La inculturación puesta en práctica. Experiencia de las Hijas de la Caridad de la Provincia de Oriente Próximo. (Resumen de los testimonios)

La inculturación puesta en práctica.

Experiencia de las Hijas de la Caridad de la Provincia de Oriente Próximo

Sor Marie-Claire Saad, H.C.

Visitadora Provincia de Próximo Oriente.

Tratamos en esta breve intervención introductoria de destacar la sociología implícita que afecta a las Hijas de la Caridad en su relación con la población a la que sirven en los ambientes de mayoría musulmana. En esta sociología encontramos los objetivos explícitamente declarados, las actitudes, comportamientos, signos y símbolos más profundos que traducen la vivencia de unas relaciones mediante las cuales presentamos el Evangelio.

Desde hace cuatro años, las Hijas de la Caridad de la Provincia de Próximo Oriente, organizan encuentros de reflexión y debates y ponen en práctica acciones piloto para verificar la profundidad de su sociología implícita, de forma que sean puedan clarificarse a sí mismas y a las personas entre las que trabajan.

El eje conductor que ha impulsado este movimiento de reflexión y de acción ha sido el interrogante lanzado por Compañía respecto a la inculturación del carisma en un mundo en cambio. En estos cuatro años, la inculturación se ha convertido en el concepto motor mediante el que las Hijas de la Caridad de la Provincia de Próximo Oriente han tratado de analizarse y de analizar sus obras, con el fin de evidenciar el grado de transparencia en lo que ellas desean conseguir con relación a su misión y a las gentes a quienes sirven.

Lo que queremos, en cuanto Hijas de la Caridad, es identificarnos con Jesucristo, del modo más sencillo posible, con gran modestia y humildad, para que la inculturación sea algo legible y traducible en una vivencia de la pobreza. Lo que hemos intentado hacer es pasar a través de la pobreza para lograr dar testimonio. Mediante la pobreza -la desposesión de lo que tenemos- hemos tratado de hacer frente a las carencias para poder compartir nuestra vida con el pobre, desarrollando así nuestra riqueza espiritual y humana.

Así es como hemos tratado de identificarnos con Cristo y de transmitirlo mediante nuestras palabras y actos. Pero, notamos que hemos actuado más bien con vistas a atraer hacia nosotras a aquellos a quienes servimos, que yendo hacia ellos, comprendiéndoles en su propia cultura y valorándolos en sus propios valores.

En primer lugar, la inculturación ha consistido en ser portadoras de unos mensajes y unos valores que se traducen en expresiones culturales concretas ante personas que se expresan de manera diferente, pues tienen una cultura diferente. En segundo lugar, hemos tratado de formarnos en la escucha de las personas a quienes servimos, escuchando su propia cultura y tratando de comprender su profundidad específica. Finalmente, hemos intentado reconocer los mensajes y los valores de estas personas y hemos tratado de ayudarles a que les vivan en profundidad mediante la apertura y la reciprocidad, de manera que podamos encontrarnos y encontrar a Cristo en diversos niveles, al margen de todos los avatares de las culturas.

Continuamente observamos y analizamos nuestras experiencias en este triple nivel, es decir, observarnos y observar a los otros, formarnos en la escucha de las culturas y los valores, encontrarnos por encima de nuestras culturas para ayudarnos a revisarnos y a reconstruirnos sin cesar, adaptándonos a los cambios surgidos en los diferentes ambientes donde servimos, estando cercanas a las gentes hacia las que se dirigen nuestras obras para, juntos, poder encontrarnos en Cristo. Las experiencias que vamos a compartir se refieren a Siria, Egipto, Líbano y Tierra Santa.

Las Hijas de la Caridad en Siria

¿Cuál es la situación de nuestras actividades en Siria? (país de mayoría musulmana, donde hay de 10-15% de cristianos de diversos ritos). Puedo enumerar algunas de las actividades realizadas durante los tiempos fuertes del curso escolar con motivo de la Navidad, el Ramadán y la Pascua.

Para que los más necesitados pudieran participar en la alegría de la Navidad, las Hermanas y los profesores sensibilizaron a los alumnos para que visitasen a los pobres no sólo ofreciéndoles un regalo, como ellos mismos reciben en estas fiestas, sino ingeniándoselas para ver qué ponían en el paquete (juguetes, material escolar, un vestido o unos vaqueros, jerseys, golosinas, jabón, toalla, esponjas….), envolverlo con un papel de regalo, adornarlo y llevárselo ellos mismos a los niños de un orfanato. El despacho de la Hermana servía de almacén y los niños no tenían tiempo ni para bajar a recreo, pues estaban muy ocupados preparándolo todo.

Al principio, sólo lo hicimos con una clase, la de 7º, y con un orfanato griego ortodoxo de muchachos. Luego, las otras clases quisieron hacer lo mismo y añadimos otros dos orfanatos a la lista: un orfanato griego católico y un orfanato griego ortodoxo de niñas.

Entre nuestros alumnos, también teníamos musulmanes que contribuyeron con todos estos regalos y hay que decir que fueron muy generosos. Al acercarse el Ramadán, nuestro profesor de religión musulmana hizo las gestiones necesarias con un orfanato musulmán de 150 niños. Se pusieron de acuerdo y nos recibieron con los brazos abiertos. No queriendo ser exigentes, nos indicaron sólo dos de las seis aulas. Después de haberles hecho una fiesta y haberles entregado los regalos, nuestros alumnos tuvieron pena de aquellos niños que no habían recibido nada. De vuelta al colegio, lo contaron y todas las clases se unieron par recoger dinero y compartir con aquellos niños que no habían tenido regalos. Cuando volvieron al orfanato, el propio Director y el personal quedaron agradablemente sorprendidos por este gesto.

También, los refugiados sudaneses participaron con motivo de una fiesta realizada en el patio del colegio. Los alumnos les prepararon una especie de tómbola donde todo el mundo ganaba un premio, sin olvidar a los papás y a las mamás. La alegría mayor consistía en ver a los padres que esperaban pacientemente el regreso de sus hijos. Estaban felices, con los ojos en lágrimas, viendo a sus hijos tan alegres y, sobre todo, nos daban las gracias por haber sensibilizado a los alumnos a realizar estos gestos humanitarios en un mundo tan materialista.

Nuestra experiencia de Hijas de la Caridad en Siria nos lleva a revisar básicamente nuestra misión al servicio de la sociedad. ¿No hemos de profundizar en los valores árabo-cristianos y musulmanes que se expresan en Siria mediante la cultura dominante y hacer que las gentes participen de estos valores invitando especialmente a los cristianos a reconocerlos?

Los cristianos de Siria están llamados, en consecuencia, a ofrecer su propia aportación a esta sociedad, redescubriendo su difícil y característica misión: ser poseedores de una identidad específica, -ser “cristianos árabes”- en una sociedad de mayoría musulmana con la que constituyen una única sociedad desde hace siglos.

Su misión abarca dos aspectos fundamentales: intensificar los esfuerzos ecuménicos para llegar a un intercambio común y frecuente en torno a los principales problemas socio-políticos, y abrirse al diálogo interreligioso e intercultural con el Islam y los musulmanes.

A este respecto, es urgente desarrollar la conciencia de la necesidad de una mayor colaboración entre las Iglesias, superar las antiguas rivalidades y una cierta concepción cerrada de comunidad y tratar de elaborar proyectos comunes de pastoral y de relación con la sociedad y los estados en los que estamos inmersos.

Las Hijas de la Caridad en Egipto

Pese a la diversidad de ritos, los cristianos de Egipto se esfuerzan por dar un testimonio de unidad realizando iniciativas comunes (traducción de la Biblia, manuales de enseñanza religiosa, calendario único, etc.).

Hoy, la relación entre coptos y musulmanes es importante para todos, pero no es algo automático ni evidente. Por ejemplo, aunque la comunidad copta es realmente minoritaria, existe un rechazo a considerarse como tal. Esto representa un desafío para todos y supone por parte de coptos y musulmanes una explícita voluntad por mantener la llamada “unidad nacional”.

En efecto, cristianos y musulmanes comparten con frecuencia el mismo inmueble, frecuentan los mismos colegios y lugares de trabajo, comparten una misma cultura, se enfrentan a los mismos problemas. A pesar de tantas dificultades, en ambas partes se ve nacer y crecer una afirmación clara y sincera de la voluntad de vivir juntos (a nivel de la clase intelectual, las clase popular, la nación y la religión).

¿Cómo se encarna nuestro amor a Dios?. Mediante los servicios sencillos de cada día. Luchamos contra la ignorancia por medio de la alfabetización y la promoción de la mujer. Tratamos de ayudar a las mujeres y a las jóvenes a ser agentes de su propia promoción mediante la enseñanza de un oficio, diversos proyectos económicos, cursos de higiene y normas de urbanidad. En el ambiente en el que vivimos, la mujer se encuentra con frecuencia aplastada, anulada y no reconocida como una persona que tiene su propia dignidad y su puesto en la sociedad.

A nuestros centros sociales acuden tanto mujeres musulmanas cubiertas con el velo como mujeres cristianas. Al principio, las cristianas desconfían de las musulmanas y se repliegan sobre sí mismas. Vivir juntas es unir las manos para construir la sociedad y la familia del futuro. Esto se traduce en ayuda mutua, solidaridad y compartir. He aquí algunos ejemplos ilustrativos:

  • Fatma, una joven musulmana, se ha casado. Teresa y sus amigas han querido ayudarla a preparar su ajuar.

  • Zeinab confiesa sinceramente que detesta a los cristianos y que ha venido a nuestro centro por proprio interés. Después de cierto tiempo, descubre, gracias a María, una cristiana comprometida, que la fraternidad es mucho mejor que el odio.

  • Nuestros dispensarios ofrecen sus servicios de calidad a todas las personas que acuden a ellos.

  • Nuestros colegios son solicitados por cristianos y musulmanes. Algunos tienen hasta un 90% de alumnos musulmanes; en otros, hay hasta un 65% de alumnos cristianos. Muchos musulmanes guardan un buen recuerdo de nuestros colegios y están impregnados del espíritu evangélico de perdón, del compartir y de la solidaridad entre todos los hombres.

Nuestras diez casas de Egipto están al servicio de toda la población sin discriminación ni fanatismo. Contra viento y marea, San Vicente nos anima y nos impulsa a dar la vuelta a la medalla cuando algo va mal y a glorificar a Dios cuando todo va bien.

Hay que destacar, igualmente, que nuestra experiencia nos ha llevado a acercar nuestros valores a los musulmanes de modo que dichos valores adquieran importancia entre ellos. Nuestro deseo de cara al futuro es poder acercarnos lo más posible a los valores musulmanes y comprender y amar a los musulmanes.

Las Hijas de la Caridad en Líbano

Los alumnos de nuestras dos escuelas en Ras Beirut, “Santa Luisa”, primaria, gratuita y mixta (200 alumnos) y “San Vicente”, secundaria con 1150 alumnos, son musulmanes en un 94%. El 50% son pobres, el 30% muy pobres y el resto son o niños expulsados de los grandes colegios porque no han alcanzado el nivel o niños de clase media. Se reparten en igualdad entre chiítas y sunitas, con una pequeña minoría de cristianos y de druzes. El claustro de profesores es cristiano en un 97%.

Además de tener escuelas, acogemos, en un comedor gratuito, a 50 ancianos del barrio de todas las confesiones. ¿Cómo entendemos nosotras nuestra misión? En primer lugar, somos una comunidad consciente de ser presencia de Iglesia y lugar de comunión. Por ello, consideramos que nuestra primera misión es la oración. La Eucaristía de todas las mañanas es una nueva encarnación de Cristo en nuestro barrio. Sabemos que la oración es el testimonio transparente de nuestra vida comunitaria que revela a Jesucristo a los que se acercan a nosotras.

Nuestra misión es, ante todo, acogida y escucha: San Vicente ha suscitado en nosotras estas actitudes como un reflejo, como una segunda naturaleza. Es al Señor a quien estamos acogiendo. Acogida y escucha a los padres que vienen a hablarnos de sus problemas y a pedir consejo para saber cómo tienen que actuar con sus hijos o con su cónyuge. Acogida y escucha a los niños y a los jóvenes, especialmente a quienes son víctimas del divorcio de sus padres. Son numerosos los niños que, viviendo con la madre, sufren la ausencia del padre, los que sufren la ausencia de la madre cuando el padre, que mantiene la custodia de los hijos, se ha vuelto a casar y se encuentran a merced de la nueva esposa, o los que sufren la ausencia de los dos cuando éstos se vuelven a casar y los envían con la abuela o con una tía.

Sin embargo, nuestra misión se centra sobre todo en la obra de promoción y de educación: educación en los valores de la honradez, la acogida y el respeto del otro en su diferencia, la justicia, la libertad, la amistad, el perdón y la alegría.

¿Cómo se realiza esta educación? Nos apoyamos, en primer lugar, en los valores del Islam que los niños ya poseen:

  • El sentido de la oración: los padres enseñan a rezar a sus hijos y con frecuencia, los días de vacaciones, los envían a la escuela coránica.

  • El sentido de la familia y de la familia patriarcal. Los padres aman a sus hijos y los hijos aman a sus padres.

  • La solidaridad, el sentido de la Umma, aunque tal sentido necesita ampliarse.

Sin embargo, esta educación se realiza, sobre todo, por medio de la relación (alumno-profesor, alumno-Hermana) y de la misma enseñanza. La educación se completa en clase de filosofía. Un buen profesor ayuda a estructurar la personalidad, crea convicciones, enseña a organizar el pensamiento y el comportamiento según tal pensamiento. El joven descubre que es una persona libre y responsable, que tiene derechos y deberes.

Los antiguos alumnos vienen a vernos con frecuencia. Están muy agradecidos por la educación recibida. Muchos de ellos son ya ingenieros, médicos, funcionarios… Ésta es nuestra forma de preparar el Líbano del futuro, el Líbano de la convivencia, del encuentro de valores y civilizaciones, del perdón y de la acogida.

Las Hijas de la Caridad en Tierra Santa

Lo que constituye la originalidad de nuestra situación y quizá también una oportunidad de cambio es que nosotras no trabajamos en una nación ya existente y bien estructurada, sino en un país que lucha por gozar del derecho de existir, el derecho de ser reconocido como entidad particular: Palestina.

Hace más de cien años que las Hijas de la Caridad llegaron a Belén (1884). Hoy nuestra inserción se vive a partir de:

  • Una maternidad de 40 camas, utilizada por un 98% de mujeres musulmanas procedentes de Belén, de Hebrón y de los pueblos aislados de la región. Allí, desde hace cuatro años, los fines de semana, hemos organizado consultas de ginecología y obstetricia.

  • Un servicio social, nacido también hace cuatro años cuando se agravó la situación social como consecuencia del bloqueo. Este servicio trabaja en la promoción de familias pobres. De ellas, el 80% son cristianas, principalmente de Belén, Beit Jala y Beit Sahour.

  • Una guardería que acoge a 90 niños, 55 de los cuales son internos de 0 a 6 años. Se encuentran aquí temporalmente debido a los graves problemas sociales de sus familias (muerte de la madre tras el parto, repudio de la madre y gran pobreza) o abandonados o encontrados a la espera de una familia que les acoja. El 99,5% de estos niños son musulmanes.

  • Acogida de jóvenes madres solteras que nos confía de manera anónima y en secreto, sea el servicio social palestino o directamente personas que nos conocen, a fin de ocultarlas y salvarlas de la muerte. El 99,8% son musulmanas.

Trabajamos con toda la población palestina en general. Las jóvenes y los niños vienen principalmente de la zona de Gaza y de pueblos alejados de Judea y Samaría. Son personas de una clase social pobre, campesina u obrera, a menudo con poca escolarización y con una tradición muy fuerte del clan. Está compuesta por un 97% de musulmanes y el 3% de cristianos. Es importante subrayar este hecho, no por discriminación sino porque actualmente la primera identidad oficial a la que se refieren los palestinos es la que les ofrece su religión, dado que su nación no existe, aunque circule un pasaporte palestino. Esto ayuda a comprender mejor que las distintas maneras de actuar y de reaccionar ante ciertas situaciones son dictadas por la propia religión y el proprio libro (Corán y Biblia) más bien que por una ley civil.

Ante estas llamadas de pobreza y ante semejante “inhumanidad”, nosotras, como Hijas de San Vicente, no podemos quedarnos paradas. Por ello, intentamos ser, por caminos diferentes, la voz de los sin voz y ejercer mediante nuestros contactos una influencia discreta, pero real en la elaboración de las leyes en favor del niño y de la mujer. Intentamos compartir nuestra visión del hombre con las personas influyentes des país. Tratamos de que descubran que todo ser humano es único delante de Dios, que tiene dignidad por sí mismo y que no existe sólo como miembro de una comunidad, que tiene derecho al respeto, a la atención, al amor y que los más pequeños, los más débiles deben llegar a ser la preocupación de los más fuertes y ser defendidos por ellos.

No podemos hablar libremente de nuestra fe en Jesucristo, pero mediante nuestra vida consagrada que interpela, mediante nuestra gratuidad y nuestro amor ofrecido a todos y especialmente a los más pobres, y nuestra disponibilidad hacia ellos despertamos interrogantes en el corazón de las personas y suscitamos a veces un cambio de actitud.

(Traducción: Centro de Traducción. Hijas de la Caridad. París)

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