Santuario de Nuestra Señora de Luján (Argentina)

Santuario de Nuestra Señora de Luján (Argentina)

por Ventura Sarasola, C.M.

Provincia de Argentina

Una herencia singular que América Latina recibió de España, la Madre Patria, fue y será la devoción mariana.

El P. José Julio Matovelle, en sus Obras Completas de 1981, expuso un largo listado de Santuarios e Imágenes de la Santísima Virgen que emergen desde México, especialmente en Ecuador hasta la República Argentina. Aquí, de hecho, podemos contar 150 advocaciones, de las cuales 24 son autóctonas. Sobre 70 diócesis, 50 tienen como Patrona a la Virgen María en alguno de sus títulos.

La leyenda de la "pura y limpia concepción de Nuestra Señora de Luján" tiene visos similares a la de "Nuestra Señora de Buglosa", en las landas pirenaicas, que nos afecta por su cercanía del lugar donde naciera San Vicente de Paúl, nuestro Fundador. El origen de ésta fue en 1621, encomendada a los Padres Lazaristas en 1706, al igual que lo sería el Santuario de Luján en 1872...

En 1630, un portugués afincado en la Gobernación del Río de la Plata, dueño de una extensa propiedad en el interior del país (Sumampa-Santiago del Estero), a 1.200 km. de Buenos Aires, quiso dedicarle, en su campo, a la Madre de Dios, una capilla. Como primer paso le pidió a un compatriota que vivía en San Pablo, Brasil, que le enviara una imagen de Nuestra Señora. Este amigo cumplió no tan solo con una, sino con dos pequeñas imágenes bien encajonadas.

Aquí se da la semblanza Luján-Buglosa. En esta última, un buey descubrió la estatua, y los bueyes que la transportaban, camino a Pouy, se empacaron en el lugar-sede de su antiguo oratorio, destruido por los hugonotes. Aquí, en Buenos Aires, después de atravesar un vado del Río Luján, los bueyes no pudieron proseguir debido a que la carreta que transportaba las dos imágenes se inmovilizó, a su pesar, hasta que descargaron la imagen en cuestión: 38 centímetros, de terracota, de la pura y limpia concepción de Nuestra Señora.

Allí quedó mientras los arrieros siguieron marchando a través de los mil ciento cincuenta kilómetros, portando la otra estatua de “Nuestra Señora de la Compasión”, a Sumampa.

Junto al Rió de Luján se levantó una ermita, primer santuario, al que acudieron desde el descampado los piadosos creyentes hasta 1671. Fue entonces cuando una rica terrateniente que vivía a treinta kilómetros, también junto al Río Luján, compró la Imagen al Cura de la Catedral de Buenos Aires, dueño de la ermita, por doscientos pesos, y la llevó a su finca. Allí, con la ayuda de un sacerdote que atribuía su salud a la Virgen María, levantó una capilla y donó tierras para formar una villa alrededor de este segundo santuario, inaugurado en 1685.

En 1730, la villa de Luján fue erigida en Parroquia, ya, para entonces, imán de promesantes y devotos peregrinos.

Otro privilegiado en la recuperación "milagrosa" de su salud apareció en 1737, quien respondiendo a los anhelos del primer párroco y del Obispo de Buenos Aires, se propuso levantar un nuevo templo acorde con la concurrencia. Nombrado "Fundador, bienhechor y Síndico del Santuario Nuestra Señora de Luján”, puso manos a la obra: es el vasco Juan de Lezica y Torrezuri, quien, tras ocho años de ímproba labor, erigió el tercer santuario en 1762. Macizo como la fe de su constructor y la generosidad de los promesantes, ofrecía a la vista cierto aspecto de fortaleza irguiéndose entre el aplastado caserío.

De 1731 a 1871, en treinta curatos, regentaron esta Parroquia 26 sacerdotes diocesanos. Se celebraron 17.165 bautismos, cifra que permitirá apreciar el creciente aluvión de peregrinos a través de los años.

El 3 de diciembre de 1871 se llevó a cabo, desde Buenos Aires, una peregrinación, quizás la primera oficial. Tanto para el Párroco de entonces, Canónigo Luis Duteil, como para el encargado de la Arquidiócesis, Monseñor Federico Aneiros, se evidenció la necesidad de una nueva estructura y una mejor organización para afrontar las piadosas avalanchas. Convinieron entonces poner el Santuario y la Parroquia en manos de una Congregación.

Los Padres Bayoneses, recién llegados al país, no aceptaron el ofrecimiento, en cambio los Lazaristas, después de algunos titubeos, accedieron.

Fue así como el 28 de febrero de 1872, la Congregación de la Misión, en la persona del P. Eugenio Freret y tres sacerdotes franceses, tomó posesión de la Parroquia y Santuario Nuestra Señora de Luján, hasta el 18 de noviembre de 2001.

26 curatos, 23 párrocos más 105 vicarios. Cifra significativa: bautismos: 778.639, sin contabilizar los realizados en 2001. Promedio: 6.083 anuales, 112 semanales. Sería largo plasmar el paulatino crecimiento para llegar a estas cifras... El número mayor fue en 1984: 23.267 bautismos.

De entrada el P. Freret y sus compañeros debieron reparar el antiguo y deteriorado templo, así como dieron vitalidad a la comunidad parroquial y asistencia evangelizadora a los peregrinos.

Un hito descollante en la historia de Luján y en el quehacer de los Padres Vicentinos es el P. Jorge María Salvaire. Mucho se ha escrito sobre él, y es más difícil aquí callar por el limitado espacio que merecidamente requiere esta semblanza. Francés, hijo de francés y española. Llegó a la Argentina el año de su ordenación 1871. Formó parte del primer grupo de misioneros Vicentinos en Luján. En 1874 fue enviado a evangelizar a los indígenas en sus campamentos. Sentenciado a muerte a lanzazos por los aborígenes, invocó y se juramentó ante la Virgen en su advocación de Nuestra Señora de Luján, a escribir su historia y engrandecer su santuario. Providencialmente el hijo del cacique lo salvó, y él atribuyó a María Santísima su libertad. Cumplió su voto al publicar, en 1884, dos voluminosos tomos con la "Historia de la Virgen de Luján". Hizo bendecir por León XIII una preciosa corona engarzada en París, que sirvió para ceñir la imagen el 8 de mayo de 1887 ante 40.000 personas. Ocho días después el Arzobispo de Buenos Aires colocó la piedra fundamental de la futura Basílica que el P. Salvaire proyectara en estilo gótico, inspirado por las catedrales de su tierra. En 1889 fue nombrado Párroco y Capellán del Santuario de Luján. Buscó los medios para cumplir su propósito. Qué no hizo... En 1890 fundó la revista “La perla del Plata”, “Órgano del Santuario Nacional”... Había descubierto su proyección profética.

Al fallecer el P. Salvaire en febrero de 1899, las construcciones visibles de la Basílica estaban constituidas por el ábside y los cruceros que delineaban ya las características del futuro templo. Las peregrinaciones organizadas eran también una respuesta a su anhelo de multitudinaria veneración de la Madre de Dios y un reembolso de la Virgen para con sus hijos en un crecimiento de fe, esperanza y amor a Dios y su Hijo Jesucristo.

La Congregación de la Misión, fiel a su carisma y en un mismo impulso espiritual, continuó en sus miembros esas aspiraciones. Surgieron constructores: PP. Brignardello, Dávani, Gimalac, Prat... Ni qué decir evangelizadores... administradores... confesores... que sembraron la buena semilla y reconciliaron a todo nivel.

En 1935 se dio por terminado el Santuario que suplantó al deteriorado y derruido de Lezica y Torrezuri. En el territorio parroquial se construyeron diversas capillas y colegios que favorecieron los núcleos cristianos de los barrios en constante crecimiento.

El Concilio Vaticano II, 1962-1965, encontró en la Basílica de Luján un grupo de 14 misioneros Vicentinos, en su mayoría jóvenes, que tanto en la liturgia como en la difusión escrita marcaron el cambio, la amplia participación de los laicos y la importancia de los santuarios en la religiosidad popular. En el N° 2067 de La perla del Plata, de mayo de 1966, se apuntaban los progresos que ya se veían en las parroquias, pero surgía también el interrogante acerca de los creyentes sin práctica habitual ni incorporados a las comunidades locales. ¿Qué papel le tocaba a los santuarios en esa escena?

En el año anterior, 1965, en la Basílica de Luján se habían dado 245.000 comuniones, administrado 9.709 bautismos, 375 confirmaciones, y bendecido 348 matrimonios (de los cuales 47 regularizaciones).

Algunos inquietos pastoralistas miraban de reojo el movimiento de los santuarios como que, en gran parte, era como “echar margaritas a los puercos”... Evidentemente ese escozor dio lugar a una reflexión comunitaria que llevó a la conclusión de que se trataba de un fenómeno religioso-social muy beneficioso.

El título del artículo editorial que apareció en la revista: "Santuarios versus Parroquias" no fue muy acertado ni respondía exactamente al contenido. Hizo cosquillas... y hubo que interrumpir las exposiciones sobre el tema. Pero lo escrito estaba escrito... Los santuarios, especialmente el de Luján, por supuesto son un atractivo para aquellos devotos de alguna advocación, pero son también, y en gran escala, centros de concurrencia de muchos creyentes marginados de sus Iglesias locales por diversos factores o circunstancias, para encontrarse, conciente o inconscientemente en Iglesia universal. El Santuario se constituía en un centro de misión, una fuente de gracia donde se acortan las distancias... se suplen deficiencias... se entrelazan miembros de una misma fe, de una misma esperanza, de un mismo amor, con sus relatividades...

Un ejemplo es el desconcierto religioso de los "inmigrantes"... Hallaban en las peregrinaciones al Santuario de Luján no tan sólo un encuentro afectivo de las etnias, sino también la expresión devota a la Virgen María de una familia creyente en el destierro. En aquel entonces, sin pretender cubrir todo el número de colectividades extranjeras, se citaban entre las concurrentes a: ucranianos, lituanos, polacos, eslovenos, croatas, eslovacos, alemanes, italianos, gallegos, catalanes, japoneses, paraguayos, bolivianos, etc., que “encuentran en el Santuario el gran cenáculo de la familia que realiza el banquete eucarístico”.

Para el entonces Eparca de los ucranianos, Monseñor Zapelac: "La peregrinación a Luján, su misa (dos horas y en su lengua) y la comunión pascual en corporación hecha allí, significa una cuestión de vida o muerte"

Desde entonces, "también las diócesis argentinas han percibido el gran beneficio espiritual que redunda de las peregrinaciones organizadas. Las 18 que integran la Provincia de Buenos Aires (310.000 km2), programan anualmente su culto mariano en la Basílica de Luján, con sus propias características elitísticas (valga el galicismo): carismáticas, románicas ad ultra, o simplemente populares...

Mientras el Obispo o Arzobispo concelebra con sus Párrocos o sacerdotes concurrentes, largas hileras de penitentes esperan su espacio junto a los confesionarios (tres horas... cinco horas... ocho horas...). Son horas en que el Espíritu Santo actúa...

La Capital Federal, a 60 kilómetros de Luján, se destaca por la peregrinación a pie de los jóvenes, en 12 horas. Los periódicos sensacionalistas los enumeran, año tras año, in crescendo, en un millón... (haga Ud. el cálculo: en la Basílica caben 5.000: si entran 10 personas y salen 10 por segundo... ¡¿qué pasa?!).

Junto a esas concurrencias hay que poner otras diócesis del interior del país y numerosas parroquias, colegios católicos u oficiales y otras organizaciones que hacen a la continua y permanente afluencia de sed de Dios a través de su Santísima Madre. Pero lo fenomenal está en la gran masa de peregrinos, individualmente anónimos, de los que acuden a lo largo de todo el año, en coches particulares, ómnibus, camiones o trenes. Cada cual con características especiales, pero generalmente con una misma mira: la Santísima Virgen a través de su imagen, para pedir o para agradecer... ¡Muchos también con espíritu fetichista y mágico!

¿Cómo acogíamos y tratábamos los Padres Vicentinos a tantos viandantes? En aquel entonces, 1966, respondíamos: "Simplemente, con el espíritu institucional que nos anima, y como un medio providencial para concretar nuestra finalidad" (evangelización de los pobres) en el mundo de hoy y en el ambiente en que vivimos.. La Congregación de la Misión halla así, sin los halagos y penurias de los viajes y aventuras (de las misiones itinerantes), la concreción de sus ideales. Sembrar entre los pobres la Palabra de Dios y darles la gracia en los sacramentos". Terminábamos nuestra respuesta: "¿las confesiones?: son un asunto reservado y no requiere explicación. Pero eso sí, cada uno de los que forman esas larguísimas `colas', cuántos, viniendo al Santuario, hallan en el confesionario, en cada día de la semana, un sacerdote dispuesto a oírlos, y se encuentran con un misionero que procure el bien espiritual mediante la instrucción o el ministerio sacramental". Para el Vicentino era la satisfacción de saberse misionero, y para el peregrino la gran ventaja de poder encontrar... o tener la seguridad de hallar un ministro de Dios.

Un rasgo común de nuestra gente peregrina es llevar algún recuerdo, y sin falta, regalos "bendecidos" en Luján. Eso da razón de los 120 puestos de venta de artículos religiosos y supersticiosos que se ubican diariamente frente al Santuario, y otros muchos escaparates que lo circundan con ese mismo fin.

Las "bendiciones" que se daban en un gran salón, con el infaltable rociado de agua bendita, permitían explicaciones y rezos comunes en los días de mucha concurrencia (los fines de semana, grupos organizados como: colectividades, diócesis, parroquias, colegios), pero también eran ocasión de un encuentro personal entre los ministros y los peregrinos.

La terminación del contrato entre el Obispado y la Congregación estaba fijada para el 18 de noviembre de 2001, y por decisión del Arzobispo de Mercedes-Lujan no se renovó. Luján se despidió de los misioneros en una Misa el 11 de noviembre, a las 20 horas. En diciembre de ese mismo año, la Comisión organizadora de tal despedida, y ya calmados los ánimos, publicó una carta para manifestar las "públicas expresiones de gratitud, veneración y asombro" a quienes participaron "en tan noble y espiritual gesto", y se añadía: "la humildad del subsuelo de la Basílica convertida en cripta de expresión multifacética de la devoción mariana, es un símbolo de los 128 sacerdotes y hermanos Vicentinos que actuaron temporal, reiterada o permanentemente en el Santuario. Pocos tienen placas recordatorias, pero todos han sido llamados a estar inscritos en el Libro de la Vida. La difusión de la Palabra de Dios, la celebración diaria del memorial de la Pasión y muerte de Cristo, la santificación por los sacramentos del bautismo, la eucaristía (al presente 15.000 comuniones por mes) y la reconciliación de millones de cristianos de todas las clases sociales..., todo ello, más la acción solidaria y caritativa que, a través de organismos especializados..., se expandió aún a las más remotas Diócesis de la República... Había motivos para esas expresiones de gratitud, y Ustedes como nosotros acusaron el impacto de esa cesación de los Padres Vicentinos. Los que nos quedamos, somos concientes de que la obra de Dios continúa, y por eso nos consideramos, aún siendo laicos, protagonistas de una construcción que debe continuar, afianzada en la voluntad de Dios y en los cimientos de quienes nos precedieron con la solidez del espíritu y del carisma vicentino: evangelizar, santificar y servir, viendo a Cristo en el prójimo, especialmente en los pobres".

En Argentina y Chile: persona que cumple una promesa piadosa, generalmente en procesión.

Nota del Editor: Así registró Nuntia (noviembre de 2001) la terminación de la presencia de la CM en Luján: “Despedida de Luján. El 11 de noviembre, invitada por los fieles de Luján (Argentina), que colmaron la Basílica, la Provincia, representada por numerosos cohermanos, clausuró en una Eucaristía de despedida, presidida por el Visitador, su servicio pastoral en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján, donde la CM, a través de misioneros, “constructores y guardianes del Santuario”, prestó sus servicios a millones de peregrinos durante 130 años”.

Las imágenes de María Santísima que se veneran en la cripta representan alas siguientes naciones: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Ecuador, Estados Unidos, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela; Alemania, Armenia, Austria, Canadá, Corea, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, Grecia, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Italia, Líbano, Lituania, Noruega, Polonia, Portugal, República Checa, Suecia y Ucrania.

Nota del Editor: un artículo, escrito con motivo de la partida de la CM de Luján por un miembro de otra congregación religiosa, se expresaba así al incio: “Detrás de ellos y para siempre, queda en pie esa hermosa Basílica mariana, vigía de la fe y testigo del trabajo incansable de esta comunidad misionera, que piedra a piedra, pedido tras pedido regaló a la Virgen Gaucha su hermosa casa. Los vicentinos han vivido evangelizando Luján y zona de influencia, durante casi 130 años (1872-2001). Los años dejan huellas y tejen amistades en el corazón de una feligresía que hoy, ve partir a estos custodios del santuario con dolor, pero mucho agradecimiento”.

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