Reorganización de Provincias

Reorganización de Provincias

por Thomas Mckenna, C.M.

Visitador de USA-East

15.VI.2001

Mi cometido es compartir algunas ideas sobre una cuestión particular en la totalidad del tema de colaboración interprovincial, la reorganización de Provincias. Me gustaría hacerlo hablando, en primer lugar, sobre la idea misma; en segundo lugar, describiendo la búsqueda de esa posibilidad que actualmente está en marcha entre las cinco Provincias de los Estados Unidos, y en tercer lugar, dando a Uds. algunas de mis propias consideraciones desde mi experiencia como Visitador de una de las provincias de los Estados Unidos.

1. La idea

La idea de reorganización es muy sencilla. Se centra alrededor de esta pregunta: ¿sería digno de consideración dividir o combinar provincias en alguna otra nueva configuración? Me centraré únicamente en la primera posibilidad ya que “combinar” es la experiencia de la que yo puedo hablar. Unir entidades constituye quizás el último paso en la colaboración interprovincial: provincias que funden su mismo ser constitucional para formar una entidad completamente nueva con su personalidad propia. Como tanto las posibilidades como los costos de tal “colaboración última” son sustanciales, este es un paso que requiere un análisis transparente, un discernimiento desinteresado (“santa indiferencia”) y, muy particularmente, la obtención de un amplio consenso.

¿Qué podría motivar a las provincias para la consideración de un paso de tal magnitud?

En un extremo del espectro está la supervivencia. Una provincia podría llegar a la situación extrema de viabilidad inexistente. El potencial de personal disponible por razón del número y por razón de la edad podría empeorarse de tal manera que la Provincia no sería capaz de mantener los elementos vitales más esenciales; ej. reservas de potencial de liderazgo, verdaderas perspectivas de nuevos miembros, posibilidad de proporcionar personal para los ministerios principales de la Provincia, independencia económica, y otros signos de poder seguir viviendo. En casos de este género, sería imposible sobrevivir sin unirse a otra Provincia.

Al otro extremo del espectro está el mejoramiento de la misión; es decir, las perspectivas de poder realizar la misión de la Congregación más eficazmente en una región determinada. Una provincia en particular podría, tal vez, seguir realizando el cometido propio de la Congregación en un futuro previsible, si bien con medios limitados en cuanto al número de sus miembros y en cuanto a la capacidad de trabajo de los mismos. Sin embargo, por múltiples razones, uniéndose a las provincias vecinas se podrían encontrar mejores perspectivas de servicios ministeriales y evangélicos en una determinada región. Esta provincia en consideración podría sobrevivir por sí misma y tal vez podría prosperar. Pero aquí surge la pregunta: ¿no se podría obtener un mayor impacto en el trabajo evangélico uniendo fuerzas con una o varias provincias vecinas?

Mi lectura en la situación de los Estados Unidos es que nos encontramos en distintos lugares a lo largo de este espectro, sin encontrar ninguna provincia que podríamos considerar como un “caso puro”, libre del ámbito del campo de acción en el abanico de ambos lados del espectro. Todos nosotros estamos disminuyendo en número, y la edad media sube vertiginosamente (cosa común en la mayor parte de las Congregaciones de los Estados Unidos). En un mayor o menor grado, todas las provincias podrían continuar durante un futuro inmediato. Pero algunas se encuentran más cerca que otras del punto de saturación en su condición de viabilidad, y esto nos sitúa en situaciones psicológicas incipientes muy poco diferentes. Hubo un consenso completo de parte de todos los Consejos en las reuniones últimas sobre esta materia. En cualquier caso, la misión es uno de los puntos claves a considerar en las deliberaciones de cada una de las cinco Provincias sobre el particular - en realidad todas nuestras discusiones giran siempre alrededor de este mismo tema clave -. Cuando buscamos motivos más profundos para justificar los esfuerzos tan extraordinarios y los sufrimientos tan dolorosos en este asunto de la “reconfiguración de provincias”, tema de tanta magnitud, nos encontramos a nosotros mismos aferrándonos a las mismas razones que justifican nuestra existencia como comunidad para empezar. ¿Acaso este paso nos ayudará a realizar mejor nuestra misión fundamental?

2. Hacia la reconfiguración de las Provincias de los Estados Unidos

En la discusión entre las cinco Provincias en su reunión del 1997, se puso sobre la mesa la cuestión de la reorganización. En años anteriores habían tenido lugar algunas conversaciones por separado entre algunas Provincias sobre este tema de la unión, pero no se llegó a ninguna decisión en firme. Ahora los Provinciales han pensado que hay razones fuertes para tratar este asunto en el ámbito nacional, movidos principalmente por el deseo de llevar a cabo nuestra misión más eficazmente en los Estados Unidos, y también por causa de la disminución de vocaciones para la vida religiosa. Por lo tanto, han pedido al P. General (presente en una de sus reuniones) que les expida un documento suplicándoles que averigüen todas las posibilidades.

En carta del 19 de noviembre de 1997, El P. Maloney pedía a los Provinciales que prosiguiesen el intento de unir las provincias. La forma de dicha configuración, en propias palabras suyas, “dependerá en gran parte del análisis de sus situaciones concretas y de su creatividad en prever formas posibles de gobierno unificado”. El intento de realizar este proyecto se basa en una proyección sobre el futuro de la Congregación en los Estados Unidos y en la posibilidad de poder continuar y fortalecer nuestros ministerios ante la realidad de la escasez de vocaciones. El P. Maloney dijo que había propuesto consideraciones similares sobre la necesidad de consolidar recursos en otros países donde la Congregación ejerce su apostolado. Finalmente, él compartió su parecer de que aunque los resultados actuales no pueden predecirse para el futuro, sin embargo, en las circunstancias presentes un gobierno y planificación común contribuiría en gran manera y más eficazmente a la movilización del personal, a la organización de un programa común de formación, a la limitación del número de personas implicadas en la administración provincial y al uso de los recursos financieros.

Con todo esto a disposición, los Provinciales nombraron un comité de cinco personas con el cometido de reunir y de compartir información sobre las Provincias, investigar los esfuerzos semejantes realizados por otras congregaciones en los Estados Unidos, y recomendar medios para interesar a los cohermanos de las cinco Provincias en este asunto. Tomando el liderazgo desde la sugerencia del P. Maloney de ser creativos en prever formas posibles de gobierno unificado, el Comité decidió abordar enfoques de estimulación al dialogo. Además ficharon como asesor a un miembro de los Oblatos de María Inmaculada que había sido una de las personas claves en la reconfiguración de esta Congregación cuando consolidaron sus cinco provincias en una.

En consulta con los cohermanos, los miembros del Comité prepararon diferentes modelos de cómo se podría realizar la configuración que incluían geografía, estructuras de liderazgo, números, preocupaciones de formación y mecanismos de colaboración. A continuación y con la aportación de los Visitadores, distribuyeron cinco de estos “posibles modelos” entre los casi 500 miembros de las cinco Provincias. Una estrategia clave en esta fase fue tener “reuniones locales” en doce distintas regiones de todo el país a las que habían de asistir los miembros del Comité y de cuyo resultado tenían que informar a los Visitadores. A pesar de la dificultad de poder sintetizar la gran multitud de datos reunidos, el Comité pudo presentar recomendaciones sumamente útiles.

El paso siguiente era llegar a modelos más “sólidos y firmes” que podrían aportar la base de la discusión para las reuniones definitivas de cada una de las Provincias. Parte muy importante de esta fase era una reunión de los Consejos Provinciales de las cinco Provincias para lanzar opiniones y escucharse mutuamente. Desde el principio, muchos cohermanos habían insistido en que para poder llegar a un arreglo con éxito sería necesario que los miembros de las Provincias se conociesen entre sí. Sólo en estos encuentros personales cara a cara, se podrían amortiguar las resistencias naturales al cambio (con este objeto se organizó la primera convocatoria vicenciana nacional de los Estados Unidos para enero de 2002. Su tema fue: “la evangelización en Norte América).

Los Visitadores de las Provincias de los Estados Unidos han dado su decisión final esta semana en Dublín sobre las propuestas que han de ser enviadas a las Provincias con el marco de las discusiones programadas para este próximo otoño a nivel nacional. No son respuestas finales a las preguntas. Son simplemente modelos de lo que podría ser; y tienen como objetivo principal provocar ideas a favor y en contra de la reconfiguración. Los resultados de todas las deliberaciones - entre individuos, Provincias, Miembros del Comité de Reconfiguración, Consejos y Provinciales - serán enviados al Superior General en el 2002. Como todos sabemos, cualquiera decisión sobre configuración de Provincias está en sus manos.

3. Algunas reflexiones

He omitido muchos detalles; sin embargo, si alguno está interesado en una información más detallada de todo este proceso estoy dispuesto a darles las respuestas correspondientes. Mi intención hoy es ofrecerles algunas consideraciones sobre lo que ha tenido lugar hasta la fecha - o en términos más personales -, “lo que yo he aprendido en mi andadura a lo largo del camino hacia la reconfiguración”.

3.1. La misión como punto central

Como os he mencionado anteriormente, la idea de misión ha predominado en todas nuestras deliberaciones. Estuvo presente al principio de nuestras intuiciones, fue la clave de las razones expuestas por el P. Maloney para animar las discusiones, y finalmente ha reaparecido con más fuerza al vernos obligados a considerar seriamente los beneficios concretos de la reorganización contra los costos de realizarla. Se ha gastado mucha energía a lo largo del camino en la consideración de cómo había de realizarse la reconfiguración (modelos, posibilidades de gobierno, calendarios, etc.), todo ello muy necesario porque la gente quería saber lo más detalladamente posible lo que estabamos haciendo. Pero conforme nos vamos acercando al momento de hacer una recomendación, el por qué de la reconfiguración y la motivación para realizarla se mueve más suavemente al tramo central.

En un sentido general, nuestra misión está muy clara. La tenemos al principio de las Constituciones: “seguir a Cristo evangelizador de los pobres”. (C 1) . Somos llamados “por Dios a llevar a cabo la obra de la evangelización de los pobres” (C 10). Pero cuando el concepto de misión se considera en forma más particular, en lo que podríamos llamar su sentido operacional, los caminos pueden llegar a seguir rutas distintas. Es decir, cuando nos encontramos afrontando decisiones concretas - sobre vida común, prácticas de oración y especialmente sobre trabajos apostólicos - entonces podemos encontrar grandes diferencias en las formas de interpretar la misión por parte de las Provincias. Por ejemplo, en una Provincia su manera de entender la misión les impulsa a abandonar ciertos ministerios, a poner más recursos materiales y personal en otros o a empezar otros nuevos. En otra Provincia, por tener otro concepto en la apreciación operacional del significado de la misión, toman distintas actitudes en sus decisiones sobre los ministerios apostólicos. Con lo que estoy diciendo no quiero dar a entender que esto sucede con relativa frecuencia pero, considerando una determinada Provincia desde el punto de vista de los criterios por los que toma sus decisiones, puede darse el caso de que se encuentre una diferencia considerable en espíritu y en actitudes entre dos Provincias que tienen la misma misión general.

La cuestión que deseo recalcar aquí es que aún en el caso de que haya un total acuerdo de que la razón fundamental para la reorganización es proporcionar una misión más eficaz, se ofrecen en muchos casos diferentes consideraciones operacionales sobre en qué consiste la misión. Concluir con éxito una reorganización incluye aglomerar estas consideraciones compartidas, elaborando con mucho trabajo criterios aproximadamente equivalentes para hacer importantes decisiones de apostolado, de vida comunitaria y de gobierno.

3.2. Dando a conocer las pérdidas y los miedos

No fue ninguna sorpresa leer en los testimonios de otras comunidades que la resistencia a la reorganización era considerable. La perspectiva de reorganización crea esperanzas, pero también aprensiones. Alguien tal vez podría hablar de existentes discusiones sumergidas, de conversaciones paralelas y con frecuencia secretas sobre pérdidas temidas por la gente. Y aunque temas como el control, las tradiciones del pasado y la propia determinación cuentan bastante aquí, estoy de acuerdo con los que dicen que entre las posibles pérdidas más básicas e importantes que pueden ocurrir la identidad ocupa el primer lugar.

La sensación de una persona sobre sí misma procede en gran parte de su propia opinión sobre su adaptabilidad para insertarse en el grupo al que está íntimamente relacionado. Por ejemplo, mi manera de comportarme se debe en determinados casos a mi puesto en la familia - tío, hermano, hijo: unificador, polarizador, reconciliador, rebelde o proscrito; imagen de sabiduría, payaso de la familia, excéntrico, uno que ofrece cobijo o uno que lo necesita. Llego a comprender cómo y dónde encajo, y este mapa de mi interior me ayuda a fortalecer el lugar psicológico en el que debo colocarme en la vida.

Un cohermano adquiere muchos de sus comportamientos dependiendo de cómo encaja en una Provincia. El grupo tiene una configuración, un molde de caracteres interrelacionados, una jerarquía social, etc. Cuando se cuestiona esta configuración, se cuestiona también al grupo de personas que la componen. Cuando la Provincia habla de disolverse y a continuación de reaparecer en una nueva forma (configuración), la noticia sacude los lugares familiares en el mundo que sus miembros han dado por sentado a través de los años. En cierta ocasión oí una persona que preguntaba explícitamente: ¿quién seré yo en esta nueva configuración?

Una dimensión añadida a todo esto son los miedos que pueden surgir en provincias más pequeñas que las resultantes después de la fusión. ¿Seremos, acaso, absorbidos y dominados por el grupo mayor que puede imponer su espíritu y su cultura sobre nosotros? De nuevo, una amenaza a la pérdida de identidad.

Un número de cohermanos de Norteamérica opina que hasta ahora hemos tenido éxito, sólo en parte, llevando estos miedos a la mesa general de discusiones. Hay otras sospechas, menores en número, que proceden de tensiones del pasado en las relaciones entre distintas Provincias. Indudablemente todo esto llegaría a arreglarse con reconocimiento de la propia culpabilidad donde exista y con discusiones abiertas y sinceras. Espero que podamos realizar esto en los meses próximos.

3.3. Manteniendo la discusión en su punto

Posiblemente la fuerza de las resistencias es lo que subraya este próximo fenómeno. Me sorprende lo difícil que resulta en ocasiones mantener en la mente los fines de las discusiones sobre la reconfiguración. Fácilmente se resbala a los lados.

Por una parte, la decisión última no está en manos de las Provincias sino en las del Superior General. Aunque este punto no es objeto de discusión constitucional, sin embargo hay ciertas formas en las que la pretensión contraria entra en deliberaciones y actúa como si el voto sobre cierto modelo ha de decidir el tema de una vez para siempre. Estoy seguro de que el P. General deseará tener en consideración el peso del número en posturas sostenidas con argumentos. Pero también creo que la fuerza de esos argumentos contará tanto como la que pueda surgir en las discusiones del P. General con su Consejo.

En una intervención que tuvo lugar en la reunión de los Consejos de las Provincias, un cohermano experto en derecho canónico comentó que lo que había que presentar al P. General era una breve presentación del caso con las posturas a favor y en contra de la reconfiguración. Su observación me llamó la atención porque centró sus comentarios en la naturaleza de nuestras discusiones, como un intento de explicar (quizás persuadir) a otro sobre las razones convincentes para realizar una gestión como esa.

Por otra parte, la explicación del tema preciso es en sí propicio para desviarse del punto central. La pregunta, de nuevo, es: ¿de qué manera esta reorganización nos hará más sensibles a las necesidades de la evangelización del pobre en esta región del mundo? ¿De qué forma y bajo qué aspectos nos permitirá llevar a cabo la misión de forma más eficaz de lo que lo estamos haciendo ahora? Cuanto más claramente se lleven las discusiones hacia este punto de fondo, más fácilmente encontraremos la solución del cambio.

En consecuencia, los Comités y los Visitadores han decidido ser lo más específicos y concretos posible en la forma de presentar la cuestión a los cohermanos. No simplemente, ¿de qué manera esta configuración nos permitirá realizar la misión más eficazmente? Sino más enfáticamente:

  • ¿cómo esto nos permitirá desplegar mejor nuestro personal (fortaleciendo ciertos trabajos, no dando tanto énfasis a otros, iniciando otros nuevos)?;

  • ¿cómo ayudará a economizar en el número de cohermanos dedicados a la administración interna?;

  • ¿cómo nos ayudará a poner en un lugar más alto la calidad de los programas de formación inicial y formación permanente?;

  • ¿cómo nos ayudará a usar el dinero eficientemente?;

  • ¿cómo nos estimulará a extender nuestras actividades en nuestros ministerios más eficientes a otras partes de la Provincia?;

  • ¿cómo nos podrá hacer más atractivos para obtener vocaciones?;

  • ¿cómo nos podrá aumentar las posibilidades de fortalecer nuestra vida de comunidad y de oración?;

  • ¿cómo nos podrá animar a mirar hacia formas frescas (actuales) de nuestra presencia en los Estados Unidos?

¿Mi punto de vista? Trabajo clave es mantener los objetivos definidos y no permitir que pierdan nitidez por causa de asuntos secundarios, aunque interesantes. Toda la cuestión de la reconfiguración me ha golpeado algo así como un test colectivo Rorschach. Presenta una imagen borrosa de lo que podría ser y evoca de los cohermanos multitud de esperanzas, miedos, ideas creativas, sospechas y deseos. Precisamente por razón del abanico de esos sentimientos y convicciones, creo que es sumamente importante llevar claridad y disciplina a las discusiones y hacer todo lo posible para guardar todo en línea.

4. Conclusión

Desde la perspectiva de alguno actualmente implicado en el tema, os he ofrecido algunas reflexiones sobre la consolidación de provincias. He hablado sobre la idea general, el proceso que hemos estado usando en los Estados Unidos, y os he dado algunas de mis impresiones de cómo han ido las cosas.

Podría haber desarrollado otros puntos; asuntos como:

  • el abundante material de literatura que ha salido en los Estados Unidos de otras Congregaciones que han tenido que realizar este mismo trabajo;

  • el interés y habilidad para obtener consenso;

  • el clima creado entre los cohermanos (al menos de mi Provincia) al considerar este asunto de suma importancia;

  • las razones significativas por las que se dividieron originalmente las Provincias de los Estados Unidos;

  • las formas de gobierno en mente, el apostolado y las estructuras geográficas sugeridas;

  • el reto de los Provinciales para trabajar en unión más íntima de lo que lo han hecho hasta la fecha;

  • el deseo fuerte de más colaboración entre las Provincias a pesar del resultado definitivo;

  • la mención frecuente (y miedo) de “culturas” distintas en cada una de las provincias, las posibilidades vocacionales;

  • las preocupaciones por las finanzas y el cuidado de los ancianos en una nueva configuración;

  • etc., etc...

Pero todo esto es asunto de decisiones para el futuro.

(Traducción: TEODORO BARQUÍN, C.M.)

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