Documento Final AG 1998

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Roma, 31 de Julio de 1998

A los miembros de la Congregación de la Misión en todo el mundo

Mis muy queridos cohermanos:

La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.

Con frecuencia las imágenes hablan con más fuerza que las palabras. La cubierta de este documento es el centro de un precioso tríptico pintado por Kurt Welther para la Capilla de la Merced en la Parroquia de San Vicente de Graz. Vicente de Paúl está sentado entre los pobres como uno de ellos. No tiene aureola. No está más alto que ellos como su renombrado servidor. Es como si todos hubieran llegado justo cuando Vicente se iba a sentar a tomar su sencilla comida. Ahora la está compartiendo con ellos. Las caras de los pobres, sentados a la mesa, no están muy claras. Pero el espectador, como nos dice San Vicente, “verá con las luces de la fe que son ésos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre” (SV XI, 725). El rostro que resplandece en el centro de la mesa refleja la presencia de Cristo. Quienes rodean a Cristo en esta sencilla comida nos recuerdan la Última Cena, la comida sacramental del amor de Dios por su pueblo.

Nuestra Asamblea General reunió a muchos representantes de nuestra gran Familia Vicenciana con vistas a renovar y concretizar nuestros compromiso de seguir a Cristo como el Evangelizador y Siervo de los Pobres. En el documento que contienen estas páginas, la Asamblea expresa los desafíos para el nuevo milenio, sus convicciones y una serie de compromisos a los que nos hemos comprometido para los años venideros.

Durante la Asamblea hemos tenido una maravillosa experiencia en la reunión con los representantes de nuestra gran familia. Las evaluaciones han sido muy positivas. Reconozco que es difícil comunicar a quienes no estaban presentes el entusiasmo generado en ese tiempo. Pero confío que si todos trabajamos con los miembros de nuestra familia para hacer efectivos los compromisos formulados en este documento, experimentaremos la alegría y la energía de vivir en una familia cuyo fin es estar al lado de los pobres en sus angustias.

He pedido a los Visitadores que, en una sesión de trabajo, presenten este documento a los miembros de cada provincia, usando, quizás, el vídeo que está siendo preparado en varios idiomas. He pedido también que sea tratado en una reunión de todos los superiores locales de la provincia, en el consejo provincial y en la próxima asamblea provincial. Exhorto a cada comunidad local a concretar el contenido del documento al formular su proyecto comunitario. El mundo está lleno de documentos sin digerir. Les animo a morder en éste, a masticarlo y a digerirlo bien. Espero que así pueda ser fuente de energía para, al lado de los miembros de nuestra familia, profundizar en nuestra espiritualidad Vicenciana y para formular con ellos proyectos prácticos concretos que sean de auténtico servicio a los pobres.

Su hermano en San Vicente.

Robert P. Maloney, C.M.

Superior General

DOCUMENTO FINAL

XXXIX Asamblea General

Congregación de la Misión

Roma

Julio 6 - 31, 1998Con la Familia Vicenciana

afrontamos los desafíos de la Misión

en el umbral del nuevo Milenio

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc. 4, 18). En la sinagoga de Nazaret, Jesús, desenrollando el pergamino, lee las palabras del profeta Isaías relativas al "año de gracia" y a la implantación del Reino. Y añade: “Este pasaje de la Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (Lc. 4, 21). La Congregación de la Misión, junto con la Familia Vicenciana, continúa haciendo que esta profecía de Isaías, que es el lema de su misión, llegue a ser una realidad hoy, en el umbral del nuevo milenio.

La reflexión de la Asamblea General de 1992, que ha animado nuestras convicciones y nuestros compromisos en los últimos seis años, comprometió a toda la Congregación en la colaboración interprovincial. Así ensanchó el horizonte de nuestra mirada hacia una mayor colaboración con los laicos y con cuantos están comprometidos en el anuncio de Jesucristo y en la lucha contra las pobrezas. Prosiguiendo el mismo camino pastoral, la Asamblea General de 1998, en el paso del segundo al tercer milenio, ha propiciado, desde su preparación en las comunidades locales y en las provincias, encuentros de intercambio y oración con miembros de la Familia Vicenciana. En la misma Asamblea General, hemos dedicado por primera vez una semana, del 9 al 14 de julio, al intercambio con 33 representantes, en general los responsables, de diversos grupos de la Familia Vicenciana. Nosotros, los miembros de la Asamblea, hemos aprendido mucho de ellos y hemos reconocido cuánto podemos hacer juntos en el servicio a los pobres.

Ahora queremos compartir con cada uno de los miembros de la Congregación de la Misión, con las comunidades locales y las provincias, el resultado de nuestro trabajo: los desafíos que se plantean a la Misión Vicenciana, las convicciones concernientes a nuestra vida y misión, así como algunos compromisos que nos ayuden a responder, en los próximos años, a los desafíos.

I. DESAFÍOS

En la actitud de escucha de Jesús, el enviado del Padre para evangelizar a los pobres, reconocemos como signos de los tiempos estos cuatro tipos de desafíos.

1. El círculo de la pobreza se va ensanchando cada vez más y el número de los pobres crece continuamente, bajo nuevas formas, con nuevos rostros (desempleados, emigrantes, refugiados, desplazados …). Crece la distancia entre países ricos y pobres. La pobreza se descubre cada día con más claridad como causada por las guerras devastadoras, la corrupción, unas estructuras injustas, incluso religiosas, que deben ser investigadas y transformadas en orden a promover la justicia y la paz. A causa de los violentos cambios socio-económicos, del neoliberalismo, de los desequilibrios continentales (nuevas crisis políticas, deuda externa), de la fluctuación de las ideologías y de una cierta cultura de la muerte, los problemas se tornan más y más complejos, al tiempo que los nuevos medios de comunicación social nos los acercan. Al mismo tiempo, en nuestra sociedad va abriéndose camino una cultura de la solidaridad, incluso entre personas que no comparten nuestra misma fe cristiana. Los pobres van avanzando en su propia organización para ser protagonistas de su liberación; y se ayudan unos a otros en sus necesidades.

2. Dios parece ausente en algunos horizontes culturales. La riqueza moral y espiritual de muchos pueblos “corre hoy el riesgo de ser desperdigada bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que se destacan el secularismo y la difusión de las sectas". Al mismo tiempo, van haciéndose visibles signos que animan nuestra esperanza. Entre algunos de nuestros contemporáneos hay un anhelo de interiorización, de contemplación, de conversión. Ha crecido también la sensibilidad en favor de los derechos humanos, de la promoción de la vida, de la ecología. La mujer va descubriendo su dignidad y reivindicando su puesto de igualdad en la sociedad y en la Iglesia. Muchos de los miembros de la Familia Vicenciana están empeñados en estas causas.

3. En el umbral del nuevo milenio, la Iglesia continúa su renovación. En las comunidades cristianas más antiguas y en las de reciente implantación, surge con fuerza el desafío de la nueva evangelización. Ésta exige un explícito anuncio de la persona de Jesucristo como Salvador y como plenitud; una participación efectiva de los laicos ejerciendo sus carismas en los ministerios; una solidaridad con los oprimidos; una renovada espiritualidad misionera; una nueva relación de la Iglesia con el mundo y con las demás confesiones cristianas y con otras religiones; la inculturación del evangelio en la pluralidad de las culturas; la dedicación de las mejores energías a la evangelización de la juventud. La Iglesia, a pesar de sus flaquezas e incoherencias, se descubre a sí misma como signo de comunión y de fraternidad, y se va construyendo como “comunidad de comunidades” al servicio del Reino. En el seno de la comunidad cristiana, los laicos van asumiendo sus propias responsabilidades y demandan nuevas estructuras de formación

4. En nuestra propia vocación de misioneros surgen con fuerza nuevas interpelaciones:

  • Mantenernos en estado de renovación continua, en nuestras obras y apostolados.

  • Profundizar en las fuentes inspiradoras de nuestro carisma, e inculturarlo.

  • Desarrollar con los laicos la espiritualidad vicenciana y misionera.

  • Crecer en la colaboración con la Familia Vicenciana, en orden a la formación, a la participación en acciones evangelizadoras y en respuestas concretas contra la pobreza.

  • Hacernos más sensibles a la inspiración del Espíritu Santo que actúa en la persona del pobre, en nuestros hermanos y hermanas, en los miembros de otras religiones.

  • Afrontar los desplazamientos de la Congregación de la Misión, que está creciendo allí donde las necesidades del mundo son más graves.

  • Preparar adecuadamente a nuestros formadores.

  • Avanzar en la colaboración interprovincial.

  • Hacer significativo nuestro compromiso misionero “ad gentes”.

  • Dinamizar nuestro testimonio y entrega en un renovado esfuerzo de conversión.

II. CONVICCIONES

Ante estos desafíos, que aparecen con acentos diversos en las distintas regiones del mundo, queremos explicitar las siguientes convicciones:

1. En el umbral del nuevo Milenio, estamos convencidos de nuestra responsabilidad misionera al servicio del Reino

Como Pueblo de Dios al servicio del Reino, en seguimiento de Jesucristo, evangelizador de los pobres, sabemos que hemos sido enviados para proclamar la Buena Nueva a los pobres, para trabajar al servicio del Reino: "¡Qué felicidad, hermanos míos… Dar a conocer a Dios a los pobres, anunciarles a Jesucristo, decirles que está cerca el reino de los cielos y que ese reino es para los pobres ".

Junto con los miembros de la Familia Vicenciana, nos sentimos llamados a actualizar las formas de la Misión para nuestro tiempo, porque la relación entre evangelización y liberación integral es especialmente importante.

2. Estamos convencidos de la fuerza profética y de la vitalidad dinamizadora del carisma vicenciano

Con los ojos abiertos a la realidad, San Vicente de Paúl, a partir de los acontecimientos de Folleville y Chatillón (1617), ha descubierto y experimentado a Cristo evangelizador y servidor de los pobres, y ha respondido profética y creativamente al clamor de los excluidos de su tiempo. Hoy, a la luz del carisma vicenciano, nos sentimos llamados a revisar nuestros proyectos apostólicos y nuestras estructuras comunitarias, buscando la conversión y una mayor fidelidad.

La vitalidad del carisma vicenciano no es exclusiva de la Congregación de la Misión. La solicitud por el pobre, siguiendo a Cristo, pertenece al corazón mismo del evangelio y es signo de autenticidad cristiana, de pertenencia a la comunidad de los discípulos de Jesús. Muchas personas y grupos, pertenecientes a la Familia Vicenciana, siguen ofreciendo expresiones de su fuerza profética hoy.

3. Estamos convencidos de que, en todo el mundo, la Familia Vicenciana comparte el mismo esfuerzo por vivir en fidelidad al seguimiento de Jesucristo, evangelizador de los pobres.

Durante la celebración de la Asamblea hemos vivido la experiencia de esta gozosa realidad. Junto a nosotros, Congregación de la Misión, muchas otras personas y grupos trabajan en la Iglesia, Familia de Dios, encendidos del mismo entusiasmo y del mismo celo que nos anima a nosotros. Como en la Iglesia, también en la Familia Vicenciana, en espíritu de comunión y participación, estamos convencidos del insustituible protagonismo de los laicos en el proceso evangelizador.

Las necesidades de los pobres son enormes. Todos los miembros de la Familia Vicenciana debemos juntos anunciar el evangelio y actuar contra las pobrezas.

4. Animados por la fuerza de la caridad, estamos convencidos de que debemos trabajar por la promoción humana y por la justicia.

Vicente de Paúl ha descubierto que el amor de Dios se expresa en obras: "Amemos a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestra frente".

La fuerza del amor efectivo crea hábitos de amor y de servicio a partir del encuentro personal con el pobre. Queremos amar al pobre y expresar este amor por medio de un trabajo creativo, estando familiarizados con los pobres, e interesados, como san Vicente, en escuchar sus alegrías, sus dolores y necesidades. Así, como él asegura, dándole la vuelta a la medalla, viéndolos en Cristo y viendo a Cristo en ellos, descubrimos que son hermanas y hermanos nuestros.

En la obra de la evangelización profética que estamos llamados a realizar, debemos estar atentos a la realidad de la sociedad humana, sobre todo a las causas de la desigual distribución de los bienes en el mundo; a participar en la vida y condición de los pobres; a cooperar con las asociaciones para la defensa de los derechos humanos y para el fomento de la justicia y de la paz.

Compartiendo, con los demás miembros de la Familia Vicenciana, la vida y los logros de los pobres, descubrimos la presencia del Espíritu del Señor que nos renueva para hablar con ellos, para oírlos y para considerarlos como los sujetos de su propio camino de liberación. Y así dejarnos evangelizar por ellos.

III.COMPROMISOS

Las convicciones, que deben dinamizar nuestra vida y nuestra vocación misionera, nos animan a asumir los compromisos siguientes.

  1. Colaborar con los otros miembros de la Familia Vicenciana

Trabajando en unión con los otros miembros de la Familia Vicenciana podemos ser una fuerza más eficaz para la evangelización y para las obras de caridad y de justicia en el mundo de hoy. Por eso reforzaremos los lazos de unión entre unos y otros. Pero al mismo tiempo, queremos respetar la autonomía y la identidad de cada miembro y de cada grupo de la Familia Vicenciana.

Como integrantes de la Congregación de la Misión reconocemos la necesidad de un cambio de corazón, en orden a colaborar generosamente con los demás miembros de la Familia Vicenciana, y reconocemos la capacidad y los dones de otros para trabajar por la extensión del Reino de Dios. Por estas razones nos comprometemos a:

  1. Crear las condiciones para colaborar con los otros miembros de la Familia Vicenciana:

  • escuchándonos unos a otros,

  • conociéndonos unos a otros,

  • compartiendo experiencias de trabajo con los pobres,

  • orando y reflexionando juntos.

b) Establecer estructuras para coordinar las colaboraciones que ya están en marcha o estarán en el futuro, a nivel local, provincial, interprovincial e internacional, teniendo cuidado de que los diferentes planos se complementen, respetando la subsidiariedad.

2. Responder juntos al clamor de los pobres

La enseñanza profética de san Vicente de que los pobres son "nuestros amos y señores" nos interpela una vez más al comenzar el nuevo milenio. El abismo cada vez más grande entre ricos y pobres nos cuestiona con mayor urgencia.

Teniendo en cuenta que la caridad y la justicia son dos caras de la misma moneda, nos comprometemos a:

  1. Colaborar con otros miembros de la Familia Vicenciana dedicando más personas, más tiempo y más medios económicos a la evangelización de los pobres, a fin de impulsar su promoción humana y espiritual.

  1. Elaborar proyectos específicos a nivel local, provincial, interprovincial e internacional para responder al clamor de los pobres en este tiempo, en colaboración con otros miembros de la Familia Vicenciana y con los pobres mismos.

  1. Afrontar las causas de la pobreza en las diversas situaciones en que vivimos, participando con otros miembros de la Familia Vicenciana en las comisiones de Justicia y Paz, lo mismo en ambientes eclesiales que fuera de ellos, y crear modos concretos de colaboración vicenciana según lo pidan las circunstancias.

  1. Apoyar el movimiento de condonación o reducción de la deuda externa de los países pobres como signo de celebración del Año Jubilar, en colaboración con otros miembros de la Familia Vicenciana

3. Colaborar en la Formación

Para encarnar el carisma de San Vicente en el nuevo milenio es esencial que los miembros de su Familia estén bien arraigados en su espíritu. Esto es verdad especialmente para quienes están comenzando el camino de San Vicente; pero es también importante para los que prosiguen en su intento de configurarse con su experiencia espiritual.

La llamada de San Vicente a evangelizar a los pobres fue lo suficientemente rica como para abarcar a todas las edades, todos los modos de vida y todas las vocaciones dentro de la Iglesia. Hoy, las diversas ramas de la Familia Vicenciana brotan de esta herencia común y así pueden mutuamente apoyarse en sus esfuerzos de formación. Al mismo tiempo, cada grupo de la Familia ha entendido a Vicente desde su propia experiencia y así tiene una sabiduría peculiar sobre él para transmitirla a sus propios miembros. Sus programas de formación pueden enriquecer a otros, mientras que continúan formando a sus miembros según sus tradiciones específicas. La Congregación de la Misión desea colaborar en proyectos de formación común a la vez que respetar la autonomía de las diferentes ramas en su propio proceso de formación.

En los tres compromisos siguientes, la Asamblea confirma los principios ya establecidos en los diversos documentos de la Comunidad sobre la formación. Aquí, ella se centra principalmente en los valores y prácticas que surgen del nuevo sentido de pertenencia a la amplia Familia Vicenciana.

A. Formación de los nuestros: inicial y permanente

1) Cada provincia o grupo de provincias se esforzará por incorporar en sus programas de formación inicial y permanente elementos que reflejen nuestra relación con la Familia Vicenciana mundial. Estos programas deben:

a)expresar un interés real por la espiritualidad, la historia y el carisma de cada uno de los grupos de la Familia presentes en la región;

  1. acentuar la necesidad del trabajo en equipo y la colaboración con los miembros de la amplia Familia, y proporcionar la formación y competencia necesarias para ello;

c)inculcar un sentido global de pertenencia a la Familia Vicenciana;

2) Favoreceremos una cierta integración de nuestros programas de formación con los organizados por los otros miembros de la Familia en la región. Al hacerlo se demuestra nuestra disponibilidad a estar al servicio de los otros miembros de la Familia y, al mismo tiempo, de ser formados por ellos.

3) Dado que es esencial a nuestro carisma el sentido de solidaridad con los pobres, nuestros miembros deben esforzarse por identificar y luchar contra las formas y las causas de la pobreza en el mundo, especialmente las que están más cercanas a nosotros.

4) Fomentar, sobre todo entre los estudiantes, el aprendizaje de otros idiomas, la sensibilidad a otras culturas y la sólida preparación en la doctrina social de la Iglesia.

5) Los Visitadores deben animar a los cohermanos a participar en el programa del CIF y, donde sea posible, organizar programas similares a nivel regional.

B. Formación de nuestros formadores

1) Dado que es un medio tan importante y decisivo para la renovación personal y comunitaria, cada provincia debe mostrar un cuidado especial en ofrecer la mejor preparación posible a sus futuros formadores. En especial debe trabajar en asegurar el apoyo económico adecuado para la formación integral de sus miembros.

2) Las provincias deben condividir el sentido de corresponsabilidad en la formación y estar abiertas a la cooperación interprovincial:

  1. Fomentando y facilitando la movilidad de los formadores;

  1. Compartiendo los recursos económicos;

  1. Acogiendo a los cohermanos de otras provincias que necesitan una preparación especial para la formación.

3) El Superior General y su Consejo estudien la posibilidad de crear en uno o más lugares:

a)Un centro internacional para la formación de nuestros formadores;

b)Un equipo itinerante de formadores que podría ofrecer sus servicios a formadores de diversas provincias.

Estos programas deberán formar a los participantes en la espiritualidad vicenciana, en métodos didácticos y en la sensibilidad multicultural a fin de que puedan trabajar eficazmente en diferentes partes del mundo.

C. Formación de la Familia Vicenciana

Cada provincia, o grupo de provincias, responderá deseosa a las llamadas de los diferentes grupos de la Familia Vicenciana para ayudarles en la formación:

a)colaborando en la formación inicial y permanente de sus miembros;

b)ayudando a revitalizar los grupos débiles y ofreciendo acompañamiento a los vitales y dinámicos;

c)estableciendo un equipo de formación, constituido por miembros de la C.M. y de la Familia, que diseñe los elementos de un programa común de formación y promueva encuentros con el fin de profundizar en la espiritualidad vicenciana y de fortalecer el sentido de pertenencia vicenciana;

d)Abriendo al resto de la Familia Vicenciana las estructuras de formación permanente ya existentes, donde ello sea posible.

4.Las misiones Internacionales

“Nunca como hoy la Iglesia ha tenido la oportunidad de hacer llegar el Evangelio, con el testimonio y la palabra, a todos los hombres y a todos los pueblos. Veo amanecer una nueva época misionera, que llegará a ser un día radiante y rica en frutos, si todos los cristianos, y, en particular los misioneros y las jóvenes iglesias responden con generosidad y santidad a las solicitaciones y desafíos de nuestro tiempo”. Todos nosotros estamos invitados a contribuir a la preparación de la nueva primavera cristiana, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo.

Dado que el Espíritu ha preparado ya el camino a nuevas formas de colaboración en algunas de nuestras misiones internacionales y en las otras ya existentes, nos comprometemos a:

a) Apoyar la amplia participación de todos los miembros de los grupos de la Familia Vicenciana, así como de colaboradores particulares vicentinos, tanto en las misiones “ad gentes” establecidas por las provincias, como en las que dependen del Superior General.

b) Crear una comisión que elabore una Ratio Missionum (líneas de acción para nuestras misiones) en relación con: la inculturación y la colaboración “norte-sur”, los criterios para aceptar nuevas misiones, el proceso de selección de los misioneros y de admisión de los candidatos a la Congregación, la relación con la Familia Vicenciana, la ayuda internacional a las misiones ya existentes en las provincias, los procedimientos para las evaluaciones regulares, la financiación.

c) Que el Superior General estudie la oportunidad de crear un secretariado de las nuevas misiones internacionales para facilitar la relación entre él, las provincias, las ramas de la Familia Vicenciana y otras organizaciones misioneras, y para obtener información y buscar fondos y otros recursos.

5. Nuevos medios de comunicación

Estamos avanzando hacia una era de tecnología e información que lleva consigo unas nuevas formas de pobreza no reconocidas y por ello más insidiosas. Los pobres, sin tener acceso a ellas, llegarán a ser más marginados y más pobres.

Hoy los medios de comunicación siguen desarrollándose. En este contexto una problemática importante es saber si los pobres son capaces de participar en estos medios para romper el círculo de la pobreza y para sentarse a la mesa como uno de tantos, a fin de tomar allí la palabra; y si la Congregación de la Misión podrá utilizar estos medios al servicio de la misión.

El internet es un vehículo poderoso que puede unir a los pueblos. Cuando se le usa debidamente sirve para fomentar las relaciones humanas y la solidaridad. Como tal se puede utilizar para la evangelización, la formación, la colaboración y la ayuda legal a los que no tienen voz .

La Congregación de la Misión, a través de sus miembros y sus estructuras, se compromete a:

  1. Tomar iniciativas que favorezcan el acceso de los pobres a los medios de comunicación para que puedan participar de sus beneficios.

  1. Establecer una red de comunicación mundial que fomente activamente su uso, ofreciendo ayuda económica y tecnológica donde se necesite y se requiera.

  1. Promover activamente la participación de la Familia Vicenciana en conseguir estos objetivos, favoreciendo especialmente la distribución mutua de publicaciones por internet.

CONCLUSIÓN

En el umbral del nuevo milenio, nuestros compromisos brotan de nuestro empeño por tratar de comprender en profundidad las enseñanzas evangélicas y hacerlas realidad en nuestra vida.

Al recoger nuestros compromisos, nuestra mirada se dirige a María. Ella ocupa un lugar destacado en la experiencia espiritual de la Familia Vicenciana:

  • Contemplando a María, en el misterio de la encarnación, procuraremos como Ella estar abiertos a la fuerza transformadora del Espíritu, para que forme en nosotros la imagen de Jesucristo y podamos hacer siempre en nuestra vida la voluntad del Padre.

  • Con María, misionera y peregrina, nos pondremos presurosos en camino hacia el nuevo milenio para llevar el mensaje del evangelio de caridad a los pobres.

  • Con María, con su Magníficat, entonaremos un canto de acción de gracias al Dios de la historia, porque nos ha concedido la gracia de encontrarnos como Familia Vicenciana y de poder, como Ella y con Ella, renovar nuestro carisma de seguimiento de Jesucristo, evangelizador de los pobres.

Cf. Is. 61, 1-2. También Is. 43, 19-20; 65, 17-18. Tertio Millennio Adveniente 13 y 51.

La expresión Familia Vicenciana, que aparecerá reiteradamente en este documento, no debe ser entendida en sentido jurídico-canónico, sino como un término pastoral. Con la expresión Familia Vicenciana pretendemos referirnos al conjunto de congregaciones, organismos, movimientos, asociaciones, grupos y personas que, de forma directa o indirecta, prolongan en el tiempo el carisma vicenciano, fundados directamente por San Vicente de Paúl o que encuentran en él la fuente de su inspiración y dedicación al servicio de los pobres. La Congregación de la Misión se considera así parte de esta Familia.

La Asamblea General 1992 había adoptado como lema las palabras de san Pablo "transformaos por la renovación de vuestra mente" (Rom. 12, 2). Cf. El documento de trabajo "Nueva evangelización, Hombres Nuevos, Comunidades Renovadas" y la Carta a los Cohermanos de la Asamblea General 1992. VINCENTIANA (1992), 382-388.

VINCENTIANA (1991), 507, 511. Cf. Const. 1, 3; Estat. 7. "Para nosotros, los miembros de la Congregación de la Misión, la complejidad de las situaciones y el desafío de las pobrezas, ¿no son una llamada... a colaborar más aún con los laicos, el laicado vicenciano, otras congregaciones u organismos y todos aquellos que aceptan este desafío?... ¿De qué manera podríamos intensificar y mejorar estas colaboraciones?”.

La XXXIX Asamblea General fue convocada por el Superior General con el tema: La Familia Vicenciana en todo el mundo y los desafíos de la Misión en el Tercer Milenio.Carta de convocación, del 1° de octubre 1996. Cf. VINCENTIANA (1996), 433-436; (1997), 65-66.

Cf. Const., 2.

Cf. Evangelium Vitae, 12.

Cf. Centesimus Annus, 49.

Cf. Christifideles Laici, 34.

Cf. VINCENTIANA (1996), 221, donde pueden encontrarse las referencias al reciente magisterio de Juan Pablo II. Puede verse también: R. MALONEY. Escucha el clamor de los pobres. La espiritualidad de Vicente de Paúl. Salamanca, Ceme, 1996, pag. 150-151.

Col. 1, 19. Cf. Evangelii Nuntiandi, 22.

Cf. Estat., 1.

Const., 16. Estat., 4; 5; 6.

Cf. Evangelii Nuntiandi, 76. Const., 2; 11; 12.

Los documentos eclesiales en América Latina y Europa prefieren el término Pueblo de Dios. Los de África hablan mejor de Familia de Dios. Los de Asia utilizan más frecuentemente Comunidad de discípulos de Jesús.

SVP XI, 387. Ed. Española. Conf. 195.

Cf. Evangelii Nuntiandi 29, 30, 31.

Cf. Los visitadores al servicio de la Misión, n° 8. Vincentiana 1990: p. 38-39.

Cf. Vita Consecrata, 82.

Una nueva eclesiología se ha ido abriendo camino: el laico ha pasado de la pasividad a la responsabilidad. Cf. Sínodo de los Obispos sobre la Vocación y Misión del laicado en la Iglesia (1987) y Exhortación postsinodal Christifideles Laici (1988).

Cf. AIC. Documento de base. Contra las pobrezas, actuar juntos.

SVP XI, 733. Ed. Española. Conf. 25.

Cf. SVP XI, 725.Ed. Española. Conf. 19.

Cf. Const. 12; Estat. 9, 2º.

Cf. Const. 12, 3º.

Cf, SVP XI, 324. Ed. Española.

Tertio Millennio Adveniente, 51.

Redemptoris Missio, 92

Tertio Millennio Adveniente, 18

Cf. Constituciones, 49.

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