Pentecostés en Manampatrana. Después del ciclón Gretelle (Madagascar)

PENTECOSTÉS EN MANAMPATRANA

Después del ciclón Gretelle (Madagascar)

Se recordará el terrible ciclón que se abatió el 24 de enero de 1997 sobre la región de Farafangana, al sudeste de Madagascar (cf. Nuntia, enero 1997, n° 4), donde nuestros cohermanos tienen una misión importante. El ciclón sembró la destrucción y el hambre. El siguiente artículo, publicado en “Missione Vincenziana” (julio-agosto 1998, p. 5), muestra que algo magnífico e inesperado ha surgido de aquello. De un mal, Dios sabe sacar un bien.

Luigi Elli, C.M.

Visitador de Madagascar

Escribo desde Farafangana, la pequeña ciudad de la costa este que a finales del mes de enero de 1997 fue prácticamente destruida por el ciclón Gretelle.

Lentamente, la vida ha recobrado sus derechos. Se han reparado o reconstruido las casas, se ha quitado la arena de los arrozales y se han reemprendido los demás cultivos. Ha sido duro, especialmente al comienzo, pero actualmente los días oscuros han quedado atrás.

Me encuentro en la costa desde hace dos semanas: mañana volveré a Fort-Dauphin, para volver a viajar tres días después. Comencé mi estancia en la costa con la visita canónica a nuestras casas de Manakara y Vohipeno, más al norte. Luego, el pasado el miércoles, bajé a Farafangana. El P. Philippe Chan-Mouie, que atiende las comunidades cristianas del valle del Manampatrana, el río que desemboca al norte de la ciudad de Farafangana, me había pedido, hacía ya tiempo, que fuera con él para recorrer su territorio en el campo.

La región confiada a su atención pastoral ha sido una de las más devastadas por la furia del ciclón. La cosecha fue completamente destruida y el 90% de las casas derrumbadas. El hambre amenazaba a millares de personas. Gracias a la ayuda que, debido a vuestra generosidad y a la de otras personas, se pudo hacer llegar hasta el lugar, el P. Philippe, ayudado por las Hermanas y algunos laicos, se lanzó con generosidad y entrega a socorrer a la gente. Durante algunos meses, se distribuyó arroz, maíz, leche en polvo, medicamentos y vestidos a los más necesitados, sin distinción alguna respecto a su tribu o religión. Sólamente en el pequeño pueblo de Analamanitra y alrededores han sido 2800 personas, entre adultos y niños, los que se han beneficiado de la ayuda enviada y ninguno ha podido encontrar nada censurable en el modo como se ha distribuido la ayuda. Después, se pensó en la reconstrucción de decenas y decenas de casitas y de las capillas del campo. Desde hace tiempo, se ha suspendido la distribución de las ayudas de primera necesidad, pero continúa la obra de reconstrucción. Los mismos cristianos han pedido que se dé preferencia a la reconstrucción de sus iglesias.

Y es aquí donde se ha verificado un Pentecostés. Tras el viento del Gretelle que ha derrumbado casas y plantaciones, está ahora soplando impetuoso el viento del Espíritu que vuelve a poner en pie a las personas y a las comunidades.

Conmovidos y admirados por la abnegación del P. Philippe, a quien no dudan en llamar “nuestro salvador”, centenares de personas de todas las edades piden ser instruidas en la fe católica. Alguno podría pensar que este movimiento es sospechoso. No lo creo. Durante los meses de distribución de víveres y medicamentos no se hizo ninguna distinción entre cristianos y animistas, habiendo recibido todos según su necesidad y nunca se hizo la más mínima presión para atraer a la fe a los no creyentes.

Desde hace meses se ha concluido el reparto, pero el movimiento de acercamiento a la fe continúa siendo masivo y parece una verdadera epidemia.

Tengo ante mis ojos las estadísticas de los catecúmenos, que he pedido expresamente al Padre: en diez capillas (una capilla sirve para un buen número de aldeas de los alrededores) se han inscrito para prepararse al bautismo 1.054 niños y 856 adultos, un total de 1.910 personas. Entre los adultos, hay unas 60 parejas que se preparan al mismo tiempo para el matrimonio.

El P. Philippe reunió a sus cristianos, con motivo de mi visita, en tres o cuatro lugares y me llevó a visitarles. Se reunieron por centenares para acogerme. Incluso sin el ciclón, este año, las lluvias caídas casi sin interrupción durante el mes de febrero y primeros días de marzo han inundado y arrasado los arrozales de la zona. El 15 de marzo es, tradicionalmente, la última fecha para el trasplante del arroz. Las gentes están, pues, ocupadas en este trabajo: es necesario hacerlo rápidamente. Sin embargo, por centenares dejaron su urgente trabajo para acogerme y agradecerme las ayudas que se les había hecho llegar.

Les expliqué que no era yo a quien se debía dar gracias, sino a vosotros. Yo sólo he sido un gestor y un mediador, pero sois vosotros, con vuestra generosidad, quienes habéis permitido acudir en ayuda de tantas personas en dificultad. Les dije que os comunicaría su agradecimiento, como ahora lo hago. Sabed que a miles de kilómetros de distancia, sin conoceros, miles de personas os dicen “gracias” y rezan por vosotros. El domingo, todas las misas se dijeron por los bienhechores.

En parte, también es mérito vuestro que el Espíritu esté soplando hoy en Manampatrana.

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(1) El día de la Asunción de 1998, fueron bautizadas, después de una preparación llena de fervor, unas 800 personas. Después, el movimiento de conversión a la fe cristiana lejos de debilitarse, se mantiene constante en la región.