El asesor de los movimientos vicencianos

El asesor de los movimientos vicencianos

P. Lauro Palú, C. M

Roma, 8 de diciembre de 1997.

La primera inspiración para los que trabajamos en la "asesoría" de los movimientos laicos hoy llamados vicencianos viene justo de san Vicente y santa Luisa. Después de haber iniciado las Cofradías de la Caridad, san Vicente les dio sus reglamentos (conocemos muchísimos de ellos, para cofradías femeninas, cofradías de hombres o mixtas). Los Misioneros deberían fundar nuevas "Caridades" donde predicasen las misiones y establecerlas en todas sus obras. Sobre todo san Vicente formó a santa Luisa para que fuera la primera "asesora" de las "Caridades", su animadora y formadora.

San Vicente era un hombre práctico. Quería el censo de los Pobres verdaderamente necesitados, quería saber el precio de las cosas en cada región, pedía que cortaran la carne en pedazitos si el enfermo no tenía dientes, - mil detalles que indican la grandeza de su amor. (Me parece que en la riqueza extraordinaria de detalles prácticos encontramos la mano de muchas colaboradoras de san Vicente, antes incluso de santa Luisa). Era un hombre de fe, inspirado en el Evangelio, la persona, las palabras y los modos de actuar de Jesucristo. Había que servir a los Pobres con dulzura, mansedumbre, cordialidad, paciencia, cariño, respeto, devoción. Hablaba de los Pobres como sacramentos de Jesucristo: hay que ver a Jesucristo en los Pobres. Decía que los Pobres son nuestros maestros y nuestros amos (a las Hijas de la Caridad, que sus dueños). En otros momentos, san Vicente decía que había que ver a los Pobres con los ojos de Jesucristo, con la estima que él tenía por ellos; decía que, para hacer las cosas de Cristo, debemos revestirnos de su espíritu, que una Congregación lo puede todo si está animada por el espíritu de Dios, que debemos en todo actuar con el sentir de Jesucristo, etc. Como verdadero profeta, san Vicente denunció los males a los que estaban sometidos los Pobres, anunció su dignidad y el proyecto de Dios de salvarlos por Jesucristo y realizó acciones transformadoras en favor de los Pobres.

San Vicente era un extraordinario organizador de las buenas voluntades, atento a los detalles que asegurasen el buen funcionamiento de las obras, su continuidad y desarrollo a lo largo del tiempo. Todo se basaba en el contacto personal con los Pobres y en el amor que les dedicaba y sabía inspirar a sus colaboradores.

Superando los esquemas del clericalismo, san Vicente supo confiar en los laicos, a quienes sabía encontrar, formar y después enviar a los más necesitados, donde se encontrasen, donde se escondieran. De manera especial, supo confiar en las mujeres y atribuirles responsabilidades sociales y eclesiales muy concretas y que exigían mucho empeño. Conociendo el potencial evangelizador de los Pobres, activó también el potencial apostólico de aquellos a quienes preparaba para el servicio de los Pobres, que los cuidaran material y espiritualmente, de manera integral, cuerpo y alma, individuos y familias, en el hospital y cuando regresasen a sus hogares, dando de comer y propiciando semillas e instrumentos agrícolas, etc. En eso de lo corporal y lo espiritual, ciertamente san Vicente fue ayudado por la experiencia de los laicos y especialmente de las Hijas de la Caridad. La evangelización será integral e irá más lejos que el simple anuncio del Evangelio, superando el mero asistencialismo y llegando a la promoción. Tanto a las Voluntarias como a las Hermanas, san Vicente decía que con su bondad era como revelaban a los Pobres la bondad de Dios (SVP, X, 924; IX, 241-242).

"Así podemos ver en san Vicente el modelo del asesor, viendo en él al hombre que parte de la realidad; al creyente (sacerdote) que ve a Cristo en el Pobre, que exige para él el máximo respeto, que no separa el amor de Dios del amor del prójimo; al organizador; al sacerdote que confía plenamente en el laico y concretamente en la mujer; al hombre de talento práctico, que presenta claramente los objetivos y los medios de las Cofradías, que busca la promoción integral de la persona, que comunica su carisma a todos, para bien de los Pobres. Todo eso lo inculca san Vicente a santa Luisa, su fiel y eficiente colaboradora, y a las Damas, en sus conferencias y homilías" (Quevedo, Alvaro. Asesoría en la AIC. En Revista CLAPVI, n. 59, 1988; pág. 212).

Nuestra tarea de ayudar a los laicos vicencianos

El Estatuto 7 de la Congregación dice: "Los misioneros tendrán especial cuidado de las Asociaciones de laicos fundadas por san Vicente o que dimanan de su espíritu, pues como tales tienen derecho a que las asistamos y fomentemos. Si bien todos los misioneros deben estar preparados para prestar dichos servicios, es necesario, sin embargo, que haya algunos más versados en este cometido. Procúrese que esta animación tenga una dimensión espiritual, eclesial, social y cívica".

Hay aquí dos realidades complementarias: el derecho de los laicos a nuestra ayuda y nuestro deber respecto de ellos. Y en ese Estatuto hay también dos prescripciones para nosotros: algunos deben especializarse como asesores de los movimientos laicos y todos deben darles su ayuda con una orientación vicenciana, aquí descrita con las dimensiones espiritual, eclesial, social y cívica. Al reflexionar sobre la tarea y las cualidades de los animadores de los movimientos laicos vicencianos, habrá que profundizar qué significan estas varias dimensiones.

En un estudio sobre el papel de los asesores vicentinos hoy (publicado en la revista CLAPVI, año XXII, n. 93, 1996; págs. 324-336), el P. Antonio Elduayen desarrolla así las dimensiones que debemos dar a nuestra asesoría: Religiosa: vida espiritual, sacramentos, celebraciones; eclesial: comunión y participación en la vida y plan orgánico de la Iglesia (diócesis, parroquias, grupos afines); vicentina: vocación y espíritu, sentido de «lo vicentino» y pertenencia a la Familia Vicentina; mariana: María, bajo la advocación de la Milagrosa, como madre, modelo, guía y protección; misionera: al servicio de la nueva evangelización asumida como objetivo y método; social: integrando la caridad teologal, asistencial, promocional y liberadora (dimensión política, sobre las estructuras) para hacer efectivo el Evangelio; organizativa: objetivos y procedimientos generales de la Asociación, según los estatutos.

Pensando especialmente en las Juventudes Marianas, cuando yo adaptaba estas páginas para sus Consiliarios, sentí que hay algunas cosas que evitar, en nuestra manera de actuar, y hay otras que cultivar en los corazones de los jóvenes. Lo que hay que evitar es el paternalismo, el dirigismo, el decir que hasta nos orgullecemos de los jóvenes, de lo buenos que son. Y asimismo no dar a nuestra acción un carácter de folclore. Los jóvenes son "monos" pero no son "macacos" a quienes hay que hacer danzar... Lo que hay que cultivar en el contacto con los jóvenes, las dimensiones en las que debemos insistir, son la oración, la dirección espiritual, los valores, la acción pastoral, la opción vocacional, el trabajo en equipo. En el texto de los Estatutos internacionales que el Superior General está enviando a las asociaciones nacionales para preparar su aprobación, estos aspectos estan presentes, en la "finalidad" de la Asociación (en el artículo 9 de borrador):

finalidad: La contemplación de Cristo y la mirada atenta al ejemplo de María serán la fuente de animación y la fuerza que permitirá a la Asociación obtener los siguientes fines:

1ºFormar a sus miembros para la vivencia de una fe sólida en el seguimiento de Jesucristo evangelizador de los Pobres.

2ºVivir y orar, como María, en sencillez y humildad, asumiendo la espiritualidad del Magníficat.

3ºSuscitar, animar y mantener en la Asociación el espíritu misionero, sobre todo a través de las experiencias misioneras entre los más pobres y los jóvenes.

4ºPreparar a los miembros de la Asociación, individual y comunitariamente, a colaborar, en el seno de la Iglesia y de la sociedad, con los otros agentes de pastoral, en la línea de las orientaciones de la jerarquía de la Iglesia universal y local".

Autonomía de los movimientos laicos vicencianos

Nuestras relaciones con las Hijas de la Caridad están reguladas por sendas Constituciones. Dicen las de las Hermanas: "Desde su origen, la Compañía ha querido estar sometida a la autoridad del Superior General de la Congregación de la Misión, sucesor de san Vicente de Paúl, que tiene sobre ella la doble potestad dominativa y de jurisdicción, reconocida por la Iglesia y las Constituciones. Las Hijas de la Caridad ven y aceptan en el Superior General al representante de Dios, que las ayuda a mantenerse en su espíritu propio y a cumplir su misión en la Iglesia" (3.27). "El Director General es un Sacerdote de la Misión nombrado directamente por el Superior General ad nutum, para ser su representante permanente ante la Compañía. (...) Cuida también de que la vida de las Hijas de la Caridad y su acción apostólica se desarrollen siempre dentro de la fidelidad a su vocación" (3.28).

Estas dos citas ya nos dicen que, en la asesoría que demos a los demás, se trata de ayudar a vivir el propio carisma en la Iglesia. Así será con los Laicos. Por ejemplo, la Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada por Federico Ozanam en 1833, es una asociación privada de fieles, dirigida y gobernada por laicos y reconocida por la Santa Sede. No hay ningún lazo jurídico con la Congregación de la Misión. No obstante, entre las dos hubo siempre una larga historia de íntima y cordial cooperación.

Las relaciones jurídicas de los varios grupos de Asociaciones Marianas con nuestra Congregación son de varios tipos. Sin embargo, por lo común el Superior General es su Director General, según los estatutos de cada grupo, y nombra a un Director Nacional.

El Superior General también es el Director General de las Asociaciones de la Medalla Milagrosa.

La Asociación Internacional de Caridades, que agrupa en un organismo inmenso a las asociaciones nacionales del voluntariado (antiguas Damas o Señoras de la Caridad), es una asociación pública de cristianas y cristianos, gobernada según su propio reglamento y sus estatutos, en el cuadro de los cánones 298-320 del Derecho Canónico. San Vicente fundó la Asociación en 1617. En 1971, P. James W. Richardson, Superior General, renunció a su autoridad jurídica sobre dicha Asociación a nivel internacional, aun conservando su papel a los niveles nacional y local. La Asociación tiene un asistente eclesiástico, que, según el canon 317, § 1, es nombrado por la Santa Sede, después de consulta a la dirección internacional de la Asociación. Para escoger al asistente (cf. Reglamento, 3), la AIC presenta varios nombres a la Santa Sede, con el visto bueno del Superior General de la Congregación de la Misión. Los asistentes fueron escogidos de entre los Sacerdotes de la Congregación de la Misión. En el nivel local, regional y nacional, se debe ver qué dicen los estatutos, sobre el Superior General y la manera de nombrar a los asistentes.

El papel de asesor de los movimientos laicos

Lo que sigue, lo propongo a todos, a la luz del Estatuto 7: Algunos de entre nosotros deberán especializarse para este cometido, pero todos tenemos el deber de ayudar a los movimientos laicos.

Asesorar es una palabra que viene del latín assidere (ad sedere), sentarse en compañía de alguien, al lado de alguien. Esto es todo un programa. Hay dos tipos de asesoría: uno es directivo, otro es más liberador. (Sigo las sugerencias metodológicas del P. Alvaro Quevedo en el artículo citado en la bibliografía). La primera caracterización puede parecer negativa, pero es didáctica, por la oposición clara de dos modos de brindar la asesoría a los grupos. No es automático que este modelo esté superado sólo con el paso del tiempo. Presentar las deficiencias de una práctica es un modo de ayudar a corregir lo que no anda bien. Hay aquí materia para la revisión de nuestros métodos de trabajo con los grupos laicos en general.

1. Asesoría directiva: En el esquema de la Iglesia clerical, era como si el "director" lo supiera todo y los laicos fueran como "menores de edad", en todo dependientes del sacerdote. El modelo era la pirámide, donde el puesto más alto era ocupado por los sacerdotes, religiosos y religiosas, los obispos y el Papa. El sacerdote se responsabilizaba de todo, los laicos eran pasivos. El director dirigía, era él quien sabía las cosas, por eso él enseñaba. Se puede criticar fuertemente este esquema clerical, por las consecuencias de ese paternalismo que terminaba despersonalizando a los laicos, quienes debían escuchar, obedecer, seguir lo prescrito, sin diálogo, sin participación, sin responsabilidades personales. Valía y se imponía la verdad del director, sin dar importancia a la experiencia del grupo. A veces no había problemas aparentes, porque no se evaluaban las acciones o tareas, los resultados, el método, todo el proceso.

Con un modo de actuar de este tipo, se termina por fomentar la pasividad, no se despierta una conciencia crítica, no se razona, se cae en el autoritarismo, se estimula el individualismo, el grupo no se enriquece por no compartir nada.

2. Asesoría no directiva, de tipo liberador: En oposición, se puede dar una asesoría diversa, fruto de una diversa visión de la Iglesia. Ahora, en la eclesiología del Vaticano II, se trata del pueblo de Dios, donde todos somos iguales, aun cuando ocupemos lugares y cumplamos tareas diferentes, sirviendo a nuestros hermanos. Ya no podemos tratar a los laicos como objetos de nuestro celo, de nuestra dirección, de nuestra autoridad. Como sujetos que son, con nosotros, de su vida y de su respuesta a Dios, los laicos deben contribuir con su carisma personal, su experiencia, sus talentos, sus ideas, su capacidad de amar y servir, adulta y responsablemente. Estamos en lo de san Vicente: Los Pobres nos evangelizan, son nuestros maestros, hay que ponernos en su escuela (¡y frecuentar sus clases!). No pasamos nuestro tiempo enseñando, sino que nos formamos con los laicos, en el proceso de transformar la sociedad y el mundo.

Se dice de este tipo de asesoría que es liberador, porque, suscitando la participación activa de las personas y formando para la participación, libera el potencial transformador que hay en cada uno. Por el proceso activo de participación, uno es ayudado a pasar de una conciencia ingenua o mágica a una conciencia crítica, que intenta conocer la realidad como es, con sus valores positivos y sus deficiencias, con las ambigüedades que hay en las personas y lo limitado que hay en las cosas. Con todos estos esfuerzos de conocimiento de la realidad y las personas y de participación en los procesos en los que estamos involucrados, con la apertura al diálogo, a la reflexión, a la corresponsabilidad, cada uno es ayudado a tomar conciencia de su dignidad y valor, fortificándose para transformar la realidad y dar su contribución para el bien de todos, sobre todo de los más desvalidos y abandonados. En esta línea se puede decir que tal tipo de asesoría es más adecuado a nuestra opción fundamental por los Pobres.

Funciones y cualidades de un asesor

1. Funciones y tareas o misión del asesor: El asesor de un grupo vicenciano debe ayudar a sus miembros a vivir una experiencia de Iglesia, a trabajar, inspirados en el amor de Jesucristo por los Pobres, en favor de sus hermanos más necesitados. En eso ya están indicados el objetivo de nuestros grupos vicencianos y su estilo de vida y trabajo. El asesor, por su oficio, debe ayudar a que nuestros grupos se sitúen en una línea auténticamente evangélica frente a los problemas que afligen a los Pobres hoy.

Basado en el Evangelio, en san Vicente y en la enseñanza social de la Iglesia, el asesor debe contribuir a que los grupos inspirados en nuestro mismo carisma se formen y sirvan apostólicamente a los Pobres. Como asesor, debe ayudar a que el grupo crezca, facilitando los procesos grupales, que también desarrollan a cada persona en particular. Su tarea, por consiguiente, se refiere al grupo en sí y a los trabajos apostólicos del grupo.

El P. Jaime Corera sintetiza así la espiritualidad vicenciana que trasmitiremos a los laicos: "En la espiritualidad o visión espiritual cristiana propia de san Vicente de Paúl, el laico (...) está llamado a vivir su fe bautismal (su santidad) en la dedicación activa a la redención corporal y espiritual de los Pobres. Eso debe hacerlo asociado a otras personas en una institución organizada (cofradía, asociación o comunidad), con un estilo de acción y de sensibilidad que sea sencillo, humilde y lleno de la caridad del mismo Cristo" (Jaime Corera. El Asesor de los Movimientos Laicos Vicentinos. En CLAPVI, año XXII, n. 90-91, 1996; págs. 54-63, aquí citado 58-59; he subrayado algunos aspectos).

Con las debidas adaptaciones, se puede aplicar también a los demás grupos vicencianos con los cuales trabajamos, lo que Claire Delva, ex-Presidenta de la AIC, primera y principal organizadora a nivel internacional de las Voluntarias de la Caridad, comunicó a los Visitadores reunidos en Bogotá, en 1983, es decir, que los miembros de la Asociación Internacional de Caridades nos piden, en todas partes:

- estar atentos a nuestros esfuerzos,

- sostenerlos y alentarlos,

- reconocer nuestra capacitación como mujeres laicas responsables,

- aceptar el valor de nuestro agrupamiento en nivel nacional e internacional, nuestra identidad propia, nuestra autonomía frente a otras organizaciones caritativas y de ayuda mutua,

- colaborar con nosotras en todos los niveles posibles, cooperando en pie de igualdad clérigos y laicos juntos y responsables". (Y añadió Claire Delva, en nombre de todas las Voluntarias del mundo: "A todo esto nos comprometemos también nosotras"). (Apud Alvaro Quevedo, op. cit., pág. 219).

Yendo nuevamente al borrador de los Estatutos internacionales que el Superior General está preparando, allí se ve que "para conseguir sus objetivos, la Asociación (Mariana) pone a disposición de sus miembros todos los medios que considera aptos:

a) promueve la interiorización de la Palabra del Señor y la celebra valorizando la oración de grupo y la liturgia, porque Cristo se hace presente en la Palabra, la Eucaristía y entre los que oran reunidos;

b) ofrece un proceso catequético formativo de maduración en la fe: de inspiración catecumenal, con sus etapas, metas y actividades;

c) da a conocer a los miembros lo que dice la Sagrada Escritura y la Iglesia sobre la Virgen;

d) promueve el conocimiento de San Vicente, Santa Luisa, Santa Catalina y otros testigos de la Iglesia que vivieron el Evangelio entregándose a la caridad;

e) ofrece a los miembros la posibilidad de servir a los Pobres;

f) promueve sesiones de estyudios, escuelas de catequistas, congresos, asambleas, publicaciones y otros instrumentos de pastoral y de comunicación social" (artículo 11).

Por supuesto, el lugar del asesor es donde se realizan estas actividades formativas, sea que las anime él, sea que se integre en los equipos que las promueven. Mejor que "dar a los jóvenes las condiciones" de hacer todo eso, es "crear con los jóvenes las condiciones" de hacer todo eso. Y eso es una descripción muy buena de las tareas y de los métodos de trabajo de un asesor.

2. Cualidades de un asesor: No tenemos el monopolio de la asesoría de los grupos laicos vicencianos ni del Voluntariado de la Caridad. Sin embargo, todavía más que los otros asesores, porque se nos pide frecuentemente que ayudemos en la formación de nuevos asesores, sean Hermanas sean laicos, las cualidades que personalmente debemos cultivar en nuestro corazón para este cometido, son las siguientes:

a) Debemos ser personas de fe, dispuestos a comunicar a los otros el fuego que nos quema.

b) Para ser animadores, debemos ser capaces de estimular el crecimiento de las personas y de los grupos, no estar todo el tiempo criticando los pasos en falso, los mínimos defectos; hay que descubrir lo que hay de bueno en los procesos, apoyar las señales de buena voluntad y creer en el futuro, preparar el futuro con la paciencia, la preparación de nuestras tareas y un espíritu optimista y valiente. No se trata sólo de enseñar las palabras de san Vicente, sino más bien de comunicar su espíritu de manera viva y transformadora.

c) Para animar a los laicos que trabajan con los Pobres y desvalidos, debemos siempre saber comunicar un mensaje positivo, de alegría y esperanza, la certeza de que somos los portadores del amor de Dios por los últimos y los excluidos. San Vicente lo decía (SVP, XI, 273): Hay que anunciar que el Reino de Dios es para los Pobres. Hacerlo como las mujeres a quienes el Señor resucitado envió a anunciar a los apóstoles su victoria sobre la muerte, el pecado y toda forma de mal.

d) Inspirados en san Vicente, viviendo su carisma en una espiritualidad apostólica comprometida con los Pobres, debemos trabajar en la línea que la Iglesia nos pide: en una línea de promoción y de justicia, dentro de nuestro espíritu de "un amor sencillo, un amor humilde, un amor cordial, un amor que se arriesga, un amor inventivo" (del Documento de Base de la AIC).

e) Para ayudar a los laicos a leer los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz de Cristo y del Evangelio (y no a la luz de la televisión...), necesitamos el don del discernimiento. Lo buscaremos en contacto con la Palabra de Dios, leída con los ojos de los Pobres, en la Biblia y en la vida de cada día.

f) Un asesor debe siempre cultivar buenas relaciones humanas, con fraternidad, amistad cristiana, unión en el servicio y amor de la Familia Vicenciana.

"En reuniones de asesores con los laicos vicentinos, se escuchan reiteradamente peticiones como estas: Los laicos vicentinos queremos asesores que tengan actitudes de servicio, de amistad, de fraternidad, de acompañamiento, de sinceridad, de justicia, que nos comuniquen entusiasmo, que nos estimulen, que nos hagan crecer en corresponsabilidad, en compromiso, en vida cristiana y vicentina, que nos den seguridad en nuestro caminar con Jesús en el servicio del hermano oprimido y abandonado" (Alvaro Quevedo, op. cit., pág. 220).

A veces pensamos que tal manera de presentar una lista de cualidades no tiene en consideración nuestra realidad personal, que no somos todos tan dotados. De hecho, no se puede esperar que el asesor sea un superhombre sin defectos y enriquecido de todos los dones de la naturaleza y de la gracia... Nos basta una inmensa buena voluntad, un esfuerzo constante, una capacidad de evaluar y cambiar nuestras actitudes, el coraje de reconocer nuestros límites y en consecuencia el empeño en mejorar cada vez nuestra participación, sobre todo por una buena preparación de nuestras actividades y tareas.

La realidad de la ayuda a los laicos en las provincias

La Comisión Preparatoria de la Asamblea General de 1998 sintetizó las respuestas de las Provincias al cuestionario enviado por el Superior General sobre el tema de dicha Asamblea. En referencia al tema, La Familia Vicenciana en el mundo y los desafíos de la Misión en el Tercer Milenio, las respuestas de 21 Provincias dicen que hay que conocerse, coordinarse y colaborar juntos; 16 piden que se precise la identidad de lo que nos une como Familia Vicenciana, la espiritualidad vicenciana; 12 desean que se contribuya a la formación y animación de los grupos de la Familia Vicenciana; 3 desean que se creen estructuras de coordinación; 4 dicen que debemos ofrecernos mutua ayuda espiritual.

En cuanto a la unidad y cooperación entre las diversas ramas de la Familia Vicenciana, las respuestas no fueron siempre evidentes. Yo esperaba más cooperación por ejemplo entre nosotros y las Hijas de la Caridad. Pero sólo 5 Provincias señalaron que se da un alto nivel de cooperación. Para 15 Provincias, tal nivel es bueno; para 6, es sólo regular (un misionero es Director de ellas, algunos colaboran en la dirección espiritual, en los retiros y ejercicios anuales y las confesiones); en 10 Provincias hay sólo una cooperación esporádica o accidental. En 2, no hay ninguna colaboración; en otra se da alguna ayuda que no llega a ser cooperación. En otra, se da cooperación, sin llegar a un proyecto común; dos están iniciando la cooperación. Una Provincia señala la necesidad de nuevas formas de cooperación sobre bases de igualdad.

Entre los Misioneros y la AIC, existe buena colaboración en 6 Provincias; en 9 hay interés de parte de algunos misioneros, que son consiliarios o asesores de las Voluntarias. En 17 Provincias se está iniciando la colaboración. En otras 11, no existen las Voluntarias o no se les atiende por parte de nosotros.

Entre nosotros y la Sociedad de San Vicente de Paúl, en 14 Provincias uno o más Cohermanos participan como asesores y miembros activos de la Sociedad y trabajan en proyectos comunes; en 9, hay buenas relaciones a nivel general y deseo de ir creciendo en colaboración; en 16, la relación es escasa; en 5, prácticamente inexistente. En una Provincia no está establecida la Sociedad.

Entre los Cohermanos y las Asociaciones Marianas (Juventudes Marianas Vicencianas, Movimiento Mariano, Hijas de María, etc.), se dan buenas relaciones en 10 Provincias, donde algunos misioneros son directores y animadores; en 6 Provincias existe una relación intermitente, insuficiente, con poco entusiasmo. En 4 están iniciando los grupos de Juventud Mariana. En otras 4, hay grupos, pero están animados por las Hermanas, no por nosotros. Y 21 Provincias no tienen grupos de Juventud Mariana. Sin embargo, en casi todas las Provincias existen grupos de jóvenes, pero sin un carácter vicenciano distintivo.

Entre los Cohermanos y las Asociaciones de la Medalla Milagrosa, no hay relaciones en 29 Provincias (generalmente porque no existe la Asociación...). Hay alguna relación en 17 Provincias, aunque limitada muchas veces al nivel devocional (celebración de novenas, etc.). Algunas publican boletines para los asociados. La relación entre los Cohermanos y las Asociaciones de la Medalla Milagrosa es casi siempre informal y anónima (excepción hecha de algunos países, donde la Asociación tiene objetivos definidos y una organización estructurada).

Entre los Misioneros y otros grupos de la extensa Familia Vicenciana hay algún contacto o colaboración activa en 21 Provincias. De éstas, sólo 2 piensan que su relación es dinámica. En las demás la relación se reduce a algunas celebraciones litúrgicas. Otras 24 Provincias indicaron que, si existen otros grupos vicencianos, apenas mantienen algún contacto con ellos.

Entre los diversos grupos vicencianos unos con otros, si hay relaciones, 11 Provincias no lo saben; 26 reconocen que no existe ninguna coordinación entre los grupos o es insuficiente, reduciéndose en todo caso a celebraciones festivas ocasionales. En 5 Provincias se están dando los primeros pasos para una efectiva coordinación. Y 3 realizan encuentros de formación comunes.

Varias veces se mencionaron las celebraciones litúrgicas en ciertas ocasiones: pienso que varios se refirieron al día de oración, celebrado a partir de septiembre de 1996, bajo la coordinación de los cuatro responsables de las ramas internacionales de la Familia. Eso es una señal clara de que, cuando comenzamos, alguna cosa se mueve.

Debemos responder al Señor y a nuestros hermanos de la Familia, y todos a los Pobres, sobre lo que estamos dispuestos a hacer para unirnos más y, como dicen las Voluntarias, "contra las pobrezas, trabajar juntos".

Clausurando un encuentro de las Provincias Latinoamericanas realizado en Guatemala sobre San Vicente y el Laico hoy, los Padres y las Hermanas presentes asumieron los siguientes compromisos como asesores:

"1. Nos damos cuenta de la necesidad urgente de una mayor formación sistemática para conocer las diferentes Asociaciones Vicentinas; debe iniciarse desde el Seminario y luego en autoformación.

2. En el desarrollo de los temas (en CLAPVI 96), sentimos la necesidad de trabajar con más seriedad, responsabilidad y humildad el papel del asesoramiento, respetando la identidad de cada grupo.

3. Unirnos y apoyarnos para lograr la integración de la Familia Vicentina, evaluando a corto plazo el trabajo realizado con los movimientos. Para esto hay necesidad de establecer una organización y programación en los movimientos de cada país" (CLAPVI, año XXII, nº 90-91, 1996; p. 20).

. Usaré sobre todo la palabra "asesor", pero en los varios países se dice también "consejero", "asistente eclesiástico", "animador", etc. La figura y las tareas del asesor están descritas en varios artículos de Cohermanos que trabajaron o trabajan en este ministerio. Referiré algunos: BERRADE, Alfonso. Asesoría de laicos. En CLAPVI, año XXII, n. 93, 1996; págs. 312-323. CORERA, Jaime. El Asesor de los Movimientos Laicos Vicentinos. En CLAPVI, año XXII, n. 90-91, 1996; págs. 54-63. DELL'AMORE, Célio. San Vicente, asesor de laicos. En CLAPVI, año XXII, n. 93, 1996; págs. 288-293. ELDUAYEN, Antonio. Papel de los Asesores vicentinos hoy. Ibidem; págs. 324-336. GIELEN, Charles. L'animation spirituelle des "Charités" par la Congrégation de la Mission. En Vincentiana, 1977 (1-2); págs. 59-73. ORTEGA, Rafael. Formación del Laicado Vicentino. En CLAPVI, año XXII, n. 90-91, 1996; págs. 74-84. ORTEGA, Rafael. La formación a través de una asesoría liberadora. En AIC 1993: Redes de interacción solidaria para y con los Pobres. Actas del Seminario América Latina, Caracas, Venezuela, 1-5 de marzo de 1993. Bruxelles, AIC (1993); págs. 113-120. PANQUEVA, Alvaro. La asesoría a los movimientos laicales vicentinos. En CLAPVI, año XXII (sic), n. 96-97, 1997; págs. 209-215. PÉREZ FLORES, Miguel. Asesor de las Voluntarias de la Caridad. Pro manuscripto. QUEVEDO, Alvaro. Asesoría en la AIC. En CLAPVI, año XIV, n. 59, 1988; págs. 210-220. SALAMANCA, Francisco. San Vicente, asesor de laicos. En CLAPVI, año XXII, n. 90-91, 1996; págs. 21-28. En esta presentación, he seguido sobre todo las ideas y propuestas del P. Alvaro Quevedo.