Nuestro apostolado con los negros

Nuestro apostolado con los negros

por Sylvester Perterka, C.M.

Provincia Oriental de EE. UU.

Podríase sospechar que al hablar de nuestro Apostolado con los Negros comenzaríamos tejiendo el relato de los diversos servicios vicencianos, que, a lo ancho de los Estados Unidos tienen como objetivo primordial la comunidad Negra. Tal arranque no sería completo y referiría solamente una pequeña parte de nuestra historia vicenciana. Si aspiramos a una historia plena es necesario que miremos a nuestra historia y a nuestro espíritu. Nuestro espíritu vicenciano es tal que no podemos ni debemos intentar hablar de individuos o comunidades locales como nuestro Apostolado con los Negros. Como vicencianos en Estados Unidos hemos tenido dos objetivos fundamentales: el servicio de los pobres (“he sido enviado a evangelizar a los pobres...”) y la formación del clero. Es dentro de estos dos amplios parámetros donde debemos hablar de nuestro Apostolado con los Negros. En el marco de estos dos amplios parámetros todos los vicencianos han sido llamados, en algún sentido, al Apostolado con los Negros. Es asimismo desde esta perspectiva cómo debemos reconocer nuestros fracasos pasados y presentes.

James Weldon Johnson en su canción “Lift Every Voice and Sing” (Levántese toda voz y cante) cuenta la historia de la Experiencia de los Negros en los Estados Unidos. Al hablar de nuestro Apostolado vicenciano con los Negros es necesario que escuchemos con un corazón y una mente abiertos las poéticamente impresionantes palabras que refieren una historia:

Pedregosa la senda que pisamos

Amarga la vara castigadora

Sentida el día en que la esperanza

No nacida había muerto....

Estas palabras podrían emplearse para describir no sólo la experiencia de los Negros en América, sino para describirla del mismo modo respecto a la Iglesia Católica y a nuestra Comunidad Vicenciana en particular.

Si vamos a hablar de nuestro Apostolado con los Negros no podemos ni debemos edulcorar nuestra histórica falta de respuesta; no podemos edulcorar nuestra histórica falta de respuesta a las necesidades espirituales de los Negros en los Estados Unidos. No podemos edulcorar nuestra falta de respuesta ética a los problemas que los Negros han tenido que superar aquí en los Estados Unidos. Ni podemos paliar nuestro fracaso en responder a las injustas condiciones físicas y humanas que los Negros han afrontado durante siglos en los Estados Unidos. Desgraciadamente hoy, a causa de los efectos del racismo, muchas de estas condiciones y situaciones persisten todavía. ¡Oh!, sin duda, al referirnos a la justicia, al referirnos a la respuesta de la Iglesia, al referirnos a la repuesta de la Congregación de la Misión en los Estados Unidos, los Afroamericanos pueden gritar: “Pedregosa la senda que pisamos”. ¡Una pena!

Sería maravilloso hablar de los significativos y, a veces, heroicos esfuerzos realizados por algunos cohermanos en favor de la Comunidad Negra. Ciertamente tales esfuerzos, individuales y colectivos, se han dado, pero esos esfuerzos serían en realidad una pequeña parte de nuestra total historia vicenciana. Al hablar de nuestro “Apostolado con los Negros” necesitamos en primer lugar usar el “Principio Sankofa” que significa que uno debe mirar atrás antes de proceder hacia adelante. En segundo lugar, nosotros, la Congregación de la Misión en los Estados Unidos nesitamos que nos pisen los dedos de los pies. En otras palabras, necesitamos reconocer nuestros fracasos en nuestro Apostolado con los Negros, tanto en el pasado como en el presente.

Si miramos atrás, y debemos hacerlo, vemos que nuestro primer Apostolado con los Negros fue como propietarios de esclavos. En los años 1820 nosotros, la Congregación de la Misión, poseíamos esclavos en Missouri y más tarde en Louisiana. De hecho, el P. José Rosati, C.M., quien posteriormente llegaría a ser Obispo de San Luis, fue uno de los vicencianos encargados de adquirir esclavos como ayuda en la marcha de nuestro seminario. ¿Fue este el inicio de nuestro Apostolado con los Negros en los Estados Unidos? ¡Ay! En los años 1840 comenzamos a desprendernos de los esclavos, pero no concedimos la libertad a estos fieles criados sino que los vendimos a los “Catholic Slaveholders” (Propietarios Católicos de Esclavos), como si ello cohonestara moralmente la acción. Continuamos teniendo algunos esclavos en Missouri hasta el comienzo de la Guerra Civil. Mientras los Negros trabajaban en nuestros seminarios, parroquias y casas haciendo las tareas domésticas, poca es la evidencia de que se tratara de evangelizarlos. El bautizar a Negros hubiera sido reconocer a los Negros su plena dignidad humana, y como consecuencia hubiéramos tenido que concederles la libertad. Así pues, en ese tiempo, a pesar de los beneficios que conseguíamos del trabajo de nuestros esclavos Negros, aceptábamos la retorcida idea racista de la época y nada hicimos para evangelizarlos.

Pronto después de la Guerra Civil, en el Segundo Concilio Plenario de Baltimore en 1866, el Arzobispo Spalding de Baltimore habló de los cuatro millones de esclavos liberados y urgió a la Iglesia Católica a que diera una respuesta a esa situación. Escribió: “Se trata de una oportunidad de oro para recoger una cosecha de almas, oportunidad que si no aprovechamos puede no volver“. Desgraciadamente poca fue la respuesta de la Iglesia Católica. Mayores fueron los esfuerzos de las órdenes religiosas para llegar a los numerosos nuevos inmigrantes de Europa mientras ignoraban a los Negros libertos. De manera que, aunque nos beneficiamos directamente del trabajo y esfuerzos de los Negros que tuvimos como esclavos, nuestra Comunidad, en ese tiempo, no hizo esfuerzo alguno por recoger esa gran cosecha de almas. Nuestras prioridades, ¡ay!, eran otras.

Cualquier estudio de nuestro Apostolado con los Negros a través de nuestra historia en los Estados Unidos, se topará con un sofocante silencio y una cobarde conformidad con pasadas políticas racistas tanto de la Iglesia como del Estado. Sí, se podría argüir que hubo miembros de la Congregación de la Misión que hicieron esfuerzos heroicos, pero como provincias y como Comunidad en los Estados Unidos pecamos con nuestro silencio. ¿Dónde estuvo el sentirnos ultrajados ante el racismo existente en las ciudades y pueblos donde nosotros vivíamos y trabajábamos como vicencianos? ¿Dónde estuvo el grito moral de nuestros seminarios y universidades en favor de la justicia durante el Movimiento de los Derechos Civiles? ¿Dónde estuvo nuestra respuesta positiva a la carta desde la cárcel de Birmingam de Martin Luther King llamando a la Iglesia a ponerse en pie y clamar contra la injusticia? Estas preguntas sin respuesta son parte de nuestra triste historia en nuestro Apostolado con los Negros.

Al hablar de este Apostolado, pienso que necesitamos cuestionarnos nuestra conciencia moral y preguntarnos si realmente hemos estado abiertos a un Apostolado con los Negros. Si a lo largo de nuestra no corta historia de formación vicenciana sólo ha habido tres Afroamericanos que han ingresado en nuestras filas como sacerdotes o hermanos con votos perpetuos, ¿no lo dice eso todo respecto a nuestro Apostolado con los Negros? Aunque hay muchos factores a los que podemos recurrir para explicar este raquítico número, sigue siendo, sin embargo, un triste comentario respecto a nuestro deseo de trabajar con los Negros. Al hablar de nuestro Apostolado con lo Negros debemos también mirar a nuestros seminarios como instituciones y faros de esperanza cuando se trata del desarrollo de perspectivas teológicas. Se puede sostener con mucha fuerza que el racismo es el mayor pecado con el que América se enfrenta, y, sin embargo, nuestros seminarios vicencianos y universidades han permanecido fríamente silenciosos respecto a una respuesta teológica al racismo cuando éste hacía estragos en nuestra sociedad.

En nuestros seminarios vicencianos apenas se puso énfasis teológico en el problema de la raza. Sin duda estudiamos cuestiones sobre la justicia; ¿pero cómo pudimos tratar de la justicia olvidando considerar adecuadamente el racismo? Estudiamos la Teología de la Liberación como medio de comprender mejor el evangelio y la justicia; pero nuestro estudio se limitaba a la Liberación del Tercer Mundo. Es siempre más fácil tratar de la justicia “ahí afuera” cuando concierne a otros, que centrarse aquí donde necesariamente nos veríamos implicados. No se trata de argumentar contra el gran valor de entender la Teología de la Liberación del Tercer Mundo en cuanto que nos hace centrarnos en la justicia; sin embargo, debemos cuestionarnos nuestro miedo a centrarnos en el tema de la raza y nuestra reluctancia a enfrentarnos con el racismo como ha sido puesto de relieve por los teólogos de la Liberación de los Negros. Dicho sencillamente, rehusamos, con toda nuestra experiencia en la formación del clero, el tratar del racismo como una cuestión teológica. Si rehusamos reconocer en nuestros seminarios y universidades el impacto del racismo como una crítica cuestión teológica y si rehusamos discutir seriamente la Teología de la Liberación de los Negros, cómo podemos hablar seriamente de nuestro Apostolado con los Negros.

A todas nuestras obras: parroquias, hospitales, universidades, equipo misionero y de la novena se les puede preguntar qué han hecho o dejado de hacer históricamente en esas obras para aliviar el racismo y promover nuestro Apostolado con los Negros. Es solamente cuando veamos la conexión de ese apostolado con nuestro corazón y espíritu vicenciano cuando nos daremos cuenta de que no es precisamente un cohermano o dos los que realizan un Apostolado con los Negros, sino que todo vicenciano está llamado por nuestro carisma a salir fuera y vincularse en todos nuestros ministerios con nuestro Apostolado con los Negros. Si llevamos a cabo tal profundo examen, prorrumpiremos, sin duda, en el grito:

Pedregosa la senda que pisamos

Amarga la vara castigadora.

Está, por supuesto, la otra cara de nuestra historia respecto a nuestro Apostolado con los Negros. Ha habido cohermanos concretos que a lo largo de nuestra historia han hablado fuertemente contra la esclavitud y contra el racismo. Ha habido casas en nuestras provincias que han sido bendecidas con la “experiencia de fe” de los Negros en sus ministerios y en sus comunidades. Ha habido respuestas positivas de casas y cohermanos para el ministerio con los Negros. En el pasado se nos pidió aceptar parroquias con población exclusiva de Negros, y pese a que raramente hemos tratado de estudiar y comprender la cultura Negra, nuestra respuesta ha sido genuina y generosa. Desde el Movimiento de los Derechos Civiles hemos asumido un número de nuevos Apostolados en la Comunidad Negra. Al cambiar la demografía de nuestras ciudades, hemos permanecido fieles en continuar al cargo de parroquias que han cambiado de una población blanca a una negra en unos pocos años. En estas zonas nuestra Comunidad Vicenciana ha tratado genuinamente de responder a las necesidades y de incluir el Apostolado con los Negros en nuestros ministerios. Nuestras Universidades podrían ciertamente celebrar sus “inmersiones urbanas” como esfuerzos para sensibilizar a un puñado de estudiantes sobre la grave situación y los efectos de la pobreza urbana y del racismo. Esta experiencia ayuda además a aquellos pocos estudiantes a entender mejor el poder de la fe y la oración al trabajar con la comunidad Negra rebosante de fe. Nuestras Universidades podrían celebrar una nueva sensibilidad respecto a las diferencias étnicas y a la riqueza que las diferentes culturas aportan al mundo académico.

Como Vicencianos podríamos celebrar nuestras misiones fuera de Estados Unidos como positivos indicadores de nuestro deseo de estar al servicio de los Negros. Como Vicencianos estadounidenses podríamos celebrar la generosa respuesta de muchos cohermanos a lo ancho de los Estados Unidos ofreciéndose como voluntarios para trabajar en varias partes de África.. Como Vicencianos de los Estados Unidos podríamos celebrar la presencia de la Provincia del Midwest (San Luis) en el seminario que regentan en Kenia. Podríamos celebrar el nombramiento de un Afroamericano como Director de Vocaciones y Jefe de la Oficina del Apostolado Afroamericano en Los Ángeles. Podríamos celebrar el establecimiento en la Provincia del Este de un comité para el estudio del racismo dentro de la Provincia. Como Vicencianos podríamos celebrar la creación de un Centro para la Justicia Social en la Universidad de Saint John. Podríamos también celebrar lo que toda comunidad vicenciana en barrios predominantemente Negros está haciendo para promover la justicia social y la sanación racial. Estos son sólo unos pocos de los muchos esfuerzos en los que estamos empeñados actualmente. Cada casa y cada cohermano tendrán algo que decirnos sobre nuestros esfuerzos al respecto. Ciertamente, sin duda, celebramos muchos ejemplos brillantes de buen trabajo de individuos y casas en nuestro Apostolado con los Negros.

Pero el que esto escribe es un cohermano que no cree que nuestro “Apostolado con los Negros” sea algo que concierne sólo a una particular parroquia, programa o persona. ¡No! Nuestro Apostolado con los Negros nos concierne a todos nosotros, Vicencianos, pasados, presentes y futuros. Nuestro Apostolado con los Negros implica, como todo otro trabajo y ministerio debe, el carisma de San Vicente. Nuestro Apostolado con los Negros concierne a todos y cada uno de los sacerdotes y hermanos de la Congregación en los Estados Unidos no importa cuál sea su ministerio. De manera, que esperanzadamente, la canción de James Weldon “Levántese toda voz y cante” describa no solamente la penosa situación y la esperanza de los afroamericanos, sino también la penosa situación y esperanza y sueños de todos los cohermanos respecto a nuestro Apostolado con los Negros. ¡Escuchad!

Cantad una canción rebosante de la fe que el negro pasado nos ha enseñado,

Cantad una canción rebosante de la esperanza que el presente nos ha traído,

Mirando al naciente sol de nuestro iniciado nuevo día

Marchemos adelante hasta que la victoria sea conseguida.

Pienso que para marchar adelante en nuestro Apostolado con los Negros debemos reconocer nuestros pecados del pasado: la tenencia de esclavos, los silenciosos pecados de racismo a lo largo de nuestra historia en los Estados Unidos. Únicamente entonces podremos unirnos, hombro con hombro, con nuestros hermanos y hermanas negros, solamente entonces podremos comenzar a hablar sinceramente de nuestro Apostolado con los Negros. Solamente entonces podremos esperar “Marchar adelante hasta que la victoria sea conseguida”. Amén, amén, amén

(Traducción: RAFAEL SÁINZ, C.M.)

“Lift Every Voice and Sing” está considerada como el Himno Afroamericano.

El principio Sankofa recibe el nombre de un pájaro afroamericano que es capaz de dar vueltas alrededor a la cabeza para ver donde ha estado con el fin de conocer a donde tiene que marchar. Este principio indica que debemos mirar atrás, a donde hemos estado, con el fin de tener una idea clara de a donde estamos yendo.

El “que a uno le pisen los dedos de los pies” es una expresión idiomática usada en la Iglesia Negra respecto a la predicación. Fundamentalmente significa que lo que se está predicando va a dar en el blanco, y que esa palabra nos convencerá.

Davis Cyprian, The History of Black Catholics in the United States (New York, Crossroads Publishing, 1991) 116.

Estos tres Afroamericanos se han hecho miembros de la Congregación dentro de los 30 último años.

Santa María en Greensboro, Carolina del Norte, sería un ejemplo.

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