Al servicio de los dementes

Al Servicio de los dementes

por Gerard van Winsen, C.M.

En su prefacio para la traducción inglesa de la biografía del Sr. Vicente por Abelly, el P. Stafford Poole, a pesar de algunas reservas, dice que ese trabajo es para nosotros fundamental, único e indispensable, la única fuente importante1 Gracias a Abelly sabemos lo que el Sr. Vicente hizo en favor de los dementes y lo que dijo sobre el trabajo en su servicio.

Abelly hace, de pasada, en su texto algunas observaciones, que nos hacen ver lo que se pensaba en su tiempo acerca de los dementes: "Esas personas no son capaces de agradecer el bien que les hacen ordinariamente son sucios, molestos y a veces hasta peligrosos2. Todos los rechazan y nadie quiere encargarse de ellos"3 Abelly escribe aún: "Los tarados mentales están a cargo de sus padres y para vergüenza de sus familias"4.

Estas citas dan la impresión de que la sociedad del siglo XVII tenia en poco aprecio a estas personas enfermas. Particularmente las palabras "son una vergüenza para sus familias" nos impresionan. Es en ese contexto donde se deja ver una forma de pensar, donde hay que juzgar la actitud y las palabras del Sr. Vicente.

1. Los dementes en San Lázaro.

En 1632 habia tres o cuatro alienados en San Lázaro5, que los Agustinos habían recibido en su casa. El Sr. Vicente mantuvo los cuidados y el tratamiento de aquellos pobres hombres. Según Pedro Coste había en 1659 entre 50 y 60 retenidos en San Lázaro, pero no se puede precisar cuantas de esas personas eran dementes6 . Hasta la Revolución Francesa, la Congregación atendió a esa clase de personas. Un sacerdote llevaba la dirección de la obra, otro sacerdote se ocupaba del servicio espiritual, mientras que los Hermanos estaban encargados de la vigilancia y de los otros servicios necesarios. Las familias de los enfermos pagaban una pensión7.

El Sr. Vicente pensaba que era la divina Providencia la que había encomendado a la Compañía la tarea de servir a los alienados8. Él no había buscado esta obra, sino que la había recibido de los Agustinos, cuando éstos se habían marchado de San Lázaro:

"No los hemos ido a buscar, nos los han traído; y ¿qué sabemos, si su Providencia, que así lo ha ordenado, no querrá servirse de nosotros para poner remedio a la enfermedad de esta pobre gente?"

El Sr. Vicente amaba a esta pobre gente como nos lo confiesa él mismo:

"En aquel tiempo tuvimos un juicio, en el que se ventilaba si nos echaban o nos dejaban en la casa de San Lázaro; y me acuerdo que entonces me planteé a mí mismo esta pregunta: "Si hubiera que dejar ahora esta casa, ¿qué es lo que te cuesta o te costaría más? ¿qué es lo que te causaría mayor disgusto y pena? Y me pareció entonces que lo peor sería tener que dejar de ver a esa pobre gente y verme obligado a dejar su cuidado y servicio9".

Cuando los Hermanos daban a los pensionarios carne o vino, que habían sobrado del día anterior, el Sr. Vicente protestaba contra semejante abuso por dos razones:

1) era una injusticia, porque las familias pagaban como para darles un buen trato;

2) los enfermos no estaban en estado de defenderse contra un trato semejante;10

Al final de su vida el Sr. Vicente estaba muy preocupado por conservar y transmitir su carisma a la Compañía. Observamos tal inquietud en la conferencia del 6 de diciembre de 1658 sobre la finalidad de la Congregación de la Misión:

"Pero, Padre, me dirá alguno, ¿está en nuestra Regla que recibamos a los locos en San Lázaro y a esas almas tan rebeldes que parecen pequeños demonios? - Le diría a ése que Nuestro Señor quiso verse rodeado de lunáticos, endemoniados, locos, tentados y posesos11 "

2.Las Hijas de la Caridad y sus atenciones a los dementes.

Las Hijas de la Caridad se establecieron en la segunda mitad del año 1655 en las "Petites-Maisons" para cuidar a 400 personas, atacadas de demencia, de enfermedades vergonzosas o de la tiña.

El Sr. Vicente conocía la situación de esa institución. Ya antes de fundar la Congregación de la Misión había predicado allí una misión12. Lo que nos cuenta de la situación en las "PetitesMaisons" es terrible:

"Son unas personas que han vivido una vida desordenada, que no han hecho nunca una confesión como es debido y que están en vísperas de comparecer ante el juicio de Dios13 . Todas ellas son personas locas y trastornadas, gente de muy mal carácter, que están continuamente gruñendo y refunfuñando. No hacen más que discutir. Sólo hay eso. Ni se lo puedo explicar. En fin, hay tan poco espíritu de comprensión mutua que no pueden vivir dos juntas, y se han visto obligados a separarlas. Cada una se hace por su cuenta la comida14".

No era fácil hallar sitio para un enfermo en esa institución. Cuando Sor Margarita Chétif pidió la intervención del Sr. Vicente para colocar allí a un demente, debió de responder:

"No tengo suficiente crédito para hacer que reciban en las "Petites-Maisons" a ese buen hombre, enfermo mental, del que usted me escribe, ya que no tienen nunca un puesto vacío, sino que los reservan mucho tiempo antes de que queden libres. Haga el favor de comunicar a sus hijos que siento mucho no poder proporcionarles este consuelo, y que se guarden mucho de enviarlo para acá15".

Cuando las Hermanas comenzaron su trabajo en las "PetitesMaisons", la Señorita Le Gras pidió al Sr. Vicente que explicara a las Hermanas el bien que podían ellas hacer alli y de qué forma16. El Sr. Vicente lo hizo aludiendo a ello en la conferencia del 18 de octubre de 165517.

Sor Ana Hardemont fue nombrada superiora, pero, por causa de unas dificultades, fue sustituída por Sor Cecilia Inés Angiboust18 .

3. Las razones para encargarse del cuidado de los enfermos mentales.

Desde su experiencia de Gannes-Folleville el Sr. Vicente siempre pensaba en la salvación de las almas. Quería ayudar a hombres y mujeres a vivir en amistad con Dios. El medio para ésto era la misión. Ésta quizá sea la razón por la cual predicó una misión en las "Petites-Maisons":

"Nunca he visto misiones tan hermosas como las que se celebraron en el hospital de "Petites-Maisons" de esta ciudad19"

De este modo comprobamos un primer motivo del Sr. Vicente para trabajar por los enfermos mentales: su celo por la salvación de las almas. Posee un juicio claro acerca de la situación moral del demente:

"Los que están en esta situación, son ciertamente muy dignos de compasión. Es verdad que en cierto modo se encuentran en estado de impecabilidad, ya que no son dueños de su voluntad ni tienen juicio y libertad. Por eso, hemos de juzgarlos bienaventurados si, cuando cayeron en ese estado, estaban en gracia de Dios; mientras que, por el contrario, soy muy dignos de lástima, si ese mal les sorprendió en pecado mortal20."

Un segundo motivo para servir a esos pobres hombres era para el Sr. Vicente el ejemplo de Jesús. Nuestro Señor estaba rodeado de locos y posesos21.

El Sr. Vicente está conmovido por las palabras de San Pablo en la primera carta a los Corintios: "Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos22". De ahí el Sr. Vicente concluye que Cristo fue considerado como un loco. Y dice a las Hijas de la Caridad:

"Es preciso que sepan, Hermanas, que Nuestro Señor quiso experimentar en su propia persona todas las miserias imaginables. Nos dice expresamente la Sagrada Escritura que quiso pasar por escándalo para los judíos y por locura para los gentiles, para señalarles a ustedes que pueden servirle en todos los pobres atribulados. Por eso quiso entrar en ese estado, para santificarlo lo mismo que a todos los demás. Es menester que sepan ustedes que Él está en esos pobres privados de razón lo mismo que en todos los demás. Con esta persuasión tienen que servirles y, cuando vayan a verlos, alégrense y digan dentro de ustedes mismas: "Me acerco a esos pobres para honrar en sus personas a la persona de Nuestro Señor; voy a ver en ellos la sabiduría encarnada de Dios, que quiso pasar por tal, sin serlo efectivamente23".

El Sr. Vicente está también fuertemente impresionado por los versiculos 3, 21-23 de Marcos: "Vuelve a casa...Se enteraron sus parientes, y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: "Está fuera de sí24".

El Sr. Vicente piensa que el servicio de los enfermos mentales es tanto más meritorio cuanto que esos enfermos no pueden manifestar su agradecimiento.

4. Es necesario trabajar sobre la base de la relaciones humanas.

Desde hace años celebro los domingos la Eucaristía en una institución dedicada a enfermos mentales. ¿Cómo se puede aplicar la doctrina vicenciana sobre los dementes en la práctica pastoral?

Es un gozo para mi trabajar para tales personas, porque realmente es una obra vicenciana.

En tiempos del Sr. Vicente no existían medicinas para tranquilizar a los enfermos mentales. Por lo que cuenta el Sr. Vicente, y especialmente por la comparación que hace con Jesús ("in frenesim ductus est"), podemos deducir que los pensionarios alienados de San Lázaro estaban a veces frenéticos y muy difíciles. Quizá sea esa la razón por la que el Sr. Vicente dijo de esos hombres que no pueden manifestar agradecimiento. Mi experiencia personal me demuestra que no se puede ciertamente generalizar esa observación.

Pero debo reconocer que la idea : encuentro a Cristo en esas personas, no está viva en mí. Cuando acude uno con regularidad donde ellos, entonces eso le resulta por sí mismo un medio ordinario: lo que uno halla en la sociedad de fuera también se ve en la vida de una institución de esa clase. Hay personas amables, hay personas que desean el contacto, pero hay también personas difíciles y problemáticas.

Con mucha frecuencia pienso (lo digo con toda la reserva necesaria), que hay miembros del personal que trabajan con la idea de que esos alienados son unos hombres que, como los demás, tienen el derecho a llevar una vida buena. Siento una gran admiración por los enfermeros y enfermeras, que trabajan diariamente por los enfermos mentales y no comprendo su perseverancia en ese servicio. En el plano humano veo cosas bellas, particularmente cuando muere un enfermo. Cuanto más necesidad ha tenido el paciente de la atención del personal, tanto más fuerte es la relación que se manifiesta entre los enfermeros y el enfermo mental. Esa relación queda rota con la muerte y en estos casos esperan una palabra de consuelo del capellán.

Mi conclusión personal es ésta: Es imposible trabajar muchos años por los dementes partiendo de un fundamento humano. ¿O es que yo en ese caso me engaño acerca de los motivos más profundos del personal que veo trabajar desde hace años?

Sin embargo, he aquí mi dificultad con la doctrina vicenciana, que no es la del Evangelio. Los tarados mentales quieren ser tratados en el plano humano, se les debe considerar como hombres. El enfermo quiere ser ayudado, porque es una persona humana, con sus virtudes y sus defectos. No puedo rebajarlos a la condición de objetos para mi encuentro con Cristo.

¿Cómo puedo esquivar esta dificultad? Es necesaria una unidad entre la base humana y la base de la fe. Por experiencia sé que debo buscar la causa en mí mismo, cuando me muestro impaciente para con los enfermos mentales, porque ellos exigen siempre la misma cosa, me cuentan siempre las mismas historias, no me dejan un poco de reposo antes del servicio eucarístico. Entonces yo compruebo en mí mismo la necesidad de meditar las palabras de Jesús: "En verdad os digo que cuanto hicísteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicísteis25 ".

Mas en el plano vicenciano, tengo la convicción de que se debe completar la doctrina del Sr. Vicente en el encuentro con Cristo con la doctrina sobre la misericordia. Según él la misericordia es el fruto de la caridad:

"Consiste en no ver sufrir a nadie sin sufrir con él, no ver llorar a nadie, sin llorar con él. Se trata de un acto de amor que hace entrar a los corazones unos en otros, para que sientan lo mismo, lejos de aquéllos que no sienten ninguna pena por el dolor de los afligidos, ni por el sufrimiento de los pobres".

A mi parecer, la caridad debe ser completada por su fruto: la misericordia, para encontrar verdaderamente una persona en el plano humano y otra en el de la fe.

Personalmente me siento mucho más conmovido por la idea del Sr. Vicente de que Cristo también ha santificado este estado. Ésto es para mí un medio mucho más eficaz estar y trabajar entre esas personas con un espíritu evangélico.

5. Celebrar la Eucaristía para los enfermos mentales.

Es un privilegio decir la Misa para los enfermos mentales. Ellos te enseñan la manera de celebrarla bien. Cierta vez conté una historia profana, como ejemplo, en la homilía. Uno de los enfermos gritó en alta voz: "Usted debe hablar de Jesús". Es un signo de lo que ellos esperan del celebrante. Después seguí fielmente aquel consejo.

Lo que la liturgia significa para estas personas, se aprende cuando se le debe dar la unción de enfermos a un moribundo. Ellos recuerdan las palabras que has dicho de Jesús: Jesús es tu amigo, tú eres el amigo de Jesús. Jesús ha sido bueno para los enfermos, ahora te vengo a traer la medicina de Jesús para los enfermos, para que te hagas fuerte con la fuerza de Jesús.

Sabemos por experiencia que todo el año litúrgico es una gran catequesis sobre Jesucristo: su nacimiento, su pasión, muerte y resurrección, su ascensión. Aparece bien claro en la tradición vicenciana su preocupación porque los enfermos mentales sepan algo acerca de las grandes verdades de la fe por medio de los misterios celebrados durante el año litúrgico. Resulta conmovedor cuando los enfermos vienen a venerar la cruz en una liturgia adaptada del Viernes Santo. Lo hacen a su manera, pero con unos signos que expresan su fe y su amistad por Jesús doliente. Y cuando se enciende el cirio pascual con una ceremonia sencilla, la siguen con toda su atención.

Celebrar la eucaristia para los dementes no siempre resulta una fiesta. También se dan momentos en que se necesita una gran paciencia, sobre todo en otoño, cuando caen las hojas de los árboles.

Un capellán necesita el apoyo de una comisión litúrgica, de la que forman parte algunos enfermeros y enfermeras. Éstos te orientan para resolver las dificultades, para adaptar perfectamente la liturgia a las necesidades de los alienados, quienes te hacen conocer los deseos existentes para celebrar bien los santos misterios. Por una parte, el capellán se hace con la experiencia de que necesita de los laicos para ser un buen celebrante, pero por otra, "siente" que es, para los enfermos mentales, verdaderamente el representante de la Iglesia. Por ejemplo, es a él a quien ellos confían sus intenciones para la plegaria universal.

6. Dejarse evangelizar por los enfermos mentales.

Cuando se predica la homilía para los dementes uno está obligado a hablar muy sencillamente. Y cada vez tiene uno más experiencia de que el Evangelio es sencillo. Está uno obligado a explicar lo esencial del Evangelio. Jesús predicó a base de imágenes y de ejemplos tomados de la vida cotidiana. Cuanto más se siguen los relatos vivos del Señor, tanto más se puede llevar a los enfermos junto a Él. Se aprende que el Evangelio está destinado a los sencillos de corazón, pues son ellos quienes escuchan las palabras de Jesús, quienes las desean, quienes tratan de vivirlas en sí mismos. Ese es el regalo que te hacen los enfermos mentales: se debe ser pequeño, para que las palabras de Jesús sean también para tí palabras de vida.

7.Conclusión.

El 29 de mayo de 1654 el Sr. Vicente escribió una carta a Juan Barreau. El original está sólo firmado por él. Pero como el Sr. Vicente es muy delicado, le añadió, de su propia mano, la postdata siguiente, que viene a ser como un resumen de su doctrina y de su disposición para con los enfermos mentales:

"Su señor hermano, el procurador, ha caído enfermo con una enfermedad por la que su otro hermano y su cuñado han creído conveniente, por consejo de los demás parientes, que lo recibamos en San Lázaro; así lo haremos. Hemos de honrar a Nuestro Señor en el estado en que se encontraba, cuando intentaron atarlo diciendo de él: "quoniam in frenesim versus est27 ", a fin de santificar dicho estado en aquéllos que su divina Providencia habría de situar en él. Esté usted seguro de que lo cuidaremos lo mejor posible; acepte conformar su voluntad en todo ésto con la de Nuestro Señor, lo mismo que hace usted en todas las demás cosas ".

1. Luis Abelly: "The Life of the Venerable Servant of God Vincent de Paul", 1993.

Por lo que yo sé, ha sido especialmente el médico alemán Werner Leibbrand quien ha tratado este tema más ampliamente en "Vinzenz von Paul",3. Auflage, Heidelberg 1960. Cita también las obras siguientes:

Jacques Vié et Laignel-Lavastine: "La vie médicale de Saint Vincent de Paul", en la "Revue des Études Historiques", 96 (1930), 129-136, que no he encontrado en el "Catalogue des Publications 1. Saint Vincent de Paul" (1988); J-C; Martin du Theil: "La doctrine hospitaliere de Saint Vincent de Paul", Arnette Louis, París 1939.

2Abelly, 1891, I.152.

3Abelly, I.154.

4 Abelly, III.88.

5 Abelly, I.152.

6Pierre Coste: "Monsieur Vincent". II.516. sobre todo en la nota 3.

7XI.331 (Coste) 225 (CEME)

8XI.21/715; XII.88 \ XI.394

9 XI.21/716

10 XI.331/225

11 XII.88/XI.394

12 Abelly, 1891, II.29

13 II.366/303

14 XIII.596/X.736

15 VII.184, 22 de junio 1658/164

16 Écrits spirituels, 473, Lettre 428, (1655)

17 X.125/IX.750

18 VI.568, 30 de octubre de 1657/520

19 II.366/303. Pensando en la descripción que hace el Sr. Vicente de la situación del hospital, se plantea naturalmente la cuestión de saber cómo se pudieron aprovechar los enfermos mentales de la misión, predicada por los miembros de la Conferencia del Martes: "Han dado también una misión en el hospital de las "Petites-Maisons"; en él, ademas de los pobres alienados a los que la misión no podía aprovechar, hay multitud de familias pobres con las que varios habitantes del arrabal tomaron parte en las enseñanzas que se impartieron". Abelly,II. 330.

20 XI.20/715

21. Mt 4,24

22 I Cor I.23

23X.125/IX.750

24Mc 3,21

25Mt 25,40

26XII.270/IX.560

27 Coste añade la nota siguiente: El texto escriturístico dice "quoniam in furorem versus est"(Mc 3,21); el santo ha cambiado una palabra para destacar mejor su pensamiento.

28 V.146/135

Trd. M. Abaitua C.M.