Ver y discernir las llamadas. Desde la mirada de San Vicente hasta la nuestra

"VER" Y DISCERNIR LAS LLAMADAS

Desde la mirada de San Vicente hasta la nuestra

Por Emeric Amyot d'Inville, C.M.

Introducción

I. La formación de una mirada de apóstol

1.La mirada de un pequeño campesino entre los pobres (1581-1595)

2.El nacimiento de otra mirada sobre el mundo (1595-1617)

3.Hacia la madurez de la mirada de un apóstol ( 1617)

a) Folleville y el descubrimiento de la miseria espiritual.

b) Chatillón y el nuevo descubrimiento de la miseria material.

4.¿Cual es mi mirada sobre el mundo?

a. Un primer punto de vista heredado del ambiente familiar.

b. Viene después otro punto de vista que lo completa.

c. Un punto de vista fundamental.

II. Pasos de San Vicente

para discernir los desafíos de su época

1.Hacer ciertas experiencias que interpelan.

2.Releer el acontecimiento a la luz de la palabra de Dios.

a. Lucas 4, 17-22.

b. Mateo 25, 31-46.

3.¿Y para nosotros, hoy día?

III. Los más grandes desafíos con que se enfrentó San Vicente

1.Desafío de la miseria espiritual de los pobres del campo

a. La Iglesia los ha abandonado.

b. Ignorancia profunda de su fe.

c. Muchos se van al protestantismo.

2.Desafíos de comportamientos en contradicción con el Evangelio

a. Relaciones interpersonales deterioradas.

b. Otros desafíos.

3.Desafío de la pobreza material

a. La pobreza material permanente.

b. La miseria excepcional.

4.Desafío de un Clero de calidad mediocre

a. El problema de la "continuidad" de las misiones.

b. La ayuda de la misión al servicio del clero.

Conclusión

"VER" Y DISCERNIR LAS LLAMADAS

Desde la mirada de San Vicente hasta la nuestra

Nuestro mes Vicenciano sobre la Misión Popular está articulado, como hemos dicho al comenzar, con el método "VER-JUZGAR-ACTUAR", y terminará con un momento de conclusión y la redacción de un documento en el que se recojan nuestras convicciones sobre este ministerio, hoy día.

Actualmente estamos en la primera parte "VER". Tratamos, hasta ahora, de echar una mirada sobre la realidad que nos rodea: el mundo, la Iglesia, sus necesidades, sus llamadas, nuestras dificultades... Quisiera proponeros ahora una reflexión sobre la mirada que San Vicente aportó sobre la realidad social y eclesial que le rodeaba. Pues, de esta mirada muy profunda, que percibía las llamadas de los pobres, los signos de Dios, los desafíos co que enfrentarse, nació su obra misionera y caritativa, como respuesta adaptada y eficaz. Será pues para nosotros ocasión de emitir un juicio crítico sobre nuestra manera de "ver", sobre la mirada que echamos a nuestra realidad, hoy, alrededor nuestro, sobre nuestra capacidad de percibir los grandes desafíos de nuestro tiempo, sobre nuestra manera de estar atentos a los signos de Dios en los acontecimientos, para poder adaptar mejor nuestra acción misionera. Solo si la misión popular está en contacto con las verdaderas necesidades de nuestra época podrá ser instrumento fecundo para la nueva evangelización a la que nos llama la Iglesia.

Esta conferencia se centrará esencialmente en San Vicente, a diferencia de la mayoría que tendrá como punto de partida, la misión hoy. Al empezar este mes Vicenciano, parece apropiado sumergirnos de nuevo en nuestras raíces. Dividiré mi exposición en tres partes:

I - La Formación de una mirada de apóstol

II - Pasos de San Vicente para discernir los desafíos de su época.

III - Los grandes desafíos que afronta San Vicente

I. La formación de una mirada de apóstol

El P. Morin, en un maravilloso estudio sobre la mirada de San Vicente, publicado en el libro del IV centenario de San Vicente de Paúl 1581-1981 (1), comienza con este detalle penetrante en las pinturas que se han conservado de San Vicente, "son los ojos los que, sin duda, impresionan más. Se adivina una enorme atención, observación; se descubre también algo de la malicia gascona; se encuentra, sobre todo, una gran bondad".

San Vicente es el hombre de lo concreto, y que viene de un conocimiento directo de los acontecimientos que le llevan a reflexionar para obrar. Por ello encontramos a menudo en sus cartas y conferencias, los verbos "ver" o "mirar".

Al Papa Inocencio X, a quien pide, el 16 de Agosto de 1652, intervenir en favor de la paz, San Vicente describe los horrores de la guerra, y añade: No es nada escuchar y leer estas cosas, hay que verlas y constartarlas con los propios ojos" (IV, 458).

San Vicente no adquirió, de golpe, esta mirada de compasión sobre el mundo, que se le conoce y que le hizo emprender una rica diversidad de acciones apostólicas y caritativas. Él lo adquirió progresivamente, en el curso de un camino complejo. Fue sólo poco a poco como él aprendió a "ver" el mundo y la Iglesia con profundidad, con los mismos ojos de Cristo, para leer las llamadas que Dios le hacía a través de los pobres y abandonados. Vamos a seguir, brevemente, los pasos de su evolución. Esto nos ayudará en nuestra perspectiva con relación a la mirada que nosotros dirigimos al mundo y a la Iglesia, y que determina nuestra forma de situarnos y de actuar.

1. Una mirada de pequeño campesino entre los pobres (1581-1595)

Las primeras miradas de San Vicente sobre el mundo fueron las miradas sobre sus padres, su familia, sus vecinos, su medio. Una mirada de pequeño campesino pobre sobre los otros vecinos del pueblo de Pouy. Esto le marcó profundamente. Él lo reconocerá más tarde: Yo soy hijo de un labrador que ha guardado los cerdos y las vacas. (IV, 215). Dijo a las Hijas de la Caridad: Os hablaré con mayor gusto todavía de las virtudes de las buenas aldeanas a causa del conocimiento que de ellas tengo por experiencia y por nacimiento, ya que soy hijo de un pobres labrador, y he vivido en el campo hasta la edad de quince años" (IX , 92). Esta mirada "del interior" sobre los pobres le marcará hasta el fin de su vida, a pesar de un período de alejamiento.

Tuvo así una primera experiencia de la pobreza de su medio de sencillos labradores y del humilde trabajo del campo. Esta primera experiencia, esta primera mirada de San Vicente es determinante y se referirá a ella con frecuencia en sus escritos. No dudará en ponerse del lado de las pobres gentes del campo, sintiéndose uno de ellos. Alaba su fe y su valentía en las pruebas, oponiéndose a los misioneros que no quieren sufrir y buscan sus comodidades, sin querer trabajar mucho: Es entre ellos, entre esa pobre gente, donde se conserva la verdadera religión, la fe viva... pobres viñadores que nos dan su trabajo, que esperan que recemos por ellos, mientras que ellos se fatigan para alimentarnos... Buscamos la sombra; no nos gusta salir al sol; ¡nos gusta tanto la comodidad! En la misión, por lo menos, estamos en la iglesia, a cubierto de las injurias del tiempo, del ardor del sol, de la lluvia, a lo que están expuestas esas pobres gentes...." (XI, 120).

A pesar de un período de alejamiento de su medio, como veremos, inmerso entre ellos durante los 14 años pasados en Pouy, siempre tendrá en cuenta su pertenencia al mundo de los campesinos. Mantendrá una profunda simpatía hacia ellos. Esta experiencia fundamental, es la que le permitió llegar al interior de los pobres y ciertamente contribuyó a dar a su caridad un gran realismo, su sentido de las necesidades reales de los pobres para los que era necesario encontrar soluciones concretas y eficaces.

2.El nacimiento de otra mirada sobre el mundo (1595-1617)

Los 14 años pasados en Pouy fueron enriquecedores, pero San Vicente no tendrá conciencia de ello hasta más tarde, cuando decidirá consagrarse a los pobres para evangelizarlos y servirlos. Mientras tanto, él se va a alejar durante 22 años. Y será ahí donde va a madurar otra mirada sobre el mundo, que adquirirá al contacto con los poderosos, pero más tarde San Vicente sabrá sacar provecho de ello para su apostolado.

En 1595, deja la granja familiar y la vida dura de los aldeanos para ir a estudiar en el colegio de Dax, hospedándose con una familia burguesa, en casa del juez de Pouy, el Sr. de Comet. Ahí comienza un largo período de su vida donde buscará cada vez más salir de su medio para hacer carrera.

La forma más rápida de elevarse socialmente para los jóvenes de su medio era el estado eclesiástico. Le dirigen en esta vía. Después de algunos años de estudios, se ordena sacerdote, a los 19 años, mientras sigue sus estudios de teología en la universidad de Toulouse.

Él corre tras la fortuna, con poco éxito sin embargo. En 1608, entra al servicio de la reina Margarita de Valois, como uno de sus capellanes, para distribuir las limosnas a los pobres. Pero está todavía lejos de la esperada riqueza.

Desconcertado ante el poco éxito de sus empresas y la falta de sentido de su vida (es sacerdote desde hace 10 años, sin ministerio sacerdotal), viene a ponerse bajo la dirección de Pierre de Berulle, fundador del Oratorio en Francia, que, en Noviembre de 1611, le hace nombrar párroco de Clichy, cerca de París, donde pasará 16 meses, feliz en medio de las pobres gentes del campo. (IX, 580).

Pero, Vicente deja esta parroquia y, con la recomendación de Berulle, entra en 1613 como preceptor en la poderosa familia de Gondí. Obtiene la confianza de la Señora de Gondí de la que es también director espiritual.

Vicente se ha introducido progresivamente en el mundo de los grandes y ricos. A pesar de la ambigüedad de su carrera él busca - el ascenso social- esta será para él ocasión de madurar otra mirada sobre el mundo. Ve las cosas del lado de los grandes. Encuentra a los pobres con sus nombres, distribuyendo las limosnas de la reina Margarita, o visitando con la Señora de Gondí a los campesinos que trabajaban en sus tierras. Descubre también la generosidad de estas personas ricas que ayudan a los pobres con su dinero y a veces los visitan. Esta experiencia le marca en toda su actividad social y pastoral, en particular en lo que concierne a las Cofradías de la Caridad. Él toma conciencia de los recursos materiales y morales de este medio.

Después, en 1617 y hasta su muerte, el Sr. Vicente consagrará todo su tiempo a la evangelización y al servicio de los pobres, pero también no cesará de mantener contacto con los grandes y de buscar su colaboración. De 1610 a 1617, Vicente ve de cerca los defectos de los ricos, pero también los valores y recursos de este ambiente que sabrá orientar hacia el servicio de los pobres. Basta pensar sobre todo en las damas de la Caridad, pertenecientes a la nobleza o la burguesía.

3.Hacia la madurez de mirada de un apóstol (1617)

Las experiencias más fundamentales que van definitivamente a fijar su mirada de apóstol de los pobres, las tendrá en el año 1617. Detengámonos un poco. Esta será también para nosotros una ocasión de sumergirnos en los orígenes de la misión popular.

a. Folleville y el descubrimiento de la miseria espiritual

En Enero de 1617, Vicente es preceptor en casa de los Gondí. Va a Folleville, acompañando a la Señora de Gondí que visita los pueblos situados en sus tierras.

Ya conocemos este episodio que es el origen de las misiones populares. Recordémoslo en pocas palabras. El Señor Vicente es llamado a atender a un moribundo en un pueblo vecino a Gannes. Él recibe su confesión. Es un acontecimiento que podría ser banal para un sacerdote. Pero, enseguida, este anciano confiesa : los graves pecados de su vida pasada ante la Sra. Gondí, como cuenta San Vicente a los misioneros. Esta dama se alarma. ¡Ah! Si este hombre que pasaba por hombre de bien, estaba en estado de condenación, ¿qué ocurrirá con los demás que viven tan mal? ¡Ay! P. Vicente, cuantas almas se pierden! ¿Qué remedio podemos poner? (XI, 4).

Y la Sra. de Gondí pidió al Sr. Vicente que predicara en la Iglesia de Folleville sobre el tema de la confesión general, cuyo resultado fue que la gente, movidos se presentaran a hacer su confesión. Hará lo mismo los días siguientes en los pueblos vecinos.

El Sr. Vicente se dejó interpelar por la reacción masiva de la parroquia de Folleville a su predicación improvisada sobre la confesión general, tanto como por la confesión del campesino de Gannes. Cae inmediatamente en la cuenta de que las pobres gentes del campo están abandonadas por la Iglesia y que es necesario un sacerdote, un sermón para suscitar entre ellos una respuesta inesperada de conversión. Todas aquellas buenas gentes, cuenta, se vieron tan tocadas de Dios, que acudieron todos ....Pero fueron tantos los que acudieron que, no pudiendo atenderles junto con otro sacerdote que me ayudaba, la señora esposa del general rogó a los padre jesuitas de Amiens que vinieran. (XI, 700).

Este descubrimiento conmovedor de las inmensas necesidades espirituales de la pobre gente del campo, y de su abandono por parte de la Iglesia, fue para Vicente la revelación de un desafío y de una fuerte llamada. En adelante continuará el apostolado comenzando con tanto éxito en Folleville.

Ahora, su mirada no se centra ya sobre sí mismo, o sobre su éxito social o su familia. Está definitivamente centrado en las pobres gentes del campo y sus necesidades espirituales. Por ello, algunos meses después de la experiencia de Follevile, deja secretamente a los Gondí y toda idea de promoción personal para ir a Chatillón, a fin de ser libre de toda coacción para predicar y administrar los sacramentos. Chatillón le revelará otra dimensión de su vocación.

b Chatillón y el redescubrimiento de la miseria material

El Sr. Vicente llega el primero de agosto de 1617 a Chatillón, una parroquia rural de 2.000 habitantes, muy dejada. Veinte días después de su llegada, tiene lugar el otro acontecimiento que le va a impactar como el de Folleville y a través del cual Dios va todavía a hablarle. Por él descubrirá lo que se convertirá en una de los componentes de la misión, el servicio de los pobres por la Cofradía de la Caridad.

Ya se conoce el episodio. Antes de la predicación, me vinieron a decirme que había un pobre hombre enfermo y muy mal atendido en una pobre casa de campo...lleno de gran compasión, lo recomendé con tanto interés y con tal sentimiento que todas las señoras se vieron impresionadas ((IX 202). Se apresuraron todas a socorrerle. Para remediar la ineficacia debida a falta de organización de su generosidad, San Vicente les constituye en Cofradía de la Caridad para asistir a los pobres que a veces han tenido que sufrir mucho más bien por falta de orden y de organización que porque no hubiera personas caritativas (primer reglamento de la Cofradía de la Caridad de Chatillón) (X, 574)

En Chatillón el Sr. Vicente toma conciencia de dos realidades que marcarán profundamente su acción.

1) La intervención eficaz para la mejora de las condiciones de vida de los pobres debe de ir a la par con la evangelización. No se pueden separar.

2) El puesto de capital importancia, la función irremplazable de los laicos, tanto en el plan de la evangelización como del servicio corporal y de la promoción de los pobres.

En Folleville, el Sr. Vicente había estado fuertemente impresionado por la miseria espiritual de los pobres, que están abandonados por la Iglesia, por los sacerdotes. En Chatillón, es interpelado por la miseria material de los pobres que están abandonados por la sociedad, así como por la Iglesia, a la que le concierne directamente esta cuestión y no puede limitarse a la sola dimensión espiritual de su ministerio. En adelante, volverán constantemente sobre sus labios los dos adverbios: espiritual y corporalmente, que para él son inseparables y que encontramos en el primer reglamento de la Cofradía de la Caridad de Chatillón: algunas damas de la villa han decidido reunirse para asistir espiritual y corporalmente a las personas de su ciudad (X, 574). Este reglamento de la primera fundación del Sr. Vicente contenía ya en germen todo lo que caracterizará después su acción caritativa y social. Encontramos en particular su asombroso sentido de la organización, así como su respeto de la dignidad de la persona del pobre, que debe ser tratado con delicadeza.

Este año 1617 ha sido pues decisivo para San Vicente. A comienzos de Enero, estaba todavía dudando en cuanto a la orientación que debía dar a su vida. He aquí decidido a consagrar el resto de su existencia a la evangelización y al socorro material de los pobres de los que ha sabido detectar sus verdaderas necesidades a través de las experiencias fundamentales de Folleville y Chatillón.

4.¿Cual es mi mirada sobre el mundo?

Esta es, a grandes rasgos, la historia de la mirada de San Vicente, con sus etapas y su desarrollo. Vamos ahora a reflexionar un instante sobre nuestra propia mirada y su evolución.

a. Un primer punto de vista heredado del medio familiar. San Vicente, como cada uno de nosotros, heredó de su medio familiar una cierta manera de ver el mundo. Él no lo eligió. Este punto de vista será fundamental para él, incluso si se completará con otros puntos de vista después. Pensemos un momento en este sentido, que nos es propio a cada uno y que se ha formado en el medio familiar y social de nuestros primeros años. El constituye generalmente una experiencia determinante, donde hemos aprendido a ver las cosas bajo un cierto ángulo. A veces, es una mirada a convertir, puede ser objeto de limites y de prejuicios de un medio. Nos marca ciertamente todavía hoy. Debemos ser conscientes de ello.

b. Después, viene otro punto de vista que le completa. San Vicente tomó cierta distancia con referencia a su medio para tratar de entrar en otro, buscando hacer carrera. Sin embargo, a pesar de la ambigüedad de este camino, esto le permite descubrir otro punto de vista sobre el mundo, el de los grandes. Él vio, cierto, sus defectos, pero también, tomó conciencia de sus recursos materiales y morales y de su generosidad. Él sabrá comprenderlos, hablarles y obtener su colaboración para el servicio de los pobres. Es bueno para nosotros tomar conciencia de otros puntos de vista a partir de los cuales miramos el mundo, del hecho de nuestras experiencias ulteriores, y que también han contribuido a formar nuestra mirada actual sobre el mundo.

c. Un punto de vista fundamental. Folleville y Chatillón fueron experiencias determinantes para San Vicente, en el curso de las cuales se formó una mirada de apóstol, centró definitivamente su mirada sobre los pobres en sus necesidades espirituales y materiales. Tal es el punto de vista a partir del cual en adelante iba a mirar y comprender el mundo. Cada uno de nosotros puede preguntarse cual es hoy su punto de vista fundamental desde donde mira el mundo y si verdaderamente es Vicenciano.

San Vicente desarrolló una mirada de apóstol que le permitió comprender los grandes desafíos de su tiempo y le orientó hacia soluciones concretas y eficaces. Reflexionando sobre su experiencia, nosotros podemos preguntarnos cuales han sido las etapas que hemos seguido para discernir los desafíos.

II. ¿Qué camino siguió San Vicente

para discernir los desafíos de su época?

La percepción de los desafíos de una época es un camino complejo, que se sitúa en numerosos niveles. Está lejos de ser puramente intelectual. San Vicente no comenzó por leer sabios informes, que, por otra parte, sabía su utilidad, así como sus límites, como lo vemos en su carta ya citada al Papa Inocencio X; Es poca cosa oír y leer estas cosas; sería menester verlas hoy comprobarlas con los propios ojos (IV, 427). Incluso si hoy día, las encuestas y los informes pueden ser muy útiles, no son suficientes para hacernos percibir los desafíos del mundo actual, o al menos, no son los primeros. ¿Cuál fue el camino de San Vicente y cuál podría ser el nuestro?

1.Experimentar ciertas experiencias interpelantes

Reflexionemos sobre lo que fue decisivo para San Vicente en su toma de conciencia de los grandes desafíos de su tiempo. Conviene señalar ante todo que, durante numerosos años, la miseria material y espiritual del pobre pueblo, aunque la conocía de cerca, no había constituido para el un desafío. Estuvo inmerso en la pobreza durante los primeros 14 años de su vida y la sufrió. Después, quiso salir y durante unos 22 ños buscó alejarse. Pero esta experiencia vivida de la pobreza no se transformó en él en una toma de conciencia de un desafío con que enfrentarse. Por otra parte, durante todos esos años, no buscó rechazarla, sino salir de ella él y su familia. La razón de esto es que todavía estaba centrado sobre sí mismo y en su familia, como complemento de sí mismo.

Para tomar conciencia de los desafíos de su tiempo, será necesario que San Vicente pase por las fuertes experiencias que serán el conjunto: a) de algunos acontecimientos importantes, y b) una apertura de corazón para ser sensible, apertura al prójimo así como a Dios y a su voluntad sobre él. Su corazón vibrará, entonces será impactado profundamente. Sentirá una gran compasión ante tanta miseria (IX, 202), como dirá en numerosas ocasiones, y se sentirá al mismo tiempo interpelado personalmente, llamado a hacer algo por socorrerles, de manera que esto cambia el curso de su vida. En efecto, ante todo sufrimiento corporal y espiritual, se sentirá poseído por la caridad del mismo Cristo, que mora en él y que "trabaja" en su corazón.

"La caridad, dice a sus misioneros, consiste en no ver sufrir a nadie sin sufrir con él, no ver llorar a nadie sin llorar con él. Se trata de un acto de amor que hace entrar a los corazones unos en otros para que sientan lo mismo, lejos de aquellos que no sienten ninguna pena por el dolor de los afligidos ni por el sufrimiento de los pobres. ¡Que cariñoso era el Hijo de Dios! Le llaman para que vaya a ver a Lázaro; y va;... Se pone a llorar con ellos, lleno de ternura y compasión. Es ese cariño es el que lo hizo venir del cielo; veía a los hombres privados de su gloria y se sintió afectado por su desgracia (XI, 560). Sabemos que este amor, en San Vicente, no será solamente afectivo, sino efectivo, concreto, eficaz e inventivo para aliviar todos los sufrimientos y para llevar la buena nueva de salvación.

Es esta apertura de corazón al prójimo y a Dios la que le hace capaz de leer los acontecimiento y de comprender la llamada de Dios. Entonces comprenderá los verdaderos desafíos de la sociedad y de la Iglesia, al mismo tiempo, él descubrirá que podía actuar para aportar una solución eficaz. Estas experiencias fundamentales, que provocan fuertes tomas de conciencia en San Vicente son principalmente:

- el encuentro del aldeano de Gannes y las misiones de gran éxito que le siguieron;

- el encuentro de un pobre enfermo en Chatillón y la formación de la primera Cofradía de la Caridad; a las que , se podría añadir:

- el encuentro con el protestante de Marchais que le echa en cara que la Iglesia Católica no puede estar dirigida por el Espíritu Santo, ya que los pobres están abandonados; y después, un año después, la conversión de este mismo protestante cuando vio en el curso de una misión que los pobres eran evangelizados.

Después de estas experiencias fundamentales, San Vicente estuvo siempre muy atento a los signos de Dios que habla, sin cesar, de nuevo, por medio de los acontecimientos. Los encuentros de nuevas formas de pobreza serán para él llamadas urgentes a responder a un desafío, buscando dar soluciones con sus diversas fundaciones: las Cofradías de la Caridad, la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad. Así, el encuentro con los galeotes, los enfermos en los hospitales, los niños abandonados, los ancianos, los refugiados de las guerras, los católicos perseguidos en Irlanda y en las Hébridas, etc.

En un segundo tiempo, la relectura de la experiencia, a la luz de la palabra de Dios, permitirá a San Vicente profundizar en la comprensión de la realidad y confirmar el discernimiento de los llamadas de Dios. Este será mi segundo punto.

2.Releer los acontecimientos a la luz de la palabra de Dios

a. Fue en una relectura del acontecimientos de Gannes-Folleville a la luz del Evangelio, especialmente de Lc 4, 17-11, como comprendió la profundidad de la llamada que le ha sido lanzada. Esta le sitúa en la misma línea que la misión de Jesús que, de vuelta en Nazaret, al comienzo de su vida pública, lee en la sinagoga un texto del profeta Isaías: "El espíritu del Señor está sobre mí porque me ha enviado a llevar la buena noticia a los pobres, anunciar a los cautivos la liberación y a los ciegos el retorno a la vista, llevar a los oprimidos la liberación, proclamar un año de gracia del Señor". Jesús cerró el libro, lo entregó a los sirvientes y se sentó. Todos, en la sinagoga, tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: 'hoy ', se realiza lo que habéis oído en este pasaje de la Escritura"

Después de la experiencia de Folleville, fue este texto del Evangelio que afirma que Jesús vino a evangelizar a los pobres, el que confirmó a San Vicente en su llamada a evangelizarlos. Vio claramente que anunciar a los pobres la buena nueva de la salvación le sitúa en el corazón del Evangelio y en el seguimiento de la misión de Jesús. Este es el desafío que Dios le propone, en el seguimiento de Jesús. En adelante él tendrá los ojos y el corazón abiertos para acoger y discernir las diversas necesidades espirituales de los pobres y darles respuesta.

b. Otro texto del Evangelio ayudará a San Vicente a releer y a comprender en profundidad el acontecimiento de Chatillón y el de la fundación de la primera Cofradía de la caridad. Este le permitirá, al mismo tiempo dar una mirada más profunda al pobre hasta el punto de ver la presencia del mismo Cristo en él, es la parábola del Juicio final (Mt. 25, 31-46) Entonces el rey dirá a los de su derecha: "venid benditos de mi Padre... Pues tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, era extranjero y me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me vinisteis a visitar, prisionero y vinisteis a verme... En verdad, os digo, en la medida en que lo habéis hecho a uno de estos los más pequeños de mis hermanos, conmigo lo hicisteis. Este texto pone una luz viva sobre el acontecimiento de Chatillón y le confirma en su llamada a aliviar todo sufrimiento, ya que, también, es Jesús quien encuentra y alivia en la persona de los pobres y de los que sufren.

Así San Vicente podrá decir: Dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son ésos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre; ....¡Dios mío! ¡Qué hermoso sería ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio en que los tuvo Jesucristo (XI , 725)

3.¿Y para nosotros ahora?

¿ Cuáles son las experiencias interpelantes que yo he tenido y que me han abierto los ojos ante los grandes desafíos de hoy en el plan de la evangelización? ¿Es que la palabra de Dios me ayuda a comprender y a profundizar más? ¿Cuáles son mis textos clave?

III. Los grandes desafíos a los que San Vicente se enfrenta

San Vicente pudo comprometerse y comprometer sus diversas fundaciones (Cofradías de la Caridad, Congregación de la Misión e Hijas de la Caridad) en acciones apostólicas que tuvieron una profunda incidencia en la vida social y eclesial de su tiempo porque él supo ver y discernir con claridad los desafíos de su época y las llamadas de Dios contenidas en ellos. Él ha cambiado casi la faz de la Iglesia, dirá Henri de Maupas du Tour en la homilía del funeral de San Vicente, saber mirar y comprender las situaciones globales y situar lo que está en juego, los grandes desafíos con que enfrentarse. Deseo evocar ahora brevemente 4 de los grandes desafíos que San Vicente discernió y que están en línea con las misiones. Esto nos podrá ayudar y estimular en la búsqueda de los de nuestro tiempo y de nuestra región del mundo.

1.Desafío de la miseria espiritual de las pobres gentes del campo

La gente del campo perece de hambre de la palabra de Dios, según la bella y patética expresión de San Vicente. Él ha tomado conciencia de esta miseria en Folleville.

a. Él descubre también que la Iglesia les ha abandonado: los habitantes de las ciudades de este reino, escribe, tienen sus necesidades espirituales provistas de gran número de doctores y religiosos... pero entre tanto el pobre pueblo de los campos está sólo y como abandonado (Contrato de Fundación X, 237).

Tenía razón el protestante encontrado por San Vicente en Marchais en 1621 que le objetó: se ve a los católicos del campo abandonados en manos de unos pastores viciosos e ignorantes, que no conocen sus obligaciones y que no saben siquiera lo que es la religión cristiana; y por ora parte se ven las ciudades llenas de sacerdotes y de frailes sin hacer nada; puede ser que en París haya hasta diez mil, mientras que esas pobres gentes del campo se encuentran en una ignorancia espantosa, por la que se pierden. (XI 727). Este mismo protestante vuelve a la Iglesia Católica cuando vio, un año más tarde, en el curso de una misión dada por San Vicente que los pobres son evangelizados.

b. Las pobres gentes del campo están en una ignorancia profunda de su fe, estima San Vicente, que dice con compasión: Son pobres gentes que vienen a confesarse, toscos, ignorantes, tan cerrados y, por así decirlo, tan animales, que no saben cuántos dioses hay ni cuántas personas en Dios; aunque se lo digáis cincuenta veces, al final seguirán siendo tan ignorantes como al principio. (XI, 588-589).

La situación es seria un poco por toda Europa. Así en Niolo en Córcega, Etienne Blatirón escribe: No encontramos allí casi más restos de la fe que su afirmación de que estaban bautizados y que había algunas iglesias, aunque muy mal conservadas. Tenían una ignorancia tan grande de las cosas de su salvación que apenas se habrían podido encontrar a cien personas que supiesen los mandamiento de Dios y el símbolo de los apóstoles. Preguntarles si había un solo Dios o si había varios, y cuál de las tres divinas personas se había hecho hombre por nosotros era hablarles en árabe. (IV, 386). En las Islas Hébridas, Dermont Duiguin describe así la situación en la islas del Egga y de Canna: Dios ha convertido unas 800 ó 900 personas, que estaban tan poco instruidas en las cosas que conciernen a nuestra religión que ni siquiera habría unas quince que conocieran los misterios de la fe cristiana... Me he encontrado con treinta o cuarenta personas de sesenta, ochenta y hasta cien años y más que no habían recibido el santo bautismo. (IV, 476). Las relaciones de la misión están llenas de estas descripciones de la situación deplorable de las gentes del campo. San Vicente estima que su salvación eterna está en peligro.

c. Además, de mal instruidos en su fe, muchos se pasaban al protestantismo. Este dominaba en los países de la Europa del Norte. Se extiende sin cesar en Francia, donde los sacerdotes, poco capaces y poco preocupados de dar una enseñanza de calidad a sus feligreses. Las gentes son cada vez más sensibles a las palabras de los ministros protestantes que son con frecuencia celosos y les explican el Evangelio. San Vicente escribe, al hablar de Champigny cerca de Richelieu, donde se ha dado una misión: ¡Oh Señor, cuántas necesidades espirituales en ese país, donde hay muchos herejes, por no haber oído hablado de Dios, según dicen, en la Iglesia de los católicos! (I, 427).

El gran remedio inventado por San Vicente, lo sabemos, son las misiones parroquiales. los misioneros van al encuentro de las poblaciones rurales abandonadas y les ofrecen una catequesis fundamental, adaptado a su nivel, en la que se proclaman los principales aspectos de la fe. Insisten en particular sobre los misterios de la Trinidad, la Encarnación y de la Eucaristía, que San Vicente hizo representar sobre un frontispicio de las Reglas Comunes. Es esta proclamación de la fe por el "catecismo" lo que, a los ojos de San Vicente, es lo más útil para el pueblo. Tendremos ocasión de volver sobre esto otro día.

2.Desafíos de comportamiento en contradicción con el Evangelio

Los desórdenes morales en la vida personal, familiar y social abundan con frecuencia entre los cristianos, que concretamente viven lejos del Evangelio. Este foso entre una fe cristiana profesada y una vida en contradicción con el evangelio es un desafío que San Vicente y los misioneros discernieron con claridad y al que intentaron aportar una solución en el curso de las misiones. Tomaré principalmente el ejemplo de las relaciones interpersonales.

a. Relaciones interpersonales rotas. La desunión entre las gentes cualquiera que sea la forma , era uno de los males muy frecuentes en las familias como en las comunidades de los pueblos o parroquias. Es interesante señalar que San Vicente y sus misioneros fueron muy sensibles en este punto pues representa una contradicción evidente con el mensaje evangélico que Jesús nos propone. Este será uno de los objetivos principales que intentará remediar las misiones. Encontramos en los relatos de misión numerosas descripciones de relaciones rotas y de esfuerzos de los misioneros para restablecerlas, a fin de construir una comunidad familiar, ciudadana y parroquial donde exista la caridad concreta digna de verdaderos cristianos.

Odios tenaces, venganzas, apropiación injusta de bienes de los demáas, procesos frecuentes por todo y envenenamiento de la vida de las familias y de los pueblos: Citemos un ejemplo, entre los más significativos, sacado del informe de la misión de Niolo, en Córcega: la venganza era tan corriente que los niños aprendían antes a vengarse de la menor ofensa que a andar o a hablar, no servía de nada predicarles lo contrario, ya que el ejemplo de sus mayores y los malos consejos de sus propios padres relativos a este vicio habían echado tan profundas raíces en sus espíritus que no eran capaces de convencerse de lo contrario. ( IV, 386).

Ante este tipo de problemas, los misioneros hicieron lo que dicen las reglas Comunes que fijan como objetivo durante las misiones el arreglar las disputas y las desavenencias (RC 2). En efecto : Nosotros hemos sido establecidos para reconciliar a los hombres con Dios y los hombres con los hombres, dice San Vicente.

Los misioneros se quieren consagrar con celo a este ministerio de reconciliación interpersonal y comunitaria. Lo harán poniendo en la predicación gran énfasis sobre este tema y con gran cercanía a las personas a quienes concernía para que se reconciliaran, se perdonar mutuamente y se restituyeron los bienes mal adquiridos. Entre los numerosos casos pongamos un ejemplo sacado de la relación de la misión de Niolo: Finalmente el día anterior a la Comunión general, al acabar la predicación, después de haber exhortado expresamente al pueblo al perdóe inspiró que tomara en la mano el crucifijo que llevaba sobre mí y que les dijera que quienes estuvieran dispuestos a perdonar vinieran a besarlo; además, de parte de Nuestro Señor, que les tendía sus brazos les dije que los que besasen ese crucifijo darían una señal de que querían perdonar y de que estaban dispuestos a reconciliarse con sus enemigos. (De hecho, nadie se movió, pero un franciscano presente en la iglesia les interpeló de nuevo). ... Uno de los párrocos a quien le habían matado un sobrino cuyo asesino estaba presente en el sermón vino a postrarse en tierra y pidió que le diera a besar el crucifijo, diciendo al mismo tiempo: Que se acerque fulano (era el asesino de su sobrino) y le daré un abrazo. Después de haberlo hecho así, se acercó otro sacerdote e hizo lo mismo con algunos de sus enemigos que estaban presentes; a aquellos dos les siguió una gran muchedumbre de otras personas, de forma que durante una hora y media no se vio otra cosa más que reconciliaciones y abrazos; y para mayor seguridad, las cosas más importantes se ponían por escrito y levantaba acta pública un notario. Al día siguiente, que era el día de la comunión, se tuvo una reconciliación general y el pueblo, después de haber pedido perdón a Dios, se lo pidió también a sus párrocos, y a su vez los párrocos a su pueblo, todo ello con gran edificación de todos. (IV 389-390).

Es interesante notar que más allá del esfuerzo indispensable de conversión individual, la misión es ocasión para todo un trabajo de construcción de una vida comunitaria de caridad fraternal y de paz que sea un signo del evangelio tanto a nivel familiar y de pueblo como de parroquia. Pues como decía San Vicente en una conferencia a los misioneros: He de amar a mi prójimo, como imagen de Dios y objeto de su amor, y obrar de manera que a su vez los hombres amen a su Creador, que los conoce y reconoce como hermanos, que los ha salvado, para que con una caridad mutua también ellos se amen entre sí por amor de Dios, que los ha amado hasta el punto de entregar por ellos a la muerte su único Hijo. (XI, 553-554). En definitiva, toda la misión se resume, en estas relaciones de amor.

b. Otros desafíos brevemente, y como ejemplo del trabajo de conversión de la vida concreta de las gentes que se efectúa durante la misión: los concubinatos y las uniones irregulares. Son frecuentes un poco por todas partes y destruyen la constitución de auténticas familias cristianas. Este tema se abordará en la predicación. Los misioneros se esforzarán por llevar, cuando la situación lo permita, a un auténtico matrimonio religioso e intentarán convencer a los otros a separarse. Habría que citar otros desórdenes morales a los que los misioneros buscarán remedio como a las blasfeminas, las excesos del carnaval, el alcoholismo, etc....

Concluyamos este punto diciendo que la misión debe ofrecer a las gentes un camino de conversión concreta de su vida al evangelio. Además del "catecismo", que trata de los principales aspectos de la fe, los misioneros hacen cada día lo que ellos llaman la "predicación", es decir un sermón predominantemente moral, con miras a los diversos sectores de la vida concreta de la gente, para que renuncien al pecado y adopten las virtudes correspondientes a sus estados. Los resultados fueron impresionantes, y se obtuvieron cambios de vida extraordinarios: reconciliaciones entre enemigos, perdones recíprocos, restituciones de bienes a otros, regularización de uniones, etc.

3.Desafío de la pobreza material

a. San Vicente comprendió en Chatillón el desafío de la pobreza material permanente, constituída principalmente por los pobres enfermos que viven en los pueblos y dio una primera respuesta con la constitución de una Cofradía de la Caridad, que será seguida de otras muchas. Él descubrirá también otras muchas pobrezas permanentes: los enfermos en los hospitales, los niños abandonados, los ancianos, los adultos sin trabajo, los huérfanos, los prisioneros, los esclavos en Barberia y otros. Sus diversas fundaciones tendrán que adaptarse para responder a estas necesidades.

Para responder a la miseria cotidiana, permanente, de los pueblos misionadas, especialmente para los pobres enfermos, quiere que a continuación de cada misión, se establezca una Cofradía de la Caridad, compuesta por cristianos de la parroquia (de hecho en general, mujeres), para cuidar a los pobres que viven en el territorio de ésta. En efecto, establecer la Cofradía de la Caridad (RC 2) es uno de los objetivos que precisan las Reglas Comunes. Muchos relatos de misiones mencionan que la Cofradía fue fundada al final de la misión, a veces por medio de una Hijas de la Caridad, enviada para ello (I, 463).

b. Además de esta miseria permanente, bien pesada, hay una miseria excepcional, provocada por los fenómenos "extraordinarios" que, en realidad, se instalan y duran numerosos años: las guerras con su cortejo de muertes, bandidaje y hambre, las epidemias como la peste, etc. Encontramos una evocación muy sugestiva en su carta del 16 de Agosto de 1652 al Papa Inocencio X, en la que le pide intervenir en favor de la paz (IV, 427) La casa real está dividida por las disensiones, las ciudades y provincias asoladas por las guerras civiles, los pueblos divididos en facciones, las aldeas, las villas, los más pequeños rincones destruidos, arruinados e incendiados, los trabajadores sin poder recoger lo que sembraron y sin poder sembrar nada para los años siguientes. Los soldados se entregan impunemente a toda clase de desmanes. los pueblos, por su parte, no sólo se ven expuestos a las rapiñas y a los actos de bandolerismo, sino incluso a los asesinatos y a toda clase de torturas. . Los habitantes del campo que no han sido matados por la espada tienen que morir casi todos de hambre... (IV, 427).

San Vicente lanzará a las Damas de la Caridad, a las Hijas de la Caridad y a los misioneros en acciones de socorro de todas estas miserias. Les enviará a la Campaña, la Lorena, Picardía y a la Región parisina siniestradas por la guerras. Hace distribuir víveres, alimentando a millares de pobres, en París y su provincia. Les procura útiles agrícolas y las simientes que les permitirá subvenir a sus necesidades. Siempre, unirá la evangelización al servicio corporal pidiendo a los misioneros que prediquen ala vez que hacen llegar los socorros.

Citemos todavía otro gran desafío que, por otra parte, tiene una estrecha relación con las misiones:

4.Desafío del Clero mediocre

San Vicente ha visto con claridad que el clero de su época, que con frecuencia no tiene vocación, está mal formado y de costumbres relajadas, es incapaz de proveer a las necesidades espirituales ordinarias del pueblo, sobre todo el del campo, así como de asegurar el seguimiento de las misiones. Un Obispo, en una carta a San Vicente, se queja del inexplicable numero de sacerdotes ignorantes y viciosos que componen mi clero, que no pueden corregirse ni por medio de las palabras ni de los ejemplos. Siento horror cuando pienso que hay en mi diócesis casi siete mil sacerdotes borrachines o impúdicos que suben todos los días al altar y que no tienen ninguna vocación. (II, 358). San Vicente conocía bien el problemas pues él es probablemente uno de esos sacerdotes que, sin llevar una vida escandalosa, fue sin vocación hacia el sacerdocio para subir en la escala social.

a. Pero, existe también el problema del seguimiento de las misiones que se le plantea a San Vicente. En efecto, el estado, con frecuencia deplorable, del clero tiene el peligro de comprometer los frutos de la misión, ya que es necesario buenos sacerdotes para asegurar el desarrollo una vez que los misioneros se van. San Vicente se explica: Pues bien, lo más importante de nuestra vocación es trabajar por la salvación de las pobres gentes del campo, y todo lo demás no es más que accesorio; pues no hubiéramos nunca trabajado con los ordenandos ni en los seminarios de eclesiásticos, si no hubiésemos juzgado que esto era necesario para mantener al pueblo y conservar el fruto que producen las misiones cuando hay buenos eclesiásticos, imitando en esto a los grandes conquistadores, que dejan una guarnición en las plazas que ocupan, por miedo a perder lo que han conquistado con tanto esfuerzo (XI, 55). Como sabemos San Vicente inventará nuevas estructuras para formar buenos sacerdotes: los ejercicios de ordenando, las Conferencias de los martes y los seminarios. Pero además, la misión ofrecerá una contribución específica para remediar ese problema.

b. La ayuda aportada por la misión al clero

1) El hecho de seguir la misión con sus feligreses les ayuda. Se ve, en efecto, de los

informes de los misioneros, que muchos párrocos se han renovado en su vida personal y en su ministerio sacerdotal durante la misión. Algunos se reconcilian con sus feligreses, como hemos visto en Niolo, por ejemplo. Otros han sido renovados en su ministerio, como lo dice él en el informe de la misión : y los párrocos prometieron en voz alta enseñar el catecismo y mostrarse más cuidadosos de su obligación (IV, 391).

2) La fundación, hacia el final de la misión, de una conferencia de eclesiásticos según el modelo de las conferencias de los martes iniciadas por San Vicente en París. El Sr. Vicente, dice Abelly, quería todavía que sus misioneros se empleasen, como debe ser, durante el tiempo de las misiones, a prestar todos los servicios que podían a los eclesiásticos de los lugares donde trabajaban, particularmente por medio de las conferencias espirituales, en las que tratarán con ellos de las obligaciones de su estados, de los defectos, que deben evitar, de las virtudes que están obligados a practicar y que son más propias y convenientes y otros temas parecidos. (Abelly I, 279). Los misioneros pueden también proponer a los párrocos de las parroquias de un sector misionado de reunirse para hacer un retiro en su casa, bajo su dirección. Los informes de las misiones cuentan a veces casos espectaculares de conversión de párrocos y, más frecuentemente, de sacerdotes que se comprometen a encargarse con celo de sus parroquias.

Se podría citar todavía otros desafíos que San Vicente ha considerado y señalado ( los malos obispos, el Jansenismo, etc.) Hemos visto aquellos que están relacionados más directamente a nuestro tema de las misiones populares. Nos pararemos aquí. Es tiempo, ahora, de concluir nuestra cometido de analizar lo que podríamos llamar el "camino Vicenciano", que ha dado al ministerio de San Vicente su riqueza y fecundidad.

Conclusión

Esta breve presentación de los principales desafíos señalados con gran lucidez por San Vicente y esta ojeada a las respuestas que ha aportado con las misiones populares nos bastan para comprender por qué San Vicente tuvo verdaderamente ascendiente sobre la sociedad y sobre la Iglesia de su tiempo y por qué tuvo un real impactio hasta el punto que él "casi llegó a cambiar la faz de la Iglesia".

Se podría resumir así su camino:

- ver la realidad con una mirada de apóstol y discernir las verdaderas necesidades de los más pobres y abandonados;

- hacer frente y buscar respuestas con creatividad, valor y confianza en Dios;

- diversificar, adaptar sin cesar y multiplicar su acción, haciendo llamadas a numerosos colaboraciones: de sacerdotes, mujeres consagradas y laicos;

- dirigir la evangelización y asistencia o la promoción de los pobres, dando la prioridad tanto a la una, como a la otra, pero siempre asociándolas estrechamente.

Un reproche que se escucha a veces hoy día relacionada con las misiones populares es que se limitan a ser un piadoso ejercicio o una bonita fiesta para los cristianos, sin un porvenir.

El juzgarlas así, aunque erróneamente, es el motivo por el que en algunos lugares no las piden ya y por lo que son marginadas. Me parece que, si queremos que nuestro ministerio de misiones populares tenga verdaderamente ascendiente en nuestro tiempo, es necesario que nos inspiremos sobre el camino Vicenciano que acabamos de señalar. Conviene pues que continuemos nuestra reflexión sobre la manera a) de percibir los grandes desafíos actuales, discerniendo en particular las necesidades de los más pobres y abandonados de hoy, b) hacer frente, buscando, al plan de servicio y de evangelización, soluciones adaptadas y eficaces.

Misionera, debemos ser los pioneros de la evangelización. No podemos contentarnos de marchar sobre las huellas de nuestros predecesores, pues el mundo cambia (aunque no se puede , ciertamente, desdeñar la experiencia del pasado). Si no somos capaces de identificar bien los desafíos de hoy y de hacerles frente con creatividad y espíritu de fe, nos quedaremos al margen de los problemas reales del mundo y de la Iglesia y la misión popular no tendrá impacto real y significativo.

Sin embargo, si estamos aquí, es porque creemos que la misión popular puede ser una respuesta, ciertas parcial, pero una respuesta eficaz y adaptado a los verdaderos problemas de la Iglesia y del mundo de hoy. Es porque creemos que actualizando el carisma Vicenciano de evangelización y servicio de los más abandonados de hoy, la misión popular puede contribuir eficazmente y de forma específica a la nueva evangelización de la que nuestro mundo tiene necesidad. Tal es también lo que está en juego en nuestra reflexión aquí y la razón misma de este Mes Vicenciano.