La Asociación Internacional de Caridades (AIC)

Obras de la Asociación Internacional de Caridades.

Colaboración con otras ramas de la Familia Vicentina

Patricia P. De Nava

Presidenta Internacional AIC

Es para nosotras, miembros de la AIC, una alegría muy grande poder estar aquí, en esta Asamblea General de la Congregación de la Misión. Nos sentimos agradecidas con el Padre Robert P. Maloney por habernos invitado, pero sobre todo por la forma en que ha venido estimulando nos, a todos los vicentinos, para involucrarnos en la búsqueda de caminos comunes y conjuntos que nos permitan desempeñar nuestra misión, tal como fue previsto por San Vicente de Paúl, que nos fundó pensando ya en esta colaboración.

En esta ocasión se nos ha pedido presentar las obras de la Asociación Internacional de Caridades 2y la colaboración con otras ramas de la Familia Vicentina. Es un tema vasto, ya que las acciones son tan diversas y numerosas, como las pobrezas que encontramos en nuestro camino, desgraciadamente en aumento día a día. No quisiera de ninguna manera caer en una enumeración de acciones y proyectos, que pueden parecer iguales a los realizados por otros grupos de asistencia y promoción social. Me parece más revelador señalar algunas de las características de estas acciones, y compartir con ustedes cuál es la filosofía que nos anima, cuál es nuestra actitud frente a la pobreza, qué son los pobres para nosotros, cómo queremos acercarnos a ellos.

Tenemos conciencia de que hay grupos AIC con una gran resistencia al cambio, que sin dejar de lado su deseo de servir, prefieren conservar las viejas formas, los viejos sistemas de asistencia injustificada, y que no dan un paso más hacia adelante, ya sea por apatía, por falta de análisis o por temor o miedo al compromiso. Esos grupos siguen existiendo, cada vez en menor número, porque no logran mejorar la vida de los pobres, y en ocasiones ayudan a perpetuar el estado de marginación en que se encuentran. Para mejorar esta situación nos hemos comprometido en la actualización de la misión de las “Caridades”.

En esta ocasión, hablaré de lo que es nuestra utopía, el estado deseado al cual nos queremos acercar. Hablaré de lo que pretendemos lograr a través de nuestras líneas de acción, de lo que se ha logrado penetrar en la mentalidad de muchas voluntarias en el mundo, ahora comprometidas con entusiasmo y aún con pasión en una transformación social. Mencionaré aquellas convicciones que se han vuelto criterios. Queremos que estén presentes en todas nuestras acciones para elegir proyectos que transformen de manera directa la vida de los desposeídos. Estos elementos estaban ya presentes en el siglo XVII y la genialidad y fuerza de Vicente de Paúl logró que fueran siempre válidos y actualizables. San Vicente hizo ya su parte y a nosotros nos toca hacer una lectura atenta, que nos permita profundizar en su verdadero significado.

Tomando en cuenta estos criterios y convicciones, que han dado vida a nuestras líneas programáticas, haremos referencia a dos aspectos: la atención a los signos de los tiempos y la atención a la persona de los pobres.

I. Condiciones a priori, que deben estar presentes

en todas nuestras acciones

1. Atención a los signos de los tiempos

Situarse en el tiempo y en la realidad que se vive globalmente en el momento actual, nos causa una seria preocupación sobre el futuro próximo de los pobres. El proyecto neoliberal, que se ha extendido hasta los más diversos ámbitos y culturas, no toma en cuenta a los pobres y los desposeídos: los excluidos del planeta, se convierten en seres improductivos, inexplotables y por lo tanto superfluos.

Cuando analizamos con atención los efectos del neoliberalismo, nos replanteamos la validez de nuestras acciones. Los pobres quedan en enorme desventaja cuando por estas políticas la intervención del estado se restringe, hasta de responsabilizarse de los bienes mínimos que merece todo ciudadano, por el hecho de ser persona. La eliminación de los programas generales para la creación de oportunidades para todos, nos obliga a evaluar cada una de nuestras acciones. Nunca podremos hacer frente a la situación actual sin cambiar el rumbo de las acciones que hemos venido ejecutando desde hace tanto tiempo.

Esto nos ha llevado a:

  • Insistir en la necesidad de evaluaciones periódicas,

· Buscar la transformación personal de las voluntarias, para que tengan una visión menos simplista del acontecer histórico y se comprometan con los más pobres en una transformación social

· Promover a los pobres para que tomen conciencia de su propia dignidad, de sus derechos, de sus capacidades y de la importancia de la autogestión

· Entablar diálogo con los gobiernos, las instituciones, los organismos eclesiales y civiles, para tratar de incidir en la toma de decisiones y en las políticas públicas que afectan a los excluidos

· Utilizar y ejercer presión sobre los medios de comunicación social

2. Atención a la persona de los pobres

La opción preferencial por los pobres implica un compromiso por la justicia y por la paz. Optar por ellos no es una idea romántica, no un elemento sensible. Significa comprometerse con ellos, correr riesgos con ellos y por ellos. Significa comprender sus necesidades, sus expectativas, sus deseos, expresados o no, para que, partiendo de un análisis serio de su realidad y de la de su entorno, adoptemos sin miedo y con espíritu creativo, los métodos de acción que mejor convengan a nuestra época y a nuestra sociedad. El resurgir de la conciencia ciudadana es uno de los signos de esperanza frente a este futuro incierto y las voluntarias hemos aprovechado este despertar y apoyamos los repuntes de organización ciudadana, que surgen entre los marginados.

Esto nos ha llevado a:

*Revisar nuestra forma de acercamiento a los más pobres, promoviendo mayor conocimiento, fomentando la solidaridad y la proximidad

  • Evaluar nuestras acciones y proyectos, a fin de que los recursos económicos inmediatos, no interrumpan el proceso formativo de los individuos y las comunidades, su proceso propio de desarrollo y autogestión

  • Formarnos en el respeto a la identidad cultural de las personas con las que trabajamos

  • Cambiar nuestra concepción de la pobreza y poner de manifiesto que el empobrecimiento y la exclusión son una violación a los más elementales derechos humanos y no pueden ni considerarse como un fenómeno casual, ni como un producto de la fatalidad

  • Estar conscientes de que los pobres y las pobrezas han cambiado y actuar en consecuencia, fomentando la participación y respetando los liderazgos naturales y el resurgimiento del pueblo como sujeto histórico.

Los elementos nuevos incluidos o que debemos incluir en nuestras acciones para que sean verdaderamente transformadoras son:

  • La promoción y defensa de los derechos humanos

  • Las acciones de denuncia y de presión

  • Las acciones de transformación cultural

  • La creación de una red de lucha contra las pobrezas

  • La acción sobre los medios de comunicación social y

  • La presencia en los organismos internacionales

Al hablar de estos nuevos elementos, me referiré a un solo ejemplo, que puede tomarse como modelo para explicar la forma de proceder de la AIC, respecto a cada una de las acciones que nos conducirán al cambio de mentalidad social que pretendemos.

La promoción y defensa de los derechos humanos es una acción que hemos tratado de incluir en los diferentes proyectos, con la convicción de que no basta dar respuestas alternativas a las violaciones contra estos derechos, sino que es necesario comprometerse en su defensa.

*Un ejemplo de acción tradicional, es la atención a los ancianos en un hogar de una institución oficial, donde los voluntarios se limitan a conseguir recursos y hacer visitas. En la AIC no queremos conformarnos con lo indispensable. Una de las acciones colaterales que realizamos es la promoción de sus derechos a través de la presión ejercida sobre los responsables de la administración del hogar, a fin de que se mejore el tratamiento a los ancianos y a sus familiares, para que atendidos con afecto y respeto, se logren optimizar las condiciones de higiene, de alimentación, de cuidados médicos, de entretenimiento.

Las acciones de denuncia y de presión constituyen la dimensión política de nuestra misión. Ésta, basada en la obligación de ser profetas, nos compromete en el anuncio y la denuncia, y nos obliga a señalar todo aquello que atenta contra la dignidad de los hombres y de las mujeres.

*Al trabajar en el mencionado albergue, las voluntarias detectamos situaciones de injusticia contra las cuales debemos reaccionar. No se trata sólo de vigilar el cuidado y atención a los ancianos. También es necesario respaldar a las autoridades del hogar, para que el gobierno les procure los recursos y elementos necesarios para desempeñar adecuadamente su labor. Así como éste, hay muchos casos en que las voluntarias podemos y debemos intervenir.

Las acciones de transformación cultural de ninguna manera significan una falta de respeto o intromisión. Por el contrario, manifiestan el deseo de combinar el progreso, la justicia y la solidaridad, con el debido respeto a los valores culturales de cada grupo social. Las voluntarias AIC nos comprometemos, junto a las otras fuerzas sociales, en una acción cultural para promover un nuevo modelo de valores, que lleven a la sociedad los principios de solidaridad, de proximidad y de bien común, para dar respuesta a las necesidades cada vez más grandes de acogida, de relaciones entre las personas, de autenticidad de valores, de respeto a la dignidad de la persona.

*En el caso de las personas de la tercera edad, nos interesa paralelamente al trabajo en el hogar, llegar a sensibilizar a la sociedad para fomentar las actitudes de respeto a los ancianos. Tratar de buscar espacios comunitarios, para que éstos no se sientan excluidos, crear conciencia de los derechos de los ancianos en el seno de la comunidad, concientizar a los hijos para que se ocupen de sus padres y no se deshagan de ellos mientras puedan seguir teniéndolos a su cargo. Se trata en fin de promover una cultura de respeto a los ancianos.

*Comprometer a otros en el servicio es un deber vicentino. Por eso fomentamos la creación de grupos AIC dentro de los mismos núcleos donde trabajamos. En el hogar de ancianos pretendemos instaurar un grupo voluntario AIC, integrado por las mismas ancianas, para que ayuden a aquellas que tienen mayor necesidad.

Las voluntarias nos comprometemos a la creación de una red de lucha contra las pobrezas.

Hay que tener conciencia clara de que una red mundial de interacción solidaria, puede y debe ejercer acciones conjuntas, de acuerdo a la especificidad de cada organismo. Deben realizarse acciones de presión que interpelen a los responsables de las decisiones políticas. La red prioritaria inicial de interacción, ha sido desde hace más de trescientos años, la Familia Vicentina y nuestro compromiso en el momento actual es incrementarla e infundirle mayor fuerza.

*Las voluntarias AIC no nos limitamos al trabajo que nuestros grupos realizan con los ancianos, sino que promovemos la creación de una red entre todos los organismos que en la localidad trabajan con ancianos. Dividimos tareas y compartimos responsabilidades, establecemos contactos con otros organismos para que cada uno se responsabilice de la atención a diferentes categorías de ancianos: ancianos en sus casas, ancianos activos, minusválidos, con problemas mentales, que no se bastan a sí mismos, etc. Pretendemos, por ejemplo, que exista un convenio entre las instituciones, para que los ancianos puedan moverse de un sitio a otro, de acuerdo a sus necesidades específicas.

En la lucha contra las pobrezas los medios de comunicación social pueden ser enemigos acérrimos o aliados invaluables. Las voluntarias AIC nos hemos preparado para actuar frente a ellos, utilizándolos para dar conocer situaciones injustas, para dar a conocer las pobrezas, como lo hizo en su época San Vicente de Paúl, con los miles de cartas que escribió, o a través de su “Rélations”. Además, nos hemos enfrentado a los medios cuando han alterado la veracidad de su información.

Frente al problema de los ancianos, algunas voluntarias hacen reportajes, ya sea para los periódicos o para la televisión, sobre la vida de los ancianos en una institución, y sobre el abandono que sufren tanto por parte de sus familiares, como de la comunidad. También hacen campañas para propugnar por la inserción de los ancianos en la vida social de una determinada comunidad.

La presencia en los organismos internacionales, a través de las representantes de la AIC, que se forman y se preparan para desempeñar este papel, es una de las grandes posibilidades y puntos fuertes de la AIC. En estos organismos somos las responsables de hablar en nombre de los pobres y de aquellos que se comprometen en su defensa. En ellos asumimos las posturas de quienes conocen a los pobres como amigos y son sus defensores. También actuamos en nombre de quienes están dispuestos a comprometerse a su favor, de quienes anuncian y denuncian, con actitud madura y vigilante. Es decir, asumimos un papel profético, empeñadas en lograr una transformación social.

Participamos en reuniones internacionales de elaboración de políticas sobre el trato al anciano, sus derechos, las pautas para hacer valer las prerrogativas de la seguridad social a las que tienen derecho.

Todo lo que podamos decir en relación a nuestra forma de proceder, de nuestras obras en concreto y de los principios que las animan, se completa al reflexionar sobre los diferentes tipos de voluntarias AIC. Son ellas y su testimonio, quienes dan validez a nuestra asociación y constituyen nuestra mayor riqueza. Su contacto directo con los pobres, su presencia siempre cercana, aunque diversa según los contextos, es la clave que nos lleva a transformar nuestra visión del mundo y del hombre.

*En algunos de los países desarrollados, hay voluntarias plenamente insertas en la modernidad, que asumen modelos de desarrollo y metodologías de trabajo acordes a los tiempos modernos. Son voluntarias que trabajan en relación directa con los gobiernos y con otras instituciones y que imponen modelos específicos en la lucha contra las pobrezas. Utilizan las más modernas tecnologías, los medios de comunicación social, en fin, están al día en todos sentidos.

*Hay otras voluntarias, cuya característica fundamental y su medio de influencia prioritario, es su participación en redes y plataformas de acción social, en las cuales, en muchos casos, desempeñan un papel pionero, dando pautas para la erradicación de la pobreza, válidas tanto nacional como internacionalmente.

*Otras, plenamente insertas en la vida de sus comunidades, representan una modalidad nueva de vivir el voluntariado. Comprometidas con su propia comunidad, se involucran en un proceso muy interesante de autopromoción. Este tipo de grupos, integrados por voluntarias que sufren en carne propia la pobreza, es cada día más común en diferentes países, sobre todo en el tercer mundo.

*Muchas voluntarias, pobres también, están plenamente ligadas a los procesos de su comunidad y a la naturaleza que las rodea. Son voluntarias que trabajan la tierra, para asegurar su propia manutención, la de su esposo e hijos. Estas voluntarias cultivan campos de arroz, mandioca, cacahuates y otros productos, para cubrir, precariamente, sus necesidades básicas. Con el fin de pagar los gastos de su trabajo con otros más pobres que ellas y para cubrir las cuotas, necesarias para el sostenimiento de una asociación en la que creen, y cuyo trabajo consideran indispensable en los ámbitos local, nacional e internacional, esas voluntarias trabajan en otros campos, en las madrugadas, y así obtienen los fondos para este último fin.

*Por último, para dar una idea clara sobre los diferentes tipos de voluntarias existentes en la AIC, cito las palabras de la animadora regional para África y Madagascar: “En estos diez años de vida de la asociación, el Espíritu Santo se ha hecho presente en la asociación de Madagascar... es el espíritu quien nos alentó después de cada caída, de cada aparente derrota, ... siempre estuvo ahí para animarnos a avanzar, cuando todo en nosotras parecía detenerse por los titubeos y el desaliento. Es el Espíritu Santo quien nos murmuraba que hay que sonreír, y aún reír, cuando todo en nuestro interior no era más que lágrimas y desesperación, cuando Él decía “misión”, mientras todo en nosotras no era más que “dimisión”. Diez años durante los cuales no hemos cesado de ser “creativas hasta el infinito”, convirtiéndonos en cultivadoras de arroz, en criadoras de gallinas ponedoras, promotoras de ideas innovadoras, gestoras de grandes o pequeños proyectos, embajadoras ante las grandes instancias civiles, pedagogas de los minusválidos y otras cosas, papeles que jamás hubiéramos pensado desempeñar hace diez años, cuando se creó la AIC en Madagascar, con el apoyo de las Hijas de la Caridad”.

Las constataciones anteriores nos han llevado a reafirmar la convicción de que una acción aislada no puede producir un cambio, ni en la calidad de vida de los pobres, ni contribuir a una transformación social. Por eso, las voluntarias AIC dirigimos nuestros esfuerzos a cambiar la orientación de nuestras acciones, complementando las obras ya existentes con otros servicios y acciones a fin de lograr un verdadero efecto transformador.

Todo lo anterior representa, evidentemente, un compromiso mayor para la AIC internacional, llamada a ofrecer servicios oportunos. Pero es evidente que en estas demandas, hay también implícito un compromiso de las voluntarias, de las asociaciones y de los responsables de proporcionar asesoría a los grupos vicentinos.

II. Colaboración con otras ramas de la Familia Vicentina

1.Las colaboraciones existentes

Hasta el momento actual la interacción de la AIC se ha dado particularmente con los Padres de la Misión y con las Hijas de la Caridad, pero las voluntarias tenemos conciencia de la necesidad de ampliar esta red para que participen otros grupos de la Familia Vicentina. Esta interacción se ha visto particularmente apoyada por el Padre Robert Maloney. Las cuatro reuniones internacionales que ha convocado, han abierto caminos nuevos de colaboración en varios países del mundo. Además, nos motiva la convicción de que las comunidades religiosas “deben compartir con los laicos el carisma propio de la comunidad” y de que “los diversos miembros de la Iglesia pueden y deben aunar esfuerzos... con el fin de participar más eficazmente en la misión eclesial”

Con esta firme convicción, la AIC ha buscado estrechar los lazos de colaboración existentes, mediante todo tipo de iniciativas:

*Invitación a seminarios y asambleas nacionales, regionales e internacionales

*Respuesta a invitaciones de los Padres y de las Hermanas

*Envío de correos e informaciones y del boletín internacional AIC

*Contactos con los visitadores y asesores de los diferentes países

*Motivación a seminaristas y a jóvenes novicias

*Participación en proyectos e iniciativas conjuntas, de apoyo, de desarrollo y promoción social, de evangelización y de formación

*Trabajo en equipo aportando lo específico de su acción

*Apoyos económicos para aportar beneficios a un determinado grupo o comunidad

*Oración y reflexión en común

2.Las perspectivas, el futuro previsible

Es importante que nos cuestionemos sobre cuáles son las perspectivas de la Familia Vicentina hacia el futuro. Antes de plantearnos los retos, es necesario hacer una consideración sobre las oportunidades, es decir, aquello que nos brinda espacios y posibilidades de éxito. También es necesario considerar los riesgos, o sea, lo que puede afectar el objetivo que queremos alcanzar.

2.1. Las oportunidades

Este es un momento privilegiado para la interacción, misma que se ha venido gestando e incrementando desde hace varios años. Esto se refleja en una serie de oportunidades o factores que influyen positivamente en nuestra meta.

*El interés del Superior General de la Congregación de la Misión, de la Madre General de las Hijas de la Caridad y de los responsables internacionales de las diversas ramas para fomentar la colaboración

*Este mismo objetivo, compartido por un buen número de los responsables nacionales

*Proyectos piloto en curso que pueden servir de modelo y estímulo

*El inicio de un conocimiento más cercano con otras ramas de la Familia Vicentina

*El interés suscitado en muchos Padres y Hermanas para fundar grupos vicentinos y el surgimiento de iniciativas nuevas, con nuevos actores sociales, como son los indígenas y campesinos y personas de la propia comunidad a promover

2.2 Dificultades y riesgos

Tenemos que tener conciencia clara de que cualquier iniciativa nueva comporta riesgos y dificultades, que si se afrontan con determinación y espíritu de humildad y de servicio, nos ayudan a crecer. Algunos ejemplos de riesgos pueden ser:

*El temor de algunos grupos a perder su autonomía y su libertad y encontrarse en una situación de sumisión y dependencia

*La inmadurez de algunos laicos, que no desean colaborar, sino ser dependientes

*La poca confianza de algunos Padres y Hermanas en las potencialidades de los laicos

*La imagen anticuada y obsoleta de algunos grupos, que hace que los Padres y las Hermanas no se interesen en colaborar con ellos

*La falta de conocimiento mutuo, del carisma y de la misión de cada rama y la falta de interés por fomentar relaciones interpersonales positivas

*Los fracasos de algunas iniciativas de interacción, debidos a una mala planificación o a querer dar pasos sin haber recorrido un proceso previo favorable a la interacción

*La falta de una formación auténticamente vicentina, que nos permita, a todos, asumir actitudes acordes al espíritu de nuestro fundador

3.Una reflexión sobre la agenda para el futuro próximo. Los retos y los desafíos frente al tercer milenio

El futuro próximo, el Año internacional de la Caridad, la celebración del Jubileo del año 2,000 al cual Juan Pablo II nos invita a participar, nos motivan con urgencia a dar los pasos necesarios para buscar nuevas formas de colaboración. Las pobrezas que aumentan día con día y las dificultades que encontramos para luchar contra ellas, nos hacen más conscientes aún de la necesidad estrechar lazos de unión, y de hacer una planificación conjunta seria, para caminar con paso seguro hacia esta nueva forma de servir.

Podemos comenzar, como se ha venido haciendo en los últimos años, por reforzar en todo momento el conocimiento mutuo y las relaciones interpersonales, orando juntos, planeando juntos, celebrando juntos. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por el entusiasmo inicial, y debemos estar conscientes de que todo cambio exige renuncia y de que esta renuncia en ocasiones implica sufrimiento y dolor. Implica renunciar a los propios intereses para buscar el bien común. Las dificultades que surgen en el diario caminar, en ocasiones hacen que los proyectos conjuntos, iniciados con mucho entusiasmo, presenten dificultades y lleguen incluso a fracasar. Esto no debe decepcionarnos. Debe ser un acicate más para quienes estamos convencidos de la validez de la iniciativa.

La interacción en proyectos conjuntos, que a veces iniciamos con entusiasmo, no es tarea fácil, como tampoco es fácil adaptarse a las formas de ser y de actuar de personas, de organismos o agrupaciones diferentes.

En esta interacción, cada una de las ramas debe tener muy claro qué es lo que específicamente puede aportar para beneficio de la red y de sus integrantes. Consideramos que la AIC puede aportar su carácter laical, con todo lo que éste conlleva y la posibilidad de participar y tener presencia en varios organismos involucrados directamente en la erradicación de las pobrezas y sus causas. Esto nos da la posibilidad de estar presentes en los sitios donde se toman las grandes decisiones, donde se elaboran las políticas publicas, que de manera determinante afectan la vida de los marginados. También puede aportar, entre otras cosas, documentos específicos de formación para el laicado vicentino.

Con el fin de avanzar en la interacción, es necesario además mejorar la comunicación entre nosotros y abocarnos a la creación de una red, con canales específicos y bien determinados, “que nos lleve a vivir en un conocimiento más profundo, ayudándonos mutuamente para el crecimiento de todos.

Las responsables de la formación en AIC hemos elaborado un documento para los asesores, con la colaboración inestimable del Padre Lauro Palú y tomando varios textos relativos al tema, escritos por otros Padres de la Misión. Éste pretende ser un instrumento que nos permita trabajar unidos y con mayor conocimiento en este proceso formativo.

La formación debe evolucionar siempre, para corresponder a las exigencias de nuestro tiempo y a la novedad de nuestro compromiso. Debe ser integral y abarcar a la persona en su totalidad y adecuarse a los signos de los tiempos, a los diferentes lugares y tipos de grupos. Se trata de una formación espiritual, social y técnica. Esto requiere una formación específica y permanente, una profundización constante de nuestro carisma y de nuestra misión y una comprensión clara de qué es lo que nos hace diferentes y determina lo específico de nuestra acción. Los asesores de los grupos laicos, ya sean Padres, Hermanas o voluntarios capacitados, deben comprometerse juntos en un proceso formativo en constante evolución, para corresponder a las exigencias de nuestro tiempo y a la novedad de nuestro compromiso. Sólo una sólida formación vicentina, permitirá a las voluntarias ser capaces de servir a nuestros hermanos y de participar con efectividad en esta gran red mundial de lucha contra la pobreza.

Los Padres, las Hermanas y los laicos que se preparen para desempeñar la labor formativa, deben de tener verdadera vocación de formadores. Cuántas veces, los responsables de la formación, no lo sienten como una parte importante, sino como algo que los desvía de su carisma de ejercer la caridad. La formación que proporcionan, no cubre las expectativas, ni logra promover mejores servidores de los pobres.

4. A manera de conclusión

Para terminar, quiero decirles que la intensificación de las relaciones entre las ramas de la Familia Vicentina es una de las grandes prioridades de la AIC y mía en lo personal. Esta es una iniciativa en la que creo profundamente porque estoy convencida de las maravillas que podremos lograr unidos, como un gran ejército comprometido en la lucha contra las pobrezas y sus causas y en la defensa de los derechos de los más pobres.

Les pedimos que nos brinden una asesoría liberadora. Esta asesoría liberadora la definen tanto el Padre Álvaro Quevedo, como el Padre Rafael Ortega, como una asesoría en la cual “se exaltan los valores comunitarios, la solidaridad, la colaboración, la creatividad, la iniciativa. Es una asesoría siempre abierta al diálogo, a la participación, a la reflexión, a la corresponsabilidad. Favorece la toma de conciencia de la propia dignidad, del valor como persona y tiene como objetivo bien claro la transformación de la realidad. Esta asesoría liberadora debe conducir al compromiso social y recordar lo que implica la opción por los pobres”. Les pedimos también que nos ayuden a tomar mayor conciencia de nuestro ser y de nuestra identidad, que a veces se diluye por los imperativos cotidianos concretos.

Su apoyo y los contactos que hemos tenido con ustedes son una lección de vida, que nos mueve a la generosidad y al sacrificio. En todo momento nos han enriquecido, nos han hecho crecer y nos han hecho amar a los pobres, en algunos casos a imitación suya, con un verdadero amor de donación y sacrificio. Por esto y por lo que ustedes significan, en ocasiones llevándonos a aceptar ese sacrificio, les pedimos que nos permitan caminar a su lado, conocerlos mejor, para que su testimonio, su ejemplo y su palabra nos ayuden a tener la capacidad de discernimiento y la apertura necesarias para hacer historia la profecía que anuncia nuevos tiempos de vida y plenitud.

Vita Consecrata. Exhortación postsinodal de Juan Pablo II, 25 de marzo de 1996

Padre Benjamín Romo C.M. El caminar del Laicado Vicentino en México