No temáis a los que matan el cuertpo (Lc 12,4)

“No temáis a los que matan el cuerpo” (Lc. 12, 4).

Homilía de S. E. B. el Patriarca - N. P. Card. Sfeir

Nuestra Liturgia nos presenta hoy este versículo del Evangelio que acabo de enunciar: “No temáis a los que matan el cuerpo”. Me atrevo a decir que es este versículo el que ha servido de guía a la espiritualidad de la Iglesia Maronita. Y es el espíritu de este mismo versículo el que les ha conducido a ustedes por los caminos de la misión que desempeñan en los países a los que la autoridad de su Congregación y su celo apostólico les ha llevado.

Antes de meditar, junto con ustedes, en el sentido de este versículo y, sobre todo, en el espíritu que impulsa a los que tratan de ponerlo en práctica, quisiera saludar respetuosamente a mi venerable hermano en el Patriarcado, Su Beatitud el Patriarca Estefanos Ghattas, Patriarca de Alejandría para los coptos católicos. Quisiera, al mismo tiempo, darles a todos, Padres y Hermanas, la bienvenida a nuestra región. Esta región que se caracteriza por lo que se llama entre nosotros la convivencia islamo-cristiana. Creo haber comprendido que su misión se lleva a cabo en países como el nuestro, que les ponen en contacto casi cotidiano con el Islam. No creo que en el Líbano se encuentren extraños, aunque vengan de diferentes regiones del mundo y aunque sean de diversas nacionalidades. Debo agradecerles el haber venido a esta Residencia Patriarcal que mis Predecesores quisieron colocar en esta región que puede considerarse como la cuna de la Iglesia Maronita. Pues fue aquí donde nació nuestra Iglesia y paso a ser jerárquica con su primer Patriarca San Juan Maron, elegido en el año 686.

Volvamos a la espiritualidad maronita. Les resultará fácil comprenderla si dirigen una mirada a este Valle Santo. Hay autores que dicen que en el principio del cristianismo estaba habitada por centenas de eremitas que llevaban una vida de sacrificio y de abnegación en grutas casi inaccesibles. Aquí nació nuestra espiritualidad. Echó raíces en este valle. Por eso, en períodos de persecución, los Patriarcas maronitas eligieron habitar en este valle. En él permanecieron durante cuatro siglos. En él han sido enterrados una veintena de Patriarcas.

Es una espiritualidad hecha de privaciones, de mortificaciones, de renuncia de sí, de desprecio del cuerpo, de oración y de ayuno. San Charbel nació en un pueblo próximo; el Bienaventurado Hardini que acaba de ser beatificado, la Bienaventurada Rafka, todos llevaron este tipo de vida. Crucificaron el cuerpo para dejar que floreciera el alma. Por eso se califica a nuestra espiritualidad de “espiritualidad del Viernes Santo”. Pero este Viernes Santo lleva al Domingo de la Resurrección. Nuestra espiritualidad, para poner en practica este versículo del Evangelio: “No temáis a los que matan el cuerpo”, no esperó a que vinieran a matar el cuerpo, sino que trato de matar al hombre viejo a través de las maceraciones libremente consentidas.

Pero, aquellos a los que el Señor nos ha dicho que no temamos no han dejado de ejercer su horrible oficio de matar, creyendo, al hacerlo, que daban gloria a Dios. Nuestra historia antigua y moderna lo dice. Nuestra tierra esta impregnada de la sangre de los mártires. Pero, a pesar de todo lo que ha ocurrido, tenemos la convicción de que nuestra presencia en esta tierra, contigua a la tierra en que Cristo nació, vivió, murió y resucitó, es beneficiosa no solamente para nosotros mismos y para la Iglesia, sino también para nuestros compatriotas no cristianos que aprecian esta presencia entre ellos. Pues, para nosotros, así como para todos aquellos que están en nuestra condición, se trata de dar testimonio de los valores cristianos en una sociedad que no es totalmente cristiana. Por otra parte, en este contexto es donde toma todo su valor la recomendación del Señor: “Vosotros sois la sal de la tierra, la levadura en la masa, la lámpara sobre el celemín”. Este testimonio es verdaderamente costoso. A veces, para darlo, hace falta hasta derramar la propia sangre. El Señor lo ha dicho. Su palabra es espíritu y vida. Tener la vida, esto es lo esencial.

Me limito a hacer estas reflexiones. Estoy seguro de que buscaban esta vida, cuando respondieron a la llamada del Señor, comprometiéndose a ejemplo de San Vicente y haciéndose misioneros en países que les ponen en relación con el Islam. Pido al Señor junto con ustedes, como también ustedes piden con nosotros, que nos dé esa vida.

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