Algunas cualidades de un buen formador

Algunas cualidades de un buen formador

por Robert P. Maloney, C.M.

Superior General

9.VII.2002

I. El contexto cambiante y algunas llamadas interpelantes en la actualidad

Desde tiempos de San Vicente ha habido muchos cambios, pero la llamada para ayudar en la formación es hoy tan persistente como lo fue en su tiempo. Es más, aún es mayor hoy día. En los últimos años, ésta es la llamada que he oído con más frecuencia. Estas llamadas tienen su propio carácter actual. Significativos factores actuales han dado a estas llamadas un nuevo contexto y contenido.

1.La expansión de la Iglesia en Asia, África y América Latina y la necesidad de formadores bien preparados

Durante el pontificado de Pablo VI, el rostro de la Iglesia cambió considerablemente. Por vez primera, la mayoría de sus miembros se encontraban en el hemisferio sur. Al inicio del tercer milenio, las zonas de su más rápido crecimiento se encuentran en Asia, África y América Latina. Esto es lo que Walbert Buhlmann llama “la llegada de la tercera Iglesia”. En realidad, solamente en el siglo XX, como Karl Rahner apuntó con frecuencia, la Iglesia católica se ha convertido en una “Iglesia universal”.

Muchas de las cartas que pasan por mi mesa incluyen numerosas llamadas procedentes del hemisferio sur buscando ayuda para la formación. Obispos y superiores provinciales me escriben diciendo que, más que la carencia de recursos económicos, sufren la carencia de personal bien formado y maduro para dar una buena formación a los ministros laicos, las religiosas y los sacerdotes. A veces, suplican elocuentemente: “¡Si usted pudiera solamente ayudarnos durante cinco o diez años, mientras nosotros formamos a nuestros formadores, el futuro estaría bien preparado!”.

2.Un renovado interés por la “Familia Vicenciana”

En los últimos siete años, muchos grupos que comparten el carisma de Vicente de Paúl han aumentado su convencimiento de ser miembros de una “familia”. Del nivel internacional al nivel local, hemos comenzado a reunirnos con mucha mayor frecuencia, a colaborar en proyectos a favor de los pobres, a orar juntos y a dialogar sobre otros modos en los que podríamos estar más estrechamente unidos, preservando siempre las notas distintivas de cada grupo. En este contexto, se ha percibido de forma clara y rotunda la llamada a una mutua ayuda en la formación.

En las reuniones de 1999, 2000, 2001 y 2002, los responsables de algunas de las principales ramas de la FV hablaron de varios proyectos de formación:

a.un libro que articulase los cimientos de la espiritualidad vicenciana vivida por los laicos (hombres y mujeres) y los concretase desde la experiencia del laicado;

b.el uso del Internet como un instrumento de formación;

c.un documento preparado por la AIC para los asesores espirituales de sus grupos, uno de cuyos principales papeles es la formación;

d.la preparación de un documento semejante para los asesores espirituales de JMV, sobre el que ustedes dialogarán durante estos días;

e.este encuentro de París para los asesores espirituales de nuestros grupos laicales.

Pocas llamadas son tan intensas como la llamada a la formación que procede de las diversas ramas de nuestra familia: la AIC, las Hijas de la Caridad, la Sociedad de San Vicente de Paúl, los grupos de jóvenes, la Asociación de la Medalla Milagrosa y otros muchos.

3.El rápido crecimiento de los grupos de Juventudes Marianas Vicencianas

Estos grupos cuentan en la actualidad con unos 75.000 miembros en todos los continentes. La difusión de estos grupos en los últimos años ha sido sorprendente. El 2 de febrero de 1999, la Santa Sede aprobó el primer Estatuto Internacional de la JMV. En agosto de 2000, en Roma, tuvieron su primera Asamblea General, con delegados procedentes de 46 países.

En algunos países, como por ejemplo en España, estos grupos cuentan con un programa de formación muy bien articulado. Otros países se están esforzando por crearlo. Pero, desde todos los aspectos, el clamor por la formación es elocuente.

Uno de los retoños de JMV ha sido MISEVI, cuyos Estatutos Internacionales fueron aprobados por la Santa Sede el 7 de abril de 1999. MISEVI prepara misioneros laicos vicencianos para trabajar en las misiones ad gentes. Les proporciona formación, un emplazamiento de trabajo apostólico, un ambiente comunitario, apoyo material y espiritual, y ayuda en la reinserción en su propio país cuando regresan de la misión. Es evidente que la formación inicial y permanente de sus miembros es un desafío nuevo e importante. MISEVI tuvo su primera Asamblea General en enero de 2001, contando con la participación de 70 personas procedentes de 16 países.

4.Cambios en la metodología

Hoy damos gran importancia a una metodología que se adapte a la persona del oprimido, en la que tanto el educador como los educandos aprendan recíprocamente, en la que los maestros no sólo evangelicen, sino que sean evangelizados por los pobres. Los documentos actuales hacen notar que las personas no deben ser únicamente objetos de formación, sino que deben ser sujetos en el proceso formativo.

Hoy también hablamos de la necesidad de ayudar al pobre en su “autopromoción”. El Documento Final de la última Asamblea General de Delegadas de la AIC, tenida en Querétaro (México), del 17 al 23 de noviembre de 1998, habla de ayudar a otros a que “lleguen a ser agentes multiplicadores” de acciones orientadas a la transformación de las estructuras sociales.

Finalmente, los documentos pontificios de estos últimos años constantemente han subrayado la necesidad de la inculturación. Una más profunda comprensión de la antropología y de los valores y las carencias de las diversas culturas que se encuentran con el evangelio permite al cristianismo no sólo purificar las culturas, realizando un papel profético al denunciar el mal que echa sus raíces en ellas, sino también enriquecerse con esas mismas culturas, encontrando nuevos caminos mediante los que poder expresar los auténticos valores humanos y cristianos.

II.Diez características de un buen formador, hoy

Permítanme comenzar con una breve cita de la segunda carta de Pablo a los Corintios:

Donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Por nuestra parte, con la cara descubierta, reflejando como en un espejo la gloria del Señor nos vamos transformando en esa misma imagen...

Pablo se maravilla del trabajo del Espíritu Santo que transforma a los creyentes en imágenes de Cristo, que, a su vez, es imagen del Padre. Esta gracia fundamental de la Nueva Alianza se nos ofrece no sólo en el bautismo, sino una y otra vez a lo largo de nuestras vidas. Somos llamados a una continua conversión al Señor, a la formación permanente en Cristo. Movidos por la gracia, permanecemos abiertos al trabajo de transformación que Dios realiza. Disponemos una morada para el Señor en nuestros corazones a fin de que pueda transformarnos. A esta disponibilidad a la transformación la llamamos “formación”.

Permítanme sugerirles diez características de un buen formador, hoy.

1.Hondamente arraigado en la persona de Jesús

Esto parece muy obvio, pero en realidad no hay nada más importante. En nuestro contexto, toda la formación se dirige a “revestirnos de la persona de Jesucristo”. El formador no sólo debe tener un conocimiento sobre Cristo; debe tener una experiencia personal del mismo Señor. Sólo la persona que está de verdad llena del Espíritu del Señor es capaz de comunicar ese Espíritu a otros. Un buen formador inspira y expira el Espíritu del Señor.

2.Completamente inmerso en el carisma vicenciano

San Vicente nos ha entregado un don admirable. El carisma de la FV continúa teniendo una sorprendente validez hoy día, pues las formas de pobreza se multiplican y el abismo entre ricos y pobres crece continuamente más y más. El formador debe conocer bien la persona de Vicente, la historia de las ramas de la Familia a las que él o ella acompaña, su espiritualidad, su misión, sus trabajos, su amor concreto y efectivo por los pobres. Éstos son los elementos que, de manera especial, el proceso de formación intenta transmitir a los futuros siervos de los pobres.

3.En contacto con el mundo de los pobres

Si tenemos que formar a los otros y llevarles a una participación más plena en la evangelización de los pobres, nosotros mismos debemos conocer a los pobres y su mundo. El buen formador ha sido evangelizado por los pobres. Tiene un conocimiento experimental de los más abandonados. Ha escuchado sus historias y ha sido modelado por ellos. Su experiencia personal del Señor no es abstracta, más bien, el buen formador conoce a Cristo especialmente tal como Él se revela a sí mismo en la persona de los pobres.

Estas tres primeras características pueden parecer muy evidentes, pero son demasiado importantes como para darlas por supuestas. El buen formador debe conocer a Cristo, debe conocer a San Vicente, debe conocer a los pobres.

4.Capaz de ser guía en el camino espiritual

No todo el que realiza el camino espiritual es un buen guía. Un guía necesita experiencia y formación para agudizar sus cualidades naturales. Conoce las huellas que los caminantes dejan en el curso de su viaje: las carreteras, los caminos, los peligros, las trampas. Los buenos guías se han caído y levantado muchas veces. Saben reanimar a los desanimados y mitigar con un consejo avezado la impaciencia de los demasiado celosos. Los mejores guías caminan con aquellos a quienes forman, a veces acelerando el paso, a veces yendo más despacio y a veces parándose para descansar.

5.Un buen oyente

San Vicente diría instintivamente que todo formador debe ser humilde. ¿Existe alguna otra virtud sobre la que hablase con más frecuencia? El formador sabio cosecha antes de sembrar. Escucha las necesidades de los que están en proceso de formación. Se deja evangelizar y cambiar por ellos. Muchos buenos formadores han terminado diciéndose: “¡Pienso que he sacado yo más enseñando este curso que lo que sacaron mis estudiantes”. Se espera que ambos, estudiantes y formadores, se transformen recíprocamente durante el proceso.

6.Un buen comunicador, hábil en el uso de los medios actuales para implicar a otros en el proceso de formación

Después de escuchar, el formador también debe hablar. Su lenguaje, sin embargo, necesita no ser únicamente verbal, especialmente hoy día. En una época visual, es sumamente importante que el formador use los medios modernos de comunicación. Tales medios activan los diversos sentidos de los estudiantes y les implican con mayor intensidad en el proceso de aprendizaje. Hoy el formador tiene a disposición y al alcance de la mano películas, música, presentaciones de ordenador, Internet y otras diversas ayudas audiovisuales.

La pedagogía es a la vez una ciencia y un arte. Es crucial que impliquemos a los mismos formandos en el proceso de aprendizaje para que lleguen a ser sujetos activos de su propia formación. Al fin y al cabo, ellos mismos tienen la responsabilidad fundamental de su propia formación. Se espera que lleguen a ser “agentes multiplicadores”, capaces de transmitir a los demás los dones que ellos han recibido. Para conseguir estos objetivos, el buen formador debe saber cómo trabajar no sólo con los individuos, sino también con los grupos. Debe ser capaz de estimular a los formandos para que se ayuden mutuamente en el proceso de formación.

7.Conocedor de la doctrina social de la Iglesia

Hace unos años escribí un artículo sobre este tema. A pesar de que la Iglesia ha proclamado su doctrina social de manera elocuente durante más de cien años, ésta continúa siendo muy desconocida para muchos, incluso para la mayoría de los creyentes. Esta doctrina social tiene una importancia especial para nuestra FV, pues se centra en los más necesitados. De hecho, es el fundamento de la “opción preferencial de la Iglesia por los pobres”. Me parece que todos los programas de formación vicenciana tendrían que impartir una buena dosis de esta doctrina. Debiera ser bien presentada, de modo que los estudiantes pudieran aprenderla y luego transmitirla a los demás.

8.Capaz de relacionarse y trabajar como miembro de un equipo y de cooperar con los demás como tal

En nuestra FV somos llamados a servir no sólo como individuos, sino como miembros de una familia. Especialmente cuando trabajamos en la formación, es esencial que los formadores representen y de diversas modos “sacramentalicen” el espíritu de familia y la capacidad para el trabajo en equipo que buscan transmitir, en vez de proyectarse a sí mismos como individuos.

Debieran ser capaces de trabajar en equipo con los demás formadores de nuestros grupos laicales, estando a su lado y a su servicio, promoviendo sus cualidades, haciendo surgir entre ellos agentes de formación. El trabajo en equipo es esencial.

9.En contacto con los distintos grupos de nuestra Familia Vicenciana

Estos grupos tienen una herencia común, pero al mismo tiempo carismas diferenciados. Es importante que, en nuestra tradición familiar, sepamos apreciar tanto los elementos comunes como los distintivos. A este respecto, como familia, gozamos de una larga y sana historia, con una gran cooperación entre los miembros de la CM, las Hijas de la Caridad, la AIC (anteriormente Damas de la Caridad), la SSVP, la AMM, los grupos de JMV y, más recientemente, MISEVI. Junto a éstos, otros muchos grupos comparten nuestra tradición. En los últimos años, hemos aumentado el contacto con los Religiosos de San Vicente de Paúl, la Federación de las Hermanas de la Caridad en Francia, Alemania, Austria, Italia y la India, con la Federación de Caridad de los Estados Unidos y con otros muchos grupos.

10.Verdaderamente misionero

El formador orientado hacia la misión posee miras universales. Sabe que más allá de los montes del alrededor existen otras ciudades y pueblos donde debe predicarse el evangelio. Sabe, cuando mira el océano, que sus olas rompen en otros continentes y otras playas donde también viven y trabajan los pobres. El mismo San Vicente, en una época en la que era difícil viajar y la comunicación era escasa, miraba más allá de Francia, al este y al oeste, al norte y al sur. En el momento de su muerte, su familia ya era bastante internacional. Hoy, cuando los transportes son rápidos y la comunicación casi instantánea, es todavía más urgente que nuestro proceso de formación nos conduzca a una visión global. Mientras estoy hablando, es consolador ver con qué rapidez los miembros de nuestra familia de países lejanos están respondiendo a la Campaña contra el hambre.

San Vicente fue un formador extraordinario. La gente se reunía con ansia a su alrededor y quedaba cautivada con la visión que él les comunicaba. Tengo la esperanza de que nosotros, sus seguidores, podamos revitalizar el ministerio de la formación, de acuerdo con su mismo espíritu.

Como San Vicente, el buen formador, hoy, enseña mucho más con su testimonio que con sus palabras, mucho más con su vida que con sus lecciones, mucho más con su persona que con sus planificaciones. El buen formador es capaz de unir un profundo enraizamiento en Dios con un profundo arraigo en los sufrimientos de los pobres. Es capaz de conectar el alma de la FV con el alma del mundo. Es capaz de expresar el sentido creativo y actual de nuestro carisma en las presentes circunstancias, complejas y cambiantes. Es capaz de mirar de frente la realidad dolorosa y, al mismo tiempo, de comunicar esperanza. Es capaz de extraer sabiduría de nuestra tradición y de expresarla de un modo actualizado y concreto. Es capaz de analizar los datos, a veces deprimentes, y de encontrar pautas para un futuro prometedor. Como San Vicente, es capaz de arrastrar a los otros a creer profunda y entusiásticamente y hacer real dicha fe mediante una caridad concreta, efectiva y práctica.

(Traducción: SECRETARIADO DE LA CURIA GENERAL DE LA C.M., Roma)

Walbert Bühlmann, The Future of the Church (Maryknoll, New York: Orbis, 1986) 4-5; cf., W. Bühlmann, The Coming of the Third Church (Slough, England: St. Paul Publications, 1976).

Karl Rahner, The Abiding Significance of the Second Vatican Council, en Theological Investigations XX, 90-102; cf. también The Future of the Church and the Church of the Future, en Theological Investigations XX, 103-114; cf. también Aspects of European Theology, en Theological Investigations XXI, 83.

Cf. Paulo Freire, Pedagogy of the Oppressed (New York: Herder and Herder, 1970).

2 Cor 3, 17-18.

Rom 13, 14.

Cf. Diez principios fundacionales en la doctrina social de la Iglesia, en Vincentiana, 42, nº 3, Mayo-Junio 1999, pp. 201-209. (Cf. también Ecos de la Compañía, nº 4, abril 1999, pp. 129-137).

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París, Mes Vicenciano, 9 Julio 2002.- 2 -