La Familia Vicenciana: visión de conjunto

La Familia Vicenciana: Vision De Conjunto

José Ignacio Fernández de Mendoza, C.M.

Vicario General

Comenzaré esta conferencia saludando cordialmente a todos y cada uno de los respresentantes aquí presentes de las diversas agrupaciones de la familia vicenciana:

- Padres y Hermanos de la Congregación de la Misión.

- Hijas de la Caridad.

- Asociación Internacional de Caridad.

- Sociedad de San Vicente de Paúl.

- Juventud Mariana o Juventudes Marianas Vicencianas.

- Misioneros Seglares Vicencianos (MISEVI).

- Asociación de la Medalla Milagrosa.

- Misiones Populares.

- Religiosos de San Vicente de Paúl.

- Hermanas de la Caridad de Strarburgo.

- Hermanas de Santa Antida Touret.

A todos ustedes mi saludo más cordial.

La convocatoria de la Asamblea General de la Congregación de la Misión de 1998 data del 1 de octubre de 1996. El tema entonces escogido para esta Asamblea fue el siguiente: La familia vicenciana en todo el mundo y los desafíos de la misión en el tercer milenio.

Un diccionario consultado trae la siguiente definición de familia: es un conjunto de personas o de cosas unidas por una característica o por una condición comunes. Aplicando esta definición a nuestro caso nos es permitido decir que la familia vicenciana está formada por un conjunto de personas e instituciones unidas por una característica común y fundamental, como es el seguimiento de Jesucristo servidor y evangelizador de los pobres, al modo y manera como lo hizo San Vicente de Paúl.

A tenor de la definición propuesta de familia vicenciana, se llega a una primera conclusión: en una familia de esta naturaleza se conjugan dos factores complementarios, por una parte la unidad de origen y de proyectos y por otra la pluraridad de personas e instituciones.

En una familia conviven hombres y mujeres, padres e hijos, personas adultas y jóvenes, descendientes en línea directa o colateral. Todos ellos por lo regular provienen de unos antepasados comunes y al mismo tiempo prosiguen y participan de idénticos o parecidos ideales. Estos elementos encuentran de alguna manera su propia expresión en la familia vicenciana. A todos, lo mismo individuos que instituciones, nos son comunes el origen y el proyecto fundamental, que no es otro que el vivido y formulado por San Vicente de Paúl.

En esta familia convivimos y colaboramos gentes provenientes de distintos pueblos y culturas. En el voluminoso catálogo actual, en lo que podríamos denominar libro del personal de la familia vicenciana, figuran nombres de varones y féminas, clérigos, religiosos y laicos, ricos y pobres, ciudadanos socialmente relevantes y personas sencillas, viejos afiliados y advenedizos de reciente incorporación.

Por otra parte la familia vicenciana en el momento presente no se circunscribe a un país ni siquiera a un continente. Su ámbito de actuación es hoy casí todo el mundo. A la familia vicenciana le afecta, en consonancia con los tiempos actuales, el síndrome de la globalización, en el sentido pleno de esta palabra.

Pertenencia a la Famila Vicenciana

En sentido amplio pertenecen a la familia vicenciana "todas las instituciones que de un modo directo o indirecto se inspiran en San Vicente de Paúl a la hora de fijar sus fines o definir su fisonomía espiritual" (1). Así considerada, la familia vicenciana alcanza hoy muy amplias dimensiones. Permítanme recordar algunas cifras a las que en los años recientes hemos acudido con frecuencia. Se las debemos a Sor Betty Ann McNeill, Hija de la Caridad. Componen la familia vicenciana 268 instituciones, de las que 239 son Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, 21 son asociaciones laicales y 8 son Congregaciones Anglicanas. De todas estas instituciones perviven 165 (2).

En sentido restringido la familia vicenciana está formada por "aquellas congregaciones o asociaciones que o bien deben su nacimiento a la iniciativa directa del propio San Vicente o han declarado explicitamente su voluntad de sentirse descendientes espirituales suyos" (3).

En este sentido la familia vicenciana comprende la Congregación de la Misión, la Compañía de las Hijas de la Caridad, la Asociación Internacional de Caridad, la Sociedad de San Vicente de Paúl, la Juventud Mariana o Juventudes Marianas Vicencianas y la Asociación de la Medalla Milagrosa. Sin extorsionar la verdad tal vez se podrían incluir en este apartado algunos otros nombres.

Signos de pertenencia y lazos de unión entre los miembros e instituciones de la Familia Vicenciana

Una institución pertenecerá de alguna manera a la familia vicenciana si le afectan alguno o algunos de los rasgos que se enumeran a continuación:

- Deben su fundación al propio San Vicente de Paúl.

- Adoptaron integralmente o adaptadas las Reglas Comunes emanadas de San Vicente.

- Honran a San Vicente como a su patrón o principal fuente de inspiración.

- Asumieron aspectos peculiares del carisma vicenciano.

- Profesan el mismo espíritu que la Congregación de la Misión o la Compañía de las Hijas de la Caridad.

- Participan de lo más nuclear de la vocación de San Vicente de Paúl, consistente en seguir a Jesucristo evangelizador de los pobres.

- Asumieron como propio el espíritu de sencillez, humildad y caridad.

- Deben la fundación a misioneros de la Congregación de la Misión, a las Hijas de la Caridad o a miembros laicos de la familia vicenciana.

- Se afiliaron a la Congregación de la Misión o a la Compañía de las Hijas de la Caridad.

No disponemos de datos estadísticos fiables sobre el número de personas pertenecientes a la familia vicenciana considerada en sentido amplio.

En adelante me refiero ante todo a la familia vicenciana en sentido restringido.

Breve descripción de las diversas ramas de la Familia Vicenciana

Asociación Internacional de Caridad.

Esta asociación fue fundada por San Vicente de Paúl en Chatillon el 6 de diciembre de 1617. Desde los comienzos mismos afectaron a esta institución ciertos rasgos peculiares: es una asociación laical, eclesial, preocupada por el bienestar material y espiritual de los pobres, con un sentido claro de la caridad organizada, cuidando la formación de los propios socios y manteniéndose en estrecha relación con la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad.

Los miembros de este laicado vicenciano son en la actualidad 250.000, distribuidos an 42 asociaciones nacionales. Allá por los años sesenta inició un encomiable esfuerzo de renovación de sus bases teológicas, espirituales y de procedimientos. Me limito a enumerar algunos datos. La AIC se ha dotado de un nuevo Estatuto y Reglamenmto y se denomina Asociación Internacional de Caridad. La participación de los socios circula sobre todo a través de las asambleas locales, nacionales e internacionales. En la cúspide de la AIC se encuentran la presidenta internacional y el comité ejecutivo.

En 1971 el Superior General de la Congregación de la Misión dejó de ejercer el papel de dirección de esta asociación, pasando a ser lo mismo él que los directores nacionales y locales consiliarios espirituales. Dicho sea de paso que a pesar de esta mutación jurídica introducida en lo concerniente a la relación de AIC con la Congregación de la Misión las mutuas relaciones entre las dos entidades no solo no se han deteriorado sino que al contrario son cada vez más explícitas y cordiales en todos los ámbitos.

En 1980 fue aprobado el Documento Base: "Contra la pobreza actuar juntos", alcanzando una amplia repercusión en la evolución de este laicado. Por otra parte en las Asambleas de Asís, 1990, y Guatemala, 1994, se fueron perfilando más y más las líneas de acción de esta asociación vicenciana. La AIC es miembro de numerosos organismos internacionales. En resumen, este laicado, dentro siempre de una escrupulosa fidelidad al espíritu vicenciano, ha interpretado de nuevo su propio ser y actuar dentro de la Iglesia, la sociedad civil y la familia vicenciana.

Congregación de la Mision

La fundación propiamente dicha de la Congregación de la Misión tuvo lugar el 17 de abril de 1625, mediante el contrato firmado por San Vicente y los Señores de Gondi.

La última estadística disponible pone de manifiesto que la Congregación de la Misión está compuesta por 4.128 cohermanos, de los que 29 son obispos. Las Provincias son 46 y las Viceprovincias 4.

A partir del Concilio Vaticano II la C. M. asumió con decisión el reto de la propia renovación. Para llevarla a cabo se tuvieron en cuenta tres criterios: la vuelta a las fuentes, las directrices del Vaticano II y los cambios profundos experimentados en el mundo actual. Los esfuerzos en pro de la renovación se focalizaron en las sucesivas asambleas locales, provinciales y generales. Parecida repercusión alcanzaron los sucesivos documentos de los Superiores Generales, los círculos de estudios vicencianos y las numerosas publicaciones. Como resultado de este empeño común la C. M. dispone hoy de unas nuevas Constituciones y Estatutos.

En todo momento la C. M. se sigue reconociendo como miembro de la familia vicenciana, en apertura a una franca y decidida colaboración con los demás componentes de la misma.

Compañía de las Hijas de la Caridad

Fueron fundadas el año 1633. Según los datos ofrecidos durante su Asamblea General de 1997, son en la actualidad 26.120 Hermanas, a las que hay que añadir 385 seminaristas.

La renovación emprendida a partir del Vaticano II ha quedado plasmada ante todo en las nuevas Constituciones y Estatutos, así como en los sucesivos documentos emanados de las tres últimas Asambleas Generales. La Compañía de las Hijas de la Caridad, sirviéndose de los mismos criterios que aceptaron para sí los misioneros de la C. M.: nueva lectura de los fundadores, aceptación de las directrices del Vaticano II y análisis de los cambios del mundo actual, han definido de nuevo su propio ser y se han proyectado en cuanto tal comunidad hacia el futuro. Han asumido con decisión nuevas formas participativas referentes a la organización interna y han ensanchado los horizontes de la propia acción misionera.

La Compañía de las Hijas de la Caridad en todo momento se reconoce a sí misma como parte integrante de la familia vicenciana. El documento "Un fuego nuevo", emanado de la Asamblea General de 1997, dice en el compromiso tercero: nos comprometemos "a colaborar igualmente con los laicos, sobre todo de la familia vicenciana". El P. General el 8 de marzo de 1997, con ocasión de la apertura de dicha Asamblea, pidió a las Hijas de la Caridad que no dejen de "recordar que son parte de una gran familia que se identifica con un carisma y comparte un patrimonio común".

Sociedad de San Vicente de Paul

Su fundación, debida a un reducido grupo de laicos, encabezados por al Beato Federico Ozanam, data del 23 de abril de 1833. En ese año la primera Conferencia tenía 7 miembros. A partir de entonces su crecimiento ha sido constante. Hoy pertenecen a la Sociedad de San Vicente de Paúl unos 900.000 hombres y mujeres, provenientes de 131 países, distribuidos a su vez en 47.200 Conferencias.

Se trata de un movimiento laical de amplitud universal, con fines de apostolado caritativo y social. Cultiva la formación de sus miembros en orden a la propia santificación que se consigue ante todo a través del servicio a los pobres. Un componente decisivo de la SSVP es la espiritualidad vicenciana. Tiene a San Vicente por patrón. En San Vicente fijó siempre su mirada este laicado al tratar de definir el espíritu y los fines de la Sociedad. Desde los comienzos la SSVP aceptó y cultivó las virtudes evangélicas y vicencianas, como son la cercanía a los pobres y la caridad eficaz, la discreción y la mansedumbre, la hunildad de grupo y el celo por la salvación del prójimo.

A partir del Vaticano II la SSVP emprendió una serie de reformas. Fue aprobado en 1975 el nuevo Reglamento, pasando a ser definitivamente un movimiento mixto, de regimen cada vez más participativo, abierto a los no católicos e incluso a los no cristianos. La SSVP ha ensanchado el círculo de obras caritativas y sociales, intentando con ello remediar en la medida de lo posible todas las miserias, descubriendo a la vez las causas de la pobreza.

Juventudes Marianas o Juventudes Marianas Vicencianas

Este laicado data de las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré en 1830. La vidente recibió el mandato de que se fundara una asociación de Hijos de María. El Papa Pío IX en dos ocasiones sucesivas, 20 de junio de 1847 y 19 de julio de 1850, aprobó esta asociación.

El Superior General de la C. M. desempeña el oficio de Director General. Se trata de un laicado vicenciano, relacionado estrechamente desde sus comienzos y posteriormente con la Congregación de la Misión y con la Compañía de las Hijas de la Caridad. Su fin, consistente en los comienzos en formar a los niños y adolescentes pobres, fue en su tiempo y sigue siéndolo hoy, salvadas las distancias, un objetivo vicenciano.

Pertenecen a este laicado 200.000 afiliados. Su renovación comenzó en el inmediato postconcilio, afectando a su nombre, al ideario y a los fines, a la formulación de la propia espiritualidad y a la formación de sus miembros, a la proyección pastoral así como a su inserción en las diócesis e incluso a su relación con los demás componentes de la familia vicenciana. Hoy este laicado tiende a definirse como eclesial, mariano, vicenciano y apostólico. En particular ha enfatizado ultimamente el propio componente caritativo y misionero.

El 14 de febrero de 1988 el P. R. McCullen aprobaba los nuevos Estatutos Internacionales. A partir de esa fechas y, en casos, con antelación a la misma, fueron aprobados los estatutos de la asociación en diversos países.

Del 12 al 24 de agosto de 1997 representantes de 45 países participaron en el Encuentro Internacional de este laicado que tuvo lugar en París. A través de este hecho memorable se constató la universalidad alcanzada por este laicado vicenciano. En un próximo futuro verán la luz los nuevos estatutos internacionales y probablemente se creará un secretariado también internacional.

Asociación de la Medalla Milagrosa

Esta asociación también dimana de las manifestaciones de la Virgen Milagrosa en 1830. Como tal asociación fue aprobada por Pío IX el 20 de junio de 1847 para la Casa de San Lázaro y por Pío X el 8 de julio de 1909 para toda la Iglesia, encomendando su dirección al Superior General de la Congregación de la Misión. El 8 de setiembre de 1990 la Santa Sede modificó los antiguos Estatutos. El 11 de febrero de 1998 la Sagrada Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica mediante un decreto aprobó los Estatutos ahora vigentes.

Los fines específicos de esta asociación son, según los nuevos Estatutos, la devoción a la Virgen Milagrosa, la santificación de los socios y la acción apostólica y caritativa.

Esta asociación forma parte de la familia vicenciana, debido a su origen, a su relación histórica con la Congregación de la Misión y la Compañía de las Hijas de la Caridad y a su acción caritativa, puesta de manifiesto sobre todo a partir del Vaticano II.

Del 15 al 20 de diciembre de 1997, a invitación del Superior General, seis misioneros de la C. M., procedentes de diversos países, se reunieron en Roma con el fin de intercambiar impresiones sobre la renovación y puesta a punto de la Asociación de la Medalla Milagrosa. Se pretende entre otros dotar a este laicado vicenciano de un Secretariado Internacional. El número de asociados de una u otra manera a este laicado vicenciano es difícil de cuantificar. En todo caso nos es posible afirmar que crece ostensiblemente en muchos países del mundo.

Por razones de espacio y de tiempo no me es posible aludir en particular a otras entidades de la famila vicenciana representadas en esta Asamblea General. Esto no significa que no cuenten con el afecto y la cosideración de todos los aquí presentes.

Capacidad de Renovacion

Las distintas ramas que forman la familia vicenciana durante su ya larga historia exprimentaron momentos de auge y, en ocasiones, de evidente retroceso, impuesto éste por las circunstancias desfavorables. Las épocas de mayor crecimiento tuvieron lugar a partir de la fundación y, posteriomente, tras la Revolución Francesa. En ámbitos locales más reducidos los avances y retrocesos también afectaron a la evolución de la familia vicenciana. A través de estos avatares la familia vicenciana ha dado muestras en repetidas ocasiones de contar con una extraordinaria capacidad de reacción y renovación.

¿En qué situación se encuentra hoy la familia vicenciana en cuanto tal? La renovación conciliar afectó a toda la Iglesia. La familia vicenciana no fue una excepción. En un breve espacio de tiempo los diversos grupos que la forman han modificado sus estructuras, prácticas y orientaciones pastorales, superando en ocasiones ciertos anquilosamientos que nos afectaban y ciertas distancias que nos separaban del mundo real. Al mismo tiempo la familia vicenciana ha emprendido un nuevo camino, asumiendo para ello ambiciosos programas con proyección de futuro. De esa manera la famila vicenciana ha dado muestras de una doble fidelidad: a la vocación vicenciana y al compromiso ineludible de renovarse constantemente a fin de servir mejor a los pobres de nuestro tiempo. En una palabra, nos hemos situado en cuanto familia vicenciana a las puertas mismas del tercer milenio con un enfoque nuevo. Por haber entendido así las cosas hoy la familia vicenciana vive una hora de esperanza.

Signos de cohesión

Permítanme formular de nuevo un par de interrogantes: ¿Cuál es la situación de la familia vicenciana en cuanto tal? ¿Estamos dando pasos significativos en orden a enriquecer el concepto y la realidad de la familia vicenciana? En mi opinión la respuesta no puede ser sino positiva. Las distintas ramas que se integran en la familia vicenciana estaban necesitando y pidiendo desde tiempo atrás un mayor conocimiento y cercanía recíprocos así como una más palpable cohesíón intrafamiliar.

Los recientes encuentros de los máximos representantes de los diversos grupos han contribuido no poco a lograr esos propósitos. El primero de estos encuentros tuvo lugar en Roma el 3 de junio de 1995. Participaron representantes de la Congregación de la Misión, Compañía de las Hijas de la Caridad, Asociación Internacional de Caridad y Sociedad de San Vicente de Paúl. El segundo encuentro tuvo lugar también en Roma el 2 y 3 de febrero de 1996, participando los representantes de los mismos grupos antes mencionados. El tercer encuentro se celebró el 17 y 18 de enero de 1997. En esta ocasión, además de los anteriores, participaron por primera vez dos representantes de la Juventud Mariana o Juventudes Marianas Vicencianas. Finalmente el 16 y 17 de enero de 1998 de nuevo se volvieron a encontrar en París, participando en este caso, además de los antes mencionados, una representación de la Asociación de la Medalla Milagrosa y otra de los Religiosos de San Vicente de Paúl. La próxima reunión tendrá lugar en Roma durante los días 16 y 17 de enero de 1999.

Estos encuentros han contribuido a activar, impulsar y revitalizar el sentido propiamente dicho de familia vicenciana. Encierran en sí mismos un fuerte valor emblemático, de tal manera que han servido de pauta a la hora de convocar encuentros similares de reflexión y programación en incontables lugares del mundo.

Téngase en cuenta, además, que el P. General el 30 de mayo de 1996, de acuerdo con los responsables de otras tres entidades vicencianas, invitó a todos los miembros de la familia vicenciana a reunirse cada año para orar juntos el 27 de setiembre. De hecho la respuesta fue aleccionadora en todo el mundo. Esta iniciativa ha contribuido también y no poco a fortalecer los lazos que nos unen a unos y otros y a sentirnos cordialmente cercanos. En suma, la familia vicenciana a estas alturas, a poco más de tres décadas después de la terminación del Vaticano II y a punto de terminar el segundo milenio, va dando pasos significativos.

Permítanme aludir de paso a otro hecho de cierto relieve referente a la familia vicenciana. En la práctica totalidad de las visitas cursadas por el P. General y los Asistentes a las Provincias de la Congregación fueron convocadas las distintas agrupaciones de la familia vicenciana. La respuesta en todos y cada uno de los casos fue plenamente satisfactoria. Puedo segurar que personalmente en repetidas ocasiones he compartido en lugares muy distintos del mundo el gozo y la alegría por el hecho mismo del encuentro con incontables miembros de la familia vicenciana.

Identidad de cada rama y mutua colaboracion

Las intuiciones, propósitos y a veces incluso los acuerdos logrados en los encuentros antes mencionados nos sirven de orientación en el momento que celebramos la Asamblea General. Los diversos componentes se propusieron desde el primer momento "buscar los medios por los que, preservando la identidad de cada rama, podamos colaborar más eficazmente en todo el mundo, sirviendo a los pobres"(4).

A lo largo de dichas sesiones se intercambiaron informaciones sobre el carisma, la evolución histórica, las estadísticas recientes, el status jurídico y la espiritualidad de cada agrupación. Se evaluaron los niveles de colaboración entre las diversas ramas lo mismo en ámbitos locales que internacionales, en proyectos concretos, en diversos ministerios, v. g. en la misión "ad gentes" y misiones populares, en lo concerniente a la formación vicenciana inicial y permanente, en la pastoral juvenil y en la formación de los asesores. Se consideró laudable el hecho de invitar a representantes de las demás ramas vicencianas a participar en las propias Asambleas Generales y en encuentros similares. Se pidió y se sigue pidiendo a los miembros de la familia vicenciana que favorezcan la creación de las demás ramás, clerical o laicales, de la familia vicenciana en los países y áreas locales donde éstas tadavía no existen. Incluso se vio la conveniencia de publicar en un próximo futuro una colección de biografías de las grandes figuras de la familia vicenciana. Por otra parte, no se descarta la convocatoria para el año 2.000 de un congreso que trataría de la espiritualidad de la familia vicenciana.

Como se puede colegir, en los sucesivos encuentros los máximos representantes de la familia vicenciana concentraron su atención en algunos puntos que, a tenor de la experiencia actual, están en la mente de todos los que somos familia vicenciana.

La Congregacion de La Mision y la Famila Vicenciana

La C. M. se ha comprendido a sí misma ininterrumpidamente como parte de la familia vicenciana. Avalan esta afirmación los testimonios escritos y las sucesivas actuaciones a través de su ya larga historia.

En aras de la brevedad me remito a algunos textos recientes y por otra parte emblemáticos cuya finalidad es animar a los misioneros de la C. M. a tomar conciencia y a tender puentes entre la propia comunidad y otros componentes de la familia vicenciana.

Leemos en Constituciones 17: "Dado que la C. M. goza de la misma herencia que las Hijas de la Caridad, los misioneros se prestarán gustosos a ayudarlas cuando lo pidan, especialmente en lo que concierne a ejercicios y dirección espiritual. También colaborarán con ellas fraternalmente en las obras emprendidas de mutuo acuerdo". Estatutos 7,1 se refiere a las relaciones entre la C. M. y los laicados vicencianos: "Los misioneros tendrán especial cuidado de las asociaciones de laicos, fundadas por San Vicente de Paúl o que dimanan de su espíritu, pues como tales tienen derecho a que las asistamos y fomentemos". Por su parte la Asamblea General de 1992 aprobó un texto ciertamente algo más genérico que los anteriormente citados, pero cargado de interés para nosotros: "Tenemos conciencia de que no estamos solos en nuestra vocación, sino que pertenecemos a una gran familia vicenciana, compuesta por las Hijas de la Caridad, por diversas comunidades religiosas y por laicos igualmente marcados por el espíritu de San Vicente. La C. M. se reconoce a sí misma como miembro activo dentro de la familia vicenciana" (5).

Los textos citados no son sino el iceberg de una tradición impulsada por San Vicente y mantenida viva hasta los umbrales mismos del tercer milenio.

Con gozo y humildad

La familia vicenciana dio sus primeros pasos, como bien sabemos, hace ya casi cuatro siglos. Pues bien, al final del segundo milenio el "león dormido", aplicada la expresión en este caso a la familia vicenciana en cuanto tal, emerge con nuevo rostro y nueva vitalidad. En estos años postconciliares y en paticular en este último decenio, se están dando pasos significativos en búsca del propio ser y actuar de la familia vicenciana en cuanto tal. Todo esto nos llena de alegría y nos permite afrontar con gozo el próximo futuro.

Con gozo ciertamente, pero a la vez con humildad y realismo. Con humildad porque todavía siguen pendientes en el aire algunos interrogantes. Las claves de la puesta a punto de la familia vicenciana se encuentran ante todo en la identificación de cada uno de sus miembros con el carisma vicenciano, así como en la renovación espiritual y la formación de todos ellos.

Preguntémonos: ¿La formación permanente, espiritual y vicenciana, ha llegado en realidad a las bases de las diversas agrupaciones de la familia vicenciana, compuestas a veces por grupos minúsculos, diseminados a lo largo y ancho del mundo? ¿Qué imagen proyectamos en cuanto familia vicenciana hacia el exterior, por ejemplo ante los pobres, los jóvenes e incluso ante las Conferencias Espiscopales? ¿Cada miembro de la familia vicenciana ha asumido con decidido empeño la propia pertenencia a la familia vicenciana? ¿Cuál es el nivel de empatía y colaboración entre los diversos componentes de la famila vicenciana? ¿Los misioneros de la C. M. y las Hijas de la Caridad apoyan con denuedo y de hecho la formación vicenciana de los diversos laicados?

El 5 de octubre de 1996 la CPAG-98 envió a los Visitadores y Consejos una encuesta en la que se les preguntaba sobre la unidad y cooperación entre las diversas ramas de la familia vicenciana, en orden a servir a los pobres. Las respuestas en buena medida nos permiten ser optimistas, pero no como para sin más lanzar las campanas al vuelo. Queda todavía por delante bastante trecho por recorrer. Es propio de sabios evaluar con realismo la realidad tal cual se presenta y a partir de ahí proyectarse con gozo y a la vez con humildad el futuro.

Precisamente esta 39 Asamblea General sale al paso para deliberar a fondo sobre un tema tan sugestivo como es el concerniente a la familia vicenciana en todo el mundo y su misión en el milenio entrante. En la reflexión conjunta a dos bandas, miembros de la Asamblea General propiamente dichos e invitados, no es de extrañar que oigamos alusiones a los logros y a las carencias de la familia vicenciana, a su pasado y a su momento presente, a su proyecto peculiar y a sus aspiraciones de futuro.

Esta Asamblea General puede y debe llegar a ser un hito histórico para la familia vicenciana. Téngase en cuenta que el tema escogido para esta Asamblea General se refiere por primera vez en la ya larga historia de la C. M. a la familia vicenciana en cuanto tal. Conviene recalcar que durante estos días, dado el elevado número de participantes invitados, contamos con una oportunidad óptima para escucharnos unos a otros, conocernos mejor, valorarnos, apoyarnos mutuamente, y ¿cómo no? impulsar la unidad de todos en la diversidad de carismas, "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo" (1 Cor 12, 4-5). Esto supuesto, es de esperar que, iluminados por las luces del Espíritu Santo y poniendo de nuestra parte sumo interés a lo largo de esta Asamblea General, ya en el próximo futuro nos sea posible afrontar en colaboración y con fundadas esperanzas los desafíos propios de la evangelización de los pobres.

En torno a los Carismas reconocidos

En torno a ciertos carismas reconocidos por la Iglesia se han ido formando grandes familias intraeclesiales con un doble componente: el clerical y el laical. Es el caso de la familia vicenciana. Impulsada por San Vicente, esta familia es hoy un árbol frondoso de amplias proporciones. El carisma que el Espiritu Santo un día donó a San Vicente lo comparten de alguna manera millones de personas.

Una intervención reciente del Magisterio de la Iglesia acaba de refrendar este hecho que afecta a ésta y a otras familias reconocidas dentro de la comunidad eclesial. Juan Pablo II en la exhortación Apostólica "Vita Consecrata" se ha expresado en los siguientes términos: "Estos nuevos caminos de comunión y de colaboración merecen ser alentados por diversos motivos. En efecto, de ello se podrá derivar ante todo una irradiación activa de la espiritualidad más allá de las fronteras del Instituto, que contará con nuevas energías, asegurando así a la Iglesia la continuidad de alguna de sus formas típicas de servicio" (Vita Consecrata, 55).

El Papa en el texto citado se sirve de una terminología de contenido dinámico: caminos de comunión y de colaboración. De comunión, es decir, de coincidencia en lo fundamental y de participación creciente por parte de todos en lo mucho que nos une; de colaboración, o sea, de integración de las energías personales y grupales a fin de alcanzar un propósito coincidente: la evangelización y servicio de los pobres.

De ello se deriva, sigue diciendo el Papa, un gran bien: "la irradiación activa de la propia espiritualidad", superando las fronteras de cada grupo e incluso de la familia vicenciana. De esta manera quedará asegurada en la Iglesia la continuidad y la circulación a lo largo y ancho del mundo de un carisma inestimable como es el que comparte toda la familia vicenciana.

Hacia el Jubileo del 2.000

La Iglesia camina con decidido empeño hacia la celebración del Jubileo del año 2.000 y consiguientemente hacia el inicio del tercer milenio. El año 1998, segundo de la fase propiamente preparatoria, viene dedicado al Espíritu Santo. A invitación del Papa "la reflexión de los fieles en este segundo año de preparación deberá centrarse con particular solicitud en el valor de la unidad dentro de la Iglesia, a la que tienden los distintos dones y carismas suscitados en ella por el Espíritu Santo" (TMA, 47).

Valor, por lo tanto, de la unidad en la diversidad de carismas y respuestas; valor de la mutua colaboración, a la que se accede desde el pluralismo grupal, puesto de manifiesto en la existencia misma y en los modos propios de actuar de las distintas ramas vicencianas.

He ahí el reto que tiene delante de sí la familia vicenciana y, con carácter de inmediatez, la 39 Asamblea General: respetar con exquisito cuidado la singularidad de cada grupo, acrecentar cada cual el propio sentido de pertenencia a la familia vicenciana, descubrir los hilos que nos unen y finalmente canalizar juntos nuestras energías en orden a la evangelización de los pobres.

Antes de terminar deseo aludir a un hecho que ha enriquecido el santoral de la familia vicenciana en los años recientes. El 2 de junio de 1996 el Papa Juan Pablo II declaraba santo en la Plaza de San Pedro de Roma a Juan Gabriel Perboyre. Asímismo el 4 de mayo de 1997 el Papa incluía en el catálogo de los Beatos al gitano vicentino Ceferino Jiménez Malla. Ambos habían culminado su vida con la gloria del martirio. Finalmente el 22 de agosto de ese mismo año 1997 Federico Ozanam era declarado Beato. Tenemos sobrados motivos para dar gracias a Dios por el hecho de contar en las filas de la familia vicenciana con hermanos eminentes por su entrega y santidad.

San Vicente, tal como un día lo hiciera ante las Hijas de la Caridad, sigue también ahora exhortándonos con estas palabras: debemos "querer y respetar como hermanos y hermanas a los que Nuestro Señor ha ligado y unido con su amor" (SVP X, 702).

(1) J. M. Román: La Familia Vicenciana: una renovación incesante. Vincentiana, julio-octubre 1995, pp. 224-246.

(2) Betty Ann McNeill: Monograph I. The Vincentian Family Tree. Vincentian Studies Institute. Chicago 1996.

(3) J. M. Román, o. c. p. 224.

(4) R. Maloney: Circular 20 abril 1994.

(5) Carta a los cohermanos. Documento final de la AG-92.