Peregrinación de los vicentinos de la China a Roma. Crónica de la canonización de Francisco Regis Clet

Peregrinación de los chinos vicentinos a Roma

- Crónica de la canonización de Francisco Regis Clet -

Por Thomas Sendlein, C.M.

Provincia de China

El viaje de Francisco Regis Clet tomó seis largos y penosos meses. En su tiempo no existían aviones, sólo barcos. La ruta del viaje se hacía por África para llegar a Asia. El destino final era incierto. El terreno dificil. La situación política hostil. El idioma un misterio. En Francia este viaje era conocido como ir al “Reino Medio”, viaje que a los franceses les parecía como ir al fin del mundo, y desde donde Francis Regis Clet presintió que nunca regresaría. Fueron sus restos los que hicieron el viaje de regreso a Francia.

Doscientos nueve años más tarde, la distancia es la misma pero la jornada o “peregrinación” sólo toma un largo y cansado día. El medio de transporte ya no es un barco, sino un avión incómodo y repleto. Ahora, la ruta del viaje se hace por América, y esta vez sólo hicimos dos escalas, una en Bangkok y otra en los Países Bajos (Amsterdam). El destino era París y Roma. La situación política, era también hostil, pues una nueva controversia, precisamente por la canonización, empezó entre el Vaticano y el Gobierno de la República de China. El francés y el italiano, parecieron a los peregrinos de Taiwán, idiomas misteriosos. En peregrinación, fuímos a París, a la Capilla de San Vicente de Paúl, a visitar y honrar la tumba donde reposan los restos de Clet; y también en peregrinación fuímos hacia Roma, para estar presentes en la ceremonia de canonización en la que Francisco Regis Clet fue elevado a la gloria de los altares.

Visitando la tumba de Francis Regis Clet

Al planear la peregrinación, pensamos que la primera visita debería ser a París. Aunque los Padres Vicentinos, los seminaristas y los feligreses estábamos muy cansados por el largo viaje, al llegar, inmediatamente, celebramos la Eucaristía en la Rue de Bac. Suplicamos a María su intercesión y su compañía para nuestra jornada espiritual y especialmente para todo el pueblo de China. El día siguiente era el 27 de Septiembre, fiesta de San Vicente de Paúl. Bajo la mirada de San Vicente, celebramos la Misa, bajo la mirada, a ambos lados del altar, de San Juan Gabriel Perboyre y de San Francis Regis Clet. Nos sentimos rodeados por nuestras raíces vicentinas, desde el lugar donde muchos misioneros partieron para China. Desde los tiempos de Appiani y Muellner (1699) hasta hoy, los misioneros vicentinos han estado presentes en la evangelización de China. A través de los 300 años de nuestra historia en China, se ha contado con la presencia de más de 1.000 vicentinos, chinos y extranjeros, por lo que la influencia de la Congregación de la Misión en la Iglesia Católica de China ha sido muy importante.

Al hacer nuestra oración a San Vicente de Paúl, a San Juan Gabriel Perboyre y a San Francis Regis Clet, como grupo de peregrinos chinos vicentinos, nos sentimos reflejados en sus vidas y en sus sufrimientos y pedimos su intercesión por todo el pueblo de China. Posteriormente, pasamos a la Casa Madre, a visitar el lugar donde están las reliquias. Vimos las ropas que usaron y los instrumentos empleados para sus martirios. Pudimos darnos cuenta de que son muchos más los Vicentinos y las Hijas de la Caridad que, al servir a Dios en el pueblo de China, han tenido que padecer una muerte violenta. Una sección de la habitación está dedicada al Obispo Scharaven y a sus compañeros (3 holandeses, 2 franceses, 1 polaco y 1 austriaco), que en 1937 murieron en Zhengding (Chengtingfu), a manos de los japoneses. El único sobreviviente de la masacre es el P. Joseph Chow (Zhou), que vive en Taiwán y recientemente cumplió 94 años.

Vigilia de Oración como preparación para la canonización de Francisco Regis Clet

Ya en Roma, desde la entrada a la Iglesia de San Gioacchino, donde la vigilia de oración estaba a punto de iniciarse, el grupo de China empezó a sentir el ambiente de la canonización. A la derecha del altar, desde muy cerca, pudimos escuchar y ver la ceremonia. Unidos a los miembros de nuestra Familia Vicentina, entramos en clima de oración. Al cantar juntos, al orar y escuchar la Palabra de Dios, tuvimos la profunda certeza de lo grande de nuestra Familia Vicentina, no sólo en una parroquia o en un lugar en el mundo. En esta vigilia, tanto los presentes como los que no pudieron venir, estuvimos unidos en espíritu de oración, como una verdadera familia. La ceremonia unió el presente y el pasado. Y, al contemplar a los Santos y Beatos de nuestra Familia Vicentina, celebramos tanto nuestro pasado como el futuro de nuestra herencia vicentina.

El Rev. P. Robert Maloney, C.M. Superior General de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, visitó el lugar donde Francis Regis Clet fué ejecutado, y nos compartió su testimonio personal. Nos citó los motivos por los que considera a Clet una persona extraordinaria:

  • Clet fue una persona acabada, verdaderamente madura;

  • Clet confiaba profundamente en la Providencia de Dios, en ella encontró sentido a su vida;

  • Clet muestra una insólita paz ante la muerte.

El P. Maloney concluye:

Hermanos y hermanas, los santos hacen realidad para nosotros lo que es la santidad. La realizan en concreto. En ellos, la santidad es una realidad viva. Sus vidas no son libros de teología abstracta, ni manuales de seca espiritualidad. Son algo real. Os animo en el día de hoy a regocijaros, y por supuesto, a aprender de este hombre extraordinario. Fue una persona íntegra, llena de ternura y compasión. En su vida, confió profundamente en la providencia de Dios y, conduciéndole Dios en su camino, caminó pacíficamente hacia su muerte. ¿Necesitamos aprender sobre la vida una cosa mejor que esta? Si Francisco Regis Clet puede enseñarnos estas lecciones, su martirio no habrá sido en vano.

La canonización de 120 mártires santos de China

La mañana estaba nublada. Una ligera llovizna caía de vez en cuando. Cuando llegamos a la Plaza de San Pedro, rezábamos por una milagro: que no lloviera! Un sol cayendo a plomo o una fuerte lluvia echarían a perder la ceremonia. La delegación vicentina de la China se dirigió al lugar donde tenía asientos reservados. Nos encontramos con otra delegación de Taiwan y con una delegación de chinos del Canadá. Llegamos con nuestras sombrillas y propiamente ataviados para la ocasión: en impermeables de plástico.

Durante el tiempo de espera y ya en la ceremonia, al empezar a llover, miles de personas, al mismo tiempo, abríamos nuestras sombrillas y también al mismo tiempo, las cerrábamos, cuando la lluvia paraba. Esto se repitió tantas veces que todos nos acostumbramos al ruido de estos movimientos y ya nadie prestaba atención. Durante estos momentos, yo reflexionaba sobre Francisco Regis Clet que, en 33 ocasiones, fué llevado de un lugar a otro y de una prisión a otra. Cuántas veces tendría que sufrir dolores físicos y resentir la lluvia.

En el perfil biógrafico de su canonización leemos:

Beato Francis Regis Clet de la Congregación de la Misión (Vicentinos). Después de obtener el permiso para ir a la Misiones en China, se embarcó hacia el Oriente en 1791. Al llegar a China, durante treinta años dedicó su vida a las misiones. Sostenido por un celo inagotable, evangelizó tres grandes provincias del imperio chino: Jiangxi, Hubei, Hunan. Traicionado por un cristiano, fue arrestado y enviado a prisión donde sufrió torturas atroces. Al ser sentenciado por el Emperador, fue estrangulado el 17 de Febrero de 1820.

Ochenta y siete de los santos canonizados eran chinos y Juan Pablo II dijo en su homilía que con esta proclamación solemne de santidad la Iglesia quiere “reconocer que estos mártires son ejemplo de valor y de coherencia para todos nosotros, y ellos honran al noble pueblo de china”. Refiriéndose a los 33 misioneros extranjeros, su Santidad dijo: “Resplandecen en este grupo de mártires los 33 misioneros que dejaron su tierra y se inculturaron en China, asimilando amorosamente sus rasgos, en su afán por proclamar a Cristo y servir a su pueblo.”

Al leerse la fórmula de la canonización, cantamos todos juntos: “Amén, Aleluya”, y dimos gracias a Dios por el ejemplo de nuestros hermanos y hermanas que dieron su vida por la fe y por el pueblo de China.

En el “Angelus” de ese día, el Papa Juan Pablo II saludó a los fieles reunidos para la canonización:

Con afecto, saludo a todos los fieles aquí reunidos para honrar a los Mártires Chinos, especialmente a los originarios de China, pues comparten por primera vez la canonización de mártires de su propio pueblo. Asimismo, mis oraciones son por todos los católicos de China. Sé que ustedes estan unidos en espíritu a nosotros y tengo la certeza de que son conscientes que éste es un momento de gracia muy especial para toda la Iglesia, y para toda la comunidad católica en China. Deseo expresarles que rezo por ustedes todos los días. Que los Santos Mártires los conforten y los sostengan y que como ellos, con valentía y generosidad, sean testigos fieles de Jesucristo y del amor a su pueblo. [En Chino les dijo] Les deseo paz.

Banquete después de la Canonización

Algunos miembros de la delegación vicentina de China fuimos invitados al banquete que siguió a la canonización. Para todos, lo mejor del banquete fue la oportunidad de conocer personalmente a los parientes de Francisco Regis Clet, pues así sentimos aún más real la conexión con el nuevo Santo.

Convivencia con los Cohermanos

Al llegar la noche, muchos de nuestros cohermanos se unieron a nosotros para compartir una cena tipo bufé, en el Colegio Leoniano, Via Pompeo Magno 21. Viejos amigos, conocidos y compañeros de escuela, ahora dispersos en misiones alrededor del mundo, vinieron a Roma para celebrar la canonización de nuestro cohermano. Después, disfrutamos de una gran cena, al calor de animadas conversaciones y de las canciones interpretadas por nuestros cohermanos de Polonia, que animaron aún más nuestra reunión.

La Misa de acción de gracias del 2 de Octubre de 2000

El Cardenal Shan, de Kaohsiung (Taiwán), celebró la Misa de Agradecimiento por la canonización de los Santos Mártires de China. Ésta tuvo lugar, al aire libre, en la Plaza de San Pedro. Una vez más, durante la celebración, tuvimos el ruido que se hace al abrir y cerrar las sombrillas, pues la lluvia continuó intermitentemente. Nuevamente todos nos acostumbramos a estos movimientos y nos concentramos en dar gracias a Dios por estos grandes ejemplos de cristianos.

Continuación de la peregrinación jubilar

La ceregrinación los vicentinos de China continuó con la visita a las tres Basílicas: San Pablo, San Juan de Letrán y Santa María La Mayor. En cada una de ellas dimos gracias a Dios por la oportunidad de participar en la canonización y en este Año Jubilar 2000, y oramos por nuestros hermanos y hermanas en China.

Mientras en China Continental…

Antes del 1º de Octubre comenzó, por todos los medios de comunicación (prensa y televisión), una campaña contra la canonización. Se difundieron toda clase de acusaciones contra los misioneros extranjeros y contra sus “infames secuaces chinos”. Volvió a salir a la luz pública el tema de la intervención en los asuntos religiosos internos de China. El gobierno presionó a los sacerdotes y obispos prohibiéndoles que, durante las Misas del 1º de Octubre, se pronunciaras públicamente sobre la canonización de los Mártires. Muchos analistas ven que la intensidad de la campaña se debe a que el gobierno tiene una mayor preocupación por la Iglesia Oficial que por la Iglesia No Oficial, ya que cada vez son más los obispos y los jóvenes sacerdotes que se unen a Roma.

A pesar de la prohibición, hasta de la mención de la palabra “canonización”, el 1º de Octubre, en dos altares de una iglesia, aparecieron flores como una silenciosa, pero sencilla y profunda proclamación de la veneración que por San Juan Gabriel Perboyre y San Francis Regis Clet, sienten nuestros hermanos y hermanas en China.

Explicación de la caligrafía

presentada al Papa por los peregrinos de China

Esta caligrafía/pintura de China, que fué presentada al Papa, fue hecha por Huang Chung Jen, de Taiwan. Se trata de una letra china: “hú”, que no obstante contiene muchas ideas. Esta “hú” es una tetera (recipiente para el té). Es un regalo de la comunidad de Taiwán y de China al Santo Padre.

Una tetera puede definir la cultura china: su hospitalidad y su tradición familiar. Es un símbolo de ceremonia. Es una tradición de hospitalidad. Todo lo anterior, que forma parte de la cultura de la vida, puede verse en una tetera. En una reunión de amigos, en una comida familiar, en una celebración festiva, la tetera es el recipiente que al servir el té lleva el apoyo, el gusto, el entusiasmo, la salud y la sanación.

Una tetera lleva también alegría, consuelo, calma y paz para todos los que toman su contenido y lo comparten. Sirve lo mismo a pobres que a ricos.

En la cultura de China, los mártires canonizados, pueden fácilmente compararse a teteras de la Cristiandad.

(Traducción: GRACIELA RÍOS - AIC México)

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