El lado oscuro de la vocación misionera vicenciana

EL LADO OSCURO DE LA VOCACIÓN MISIONERA VICENCIANA

John P. Prager, c.m.

La vocación vicenciana es misionera por su misma naturaleza1. La verdad de esta afirmación no reside en el hecho de que algunos de nosotros den misiones populares y otros trabajen en paises lejanos. Esos dos tipos de ministerios brotan del espíritu misionero que san Vicente vivió primero y después inspiró a su congregación. El espiritu misionero es algo más profundo. Somos misioneros porque la llamada a seguir a Jesús en la evangelización de los pobres exige una respuesta y un talante misionero.

Durante más de trescientos años en nuestra congregación se ha tenido una alta estima del ideal misionero, canonizado, por así decirlo, en las reglas y documentos de la congregación. Los santos y otros miembros admirados de la congregación, que se nos ofrecen como modelos, han sido misioneros. Sin embargo no ha sido nada fácil mantener el espíritu misionero de san Vicente, debido a una realidad que se menciona con frecuencia de paso, pero que no se examina con profundidad: la vocación misionera es dificil. ¿Habrá sido así porque idealizamos con facilidad este tema, pero no tenemos en cuenta las dificultades reales presentes en el proceso de llegar a ser un verdadero misionero? ¿O tal vez supongamos implícitamente que a los que vienen a trabajar por los pobres les basta la buena voluntad para llegar a ser buenos misioneros?

Si no se tiene en cuenta la realidad de la experiencia misionera, ese elemento fundamental de nuestro carisma pasará a un segundo plano. En este artículo quisiera presentar unas ideas sencillas acerca del espíritu misionero vicenciano, y en particular sobre sus aspectos de sombra y oscuridad.

1.La Vocación Misionera Vicenciana: seguir a Cristo entre los marginados

Cuando Jesús dice "ven y verás" a los miembros de la familia vicenciana, lo hace desde la periferia de la sociedad. Nos invita a acompañarle y a entrar en el mundo de los pobres y de los miserables de la tierra. Nos invita a convertirnos en hermanos y hermanas de aquellos a los que el sistema social ha triturado y ha rechazado en la marcha de la modernidad y del progreso.

El seguir a Jesús es una decisión misionera porque exige dejar nuestra posición en el centro de la sociedad para colocarnos en otro lugar muy diferente con los marginados por la sociedad 2. Seguir a Jesús es la decisión libre de hacer que el mundo de los pobres sea nuestro mundo, saltando por encima de las diferencias de raza, clase social, cultura y status para vivir el evangelio con los más abandonados. El misionero se decide por vivir en territorio desconocido y ser en él un heraldo de la compasión de Dios entre gente que no ha recibido ningún tipo de compasión 3.

Lo que se quiere sugerir con todo ésto está muy lejos de cualquier tipo de acrobacia intelectual que nos permita seguir llamándonos misioneros a la vez que mantenemos una buena distancia en relación a los pobres. Tampoco es ser misionero el hacer algún tipo de trabajo por los indigentes durante el día, y refugiarnos por la noche en otro mundo muy diferente. Ser misionero exige dar un salto radical que hace que nuestra vida sea la vida de los pobres, y no meramente un trabajo en favor de ellos.

Tres son las características de la vocación misionera 4:

Inserción 5

Santa Luisa en cierta ocasión criticó a un grupo de hermanas por no querer aceptar las escaseces que los pobres sufren diariamente 6. Sabía muy bien que corremos el riesgo de ser meros turistas en el mundo de los pobres si no asumimos en parte su estilo de vida.

Entrar en el mundo de los pobres supone dejar atrás muchas de las cosas de que disfrutamos en nuestro mundo de abundancia; supone también la elección libre de vivir dentro de las limitaciones que los pobres mismos no han podido elegir. ¿Podemos crear islotes de relativa abundancia, y a la vez esperar que se nos crea cuando hablamos de estar con los pobres? Aún más: ¿qué sucede cuando un misionero rehusa desprenderse de la vida cómoda? San Vicente nos advirtió que si no vivimos una vida sobria diremos adiós a los pobres 7. Quiere decir con ello que si el apego a nuestra manera cómoda de vivir nos separa de las necesidades de los pobres jamás seremos misioneros.

Es cierto que nunca seremos de verdad pobres como lo son los pobres. Pero eso no quiere decir que tenemos que ser clase media como lo es la clase media. Si de verdad queremos plantar nuestra tienda entre las víctimas, debemos estar dispuestos a sacrificar parte de nuestras seguridades.

Inculturación 8

Incluso cuando el misionero atraviesa una pequeña distancia geográfica, el moverse hacia los pobres supone un gran salto sobre fronteras que separan. Se encontrará con otras realidades y otros valores muy diferentes. Puede que la lengua sea la misma o no lo sea, pero hasta las palabras tienen otro significado en el nuevo contexto. Es decir, el misionero se introduce en una cultura diferente 9.

Nos acercamos a los pobres con nuestra propias experiencias, valores e intereses. Pero el mundo presenta un aspecto muy diferente desde el reverso de la historia. Ser misionero quiere decir entrar en ese mundo nuevo con una actitud abierta de respeto. Se debe suspender todo juicio hasta que uno sea capaz de penetrar el verdadero significado oculto en los modos de expresarse que tienen los pobres. La inculturación pide sensibilidad hacia una visión nueva del mundo, y disponibilidad para dialogar con esa visión hasta que uno aprenda.

La historia de las misiones extranjeras está llena de ejemplos de agentes de pastoral que intentaron imponer su verdad. La suposición falsa de que nosotros sabemos qué es lo mejor, o de que poseemos el único camino recto hacia Dios, podría estar aún hoy presente en nuestro trabajo misionero entre los pobres. Esa idea aparece aún hoy en frases tales como "llevar a Cristo a los pobres". San Vicente recuerda a sus seguidores que la verdadera religión se encuentra entre los pobres10. El quería que sus misioneros se dieran cuenta de que entre los pobres Dios habla y obra de otra manera.

Nueva evangelización11

Jesús, el misionero del Padre, vino a evangelizar a los pobres. Conoció de primera mano la "mala noticia" que destruye la vida de los pobres, e intentó, con palabra y con obras, comunicar el amor de Dios contra el poder del mal.

Si la misión entre los pobres ha de ser la "Buena Noticia", la idea de la evangelización debe ir mucho más allá que el trabajo de catequizar. La evangelización no consiste tanto en la transmisión de verdades cuanto en abrir caminos a la venida del reinado de Dios. La evangelización es un proceso por el cual uno se hace sensible al amor liberador de Dios y coopera con él12.

La Nueva Evangelización no consiste simplemente en técnicas puestas al dia, sino que supone un cambio sustancial que busca posibilidades nuevas de evangelización en un mundo moderno que es diferente. No pretende descartar la evangelización anterior, pues la nueva evangelización mantiene la tradición de la comunidad cristiana y de la misión de Jesús, pero se pone en marcha teniendo en cuenta el contexto del mundo de hoy.

No es este el lugar para desarrollar todas las implicaciones de este nuevo contexto y ver cómo afecta a nuestra misión. Pero sí señalaremos algunos elementos que incluye la nueva evangelización: un ministerio más bien de acompañamiento que de dirección13; un estilo pastoral que promueve la participación de los laicos14; la opción por los pobres15; atención a las realidades sociales, políticas y económicas16; la promoción de pequeñas comunidades cristianas17; aprender a hacer teología y a escuchar la palabra de Dios desde la perspectiva de los pobres18.

2.El lado oscuro de la Misión

El seguimiento de Jesús, el gran misionero, implica grandes riesgos. Inculturación, inserción y nueva evangelización implican arrojar por la borda buena parte de un mundo que nos es familiar y conocido para entrar en lo desconocido. Esta experiencia, que debe ser de suyo camino de salvación, puede convertirse en un camino de debilidad y de sufrimiento. Un sicólogo podría tal vez describir en detalle el laberinto interior que implica una tal experiencia. Me limitaré a una descripción sumaria de ella19.

Según va teniendo lugar el romper amarras con los modos acostumbrados de vida y se van perdiendo de vista las señales del camino conocido, una gran falta de seguridad se convierte en el compañero de camino del misionero. La exigencia de dejar atrás el pasado, y el deseo, simultáneo, de seguir apegado a él, produce como resultado una tensión constante.

Las antiguas categorias ya no parecen tener valor; pero a la vez la nueva situación parece impenetrable, lo que crea en el misionero la insidiosa sensación de estar en desarmonía con el mundo que le rodea.

A la inseguridad, se añaden de ordinario dudas y confusión como aspectos de la experiencia misionera: ¿qué es lo que pasa en este mundo nuevo en el que ha entrado el misionero? ¿qué quiere decir ésto y lo otro? ¿por qué se hacen las cosas de esta o de esa manera? Preguntas tales surgen con mucha frecuencia.

En otro nivel, y de manera mucho más aguda, aparecen dudas y desconcierto. La confianza en uno mismo puede sufrir una buena sacudida ante el hecho de ponerse en cuestión los modos conocidos de pensar y de obrar. ¿Voy a poder de verdad actuar en este nuevo contexto? ¿Debo de verdad dedicar mi vida a esta gente? ¿Merece la pena hacerlo? A veces estas dudas sacan a la superficie consciente preguntas aún más fundamentales: ¿quién soy yo? ¿cómo me relaciono con los otros y con Dios? Muchas preguntas surgen de lo profundo, pero no parece que haya respuestas claras.

Miedo, malhumor y soledad son tres cosas que el misionero conoce muy bien. La desorientación y la inseguridad producen reacciones fuertes. Cuando cambian las estructuras interiores y exteriores del pasado, se siguen normalmente desajustes y sufrimientos.

A veces se da una ansiedad difusa al entrar en el mundo de lo desconocido. Otras veces el temor se fija alrededor de experiencias y situaciones concretas. La experiencia de lo que se ha dejado atrás crea un sentimiento de vulnerabilidad. El haber dejado de lado los lugares, las cosas, las personas y los modos de pensar y de actuar, elementos todos ellos en los que uno se sentía firmemente anclado en el pasado, coloca al misionero en la precaria situación de tener que enfrentarse al mundo con muy pocos recursos.

Con frecuencia, un sentimiento de ira se une al temor. El misionero puede llegar a creer que pierde la cabeza ante mil pequeños motivos de irritación y ante la frustración de no entender realmente qué es lo que está pasando. Pequeñas o grandes discrepancias sobre la manera de hacer las cosas suscitan reacciones malhumoradas, reacciones que a veces se proyectan hacia la gente; otra veces, hacia uno mismo, desesperado ante la corriente continua de experiencias desagradables. Hasta Dios puede ser alguna vez objeto de quejas airadas por habernos puesto en una tal situación.

Según el misionero va dejando su mundo anterior y comienza el proceso de entrar en otro, empieza a aparecer el sentimiento de soledad. Aunque esté rodeado de gente, la presencia de la gente no mitiga ese sentimiento. De hecho, la presencia de otras gentes puede aumentar el sentimiento de que él es un extraño. Los amigos de antaño no pueden ayudarle, pues están lejos, o bien no comprenden la experiencias del misionero. Incluso Dios parece que está ausente y que no escucha.

El lado oscuro de la misión produce muchas reacciones diversas. A nadie le gusta enfrentarse con él, y por ello mismo enseguida se da la tentación de volver a la antigua seguridad. Algunos abandonan del todo; otros intentan vivir a la vez en los dos mundos, sin desprenderse del todo de su pasado; otros se niegan a admitir la realidad; la mayor parte se refugian detrás de un muro defensivo, al menos por un tiempo. Por desgracia, ninguna de esas reacciones sirve de mucha ayuda para entrar de verdad en la misión. Tal vez proporcionen un escape de la dura experiencia, o de protección contra sentimientos desagradables. Pero acabarán por llevar al misionero hacia atrás, al punto en que comenzó su experiencia de misionero.

Pero hay maneras de atravesar la oscuridad camino de la luz. Mencionamos en la sección siguiente algunas de esas maneras.

3.Conversión: hacia la luz a través de la Oscuridad

La conversión de san Vicente es la experiencia paradigmática de la vocación vicenciana. Él encontró la salvación cuando abandonó su mundo propio y se introdujo en el mundo de los pobres20. Su propia experiencia nos ofrece la esperanza de que la vocación misionera es el camino hacia la santidad, el gozo y la paz. Si nos centramos más bien en el proceso de su conversión que en el resultado final, su experiencia nos resultará aún más esclarecedora. Igual que nosotros, también él tuvo que habérselas con el lado oscuro de la misión por los pobres. Tuvo sus dudas ante las exigencias previsibles. Pasó por la dura tentación de buscar su propia comodidad y su propia seguridad. Le costó más de diez años el tomar una decisión radical por los pobres21.

Con el tiempo san Vicente descubrió que no hay manera de seguir a Jesús en la evangelización de los pobres y librarse a la vez de las duras exigencias de una tal vocación. También él tuvo que ir tanteando su camino entre las sombras.

Ese mismo es el desafio que se nos presenta hoy a los misioneros. Igual que el fundador, tenemos que buscar medios prácticos para navegar entre los escollos de la misión. Sugeriría algunas actitudes y modos de obrar que nos podrían servir de ayuda:

Conocimiento de sí mismo

Cada uno de nosotros viene a la misión con su historia personal, con sus puntos débiles y fuertes. A lo largo de la vida desarrollamos un talante sicológico fundamental que orienta nuestros modos personales de relacionarnos con las experiencias de la vida y con otras personas. Una clara conciencia de saber cómo soy yo y cómo reacciono, sobre todo ante situaciones tensas, es indispensable para decidirse por la misión entre los pobres. Un conocimiento claro de las defensas, tendencias y recursos sicológicos que uno posee, nos hará posible mantener el equilibrio, tomar decisiones apropiadas y evitar errores de bulto.

Además del conocimiento de uno mismo, se necesita darse cuenta de cómo se reacciona ante las situaciones concretas. A nadie le gusta experimentar sentimientos perturbadores, debilidad o sufrimiento. Sin embargo, es imposible tomar decisiones concretas sin admitir francamente y sin enfrentarse a esos tipos de experiencias.

Necesidad de un guía

Dice Thomas Merton, hablando de la vida espiritual, que es cosa insensata entrar solo en la oscuridad22. Lo mismo vale para la vida misionera. Es algo de valor incalculable el poder contar con la sabiduría y la experiencia de un mentor o director espiritual. El simple hecho de tener a alguien que nos acompañe y nos escuche es con frecuencia suficiente para que podamos comprender nuestra situación. Además la opinión objetiva de un guía con experiencia puede señalarnos la dirección acertada, así como los callejones sin salida y los puntos de resistencia.

La comunidad

La comunidad existe para la misión. Cuando uno se sumerge en el mundo de los pobres se experimenta que éso es algo mucho más real que un mero axioma repetido innúmeras veces. La visión compartida con otros, el ejemplo y la presencia de otros que se dedican a la misma misión, resulta ser de hecho una ayuda fundamental. Las estructuras definidas de la vida en común, proporcionan estabilidad en medio del cambio. Aún más: las múltiples y pequeñas maneras por las que los miembros de una comunidad se comunican mutuamente el interés de unos por otros y la confianza en los pequeños sucesos de cada día, son señales tangibles de que uno no está solo en el mundo nuevo.

Amistades

Tal vez resulte redundante el recordar que la amistad es una experiencia humana irreemplazable. Todos necesitamos amar y ser amados. También el misionero. En su transitar por la experiencia de cambio de mundo y por la experiencia de la soledad, se necesita sentirse seguro de que hay personas que se interesan y se preocupan por uno. Se necesita tener la seguridad de que tenemos amigos que nos quieren lo suficiente para escucharnos y tratar de comprender nuestras experiencias.

Es muy importante mantener relación con amigos que pueden proveernos de ayuda. Lo ideal sería tener tiempo para una visita. Pero si la distancia o las exigencias del ministerio lo hacen prácticamente imposible, hay otros medios, tales como el correo o el teléfono, para mantener contacto con las amistades.

Crear un espacio vital personal

La tensión continua de adaptación, de intentar comprender, de hacer cambios, exige una gran inversión de tiempo y de energía. Después de algún tiempo, el esfuerzo requerido va minando nuestra capacidad. Una medida sensata consistiría en tomarse tiempo para descansar. Aficiones personales, ejercicio físico, viajes cortos, escribir un diario, la lectura, o cualquier otra actividad que sirva de recreación, ayudan a mantener el equilibrio.

Todas esas sugerencias son bien conocidas como medios para llevar a buen puerto cualquier proceso de transición. La llamada a la misión es también una vocación cristiana que tiene ramificaciones teológicas y espirituales. La tradición vicenciana ofrece una gran riqueza de recursos en este terreno. La espiritualidad vicenciana es una espiritualidad para la misión y el apostolado23. La mayor parte de las cartas y conferencias de san Vicente están dirigidas a hombres y mujeres que, o iban a comenzar una misión entre los pobres, o bien trabajaban ya en ella24.

Añado a continuación algunas ideas extraídas de nuestra tradición.

Actitud de humildad y apertura

Apertura y humildad hacen que sea posible la inculturación del misionero. Si no se tiene una actitud abierta, para aceptar maneras nuevas de pensar y de actuar, no hay modo de entrar en el mundo de los pobres. Hay que esforzarse por mantener una mente abierta que esté dispuesta a aprender. Por ello la humildad debe ir mano a mano con el espíritu de apertura. Los que piensan que tienen ya las respuestas y que su manera de hacer las cosas es la manera correcta, no acompañarán nunca a los pobres. La humildad nos lleva a escuchar a la gente y a hacer caso de su experiencia porque crea en nosotros una actitud que valora a los demás.

Actitud de mortificación flexibilidad

Algunos jamás se convierten en misioneros porque no están dispuestos a desprenderse de nada. Ponen tantas condiciones antes de que se puedan poner en marcha, o llevan tanta impedimenta cuando se mueven, que en práctica resultan inamovibles, La mortificación misionera pide que nos desprendamos de la seguridad personal para seguir a Jesús, el espíritu de sacrificio nos hace flexibles para estar con los pobres.

Sencillez y transparencia de motivos

El motivo fundamental de la misión vicenciana es el seguimiento de Jesús en la evangelización de los pobres. Pero ante la cruda realidad de misión, sobre todo ante sus aspectos más oscuros, otras alternativas empiezan a surgir en la imaginación. La sencillez, es decir, la claridad y unidad de visión, mantiene siempre bien definido y enfocado el motivo fundamental de la misión. Cuando sentimientos desagradables y experiencias frustrantes traigan a la mente la atractiva tentación de tomar otro camino, la sencillez del motivo originario y la honradez para con nosotros mismos nos ayudará a tomar decisiones congruentes con muestra opción misionera25.

Amabilidad-mansedumbre

Los pobres llevan cargas muy pesadas. Cada día están en contacto con instituciones impersonales y gentes de corazón duro. Sólo una actitud amable puede abrir la puerta que da entrada a su mundo. Si el misionero no actúa con amabilidad, la puerta se mantendrá bien cerrada. La amabilidad es la actitud que se manifiesta en gestos tales como: el esfuerzo por comprender lo que interesa a los pobres; disponibilidad para acompañar a los pobres Sin condiciones ni exigencias previas; aceptación de lo que resulta extraño; comprensión por las debilidades.

Aún el misionero más manso, experimenta a veces conflicto y la tentación del mal genio. Un espíritu de mansedumbre amable le ayudará a manejar esa tentación de manera digna y apropiada.

Celo evangélico

Si bien el misionero necesita cuidar de sus reacciones personales, y siempre necesitará ayuda para sí mismo, no debe nunca perder de vista el fin de su vocación. Se ingresa en la misión para poner todos los talentos propios, las energías, el poder creativo y el tiempo al servicio de los pobres y del reino de Dios. El misionero que no es capaz de transferir el centro de interés desde su propia persona a las necesidades de los pobres perderá con el tiempo el ánimo.

El celo da fuerza para vivir las exigencias del evangelio en situaciones novedosas; da aliento al misionero para buscar maneras de remover los obstáculos y los fracasos; crea en el alma el deseo de evangelizar y de ser evangelizado por los pobres.

Oración

La base fundamental de la misión vicenciana es una relación profunda con Cristo, el Misionero, a quien se encuentra entre los más pobres y abandonados. Pero como la presencia de Jesús no es visible, sino que tiene un cierto carácter sacramental, sólo la fe nos hace ir más allá de la fealdad que es tan aparente en la vida de los pobres. Esa fe puede ser de verdad puesta a prueba por los aspectos desagradables de la misión, lo que sucederá sobre todo si se espera encontrar a Dios en la belleza, en el poder o en experiencias llenas de calor y de paz. "¿Cómo puede estar presente Jesús en medio de toda esta pobreza y dolor?" Esa es una pregunta muy frecuente. Por todo ello es tan importante la oración. La oración nos hace capaces de experimentar la presencia de Dios entre los pobres.

La llamada a la misión es una invitación a compartir la vida de Cristo con los pobres. La oración es el medio para percibir las exigencias concretas de esa llamada. En la oración Cristo pondrá en cuestión o bien confirmará nuestro modo de responder a su llamada. También nos dará la oportunidad de desahogar nuestro corazón en las experiencias diarias de nuestra misión. Sin oración, la misión no estará centrada en Jesús; sin ella, el misionero acabará por reaccionar ante los acontecimientos con la sola ayuda de sus recursos personales, fórmula infalible para acabar en el desastre de uno mismo y de los pobres.

Conclusión

La intuición fundamental de san Vicente podría ser reformulada como una convicción de que si se abre la vida propia a los pobres Dios entrará por la abertura para conducirnos a la salvación. Nadie se atreverá a decir, y menos aún san Vicente mismo, que ése sea un camino fácil hacia el gozo y la felicidad. El lado oscuro de la misión es un hecho inevitable. Pero eso no debería ser motivo de desencanto hacia la misión, ni tampoco motivo para rehusar la carga que supone el dedicar la vida propia a los pobres. Tales son los costos de ser un discípulo, el modo vicenciano de participar en la muerte y la resurrección del Señor. Este es el mensaje de esperanza que ha dado fuerzas a la familia vicenciana para superar el lado oscuro de la misión, y para experimentar un gozo profundo en el servicio de los pobres.

Trad. Jaime Corera,C.M.

NOTAS

(1)La frase se puede aplicar por igual a otras ramas de la familia vicenciana, aunque sólo la dicen explícitamente las constituciones de las hijas de la caridad (2.10), siguiendo al documento del Vaticano II Ad gentes divinitus, n.2.

(2)Ibáñez J.M., "Identidad de la misión vicenciana", en Misión vicenciana y evangelización de los hombres de hoy (Salamanca, CEME, 1987) pp. 181

Bastiaensen, A., "Breves apuntes en torno al carisma y la espiritualidad vicencianos y nuestra conciencia misionera" CLAPVI, n.68 (1990), pp. 229- 237.

(3)Sobrino, J. The Principle of Mercy: Taking the Crucified people from the Cross, (New York: Orbis, 1994).

(4)Buena parte de la sección siguiente está inspirada en algunas obras recientes de misionología. Aunque esas obras están pensadas para los que trabajan en misiones extranjeras, creemos que muchas de sus ideas se pueden aplicar a la misión vicenciana entre los pobres.

Bellagamba, A., Mission and Ministry in the Global Church, (New York: Orbis, 1992)

Bosch, D., Transforming Mission: Paradigm shifts in Mission Theology (New York: Orbis, 1991).

Burrows, W., Redemption and Dialogue: Reading "Redemptoris Missio" and "Dialogue and Proclamation", (New York: Orbis, 1993).

Comblin, J., The Meaning of Mission, (New York: Orbis, 1977).

Flanagan, P., ed., A New Missionary Era, (New York: Orbis, 1979).

Jenkinson, W. and H.O'Sullivan, eds., Trends in Mission (New York: Orbis, 1991) .

Santos, A., Teología sistemática de la misión, (Estella: Verbo Divino, 1991)

Scherer, J. and S. Bevans, eds., New Directions in Mission and Evangelization 2: Theological Foundations, (New York: Orbis, 1994).

Senior, D. and Stuhlmueller, C., The Biblical Foundations for Mission, (New York: Orbis, 1984).

(5)Para más ideas acerca de la inserción, véase:

Bonk, J., Missions and Money: Affluence, a Western Missionary Problem, (New York: Orbis, 1991).

Cussianovich, A., Religious Life and the Poor, (New York: Orbis, 1979).

Maccise, C., Espiritualidad de la nueva evangelización, (México: CRT, 1991).

(6)Sullivan, L., ed. y trad., Spiritual Writings of Louise de Marillac, (Brooklyn: New City, 1991), p. 391.

(7)Coste, P., ed., St. Vincent de Paul: Correspondence, Entretiens, Documents, (Paris: 1925), XI 79. Esta obra se citará en adelante así: SV.

(8)Se encontrará más material acerca de la inculturación en:

Arbuckle A., Earthing the Gospel: An Inculturation Handbook for Pastoral Workers, (New York: Orbis, 1990).

Shorter, A., Evangelization and Culture, (Londres: Chapman, 1994).

Shorter, A., Toward a Theology of Inculturation, (New York: Orbis, 1992)

(9)En este contexto cultura significa: "un conjunto de símbolos, narraciones, mitos y normas de conducta que sirven de orientación a un grupo en el orden cognoscitivo, afectivo y de comportamiento en relación al mundo en el que vive el grupo". Citado en Shorter, A., Toward a Theology of Inculturation, p.4.

(10)SV. XII 170-171 y 200-201.

(11)Boff, L., New Evangelization, (New York: Orbis, 1992).

Bravo, C., "Las tentaciones de la Nueva Evangelización", Christus (México), n.643 (1991), pp.24-33.

Trigo, P., "Criterios de la Nueva Evangelización", Christus (México) n.643 (1991), pp.14-23.

(12)Nos parece que éste es el sentido amplio de evangelización que se expone en Evangelii nuntiandi de Pablo VI.

(13)Más ideas acerca del ministerio como acompanamiento en:

Boff, C., Cómo trabajar con el pueblo, (Bogotá: Codecal, 1992).

Sofield, L. y Juliano, C., Collaborative Ministry, (Notre Dame: Ave Maria Press, 1987).

(14)Acerca de la participación de los laicos véase también:

Doohan, L., The Lay-Centered Church, (Minneapolis: Winston, 1984).

Kinsler, Fr., Ministry by the People, (New York: Orbis, 1983).

Rademacher, W., Lay Ministry: A Theological, Spiritual and Pastoral Handbook, (New York: Crossroad, 1991).

Whitehead, JD y EE., The Emerging Laity: Returning Leadership to the Community of Faith, (New York: Doubleday, 1988).

(15)Más ideas acerca de la opción por los pobres en:

Gutiérrez, G., The Power of the Poor in History, (New York: Orbis,1981).

González-Carvajal, L., Con los pobres contra la pobreza, (Madrid: 1994).

O'Brien, J., Theology and the Option for the Poor, (Collegeville: Liturgical Press, 1992).

Pope, S., "Proper and Improper Partiality and Preferential Option for the poor", Theological Studies (1993), pp. 242-271.

Sobrino J., The True Church and the Poor. (New York: Orbis, 1984).

(16)Más ideas acerca de las comunidades cristianas de base en:

Azevedo, M., Basic Ecclesial Communities in Brazil, (New York: Orbis, 1987).

Nickoloff, J., "Church of the Poor: The Ecclesiology of Gustavo Gutiérrez", Theological Studies (1993), pp. 512-535.

Torres, S. y Eagleson, J., edit., The Challenge of Basic Christian Communities, (New York: Orbis, 1981).

(17)Para las dimensiones sociales de la fe véase también:

Casaldáliga, P. y Vigil, J.M., Political Holiness: A Spirituality of Liberation, (New York: Orbis, 1994).

Dorr, D., Option for the Poor, (New York: Orbis, 1988).

Haughey, J., The Faith That Does Justice, (New York: Paulist, 1977).

Holland, J. y Henriot, P., Social Analysis: Linking Faith and Justice, (New York: Orbis, 1986).

Sobrino, J., Sprituality of Liberation: Toward Political Holiness, (New York: Orbis, 1987).

(18)Más ideas acerca de la lectura popular de la biblia y de la teología en:

Bevans, S., Models of Contextual Theology, (New York: Orbis, 1991).

Boff, L. y Boff, C., Introducing Liberation Theology, (New York: Orbis, 1986).

Mesters, C., Defenseless Flower: A New Reading of the Bible, (New York: Orbis, 1984).

Schreiter, R., Constructing Local Theologies, (New York: Orbis, 1988).

(19 Como introducción práctica a este tema se puede ver:

Bridges, W., Transitions: Making Sense of Life's Changes, (Reading, Mass.: Addison-Wesley)

(20)Quisiéramos mostrar nuestra disconformidad contra Bremond y todos los que mantienen que san Vicente se dedicó a los pobres porque era santo. Nos parece que lo acertado es exactamente lo contrario.

(21)Algunos estudios sobre la conversión:

Corera, J., "La noche oscura del señor Vicente", en Diez estudios vicencianos, (Salamanca: CEME, 1983), pp. 13-40.

Ibáñez, J.M. , Vicente de Paúl y los pobres de su tiempo, (Salamanca, 1976), pp. 207-228,

Renouard, J., y otros: "La experiencia espiritual del señor Vicente y la nuestra", en Vicente de Paúl y la evangelización rural, (Salamanca: CEME 1976), pp. 125-168.

(22)Merton, T., New Seeds of Contemplation, (New York: New Directions, 1961) pp.194-196. También: Contemplative Prayer, (New York: Doubleday/Image, 1969), pp. 36-37, 92-93.

(23)Más estudios sobre la espiritualidad vicenciana:

Coluccia, G., Espiritualidad vicenciana, espiritualidad de la acción (Salamanca: CEME, 1979).

Ibáñez, J.M., La fe verificada en el amor, (Madrid: Paulinas, 1993).

Ibáñez, J.M., Vicente de Paúl: realismo y encarnación, (Salamanca: Sígueme, 1982).

Maloney, R., The Way of Vincent de Paul: A Contemporary Spirituality in the Service of the Poor,(New York: New City, 1992)

McKenna, T., Praying with Vincent de Paul. (Winona. Mn.: St. Mary's Press, 1994).

Prager, J.P., "Reflections on the Renewal of Vincentian Spirituality", Vincentiana (1981), pp. 366-383.

(24)Este hecho muestra lo problemático que resulta el considerar la espiritualidad vicenciana como algo perteneciente a la historia de las ideas. Esa perspectiva puede ser útil con vistas a una sistematización teórica, pero no da cuenta cabal de la espiritualidad vicenciana. Ni la vocación vicenciana, ni la espiritualidad vicenciana que es su base y fundamento, brotaron de alguna idea que san Vicente recibiera de otros y que luego él modificó. Parece más acertado el decir que san Vicente tuvo la experiencia de Dios en los pobres, y después echó mano de las ideas de otros para comprender y formular esa experiencia.

Para intentar "poner al día" la espiritualidad vicenciana, creemos que no bastaría con "modernizar" las ideas de san Vicente. Lo que se debería hacer es descubrir modos y maneras de encontrar a Dios en los pobres hoy, manteniendo así la visión original.

(25)Los votos, y en particular el voto de estabilidad, tienen la misma justificación en la tradición vicenciana. Son medios para mantener la fidelidad a la misión. En la práctica de los votos se debe tener siempre presente la opción fundamental vicenciana por el servicio de los pobres.