El amor hasta sus últimas consecuencias... Francisco Regis Clet (1748-1820). Sacerdote de la Misión, mártir en China

“El amor hasta sus últimas consecuencias”

Francisco Regis Clet (1748-1820)

Sacerdote de la Congregación de la Misión, mártir en China

por Jean-Yves Ducourneau, C.M.

Provincia de Tolosa

I - Descubriendo el amor

  1. La infancia de una vida

Grenoble, “la rebelde”, cuenta con cerca de 30.000 habitantes en el año de 1748. La familia Clet vive en la calle Porte Traine, en el No. 14, cerca del taller del comerciante de telas, el cual da empleo al padre. Césaire Clet se unió en matrimonio a Claudine Bourquy, hija de su patrón. Quince hijos les fueron dados, entre los cuales Francisco Regis, el décimo, que nace el 19 de agosto de 1748.

En la región se conserva aún en la memoria el celo apostólico con el que San Francisco Regis luchó contra el protestantismo. Muerto en esta tarea fue, feliz coincidencia, cononizado al mismo tiempo que San Vicente de Paúl, en 1737. La familia Clet, de católicos convencidos, honrarán a este misionero dándole a su hijo ese nombre, el cual, lo sabemos bien, será portado valientemente hasta el martirio venidero. El bautismo del pequeño se hace al día siguiente, en la Iglesia de San Luis, de Grenoble.

La infancia del muchacho se desarrolla tranquilamente en Grenoble. Cursa los estudios en el Colegio Real (dirigido por sacerdotes diocesanos), también es educado por los Oratorianos (sin duda en el seminario menor de San Martín de la Miseria, cerca de la cuidad). Durante estos años él es un estudiante brillante del cual más tarde no se sabrá reconocer todas sus cualidades.

2. Los impulsos del corazón

Dios toca al corazón del joven muchacho. La familia de Francisco Regis está acostumbrada a este genero de llamadas. De hecho, uno de los muchachos (Francisco) será Cartujo y una de las muchachas (Anne-Constance), Carmelita. Francisco Regis siente el llamado a la vocación sacerdotal. En las diócesis de Francia se tiene la costumbre de ir a escuchar a los misioneros y de levantar cruces en recuerdo de la misión y del camino del calvario. Así, y en familia, Francisco Regis escuchó las largas predicaciones de esos hombres inflamados del Evangelio que hablaban con entusiasmo de la bondad y de la misericordia, y también, de lejanos misioneros que fascinaban a los jóvenes. Los Lazaristas habían ya recorrido las rutas de la región de Grenoble, no eran desconocidos. Francisco Regis se sintió atraído por esta Congregación fundada por San Vicente de Paúl, a pesar de que se habían cruzado en su camino sacerdotes diocesanos y del Oratorio. Él hubiera podido entrar en los Agustinos, como su primo. Él escogió tocar a la puerta de la Congregación de la Misión.

El 6 de marzo de 1769, Francisco Regis entra al noviciado de la Misión, en Lyon. La casa de los Lazaristas, fundada en 1669, estaba situada en el barrio de Fourvier, donde cohabitaban un buen número de comunidades religiosas. El 18 de marzo de 1771, en esta misma casa, es admitido a pronunciar los votos simples en presencia del superior de la casa, el P. Audifred. Al año siguiente recibe las órdenes menores (4 de abril), el subdiaconado (13 de junio) y, por fin, el diaconado (19 de diciembre). El 27 de marzo de 1773 es un gran día para Francisco Regis: recibe de manos de Mons. Bron, obispo auxiliar y vicario general del arzobispo de Lyon, la ordenación sacerdotal, en la iglesia del seminario de San Carlos. Algunos días más tarde, con mucha alegría, celebra su primera misa en el santuario de Nuestra Señora de Valfleury, cerca de Saint-Etienne.

A su regreso de Lyon, conoce la noticia de que es nombrado profesor de teología moral en el Seminario Mayor de Annecy. Aquel al que se le llamaba amablemente “biblioteca viviente” iba a poder darse plenamente a esta misión de formación, no obstante su juventud.

3. Una fama merecida

En la diócesis de Annecy el joven profesor causa asombro. El obispo, Mons. Biord, lo tiene en la más grande estima. De esta manera, él es escogido para ser el nuevo superior del Seminario. Con competencia y abnegación se consagra a esta dura carga, a pesar de los golpes morales que recibe durante este tiempo: su padre muere el 15 de julio de 1783 y, cuatro años después, su madre. Entre estos dos grandes dolores, Mons. Biord muere el 14 de marzo de 1785, y correspondió a Francisco Regis, a petición del clero diocesano, pronunciar el elogio fúnebre. El nuevo obispo, Mons. Paget, manifiesta hacia el sacerdote de la Misión la misma confianza que su predecesor.

Un duelo golpea también a la Congregación de la Misión: el Superior General, el P. Jacquier , muere en 1788 y una Asamblea General es convocada en París para el mes de mayo. Cada Provincia de la Congregación debe elegir delegados en el curso de una asamblea que reúna a los superiores de cada casa. La casa de Annecy estaba dentro de la Provincia de Lyon. Aunque Francisco Regis no es delegado para la Asamblea Provincial, es escogido para representar la Provincia en París. A sus 40 años será el delegado más joven. El P. Cayla de la Garde es elegido Superior General en el mes de junio de 1788.

El nuevo Superior General que, como muchos de sus cohermanos, se había dado cuenta de la capacidad humana del superior del Seminario de Annecy, nombra a Francisco Regis director del Seminario Interno de la Congregación. Había permanecido 15 años en la diócesis de San Francisco de Sales, ahora se encuentra en el corazón mismo de la Congregación de la Misión que debe mucho a la espiritualidad del santo saboyano.

Algún tiempo después de este nombramiento, el clima parisino se degrada. Las cosechas son malas, los precios aumentan, la miseria se instala y, por todas partes, se denuncia este escándalo. La Revolución castiga ya a la Provincia. En París, los acontecimientos de 1789 van a sacudir el poder. Todo lo relacionado con el poder, de cerca o de lejos, y de manera especial la institución eclesial, va a tener que sufrir en ese tiempo difícil que la historia recordará con el nombre de “Revolución Francesa”. Es así como el 13 de julio de 1789 las puertas de San Lázaro son derribadas y la casa es víctima de bandas de pillos que, durante 15 horas demasiado largas, devastan todo lo que encuentran a su paso, entre otras, la habitación tan venerada de San Vicente. Los padres y los hermanos deben huir, algunos semidesnudos, para evitar ser ultrajados. Nada se libra del saqueo, ni los libros (más de cincuenta mil volúmenes), ni los muebles, ni siquiera la huerta y las ovejas. Al día siguiente y en los sucesivos, todo el mundo se dedica a poner de nuevo orden a las cosas y Francisco Regis no duda en volver a tomar el programa de formación de los jóvenes seminaristas. A su turno, el Superior General regresa a esa casa destrozada. Él, diputado del clero de París a la Asamblea Nacional, no se hace ninguna ilusión sobre el futuro que le espera a la Iglesia de Francia. Pero se complace en leer a sus cohermanos las noticias que le llegan de la lejana China. Él desea enviar allá otros misioneros. Francisco Regis se ofrece…

II - Sobre los pasos del amor

  1. El llamado de lo lejos

En febrero de este año 1791, tres misioneros deben partir para China. Se trata de los padres Lamiot y Pesné, acompañados de un sacerdote que aún no había podido partir para la misión. No se habla del Padre Clet. El tiempo presiona. Es necesario embarcar rápidamente pues la nave no puede esperar sino hasta el 15 de marzo. Francisco Regis insiste en el deseo de remplazar al sacerdote ausente. El Superior General acepta su petición. Como le es imposible decir “adiós” a su familia, escribe una larga carta a su hermana mayor Marie-Thérèse:

Al fin mis deseos han sido escuchados… la Providencia me destina a trabajar por la salvación de los infieles… Y te das cuenta que tengo en mucho este favor divino como para no corresponder con entero asentimiento: en una palabra, que parto inmediatamente para China, con dos de mis cohermanos de comunidad, que van tan contentos como yo a nuestro feliz destino. .

Desde ese momento su familia espera hacerlo cambiar de opinión, pero justo, antes de partir de Lorient, donde debe embarcar, Francisco Regis responde estas firmes líneas sin la más mínima indecisión:

Habiendo tomado mi determinación antes de escribirte, yo me había preparado a los asaltos que darían tu ternura y sensibilidad… no me arrepiento de actuar de tal manera… porque creo seguir en esto las miras de la Providencia sobre mí.

A comienzos de Abril de 1791, el barco leva por fin anclas. El 2 de julio se aproxima al Cabo de Buena Esperanza. Tres meses más tarde, el 15 de octubre, llega a Macao. En efecto, era necesario pasar por esta pequeña isla rocosa para dirigirse hacia la China pues los portugueses habían establecido allí un puerto . Durante tres meses los tres Lazaristas se consagran al estudio de la lengua china y preparan su misión. El P. Lamiot es destinado a reforzar el equipo de Pekín, el P. Pesné se juntará al P. Aubin (llegado el año anterior) en la provincia de Huguang. En cuanto a Francisco Regis, es destinado a la provincia de Kiang-Si, al oriente de Huguang. Cada uno debe ahora unirse a la misión, con la mayor discreción posible, y ayudado por la guía de un cristiano, pues un edicto del emperador reitera la prohibición hecha a los extranjeros de penetrar en el territorio chino sin la debida autorización y de predicar allí la religión.

2. El arraigo

Kiang-Si es una de las provincias más ricas de China, el suelo es extremamente fértil. Es en esta provincia donde se fabrica la célebre porcelana china. Por supuesto, y en razón de todo esto, hay allí mucha población pero los cristianos son pobres y aislados. Este es el lugar de la misión de Francisco Regis. Vestido como un chino, tiene sin embargo mucha dificultad en aprender la lengua. Durante el viaje que lo lleva de Macao a Kiang-Si, el guía lo presenta como a una persona en duelo, puesto que la costumbre local ritualiza el duelo con el silencio. Después de un largo recorrido de cerca de 800 kilómetros, los dos hombres llegan a Nanchang, capital de la Provincia. La residencia de los misioneros se encuentra todavía a unos 100 kilómetros, en Gucheng. Edificada hacia el 1700 por los mismos cristianos, esta casa es grande pero deteriorada, según Francisco Regis, quien además toma conciencia de su nueva misión: una nueva carrera se abre para mí. Se trata de renovar el espíritu de religión de antiguos cristianos que están abandonados a ellos mismos desde hace muchos años, y de convertir infieles. Ésta es, lo espero, mi ocupación hasta mi muerte .

La misión en el Kiang-Si no dura más que un año. Él está solo para atender todo el sector. Se le promete un cohermano que conoce, el P. Hurel, y a quien rápidamente escribe: me será muy dulce abrazarlo y conversar con usted, después de que yo había creído que estaríamos separados para siempre y que yo no lo vería sino en la eternidad. Lastimosamente este viaje no podrá concretizarse y él seguirá estando solo. A pesar de todo, se entrega a la misión en cuerpo y alma. Él catequiza y bautiza a más de un centenar de adultos, a pesar de la persistente dificultad de la lengua china toda vez, piensa él, que es mejor que la tierra sea labrada por asnos que no sea cultivada del todo . Él sabe también que un bautismo hecho rápidamente en un país pagano no está exento de riesgos. Así, escribe: hubiera podido bautizar a un número mayor que me imploraba le concediera esta gracia, pero no me pareció suficientemente instruido, y nosotros habíamos visto que los catecúmenos fácilmente bautizados apostataban con la misma facilidad . Al cabo de un año de soledad es llamado por el P. Raux, superior de los Lazaristas en China, que le pide salir de Kiang-Si para la provincia vecina de Huguang; allí encuentra dos cohermanos: el P. Pesné, al que bien conoce y desafortunadamente se encuentra agobiado por una enfermedad, y al P. Aubin, del cual dice que está muy fatigado.

3. Una misión exigente

La provincia de Huguang es inmensa, tan grande que se dividirá en dos provincias en 1818, Hubei al norte y Honan al sur. Sus tierras son fértiles a tal punto que se le llama “el granero del Imperio”.

Francisco Regis escribe a su hermano:

Me he desplazado a la parte septentrional de Huguang, país montañoso en el que a una corta distancia y alrededor de mí se encuentra una comunidad de 2.000 cristianos. Aquí las conversiones de paganos son raras, testigos del escándalo de algunos malos cristianos, ellos rechazan ser instruidos por una religión mal practicada .

La mala suerte se encarniza entonces contra la comunidad de los misioneros. El P. Aubin, mientras viajaba para encontrase con el obispo de Shaanxi, es arrestado y puesto en prisión donde muere envenenado. En cuanto al P. Pesné, muere a los 29 años a causa de agotamiento. Estamos en 1795 y, una vez más, Francisco Regis se encuentra solo en ese gran territorio de misión en el cual hay más de 2.000 cristianos, divididos en más de 20 distritos… Pero además, hay un gran número de cristianos distantes 20, 40 o 50 leguas, a los cuales también hay que visitar… Solo como estoy, tengo que recorrer un espacio de 200 leguas en el que no hay más de 10.000 cristianos . Además, la situación política no facilita las cosas. Se habla de la rebelión de la Provincia. Durante tres años, Francisco Regis no podrá recibir ningún cohermano para ayudarlo en la misión, excepto el P. Joseph Ly, quien es enviado a Kiang-Si. Al fin, en 1799, arriba el joven sacerdote John Chang quien, a partir de 1807, irá también a Kiang-Si. Al año siguiente, llega el P. Juventín Chang, que morirá tres años después. Pablo Song lo sucederá en 1804 y colaborará con Francisco Regis hasta su martirio. En 1808, al P. Ignacio Ho, le llega el turno de venir a reunirse con el P. Clet, el cual lo apreciará en grado máximo. El mismo año arriba el P. Francisco Chen, quién será compañero de prisión de Francisco Regis. Un año más tarde el P. Antonio Cheng viene a reforzar el equipo pero rápidamente será enviado a ayudar a la misión de Kiang-Si. Un último cohermano chino, el P. Estanislao Ai , se unirá a la misión en 1817. Francisco Regis recibirá también la ayuda del hermano Pablo Wang , a partir de 1809. Francisco Regis está también a la espera de un cohermano francés, el P. Dumazel .

Después de muchas peripecias que ameritan para este misionero el título de verdadero héroe, llega finalmente a las puertas de la misión del P. Clet, 10 años después de su partida de Francia.

La vida es ardua para Francisco Regis. Se enferma de una pleuresía que hace temer lo peor. Pensó incluso en recibir la extremaunción. Pero se sana y escribe al superior de los Lazaristas en China : sólo me queda de esta enfermedad una debilidad y una hinchazón en las piernas… al momento presente sólo puedo hacer 20 o 30 lis . En cuanto al P. Dumazel, afectado de un carácter fuertemente escrupuloso, no llega a moderarse en sus andanzas en la misión, tanto que su superior, Francisco Regis, de él se atreve a escribir: el P. Dumazel, él solo, me causa más trabajo para dirigirlo que toda la provincia de Hubei . Desgraciadamente este joven cohermano será atacado por la fiebre tifoidea y morirá en diciembre de 1818, a la edad de 49 años.

Francisco Regis sabe mejor que nadie que la misión en China no está exenta de peligros. En 1799, a la muerte del emperador, existe una costumbre medio religiosa, medio política que consiste en postrarse delante del cuerpo del difunto haciendo libaciones. Los misioneros tienen la estricta consigna de no asistir a esas ceremonias que duran varios días. Se teme la persecución por ese rechazo pero la sabiduría que asiste al poder prevalece y ellos fueron dejados en paz. Sin embargo, con la llegada del nuevo emperador Jiajing, una guerra civil se desata en la provincia de Francisco Regis. Los rebeldes, agrupados en sectas, matan a todos los que a su paso rechazan unírseles. Por suerte, éstos no van hasta el lugar de la misión.

Los problemas no están únicamente en China. El P. Clet recibe cartas de Francia que le describen una situación verdaderamente explosiva. Su hermano Cartujo se encuentra exiliado en Roma y no sabe qué ha pasado con su hermana Carmelita . Las noticias de Roma no son las mejores. El Papa es llevado con escolta lejos de su palacio, en exilio, mientras que la “República Romana” es aclamada por los enemigos de la Iglesia . De China, el misionero escribe: viendo el estado desastroso en el que se encuentra Europa, sólo puedo bendecir la Providencia por haberme sustraído a tantos males. Y comparando el estado de Europa con aquel de las regiones que él habita, escribe a su hermano: es mejor estar en China que en Francia: nuestros infieles están lejos de tener la atrocidad de sus impíos, pues estos últimos verifican el proverbio: nada peor que el bien cuando éste llega a corromperse. También dice que cualquiera que sea la situación de un país, todos los países son buenos, siempre y cuando se pueda servir a Dios… nuestra patria es el Cielo, allí se puede llegar de todos los países del mundo .

La vida de la misión está marcada por la pobreza. Francisco Regis no se queja pero lamenta la imposibilidad de ayudar a sus cohermanos. Cuenta sus dificultades en una carta dirigida al superior de Pekín: la hambruna que se hace sentir nos ha empobrecido fuertemente. Usted no me pide nada de dinero y hace bien, pues no tengo nada para enviarle. Me quedan tan solo al rededor de 18 taeles a simple vista, dentro de 15 días no me quedará ningún céntimo en la casa. También escribe: este año, a causa de la sequía, no hay arroz, hay que comprar casi todo, todo es caro, mire si usted es lo suficientemente rico como para ayudarnos en nuestra pobreza . Sin embargo, Francisco Regis comparte lo que tiene con los más desfavorecidos, acordándose de lo que está escrito, de que es mejor dar que recibir. La residencia de la misión, que no tiene nada de palacio, y que los misioneros gustan llamar el castillo de paja, da testimonio de una clara pobreza. El suelo es de tierra y el techo es de paja, la iglesia de la misión está construida de la misma manera. Esta casa es la de todos los misioneros que vienen a descansar y a volver a las fuentes después de largos meses de penoso y fatigoso apostolado. Se aprovecha ese tiempo para rehacer las fuerzas espirituales y morales. El superior, que es Francisco Regis, recomienda ciertos principios evangélicos a su equipo: revistámonos pues de ternura y misericordia, de bondad, de humildad y de paciencia, pues nosotros, que somos más fuertes, debemos sostener la debilidad de los enfermos y no contemplarnos a nosotros mismos . Francisco Regis pide la comunión en el trabajo misionero de manera que nuestras ovejas no formen sino un solo rebaño, así como hay un solo pastor, nuestro Señor Jesucristo. Y más adelante escribe: hay que exhortar a nuestros cristianos a aprender el catecismo de los sacramentos, pero no obligarlos o forzarlos a aprenderlo. Solamente se debe exigir que ellos sepan lo estrictamente necesario para la recepción de los sacramentos . Los cohermanos escuchan a Francisco Regis, sobre todo el P. Song, quien tendrá una profunda veneración por él . Sin embargo, algunos encuentran el trabajo demasiado duro y las críticas vuelan a Pekín. Francisco Regis reacciona: me parece que nunca tuve la intención de acabar con la salud de mis cohermanos con un trabajo superior a sus fuerzas. Al contrario, no cesa de decirles que deben cuidar su salud… sobre todo, en China, donde los sacerdotes son escasos; es mejor vivir que morir por la gloria de Dios. Sin embargo la Providencia tendrá otros caminos para el P. Clet…

III - La realización del amor

1. La sombra de la cruz

La mayoría de los misioneros entraron de manera ilegal en China . Los Lazaristas están repartidos en varias provincias, ayudados por sacerdotes chinos que ellos mismos han formado y que son enviados a más de 200.000 cristianos del Imperio . La situación es cada vez más conflictiva para estos misioneros que deben evitar ser abiertamente reconocidos y arrestados, sea por el poder de los mandarines, sea por el de los rebeldes. Así, desde 1799, Francisco Regis se preocupa de los actos cometidos por los rebeldes que devastan las misiones quemando las casas y masacrando aquellos que no pueden huir. Sus tropas se encuentran a las puertas de Pekín, pero terminan siendo retiradas por el poder central. Incluso se acusa a los cristianos de portar la bandera de esta rebelión. Los mandarines se dan cuenta de la calumnia y castigan a los culpables.

En 1805, buscando un ladrón, la policía arresta un cristiano chino, portador de una carta de la provincia de Jiangnan, destinada a los misioneros… se sospecha de un complot y los mandarines aprovechan la ocasión para poner al emperador en contra de los extranjeros. Como consecuencia se pone vigilancia a los misioneros de la capital, otros son exiliados, los cristianos son obligados a abjurar de su fe con amenazas y torturas. Por el momento, la provincia de Francisco Regis está a salvo.

En 1811, es arrestado un misionero chino portador de papeles que contienen los poderes espirituales que el obispo le confiere y en los que son enumeradas las diferentes misiones. Los mandarines ven en esto una tentativa de los extranjeros de sustituir a los gobernadores de las ciudades por funcionarios escogidos por ellos mismos. Una persecución en contra de los cristianos estalla en Pekín y se da la orden a todos los extranjeros de salir del país . Los Lazaristas protestan y continúan la evangelización. El mismo año se le hace saber al emperador que los cristianos se van a rebelar el día de la fiesta de la Asunción. Un edicto imperial les ordena renunciar a su religión antes del fin de año bajo pena de persecución. Francisco Regis, los misioneros y los cristianos se tienen que esconder. La persecución llega hasta las provincias. Su “castillo de paja” es destruido, la escuela y la iglesia son arrasadas. La misión es un montón de ruinas.

Una involuntaria persecución interna es conducida contra el superior de la misión de Kiang-Si. El P. Clet fue investido de todos los poderes extraordinarios comunicables a un sacerdote, incluso el poder de administrar la confirmación. Desgraciadamente el nuevo vicario apostólico de la provincia desconfía de Francisco Regis y lo acusa de jugar un doble juego. Bruscamente se le retiran todos los poderes. El vicario, viendo su error, se los devolverá un poco más tarde.

En 1818, otra persecución se dibuja en el horizonte. Ésta tiene como origen un fenómeno climático “natural” que deja a Pekín y a la corte imperial en las tinieblas, una de las más horribles. El emperador consulta sus oráculos que acusan a los cristianos de ser el origen de esas “amenazas del cielo”. Los consejeros del emperador opinan que la persecución debe volver a comenzar contra los que confiesan una tal religión. El arresto de sacerdotes y de misioneros chinos no se hace esperar. Algunos son hechos prisioneros, otros exiliados. Francisco Regis evoca el arresto del P. Chen, su cohermano chino: nuestra cruz es la captura del P. Chen. Ha sido vendido por un nuevo Judas por 20.000 denarios… Él ha sido enviado a Wuhan con 15 o 18 cristianos apresados, casi al mismo tiempo . Francisco Regis y sus compañeros son obligados una vez más a vivir proscritos, el P. Ho y yo hemos recorrido no sé cuántos antros y cavernas. Durante 4 meses él va de escondite en escondite, antes de tomar la decisión de ir a otra provincia, en la cual piensa tener más seguridad y ayudar a la misión. Tiene 71 años.

2. La larga marcha

Refugiado en Honan, encuentra la hospitalidad en una familia cristiana durante cerca de 6 meses. Es allí donde comienza el calvario supremo. Un apóstata, al que Francisco Regis había reprochado su mala conducta, lo encuentra y quiere hacerlo detener. La cabeza del misionero tiene un precio: 1.000 taeles. Despertado por un sueño premonitorio, el P. Clet sale de la casa disfrazado de mercader y se encuentra con una tropa que rápidamente lo cerca. Es arrestado pero conserva la calma. Comienza un diálogo entre el misionero y el traidor que ha guiado a los soldados: mi amigo, ¿con qué propósito vino usted aquí? ¡Ah! Me da lástima. Y replica el apóstata: ¿por qué lamentarse por mí y perdonarme? No necesito nada de eso. Y dirigiéndose a los soldados dice: es él, ¡aprésenlo! Francisco Regis es cargado de cadenas en sus puños, el cuello y los talones. Los habitantes de la casa también son arrestados y las casas de los cristianos vecinos son saqueadas con ensañamiento. El arresto tuvo lugar en la pequeña población de Jinjiagang, 4 kilómetros cerca de la ciudad de Nanyang, a la cual es conducido el triste cortejo bajo las burlas de los que se habían reunido para la ocasión.

El mandarín le hace infligir 30 golpes con látigo de cuero sobre la cara, lo que lo hace sangrar, mientras que sus rodillas reposan duramente sobre cadenas de hierro. Hermano mío, dice el misionero, ahora tu me juzgas, pero dentro de poco tiempo, mi Señor te juzgará. El mandarín no tarda en responderle con 30 golpes más sobre la cara.

Diez días más tarde, el prisionero es enviado encadenado al jefe de la provincia, a Kaifeng, a unos 200 kilómetros. Allí todavía es torturado por no haber respondido a las preguntas hechas por el mandarín. Durante un mes permanece en prisión en los calabozos de esta ciudad y pasa una buena parte de su tiempo en oración y meditación, provocando a veces la admiración de los guardias… él encuentra la manera de escribir:

Desde que la noche llega… hay que acostarse y poner una de las piernas en una traba hasta el día siguiente. Esta traba está formada de dos planchas… que el carcelero junta y cierra con candado… Además, una cadena de hierro nos liga a todos por el cuello y nos impide levantar la cabeza; solamente puede uno difícilmente volverse sobre el costado o la espalda.

Sabiendo que la misión del P. Clet tenía como marco la provincia de Huguang, los mandarines lo envían a Wuhan, capital de esta provincia. 500 kilómetros separan las dos ciudades. El penoso viaje dura 20 días. Los prisioneros son encerrados en una caja de madera y atados con pesadas cadenas. Por las tardes, el cortejo hace alto en las prisiones. Francisco Regis escribe: mi estadía en las prisiones de Honan y mi larga ruta habían afectado mi salud… yo estaba pues en un pobre estado, muy flaco, y con una larga barba que hervía de piojos. Llegado a su destino, la suerte hace que se encuentre con el P. Chen, que se encontraba en la misma prisión con otros diez cristianos. Se ponen a orar juntos. Tienen la posibilidad de dar algunos pasos “libremente” durante el día. Celebran la confesión y reciben aun la comunión a través de un misionero que continúa la evangelización en secreto. Él describe así su actividad:

Los mandarines de aquí son notablemente dulces… Doce taeles han hecho caer de nuestro cuello, manos y pies las cadenas y las esposas… Cada uno cocina su arroz… en cuanto a nosotros, vivimos en común… Los cristianos nos ofrecen frecuentemente carne, pescado, fruta… Como ve, no es como para tenernos lástima. Pero… llegada la noche hay que acostarse y meter una pierna en una traba hasta el amanecer del día siguiente .

También escribirá:

Admire aquí la Divina Providencia que, en contra de la primera intención del mandarín, ha reunido a dos sacerdotes en una misma prisión con diez buenos cristianos a quienes he confesado varias veces y que han recibido con nosotros la comunión de manos de uno de nuestros cohermanos. Esto es tal vez inaudito en una prisión de China .

Una mala noticia llega a los oídos de Francisco Regis: el arresto del P. Lamiot, a raíz de que se encontraron en la residencia de la misión del P. Clet tres cartas escritas por el superior de Pekín. Francisco Regis se imagina que él es el culpable de este arresto injurioso, aunque el P. Lamiot piensa que, más bien, es debido a quien ya había hecho arrestar a Francisco Regis y al P. Chen. El P. Lamiot es llevado a un sitio de Wuhan y le es imposible ver al P. Clet antes del proceso y de la confrontación exigida por el mandarín. Sin embargo, Francisco Regis escribe al P. Lamiot pidiéndole perdón por haberlo así comprometido. Le dice también que él es totalmente responsable de lo sucedido, puesto que era necesario salvar la misión de Pekín antes que nada . Al día siguiente de la llegada del superior de los Lazaristas de Pekín se convoca el tribunal. Francisco Regis, los padres Chen y Lamiot están de rodillas. Se interroga a este último sobre su conocimiento del P. Clet. Más tarde él escribirá:

Yo respondí conocerle, aunque su figura estaba tan descompuesta que no reconocía ninguna de sus características… Me admiré por la sabiduría de sus respuestas. Cuando me hicieron poner de rodillas a su lado, él se puso a llorar… Cuando quisieron golpear al P. Chen, gritó: ¿por qué le pegan? Yo soy el único culpable. El mandarín replicó: ¡vejestorio! ¡Tú has corrompido a muchos de los nuestros, el emperador quiere tu vida! Él respondió: ¡con gusto! Admiré su sensibilidad extrema por el P. Chen y por mí, su intrepidez ante el martirio y su presencia de ánimo; lo que me dejó una impresión que no se borrará nunca de mi alma .

3. La muerte por amor

El 1º de enero de 1820 tuvo lugar una comparecencia de todos los cristianos en el tribunal. Después de algunas preguntas, el P. Lamiot es declarado inocente, pero tiene que salir de China. Él parte por Macao. El P. Francisco Chen es condenado al exilio en el oeste chino, en Tartaria, donde morirá. En cuanto a Francisco Regis, el gobernador redacta un reporte favorable. Clet espera serenamente sin hacerse ninguna ilusión: no cuento con la clemencia del emperador, me preparo a morir. Espero este término, gracias a Dios, con paciencia y tranquilidad . El tiempo parece contado pero la fe de Francisco Regis está firme. Celebra la conversión de San Pablo, aniversario de la fundación de la C.M. y puede comulgar en la prisión. Para el P. Clet se trata de la comida de despedida, como lo dirá el P. Lamiot. El 17 de febrero el edicto imperial llega a Wuhan: Liú , llegado secretamente a China, ha engañado mucha gente predicando su doctrina. Debe ser estrangulado, sin demora, como es la costumbre .

Sin tardar, pues, los soldados son enviados a la prisión para anunciar al condenado la sentencia imperial. El P. Chen, viendo la dificultad del oficial para anunciar la noticia, le dice que los cristianos y que, sobre todo, los sacerdotes, no temen la muerte. Francisco Regis pide llorando la absolución al P. Chen. Él dirige algunas palabras de consuelo a los cristianos reunidos alrededor de él: sean siempre fervientes servidores de Dios y no abandonen nunca la fe, y los bendijo por última vez. La tiniebla envolvió la prisión y fue esta noche del 17 al 18 de febrero de 1820 cuando el infeliz cortejo salió de sus muros para completar el triste destino.

El frío invade las calles desérticas de la ciudad. El grupo se detiene cerca de una columna de dos metros sólidamente plantada en el suelo, tiene la apariencia de una cruz en la parte alta. Francisco Regis obtiene la autorización de rezar por última vez. Átenme, dice enseguida a los soldados, los cuales le amarran las manos y la espalda al travesaño, también los pies el uno al otro en la parte baja del leño. Enseguida le pasan una cuerda alrededor del cuello, tiene un nudo en un bastón que retuercen tres veces hasta que el mártir exhala su último suspiro. Francisco Regis había pasado 28 años en China, fue martirizado a los 72 años. Su cuerpo es sepultado en el cementerio de los condenados a muerte antes de ser recuperado por algunos cristianos que lo entierran en el cementerio cristiano de la Montaña Roja en la que ya descansan otros misioneros. Allí se grabará:

Aquí yacen los huesos del Venerable Siervo de Dios Francisco Regis Clet, de la Congregación de la Misión, Padre lleno de méritos de la Iglesia de Hubei, quién llevó a cabo numerosos trabajos en la viña del Señor, y marcado por la vejez, mereció la corona del martirio el año del Señor 1820, el 14 de marzo.

Los restos del mártir reposan actualmente en la capilla de la Casa Madre, en París. Francisco Regis Clet fue beatificado en 1900 y canonizado un siglo más tarde, el 1º de octubre de 2000.

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Anexo 1: Hermanos y hermanas de Francisco Regis Clet

Marie-Thérèse, nacida el 11 de febrero de 1733, muere en 1821;

Anne-Constance, nacida el 11 de agosto de 1734 (Carmelita);

Dorothée-Euphr., nacida el 14 de enero de 1736, muere en 1749;

François-Julie, nacida el 28 de febrero de 1737, muere en 1802;

Jeanne-Marie, nacida el 11 de mayo de 1738;

Joseph (padrino), nacido el 19 de enero de 1741, muere en 1748;

Jacques, nacido el 3 de agosto de 1742;

François (Cartujo),nacido el 14 de marzo de 1744, muere en 1812;

Césaire, nacido el 18 de enero de 1747;

François-Regis, nacido el 19 de agosto de 1748, muere mártir en 1820;

Euphr. Dorothée, nacida el 13 de abril de 1751;

Hyacinthe-Joseph, nacido el 22 de octubre de 1752;

Jeanne-Marie, nacida el 12 de mayo de 1754, muere en 1777;

Joseph-Stanislas, nacido el 2 de octubre de 1755;

Anne-Marie, nacida el 29 de mayo de 1757, muere el mismo año;

Anexo 2: Fechas principales de Francisco Regis Clet

Agosto 18 de 1748: nacimiento en Grenoble (bautizado el 23 de agosto);

Marzo 6 de 1769: entra a la Congregación de la Misión en Lyon;

Marzo 18 de 1771: emite los votos;

Marzo 23 de 1773: ordenación sacerdotal, luego va al seminario de Annecy;

1788: participa de la Asamblea General en París,director del noviciado;

1789: saqueo de San Lázaro;

Abril 10 de 1791: salida, desde Lorient, para la misión de China con los padres Lamiot y Pesné;

1792: salida para el Kiang-Si;

1793: salida para el Huguang;

1804: llegada del P. Song a la misión;

1810: llegada del P. Dumazel a la misión;

1812: el P. Lamiot sucede al P. Ghislain como superior de China;

1818: comienzo de la gran persecución contra los cristianos;

1819: muerte del P. Dumazel, arresto del P. Chen, de Clet (16 de junio) y del P. Lamiot;

Fin 1819: encuentro en el tribunal de los padres Lamiot y Clet;

Enero 1º de 1820: comparecencia general y liberación del P. Lamiot;

Febrero 16 de 1820: última carta al P. Lamiot;

Febrero 17 de 1820: anuncio de la sentencia de muerte;

Febrero 18 de 1820: martirio de Francisco Regis Clet;

1843: introducción de la causa de beatificación;

1859: traslado de las reliquias a la Casa Madre;

Mayo 27 de 1900: beatificación;

Octubre 1º de 2000: canonización.

Bibliografía

Soldat du Christ, Le Bienhereux F.R. Clet, por G. de Mongesty, París, 1906

Francisco Regis Clet, por Andrée Sylvestre, C.M., Moissac, 1998.

(Traducción : ROBERTO GÓMEZ, C.M.)

Situada en el Delfinado (Dauphiné), Grenoble será una de las primeras ciudades francesas en encender la llama de la Revolución Francesa desde julio de 1788 pidiendo la convocación de los Estados Generales de la Nación. Además, será la primera gran ciudad en abrir las puertas a Napoleón I, a su regreso de la Isla de Elba, para los Cien Días. La ciudad se verá fuertemente reprimida bajo la restauración de los Borbones.

Hoy, la Grande Rue.

Ver en el anexo, al final de este artículo, la lista de los hermanos y hermanas de Francisco Regis.

Los Lazaristas están presentes allí desde 1687; es de hecho la más antigua de sus casas en Francia. Una ordenanza real de 1711 confirma su presencia en este santuario del cual todavía hoy son responsables.

Los Lazaristas fueron llamados a la “diócesis de los santos” (dixit San Vicente) desde 1638. Después de predicar varias misiones fundaron allí un lugar para los “ejercicios de los ordenandos”, que llegará a ser con el tiempo, en 1642, el seminario. De hecho, fue el primero que se fundó fuera de París. En el tiempo de Francisco Regis los estudios de teología duraban tres años. Este seminario actualmente no existe; el edificio alberga ahora la biblioteca de la cuidad.

Es bajo su generalato cuando en 1783 un decreto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide sustituyó en la misión de China a los Jesuitas franceses por Lazaristas. Desde 1784 tres de estos son enviados allí.

Después del primer grupo, dos Lazaristas más salieron en 1788. En 1791 habrá un tercer contingente.

Louis Lamiot y Augustin Pesné serán ordenados sacerdotes a su llegada a Macao en 1791. En 1812, Lamiot se convertirá en el superior de los Lazaristas franceses y de la misión francesa. Morirá en Macao en 1831. Pesné, morirá en junio de 1795, en la provincia de Hubei, asistido por Francisco Regis.

(Carta No. 1). Tenemos 72 cartas del P. Clet, editadas por primera vez en 1944, en Pekín, por el Hermano Van Den Brandt. Con motivo de la canonización se han publicado traducciones de ellas al italiano y al español.

El territorio de Macao dependía del virrey portugués de Goa en India.

Cuya capital es U-chang-fu, hoy Wuhan. Esta provincia está actualmente dividida en dos partes: Hubei y Honan, y se sitúa al sur oriente de este país.

Él escribe a su hermano Cartujo que esta lengua es “indescifrable, pues los caracteres que la componen no están destinados a expresar sonidos sino pensamientos… Yo he llegado muy viejo a China para poder obtener un conocimiento pasable.”

La carta está dirigida a su hermana Marie-Thérèse, después de su llegada a la residencia (carta No. 5).

La carta está dirigida a su hermano en 1802 (carta No. 12)

Carta No. 12.

Carta No. 12.

Carta No. 12.

Pablo Song nació en el Honan en 1774. Entra a la C.M., en Pekín, en 1801. Ordenado en 1803 es enviado un año después a la misión con el P. Clet. Él lo ayudará, pero también, probará su paciencia. Después de la muerte de Francisco Regis, él continuará su ministerio en el mismo lugar hasta 1839, cuando pasará a Honan. Hecho prisionero en 1852, muere en 1854.

Ignacio Ho tenía 27 años cuando se unió a la misión de Francisco Regis. En 1819, cuando arrestaron al P. Clet, alcanzó a escaparse y debió cambiar su nombre por el de Tong. A pesar de eso será arrestado y exiliado en Tartaria (Turkestán chino), cerca de la frontera rusa, en compañía de un catequista. Murió en el exilio en 1846.

Nacido en 1780 y ordenado en 1808, le dará la última absolución al P. Clet. También será exiliado en Tartaria, donde morirá masacrado por los rebeldes musulmanes en 1825.

El P. Estanislao Ai es nativo de Hubei. A la muerte de Francisco Regis, él lo sucederá en la administración de la casa. Muere en 1849.

Pablo Wang nació en 1751, hizo los votos en la C.M. en 1790. Su servicio consistía en llevar y traer el correo entre Pekín y Macao antes de ser enviado a Hubei. Muere en 1827.

Salido de Inglaterra en 1800 debió quedarse cinco años en Cantón para obtener el pasaporte necesario para entrar en Pekín. Llegado allí en 1806, recibe la orden de regresar a Cantón para ponerse inmediatamente a ayudar al P. Clet. En razón de la rebelión interna, regresa a Macao a fin de embarcarse hacia la Cochinchina (parte meridional de Vietnam). Se enferma en casa de los padres de las Misiones Extranjeras de Paris, que lo cuidan durante un año. Enseguida puede reemprender su rumbo y, dando la vuelta por el este, penetra al fin el Kiang-Si, donde lo espera Francisco Regis.

P. Ghislain, quien remplazó al P. Raux a su muerte en 1801.

Carta No. 47. Un equivale a cerca de 600 metros; 20 o 30 lis equivalen a 12 o 18 Kms.

Carta No. 62.

Una vez regresado a Francia morirá en Grenoble con el hábito de Cartujo, el 8 de marzo de 1812, a la edad de 66 años.

Se enterará de que ha debido dejar el convento y volver a la vida secular.

El Papa Pío VII regresará a Roma en 1800 y volverá a tomar posesión del Vaticano.

Carta No. 16, escrita en 1802.

Un tael valía entre 7 y 8 francos de oro.

Carta No. 50, dirigida en 1810 al P. Ghislain, que estaba en Pekín.

Carta “circular” dirigida a los misioneros en 1811 (No. 53).

Carta “circular” de 1813 (No. 59).

Gracias a él poseemos 37 cartas de Francisco Regis.

Según el P. Richenet, Procurador en Macao de las Misiones, de 1801 a 1815, “los misioneros no son admitidos… solamente lo están para el servicio del emperador, por consiguiente, solamente en Pekín, en calidad de artistas, pintores, relojeros… astrónomos, para hacer el calendario lunar”. Carta dirigida al gobierno francés en 1817.

Cf. la carta del P. Richenet precedentemente evocada.

Excepto los miembros del tribunal de matemáticas: tres misioneros portugueses.

Carta No. 63, dirigida al P. Lamiot, sucesor del P. Ghislain.

Extracto de la carta No. 65, dirigida al P. Richenet.

Carta No. 67 dirigida el 14 de enero de 1820 al P. Marchini, Procurador de la Congregación de Propaganda, en Macao.

Según el resumen que de la carta hace el mismo P. Lamiot.

Carta del P. Lamiot dirigida al P. Verbet, Vicario General de la C.M.

Carta dirigida a los cohermanos portugueses de Pekín que estaban en “conflicto” con los cohermanos franceses, a propósito de su instalación en el norte de Pekín (Iglesia del Petang), después del exilio del P. Lamiot. El P. Clet trata, en nombre de la caridad y urgido por el P. Lamiot, de resolver el problema: “he pensado que sería bueno emplear mi último aliento de vida en restablecer la paz entre ustedes. Sólo la caridad, es decir, el amor de Dios y del prójimo, me lleva a escribirles; yo les pido que lean esta carta con la misma caridad… a punto de comparecer delante del temible juez, cómo podría yo obedecer a otro espíritu distinto al espíritu de la caridad?” (Carta No. 72). El conflicto continuará y la casa será confiscada por el gobierno chino, y la iglesia destruida. En ese momento se acordaron que el P. Clet había escrito: “si ustedes no escuchan mi petición, sus casas caerán la una sobre la otra y serán todas destruidas, en grande detrimento de nuestra santa religión.” (Carta No. 73).

Nombre chino de Francisco Regis Clet.

Cf. La Congrégation de la Mission en Chine, II, p. 578.

Fueron necesarias dos cuerdas, pues la primera, demasiado usada, se rompió fácilmente.

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