadores y ejercieron de capellanes en el hospital francés dirigido por las Hijas de la Caridad.

En 1903, Panamá se separó de Colombia y se constituyó en nación independiente. Estados Unidos pronto negoció un tratado con el francés Philippe Bunau-Barilla, quien estaba más interesado en vender las propiedades de la compañía francesa del Canal que en promover la soberanía de Panamá. Cuando la delegación diplomática panameña llegó a Washington, se vio obligada a aceptar un acuerdo que concedía a Estados Unidos una zona de cinco millas de ancho a ambas orillas del proyectado canal, cortando así el país, de hecho, en dos mitades. De frente a la realidad política y económica del expansionismo norteamericano, al novato gobierno panameño no le quedó otra elección que aceptar el tratado.

Comienzos de la Misión Vicenciana Norteamericana

Cuando Estados Unidos reemprendió la construcción del Canal, miles de trabajadores de Norteamérica y de las islas caribeñas de habla inglesa fueron llegando, en oleadas, a Panamá. Los cohermanos franceses y latinoamericanos, que habían estado trabajando en Panamá desde los días del proyecto francés del Canal, continuaron dando misiones y atendiendo con otras actividades pastorales a los recién llegados. Enseguida resultó evidente, sin embargo, que su falta de dominio del inglés dificultaba sus esfuerzos de evangelización.

En 1909, el P. Allot pasó por Filadelfia de viaje para su nativa Francia. Invitó a la Provincia Oriental a que enviara cohermanos para predicar misiones en los campos de trabajo. En enero de 1910 la Provincia envió a Panamá al P. Tomás McDonald para ayudar en las misiones durante la estación seca. Por algunos años la Provincia continuó mandando misioneros cada verano.

El Obispo Vicenciano de Panamá, Guillermo Rojas y Arrieta, empezó a pensar en las necesidades pastorales permanentes de los católicos de la nueva Zona del Canal. Los campos de trabajo iban desapareciendo en la medida que la obra del Canal llegaba a su término y se iban creando comunidades estables de norteamericanos. Se necesitaban sacerdotes que dominaran el inglés y que entendieran las costumbres y cultura del Norte. En 1913, Mons. Rojas pidió a la Provincia Oriental que se hiciera cargo pastoralmente de toda la zona. Previo el diálogo y estudio, Tomás McDonald fue enviado en 1914 a poner las bases del nuevo trabajo.

Al inicio McDonald vivió con los cohermanos de la Provincia del Pacífico en Empire y Gorgona. Pronto los otros cohermanos se retiraron, y él trasladó su residencia a Balboa. McDonald empleó un sistema que había probado con éxito durante sus años de misionero en Alabama. Se estableció una casa-misión cerca de una estación ferroviaria. Los cohermanos irían por tren a visitar a las comunidades de católicos de la zona del Canal. Se construyeron en la parte del Pacífico de la zona del Canal una amplia casa cural y la iglesia de Santa María. En 1915, un cohermano fue enviado a la costa atlántica para atender a los católicos de habla inglesa en Colón y Cristóbal.

Consolidación del apostolado inglés

La vida para los norteamericanos blancos en la zona del Canal era semejante a la de las comunidades de Florida. La Compañía del Canal, un departamento del Gobierno de Estados Unidos, se esforzó por proporcionar a sus empleados norteamericanos un estilo de vida atractivo y confortable. Consiguientemente el ministerio desarrollado por los cohermanos en la zona del Canal fue similar a las prácticas pastorales en Estados Unidos. Las mismas asociaciones parroquiales y actividades que los cohermanos habían conocido en el Norte fueron fácilmente transfiriéndose a la colonia de Estados Unidos en Panamá. Ello facilitó a la Provincia el envío de hombres a la misión al ser insignificante la aculturación y no necesitarse el estudio de una lengua. Se hizo regular el enviar cohermanos para dos o tres años de pastoral en la zona del Canal y trasladarlos después a Estados Unidos.


Los norteamericanos no eran los solos católicos de habla inglesa en la zona del Canal y áreas adyacentes. Miles de trabajadores afro-antillanos habían llegado a Panamá durante la construcción del Canal. Algunos permanecieron en la zona del Canal, mientras que otros se fueron a la ciudad de Panamá y a Colón. La segregación racial era la política institucional de la administración de la zona del Canal. Se daban separación y desigualdad en las condiciones de vida, en los salarios y beneficios. La actitud segregacionista se extendió a la Iglesia. A pesar de los esfuerzos de los cohermanos por integrar las comunidades parroquiales, existía fricción entre las razas. En 1921, los católicos provenientes de las Indias Occidentales pidieron al Obispo una separada parroquia propia para ellos. Se la concedió y pidió a los cohermanos que se hicieran cargo de la nueva Parroquia de San Vicente para los católicos de color. Para 1925, la nueva iglesia estaba levantada en la ciudad de Panamá, justamente en la calle enfrente de la zona del Canal.

En la costa atlántica del Istmo, los cohermanos se encargaron de la Iglesia de San José, en Colón. En 1919, construyeron una casa cural y la Iglesia de la Medalla Milagrosa para los residentes de la zona del Canal. En 1926, se empezó el trabajo para los católicos de color en la nueva Iglesia de San José. Más que crear una infraestructura, los cohermanos hicieron grandes esfuerzos en evangelizar. El P. Pedro Burns, que trajinó las calles de Colón y visitó a los pobres en sus casas durante 25 años, es todavía venerado como un santo después de más de cincuenta años de su muerte.

En 1917, el Obispo Rojas y Arrieta pidió a los cohermanos que aceptaran un compromiso temporal en Bocas del Toro, remota provincia escasamente poblada, en la costa del Caribe. Un sacerdote diocesano alemán, ayudado algunas veces por los Padres Vicentinos alemanes de Costa Rica, había atendido a las estaciones de misión en Bocas del Toro durante muchos años. Cuando Panamá entró en la Primera Guerra Mundial poniéndose de parte de los aliados, los ciudadanos alemanes fueron internados o expulsados. El P. Robert Schickling fue enviado, como párroco provisional, para los católicos que vivían en las plantaciones de plátano de la United Fruit Company y para las pequeñas comunidades esparcidas a lo largo de la costa caribeña. Este compromiso temporal se hizo permanente en 1920 y duró hasta 1964. Para cuando los cohermanos se retiraron, habían establecido residencias en la Isla de Bocas del Toro y en tierra firme en Almirante y Changuinola. Visitaban las plantaciones bananeras por tren y las comunidades de la costa por barco. Se abrieron escuelas y se levantaron iglesias. El contacto con los pueblos indígenas de las montañas se había empezado en los últimos años de la estancia de los cohermanos al cargo de esta inmensa área.

Comienzos del apostolado hispano

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, el Arzobispo Beckmann, C.M., se preocupó de la evangelización de la parte oeste de Panamá, en la Provincia de Chiriquí, a lo largo de la frontera con Costa Rica. Puerto Armuelles, centro de operaciones en el Pacífico de la United Fruit Company, había estado sin cura párroco durante bastantes años. Las sectas protestantes habían llenado el vacío y ejercían activamente el proselitismo en el área de las plantaciones bananeras. El Arzobispo pidió a la Provincia Oriental que enviara algunos cohermanos a la Zona. En 1948, llegó el P. John McNichol para hacerse cargo de la Parroquia de San Antonio, en Puerto Armuelles.


Los cohermanos se lanzaron a evangelizar la nueva Parroquia que se les había confiado. Los PP. James Gleason y William Grass causaron un tremendo impacto en las gentes de la Parroquia. Establecieron asociaciones parroquiales y visitaron a la gente en sus casas. Se fundó una escuela secundaria para los niños y se puso en marcha una cooperativa de ahorro y préstamo para los obreros de las plantaciones. Se levantó una grandiosa iglesia.

En 1950 el Arzobispo Beckmann pidió, de nuevo, a la Provincia Oriental misioneros para una Parroquia en Chiriquí. El P. Edward Gómez fue enviado para comenzar el trabajo en la inmensa Parroquia de Concepción. La Parroquia se extendía por cerca de dos mil millas cuadradas e incluía una cuantas pequeñas ciudades y más de cien aldeas en un área con pocas carreteras.

Tres años después de haber aceptado la Parroquia en Concepción, la Provincia Oriental fundó un colegio de secundaria en la ciudad de David, Chiriquí. Los padres de familia habían pedido al Arzobispo una escuela de secundaria. Una vez más, el Arzobispo se dirigió a los cohermanos norteamericanos quienes prontamente respondieron enviando al P. John Cusack. Se le unieron enseguida otros cohermanos en el nuevo Colegio San Vicente de Paúl. Este colegio de secundaria gozó de buena reputación académica, pero siempre tuvo dificultades económicas. En 1968 se entregó a la Diócesis.

La expansión a Chiriquí de los Vicentinos norteamericanos comportó cambios para la misión en Panamá. En primer lugar, el número de cohermanos asignados a Panamá se duplicó a casi 35. Este incremento de personal fue posible por las ordenaciones numerosas a raíz de la guerra y por la pérdida de la misión de la Provincia Oriental en China.

El segundo cambio para la misión en estos años fue la necesidad de estudiar el español y de comprender la cultura panameña. El conocimiento del español había sido siempre útil, pero no necesario para ser destinado a Panamá. Como los cohermanos trabajaban primordialmente con las gentes de habla inglesa en la zona del Canal, y por lo regular permanecían allí por sólo dos o tres años, compromisos de larga duración con la misión no fueron norma antes de la Segunda Guerra Mundial. Los nuevos trabajos en Chiriquí, que requerían el estudio de la lengua y cultura, significaron que los cohermanos destinados ahora a la misión de Panamá tenían que pensar en términos de un compromiso con la misión más largo.

Medellín y sus consecuencias

Poco después de la conclusión del Concilio Vaticano II, los obispos latinoamericanos se reunieron en Medellín, Colombia, para reflexionar sobre las implicaciones del Concilio para el continente latinoamericano. Los obispos comenzaron analizando la situación social y eclesial de Latinoamérica. Elaboraron una serie de documentos tendentes a responder a esa realidad. Hicieron una llamada profética en favor de la justicia y claramente pusieron a la Iglesia y sus recursos de parte de los pobres. La Conferencia de Medellín, seguida por la Asamblea de Puebla en 1979, inspiró a toda una generación de teólogos y agentes de pastoral de Latinoamérica. La Teología de la Liberación trató de crear una nueva manera de reflexionar sobre el mensaje cristiano desde la perspectiva del pobre. Surgieron en todo el continente pequeñas comunidades de cristianos comprometidos. Las implicaciones sociopolíticas del Evangelio provocaron un buen número de iniciativas prácticas.


En Panamá el 1968 marcó el inicio de 22 años de gobierno militar. La desaparición del P. Héctor Gallego en 1971 y el asesinato de nuestro cohermano Nicolás van Kleef, en 1989, fueron sólo dos ejemplos de los muchos abusos contra los derechos humanos durante esos años. La Iglesia fue una de las pocas instituciones capaces de cuestionar el régimen y sus actos. Las cartas pastorales de los obispos, así como las palabras y obras de muchos agentes de pastoral, originaron frecuentes tensiones entre la Iglesia y el gobierno militar.

En 1979, después de años de negociaciones, Panamá y Estados Unidos ratificaron los Tratados Torrijos-Carter. Por ellos comenzó la gradual devolución de la zona del Canal a Panamá, la retirada de Estados Unidos de todas las bases militares y, finalmente, el control total por parte de Panamá del Canal.

La norteamericana misión vicenciana en Panamá se vio profundamente afectada por las corrientes políticas y teológicas presentes en Latinoamérica. Tres áreas preocuparon de particular manera a los cohermanos:

1. La promoción del laicado

Medellín y las subsiguientes asambleas de la Conferencia Episcopal Latinoamericana hicieron una llamada a que se constituyera a los laicos en activos protagonistas de la nueva evangelización. En la parroquias Vicencianas de Chiriquí era ésta una peculiar necesidad, dados la extensión del territorio y el gran número de ciudades y aldeas atendidas por los cohermanos. Se establecieron programas de formación de laicos en el Centro Héctor Gallego para Concepción y en el Centro Óscar Romero para Puerto Armuelles. Ministros laicos preparados en estos centros de formación se encargaron de la evangelización en cada comunidad. Ello proporcionó un cuidado pastoral y catequesis más consistentes. En el marco urbano de Colón ministros laicos participaban en los programas diocesanos de formación.

En los últimos años de los 60 y primeros de los 70 se iniciaron en Chiriquí y Colón equipos pastorales. Representantes laicos de los sectores geográficos o de los grupos pastorales de las parroquias se reunían con los cohermanos todos los meses para programar y evaluar las actividades pastorales de la zona.

2. La opción por los pobres

La misión norteamericana vivió siempre la preocupación por los pobres. Después de Medellín, esta preocupación asumió una forma diferente. La promoción del laicado, que se acaba de mencionar, implicó a los pobres más directamente en el proceso de evangelización. Una nueva conciencia de las causas de la pobreza creó una mayor sensibilidad sobre la necesidad de implicarse en los problemas sociopolíticos. Se hicieron esfuerzos, especialmente a través de las comunidades cristianas de base, para ayudar a las gentes a organizarse ellos mismos en orden a responder a las necesidades de sus propias comunidades.

3. "Indigenización" de la Misión


La Misión en Panamá comenzó como un servicio a las comunidades de habla inglesa en la zona del Canal y alrededor. Durante décadas todo el personal llegaba de Estados Unidos. Como resultado, la perspectiva de la misión estaba orientada hacia el Norte. La fundación de casas fuera de la zona del Canal originó una mayor sensibilidad e interés por los asuntos y cultura panameños. El reconocimiento de la necesidad de ulterior inculturación de la misión se hizo prominente después de Medellín.

En los últimos años 50 los primeros estudiantes panameños fueron enviados para sus estudios a Estados Unidos. Con el tiempo, más de 20 estudiantes fueron a estudiar allí. Seis volvieron ya sacerdotes. Los problemas con la lengua y cultura, sin embargo, movieron a la misión a buscar otra manera de preparar a los panameños deseosos de entrar en la Congregación. En 1977 se abrió en Concepción una pequeña residencia para los candidatos. Dos años más tarde se compró una casa para los estudiantes de filosofía en Ciudad de Panamá. En 1984 se abrió el seminario interno en Boquerón, Chiriquí. Por algún tiempo los estudiantes fueron enviados a estudiar teología a México. En 1991 se abrió un estudiantado en Ciudad de Panamá, cerca del seminario mayor. La mitad de los cohermanos en la misión son actualmente nativos.

Mirando al futuro

La Misión en Panamá puede mirar retrospectivamente a los 85 años de servicio a los pobres. Pero tiene que mirar también al futuro. Con la entrega del Canal a Panamá y el éxodo de los norteamericanos, el servicio pastoral a los de habla inglesa dejó de ser una prioridad. Se están experimentando y desarrollando medios de reforzar las recién establecidas obras en favor de los pobres en las prisiones y de los indígenas de Ngobe, cerca de Soloy; así como las establecidas en Chiriquí y en la zona del Darién, que confina con Colombia. Quizá lo más importante: la presencia de más y más cohermanos panameños y de menos norteamericanos está indicando la necesidad de una entidad nueva. En este sentido, está en proceso de preparación un plan para una Provincia Panameña de la Congregación. Hay que afrontar todavía algunos obstáculos, especialmente la actual dependencia económica de la Provincia Oriental y la estabilización del programa vocacional. El plan final propone pasos concretos para guiar a la misión en los comienzos del nuevo milenio.

(Traducción: RAFAEL SÁINZ, C.M.)


Un tratamiento más amplio de la historia de la Misión en Panamá puede verse en los siguientes trabajos: CONTE, Antonio: “100 Años de Labores en Centroamérica y Panamá”, Guatemala, 1960; SWAIN, Robert: “A History of the American Vincentian Fathers in Panama”, en Vincentian Heritage 3 (1982), pp. 43-98; UDOVIC, Edward: “Go Out to all the Nations: The Foreign Missionary Apostolate: 1914-1987", en The American Vincentians, (Nueva York, 1988), bajo la dirección de John Rybolt, pp. 347-369.

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