Trabajar en Irlanda del Norte

TRABAJAR EN IRLANDA DEL NORTE (1)

Eamonn Cowan C.M.

El conflicto actual de Irlanda del Norte tiene profundas raíces en la historia de Irlanda y Gran Bretaña. Los primeros años de este siglo llevaron a un punto culminante la larga lucha por el autogobierno y por la independencia de Gran Bretaña. Esa independencia fue consecuencia de una guerra de guerrillas y de unas elecciones generales en 1918, en las que la mayoría de los irlandeses votaron a favor de un autogobierno o, independencia, como se la denominó. Estas elecciones también constataron la existencia de un numeroso grupo, al norte de la isla, que se oponía a esta independencia. Este millón de personas se veían a sí mismos como protestantes y como británicos: consideraban esta independencia como una dependencia de Roma, y no tenían interés alguno en estar inmersos en una Irlanda católica. En la mayoría de los casos eran descendientes de aquellos que, hacía muchas generaciones, habían venido desde Inglaterra y Escocia para poblar estas tierras y para ayudar a pacificar a los nativos irlandeses.

En 1920, el Parlamento Británico aprobó la Ley sobre el Gobierno de Irlanda, y como

consecuencia de ésta, Irlanda fue dividida. Se concedió el autogobierno a la mayor parte de la isla que se convirtió en el Estado Libre de Irlanda. Los seis condados del Norte permanecieron bajo dominio británico y pasaron a formar parte del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Este estado del Norte tenía una población de un millón y medio de habitantes: un millón de protestantes británicos y medio millón de católicos irlandeses. En 1921 se creó un Parlamento en Irlanda del Norte: un Parlamento protestante para los protestantes. Con una mayoría permanente protestante y un sistema de gobierno que aseguraba un gobierno de mayoría, el escenario estaba fijado.

La minoría católica irlandesa nunca aceptó esta nueva Irlanda del Norte, y la población mayoritaria tampoco les dio ninguna razón para sentirse `dentro de su ámbito natural'. La comunidad protestante tenía la preocupación de permanecer en mayoría. Con este propósito, se produjo una discriminación hacia los católicos a la hora de dar trabajos, viviendas del estado y derecho al voto. En una palabra, los católicos lo tenían difícil a la hora de encontrar trabajo y vivienda, y los derechos electorales estaban vinculados a la posesión de propiedad.

Los intentos por atraer la atención sobre este estado de cosas fueron ignorados por los diferentes gobiernos británicos, en base a que estos asuntos concernían al régimen de Irlanda del Norte. En 1968, los católicos comenzaron una campaña en defensa de lo que ellos consideraban derechos civiles. Hubo una respuesta tardía a esas peticiones, y al final la respuesta del gobierno mayoritario fue la violencia: las casas de los católicos de Belfast fueron quemadas y la policía disparó contra ellos. Se trajo al ejército británico para proteger a la comunidad católica de todos estos ataques. Por entonces, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) comenzó una campaña de lucha armada, creyendo que solamente se podría asegurar la justicia para la minoría en Irlanda del Norte tras una ruptura con Gran Bretaña y reunificando la isla. La campaña armada del Ejército Republicano Irlandés no contó ni con el apoyo del pueblo de Irlanda, ni con el de los católicos de Irlanda del Norte. De hecho, los propios católicos sufrieron acciones del IRA, así como ataques de grupos paramilitares protestantes; esto era así de un modo especial en Belfast, donde muchos católicos fueron asesinados simplemente por el hecho de ser católicos. Todos cometieron atrocidades: el IRA, los paramilitares protestantes y las fuerzas de seguridad. La lucha armada continuó durante 25 años, con un balance de más de 3.000 muertes, miles de heridos y grandes destrucciones. Existen pocas familias en Irlanda del Norte que no hayan sido afectadas por los acontecimientos de estos años, y ambas comunidades han sufrido mucho. El pasado mes de agosto, se decretó un alto el fuego y actualmente se está intentando buscar un acuerdo que garantice una paz definitiva.

Desde 1862 a 1987, nuestros cohermanos tuvieron a su cargo St.Patrick's College, en Armagh, situado en Irlanda del Norte. San Patrick's College fue anteriormente el seminario menor de la Archidiócesis de Armagh, aunque en los últimos años ha pasado a ser un colegio masculino de educación secundaria. Dado el descenso en el número de vocaciones, y por consiguiente, la dificultad en proveer de personal los colegios, la comunidad decidió marcharse de Armagh. Nuestra salida en 1987 significó que ya no teníamos presencia alguna en Irlanda del Norte en una época en la que la población estaba experimentando grandes traumas. Teníamos grandes deseos de buscar una nueva forma en la que servir a la Iglesia y a la población del Norte. En 1992, el Padre Frank Mullan y yo fuimos a la Diócesis de Down & Connor. El Padre Frank fue a Ballymena, y yo fui a vivir y a trabajar en una parroquia muy pobre del oeste de Belfast, que había sufrido mucho durante estos años de violencia. Desde 1993 y a petición del Obispo, me he unido al Padre Frank para vivir y trabajar en Ballymena. Ballymena situada a unos 40 kilómetros al norte de Belfast, tiene una población aproximada de 50.000 habitantes. Esta ciudad es en su mayoría protestante, con una minoría católica de alrededor de 7.000. Trabajamos con dos sacerdotes diocesanos, uno de ellos es el párroco. Frank y yo vivimos en una zona de la ciudad de una gran presencia protestante, no muy inclinada a la presencia de la Iglesia Católica, y mucho menos a la de dos sacerdotes. En los últimos 20 años, muchos católicos han sido amenazados, e incluso han tenido que dejar esta localidad. La vida aquí puede, a veces, ser muy incómoda, por ejemplo, tanto la iglesia como la casa han sido apedreadas y una de nuestras parroquias fue atacada con una bomba hace unos años. Existe la pobreza de una sospecha latente, temor y, a veces, odio en muchos de los que nos rodean. Estamos en pleno centro de la comunidad protestante de Irlanda del Norte, y esto puede ser un “puente”. Buscamos pequeños caminos por los que podamos unir a las personas en este trabajo de reconciliación, por otra parte tan necesario.

Cada mes nos reunimos con un pequeño grupo de sacerdotes protestantes de la localidad, aunque dicho sea de paso, no muchos de ellos están interesados en estos contactos. Hemos podido darnos cuenta de cuán difícil es para ellos relacionarse con sacerdotes católicos, o tener cualquier otro contacto ecuménico, dada la hostilidad de sus feligreses. En Ballymena un ministro protestante necesita tener un gran valor para formar parte de grupos de contacto inter-comunitarios. Puede que nuestras reuniones mensuales sean poco, pero tienen un gran significado e importancia en la tarea de reconciliación.

El Equipo Vicenciano de Misiones, con base en All Hallows, a finales de mayo llevará a cabo una misión de dos semanas en Ballymena. En este momento, estamos preparando a la parroquia para este acontecimiento. Aquí, en All Hallows, dos grupos de la parroquia se han unido a otros grupos laicos para preparar la misión, y a la vez para conseguir un mejor conocimiento sobre la teología que está surgiendo dentro de la Iglesia y del sacerdocio. La Iglesia en Irlanda se encuentra ante el reto de algo que está muriendo y algo que está naciendo. En Irlanda del Norte, tanto el alto el fuego actual, como los posibles acuerdos que surjan de las actuales negociaciones, crearán un nuevo panorama y nuevas oportunidades.

Recientemente, la Diócesis de Down & Connor realizó una revisión, con vistas a identificar las necesidades que se deben tener en cuenta en un Plan Pastoral para la Diócesis. Cada diócesis de Irlanda está desarrollando una revisión similar, con el fin de crear un Plan Pastoral para todo el país. Entre los temas surgidos en esta Diócesis hay que destacar:

1) Una atención pastoral a los jóvenes, especialmente para aquellos en educación sec undaria, ya que muchos de ellos se encuentran alienados de la Iglesia institucional.

2) Educación y formación religiosa para adultos.

3)Los sacerdotes están buscando ayuda en áreas de desarrollo humano, teología pastoral y dirección espiritual.

4) Hay muchos, en los barrios más pobres de Belfast, que están airados contra la Iglesia: victimas de la violencia, mujeres, y todos aquellos que sienten que la Iglesia no habló en nombre de ellos mientras eran víctimas de la injusticia.

5) En Irlanda el vínculo observado entre violencia y religión ha promovido movimientos hacia una mayor secularización. Muchos jóvenes están totalmente desilusionados con la Iglesia y con todo tipo de religión organizada, bien sea protestante o católica.

En los últimos años, se ha dado mucha importancia al ministerio en colaboración, especialmente en nuestros intentos de trabajar con y para los pobres. Durante muchos años las Hijas de la Caridad han estado trabajando y viviendo en algunas de las zonas más pobres de Belfast. Nosotros, ya hemos hecho público nuestro interés por trabajar con las Hermanas y con la Sociedad de San Vicente de Paúl en las zonas más necesitadas de Belfast. Actualmente, estamos estudiando la posibilidad de este proyecto, con vistas a establecer un proyecto común en el futuro. A pequeña escala, ya se está haciendo. El Padre Frank ha sido recientemente nombrado capellán de la Sociedad de San Vicente de Paúl en la región Norte, y a mí se me ha pedido que trabaje con grupos de adultos en la parroquia de una zona pobre de Belfast.

Al preparar este informe, soy consciente de la dificultad de intentar hacer que tenga sentido una situación tan compleja, incluso para aquellos que viven en Irlanda y en Gran Bretaña. Solamente los que han vivido aquí pueden formarse una idea de la realidad. Lo que es una cuestión de política en Londres o en Dublín, es una cuestión de vida o muerte para la población de Irlanda del Norte.

La palabra “pequeña” era una palabra grande en el pensamiento de San Vicente de Paúl. Ahora, la “pequeña Congregación de la Misión desea, con la gracia de Dios, imitar a Jesucristo nuestro Señor, en todo lo que sea posible, dentro de sus limitaciones”.

En muchos aspectos habría sido bueno presentar un esquema fantástico y coherente de nuestro compromiso en Irlanda del Norte. Como podéis ver, lo que he descrito ha sido breve, con incertidumbre, provisional y, posiblemente, temporal; nuestra posición estará abierta a revisión y evaluación en los próximos meses. La primera forma de servicio de cualquier comunidad es la presencia, pero nuestra presencia aquí, en Ballymena, es como una “misión en tienda de campaña”: es una etapa para cuestionarse, de búsqueda y de ser capaz de permanecer en el proceso. Evidentemente está dentro del ámbito de la palabra “pequeño”, tan importante para San Vicente de Paúl. Lo que sí es cierto es que Irlanda del Norte es un lugar que necesita un largo proceso de cicatrización. Es bueno estar aquí en estos momentos. Intentamos aportar nuestro hilo Vicenciano en el vestido de salvación para un pueblo desolado.

æGÆ (1) Conferencia dada en el encuentro de la Conferencia de Visitadores de Europa (CEVIM) en Dublín del 27 al 30 de Abril de 1995.