La Misión de China

La Misión de China

Hugh O'Donell, C.M.

Visitador de China

La Misión de China es una de las Misiones Vicencianas más antiguas y una de las más recientes. Sus inicios se remontan al siglo de la muerte de San Vicente. Fue en 1699 cuando los dos primeros cohermanos, Padres Appiani y Mullener, llegaron a China. Desde entonces la Misión de China ha ocupado un lugar de privilegio en el corazón de la Pequeña Compañía y ha cautivado la fantasía de generaciones de nuestros cohermanos. La Misión de China evoca el recuerdo de misioneros que fueron pioneros, mártires, obispos, confesores, sabios, hombres de visión, profesores de seminario y pastores pero, sobre todo, sacerdotes y hermanos que se enamoraron de los campesinos de la campiña y del pueblo sencillo de las ciudades y urbes, y partieron el Pan de Vida en medio de ellos en todo tiempo y circunstancia. Aun cuando los acontecimientos obligaron a los cohermanos a abandonar China, muchos dejaron allí su corazón.

La Misión de China es, al mismo tiempo, una de las más recientes. Las últimas palabras de la “Carta a los Cohermanos” de la Asamblea General de 1992 fueron un desafío “...a llegar a los confines de la tierra, hasta a la misma China”. Estas palabras resultaron proféticas, cuando el Padre Maloney visitó China en 1993 y 1994. Los sufrimientos, perseverancia, alegría y radiante fe de los sacerdotes, de las Hermanas y de los católicos de China tocaron el corazón del P. Maloney, y a través de sus cartas, el de otros muchos. La alegría de las Hermanas y de los Padres al verse visitados por el sucesor de San Vicente, después de décadas de sentirse huérfanos, hizo brotar lágrimas en los ojos de muchos. A las historias de nuevos confesores y mártires, mujeres y hombres de inmensa y sencilla fe, se respondió con alegría, admiración y un renovado celo misionero. China estaba abierta de nuevo o, por lo menos, se estaba abriendo, y el Superior General pedía voluntarios.

La Misión de China, en cuanto nueva misión internacional, tiene el carácter distintivo de ser ya parte de una Provincia, la Provincia de China. De hecho, la Misión de China nunca murió, sino que continuó en dos corrientes, una en China y la otra en Taiwán. La Misión fue continuada en China por los cohermanos chinos que allí permanecieron después de la expulsión de los misioneros extranjeros. Cuántos eran y cuál fue su acontecer nos es desconocido en la mayoría de los casos. Según lo que hemos podido conocer, la mayoría de los 192 Misioneros Chinos, sacerdotes y Hermanos, en 1942 (última estadística disponible) permaneció en China después del establecimiento de la República Popular China, el 1 de octubre de 1949. La historia de su amor cotidiano al pueblo, su dedicación pastoral en medio de la adversidad, y su fidelidad al Señor y a la Iglesia en tiempos de hostilidad y persecución, en su mayor parte no está documentada sino por relatos fragmentarios que se nos han trasmitido y nos dan la dimensión de su lealtad a la fe y de su sencillo heroísmo. El Arzobispo de Nanchang, José Chow, es probablemente el más significativo de estos héroes. Antes de su muerte en 1972, pasó veintidós años en la cárcel y bajo arresto domiciliario, por haberse negado a aceptar la propuesta de ser el “papa” de China, que le hacía el Partido Comunista.

La otra corriente fluyó dentro de la Iglesia en Taiwán. Después de su expulsión de China en 1949-1952, Cohermanos Chinos, Holandeses y Norteamericanos continuaron la Misión de China en Taiwán. En los primeros años los cohermanos pensaban que su vuelta a la China Continental sería sólo cuestión de tiempo. Al desvanecerse esta esperanza, las energías de los cohermanos se dirigieron al cuidado pastoral de las jóvenes comunidades que ellos habían fundado a su llegada.

En este contexto histórico es en el que la Provincia de China en los últimos cinco años ha dado la bienvenida a los 9 nuevos cohermanos para la Misión de China. Estos cohermanos son todos sacerdotes. Proceden de nueve Provincias: Indonesia, Filipinas, Irlanda, Provincia Oriental de Estados Unidos, Provincia Oeste de Estados Unidos, Polonia, Holanda, Congo e India. Tres cohermanos más se unirán a la Misión de China este año (1998-1999) provenientes de la Provincia Oriental de Estados Unidos e Indonesia. La Provincia de Indonesia en la Asamblea Provincial de hace dos años hizo un compromiso formal de participar en la Misión de China, y cuatro de los cohermanos mencionados son de Indonesia. Los nuevos cohermanos han sido calurosamente recibidos por los cohermanos Holandeses, Chinos, Húngaros y Norteamericanos de la Provincia, que están realmente muy agradecidos por compartir unidos una nueva vida y una esperanza para el futuro. Las Nuevas Misiones Internacionales han dado nueva vida a la Provincia de China y a nuestra Misión en Taiwán y China.

Esta nueva fase de la Misión de China está teniendo lugar en circunstancias muy diferentes de nuestra historia anterior. Hoy el Gobierno Chino bajo el control del Partido Comunista proclama la libertad de religión, pero la entiende como libertad bajo el control y la supervisión del Gobierno. Su frontal hostilidad a la religión de las décadas pasadas se ha cambiado en tolerancia. A sus ojos, la Iglesia, de ser un enemigo del pueblo, ha pasado a servidora del socialismo, así lo espera y lo intenta. Rechaza la autoridad del Vaticano sobre la Iglesia en China, particularmente en el nombramiento de obispos. En estos últimos años se ha permitido a los Católicos rezar públicamente por el Papa y aún el reconocerlo como cabeza espiritual de la Iglesia, pero sin jurisdicción en China. No está permitido pertenecer a comunidades religiosas internacionales. Ni los Extranjeros pueden entrar en China como misioneros, exceptuados unos pocos, invitados especialmente y aprobados como profesores en los seminarios. A pesar de estas restricciones y sufrimientos de la Iglesia y del pueblo, la población católica ha crecido de 3.500.000 en 1949 a unos 10.000.000, actualmente, y goza de gran vigor.

Desde el punto de vista eclesial los cambios más llamativos atañen a quién está al frente. En 1949 la Iglesia en China estaba principalmente en manos de las Congregaciones Misioneras. Hoy, por el contrario, la Iglesia está enteramente en manos de obispos, sacerdotes, Hermanas y laicos chinos.

A partir de 1982 se han ido abriendo gradualmente los seminarios y a las iglesias se les han ido devolviendo sus propiedades. Por dar sencillamente algunos ejemplos: Nosotros hemos podido visitar cinco o seis de los más de doce seminarios actualmente funcionando en China, en los que hay más de 1.200 seminaristas, y las ordenaciones han llegado ya a 1.000. En Tangshan, después del devastador terremoto de 1976, el obispo ha reconstruido la catedral y treinta y cuatro iglesias más. El obispo de Tianjin ha levantado un seminario nuevo para veinticinco seminaristas junto a la histórica Iglesia de Wang Hai Lou y ha fundado una Congregación de Hermanas según el espíritu de San Vicente. Hay treinta y cuatro jóvenes y su felicidad de ser Hermanas ha dejado una profunda impresión en todos los que las han visitado.

Esta nueva situación presenta un gran reto a todos los que deseen proclamar el Evangelio al pueblo chino y se está convirtiendo en una inmensa, aunque inesperada, gracia para nosotros. Estamos llamados a contemplar la situación con nuevos ojos y nuevo corazón.

Muchos preguntan cuándo se abrirá China. Evidentemente no está abierta a las formas anteriores de trabajo misionero. Pero China está abierta y se está abriendo cada vez más. Nosotros no tenemos problema alguno para viajar frecuentemente a China, pero normalmente vamos como turistas, o profesores jubilados, o viajamos con fines determinados, como enseñar inglés o francés o estudiar chino. Estamos descubriendo un nuevo papel para nosotros en China. Nos estamos concentrando en RELACIONES, MINISTERIO DE PRESENCIA, HUMILDAD y CONVERSIÓN PERSONAL.

Como los primeros misioneros jesuitas en China, que centraron gran parte de sus energías en hacer amigos, también nosotros estamos descubriendo la primacía de las relaciones en la vida china. El desarrollar amistades, desde luego, es uno de los cinco pilares de Confucio en la cultura china. Estamos intentando conocer a la gente y ser conocidos por ellos a nivel personal. Poco a poco se está desarrollando una confianza mutua y el conocimiento de lo que es importante para cada uno.

La Presencia entre los jóvenes a través del contacto diario en las clases de inglés o francés ha sido una experiencia inesperada y maravillosa. No podemos predicar el Evangelio con palabras, solamente a través de nuestras vidas, pero los que han enseñado en China afirman que eso sucede. Los estudiantes se preguntan sobre el significado de la atención e interés por ellos y desean conocer la fuente de tal dedicación en una situación con pocas recompensas materiales.

Estamos llamados asimismo a ser humildes y pacientes. Hay tantas cosas que desearíamos hacer y que nos sentimos capaces de hacer en la Iglesia y para la Iglesia que no se nos permiten. Esta humildad y paciencia nos abren a nuevas dimensiones del mundo chino. Sin paciencia nada es posible en China, lección no fácil de aprender. Ello nos conduce a una conversión en nuestra perspectiva y en nuestro modo de estar entre el pueblo. Esto cambia también nuestra manera de vivir el sacerdocio.

En esta situación, ¿cuáles son nuestros objetivos a corto y largo plazo? Nuestros objetivos a corto plazo son aprender bien el chino, incorporarnos a la Provincia de China, sentirnos como en casa en el mundo chino, conocer la cultura y desarrollar una visión misionera y pastoral para la Misión de China.

Cuando llegan nuevos cohermanos, viven en comunidad en el Centro Misional Perboyre en Taipei. Conocerse mutuamente y formar una comunidad de fe y de amistad es un objetivo primordial.

Ha sido una bendición del Señor que los cohermanos de esta casa, cada uno de un país diferente, han llegado a formar una comunidad íntimamente unida. Esta comunidad se reúne, por lo menos, una vez a la semana con los otros cohermanos de la zona y en diversas ocasiones con todos los cohermanos de la Provincia. Las relaciones entre los cohermanos mayores y los jóvenes han sido abiertas y afectuosas. Los recién llegados estudian chino durante dos años a tiempo pleno. Al tercer año van o Beijing a Wuhan o a alguna otra ciudad china con el fin de continuar el estudio del chino o comienzan un trabajo pastoral en Taiwán. En los dos últimos años se ha comenzado una nueva misión ent4re los aborígenes de la costa Este en colaboración con los Padres y Hermanos de Belén y cerca de las Hijas de la Caridad. Dos cohermanos han establecido allí nuestra presencia y han sido calurosamente recibidos, otro cohermano es párroco den Kaohsiung. En ambos casos está cercanos al pueblo y progresando en el estudio del Mandarín. Estos cohermanos están haciendo grandes esfuerzos para hablar y entender el chino en las situaciones ordinarias y para celebrar la Eucaristía y predicar en chino. El aprendizaje del chino es un proceso de por vida. Por eso lo que se intenta con el programa inicial es proporcionar a cada cohermano un base sólida.

Además de la fluidez en chino, cada cohermano necesita adquirir la experiencia y la formación en un área particular, de manera que, cuando las oportunidades se presenten, seamos capaces de responder eficazmente. Dado que la formación es de vital importancia, dos jóvenes cohermanos chinos han emprendido los estudios, uno de liturgia en el Anselmo en Roma y el otro Teología Bíblica en la Catholic Theological Union de Chicago. Los demás están intentando ver en qué campos pueden formarse y llegar a ser expertos. Los campos de mayor necesidad e interés son la formación, la oración, el camino espiritual, la teología pastoral, la creación de estructuras organizativas y los Estudios Asiáticos. Forma parte también de esta perspectiva el que estos estudios puedan realizarse en un contexto inculturado. En este sentido estamos actualmente intentando descubrir nuestro propio camino.

Hay una Comisión para China Continental que se ocupa de la información, comprensión, planificación e iniciativas en relación con China Continental. Esta comisión está haciendo esfuerzos serios por desarrollar gradualmente una estrategia misionera basada en la realidad de China según la vamos conociendo. La comisión coordina los esfuerzos de los cohermanos de la provincia en relación con la China Continental. La Comisión también publica ”China Sparks” que es un boletín para informar a las Provincias de habla inglesa de la Congregación y de las Hijas de la Caridad sobre los acontecimientos en China, tanto a nivel internacional como a nivel de experiencias personales.

La Provincia patrocina también, en colaboración con las Hijas de la Caridad , “Vincentian Outreach”. Por medio de “Vincentian Outreach” los cohermanos, las Hijas de la Caridad y los seglares con los que nos relacionamos llegan a conocer las oportunidades de enseñar inglés o francés a nivel universitario durante un año. El año pasado hubo cuatro profesores en China pertenecientes a la Familia Vicenciana; este año son doce. Para quienes han ido como profesores ha sido una maravillosa experiencia, no siempre fácil humanamente hablando, pero profundamente gratificante y para algunos transformadora. Enseñar inglés no es un pretexto para hacer otras cosas. Enseñar inglés es enseñar a los estudiantes. A través de los contactos en la clase se forman una serie de relaciones y los valores de dos mundos empiezan compartirse e intercambiarse. Los profesores aprenden muchas cosas sobre sí mismos al mismo tiempo que van conociendo a los estudiantes chinos. De paso, para quien pueda estar interesado, no es necesario que los profesores hablen chino.

¿Cuáles son nuestros objetivos a largo plazo? Sabemos que nuestro futuro en China depende de nuestra preparación ahora. El proverbio de que el futuro es de quienes están preparados es especialmente verdad para China. No sabemos cuáles serán a la larga nuestras oportunidades, pero nos estamos preparando para lo siguiente: nuestra propia inculturación, la formación y las misiones rurales.

Nuestra inculturación implica que hemos de recibir el don de China antes de que podamos ofrecer los nuestros. Esto es particularmente válido aplicado a la Iglesia. Debemos en primer lugar recibir los dones de la fe y el amor, la paciencia y la perseverancia que florecieron en medio de profundos sufrimientos y décadas de persecución. Necesitamos también recibir el don del perdón y la liberación de todo resentimiento que parece ser un notable fruto de esos años en las vidas de la gente que ha sufrido más.

Casi todos los que han entrado en contacto con China indican que la mayor necesidad es la formación. En China hay sacerdotes jóvenes y mayores, entre los que se da un vacío generacional de treinta y cinco años. Ello supone un inmenso desafío para la formación sacerdotal y formación de líderes en un futuro inmediato.

Un campo particular en el que la necesidad es apremiante es el del desarrollo de estructuras que sostengan y fortalezcan a los sacerdotes jóvenes que se encuentran ante amplias responsabilidades inmediatamente después de su ordenación, y tienen que vivir solos, sin experiencia o dirección apropiada. Un joven sacerdote que conocemos es responsable de medio condado en el que hay veinticinco pequeñas comunidades católicas o aldeas y dos más grandes que tienen 600 y 1000 respectivamente. Su situación no es infrecuente. Aunque de inmediato no podamos ayudar, necesitamos estar preparados con la debida estrategia de formación y el necesario adiestramiento para ayudar cuando llegue el momento.

Hay también algunas oportunidades para promover programas de estudios en el extranjero para la formación y educación de seminaristas y jóvenes sacerdotes y Hermanas. En resumidas cuentas, los retos son grandes para el previsible futuro.

Se ha dicho que China nunca estuvo tan abierta al Evangelio como hoy. Muchos están de acuerdo de que en China existe una amplia búsqueda de sentido en la vida personal de muchos. Existe desencanto con los valores del mundo antiguo mundo y del moderno ofrecidos al pueblo. Hay hambre del Evangelio o de los valores evangélicos, que se demuestra por la atracción que tiene el Evangelio para muchos universitarios. En los últimos diez años se da también un interés entre los intelectuales por la teología cristiana. A estos intelectuales se les da el nombre de “cristianos culturales”, porque su interés es más cultural que religioso, un interés más por los valores y sentido, que por una relación con Dios, aunque el interés es real y serio.

En muchos aspectos los seglares están en mejor situación para responder a esta hambre. Esto exige una formación apropiada. ¿Seremos capaces de prepararnos para tales retos?

Finalmente, nos estamos preguntando si las misiones populares tienen algo que decir a los 850.000.000 de campesinos y aldeanos en China, muchos de los cuales han sido relegados a los últimos lugares por el progreso económico de las provincias costeras. Nuestros esfuerzos iniciales en este campo, empezando en Taiwán, nos han hecho ver que la tarea, al presente, nos supera y está por encima de nuestros recursos actuales en personal. El reto más importante es encontrar cómo realizar las misiones populares en una perspectiva misionera como primera evangelización, entre gentes donde los católicos no llegan al uno por ciento de la población. Esto nos está pidiendo una remodelación radical de las misiones populares, si bien muchos de los elementos necesarios parece se hallan presentes en la renovación de estas misiones que se está llevando a cabo en la Congregación en todo el mundo

Hace sólo dos años de la canonización de San Juan Gabriel Perboyre. Bajo su patronazgo está teniendo lugar esta nueva fase de la Misión de China. Pedimos que su amor por el pueblo chino y por el Evangelio sean nuestra guía e inspiración en nuestro camino de fe con el pueblo chino.

(Traducción Rafael Sáinz, C.M.)

Fue sólo al principio de los 80 cuando Sor Emma Lee, H.C., restableció el contacto con ellos. Finalmente, se estableció contacto con noventa Hermanas y catorce Cohermanos.

Llegados en 1952, los cohermanos colaboraron en el esfuerzo común para proveer a las necesidades básicas de los muchos refugiados venidos de China después de la victoria comunista. De 1952 a 1965 hubo 250.000 bautizos en la isla, y los cohermanos gastaron sus días y atardeceres catequizando y bautizando a los nuevos convertidos, en los momentos en los que no estaban distribuyendo alimentos y medicinas. Con sólo 10.000 católicos en la isla en 1945 y más de un cuarto de millón en 1965, se puede afirmar que éste fue el período más significativo en el establecimiento de la Iglesia de hoy en la isla. Los cohermanos levantaron, al menos, treinta iglesias y abrieron igual número de parroquias y comunidades parroquiales.