Mis esperanzas para la Juventud Mariana Vicenciana

Mis esperanzas para la

juventud mariana vicenciana *

Robert P. Maloney, C.M.

Superior General

Queridos hermanos es estupendo estar aquí para celebrar la primera reunión de responsables de los grupos de Juventud Mariana Vicenciana de todo el mundo.

Vuestra Asociación tiene un origen maravilloso: proviene del mensaje que Catalina Labouré recibió de la Virgen María. La Iglesia aprobó vuestros grupos hace 150 años. Estos grupos se extendieron rápidamente por todo el mundo. Se calcula que hoy más de 200.000 jóvenes son miembros de los grupos de Juventud Mariana Vicenciana. Vosotros, que sois sus líderes, habéis venido de casi cincuenta países para representar a estos jóvenes.

Hoy, deseo manifestaros mis esperanzas para el futuro de la Juventud Mariana Vicenciana. Cuando miramos hacia el tercer milenio, el futuro está en vuestras manos. Si la Iglesia mantendrá su plena vitalidad en el año 2000, 2010, 2020, será porque vosotros estáis en plena vitalidad. Así pues, estas son mis esperanzas para vosotros.

  1. Espero que estéis cada vez más profundamente enraizados en la persona de Jesús

Esto parece obvio, pero no hay nada más importante que yo, como hermano mayor, pudiera deciros. San Vicente de Paúl, escribió una vez "Acuérdese, que vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo, y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo, y que nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y que, para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo": Los evangelios se hacen eco de esta convicción: Jesús es el centro absoluto. Jesús dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Nadie va al Padre sino por mí". Yo soy la viña". Yo soy la puerta". Yo soy el pastor". Yo soy la luz". "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre".

Permitidme recordaros la maravillosa oración atribuida a San Patricio:

Cristo esté conmigo, Cristo esté en mí,

Cristo detrás de mí, Cristo delante de mí,

Cristo a mi lado, Cristo para conquistarme,

Cristo para confortarme y restaurarme,

Cristo debajo, Cristo encima,

Cristo en el silencio, Cristo en el peligro,

Cristo en los corazones de todos los que me aman,

Cristo en los labios del amigo y del desconocido.


Os recomiendo dos medios principales para centraros totalmente en la persona de Jesús.

El primero es la oración diaria. Haced de Cristo el centro de esta oración, especialmente el Señor crucificado y resucitado. Dedicad un tiempo bien determinado cada día a la oración contemplativa y dejad que el Señor tome posesión de vuestra mente y de vuestro corazón. Habladle sencillamente con vuestro propio lenguaje. Contadle con sencillez vuestras alegrías y penas, vuestros temores y ansiedades. Decidle que le amáis y tened el profundo convencimiento de que Él os ama. Confiad en que Él camina con vosotros. Cuando caigáis, tened la seguridad de que Él está allí para levantaros y abrazaros amorosamente. No ocultéis nada al Señor. Sabed, como decía San Vicente, que podéis ir siempre a Él con una gran confianza, estando seguros de su perdón y amor.

El segundo medio, y no es completamente distinto del primero, es encontrar, amar y servir a Cristo en la persona de los pobres. San Vicente de Paúl nos dice que ellos son nuestros amos y señores. Jesús continúa viviendo en ellos de un modo particular, especialmente en las gentes que sufren. Para el mundo, y también para nosotros, es fácil llegar a ser insensibles a su condición: los 5,7 millones de habitantes de Haití, que son tan pobres y durante tanto tiempo, que ya su dolor no es noticia; los 2,5 millones de refugiados de Bosnia que son víctimas de la "limpieza étnica"; los 1,5 millones de somalíes a punto de morir de hambre; los innumerables ruandeses, zaireños y camboyanos que han sido brutalmente asesinados. Nuestra contemplación de Cristo crucificado no puede ser meramente un ejercicio piadoso; no puede ser simplemente meditación de acontecimientos pasados. El Señor vive en Sus miembros. Él está crucificado en las personas concretas y en los pueblos que sufren. Somos llamados a verle a Él y servirle a Él allí: "Porque tuve hambre y me distéis de comer; tuve sed, y me distéis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis".

  1. Espero que estéis profundamente enraizados en las Escrituras.

La palabra de Dios no falla nunca. Es efectiva, creativa. Va más allá de los "cálculos pragmáticos y descubre una profunda sabiduría que está escondida en el misterio del amor de Dios. Os apremio a conocer la Sagrada Escritura y, como María, la madre de Jesús, la leáis una y otra vez, meditándola en vuestro corazón. La Escritura, como dice Isaías (55, 10-11), es el agua que nos da la vida cuando nuestros corazones y mentes están áridos. Es como un martillo para nosotros, como dice Jeremías (23, 29), cuando estamos demasiado apáticos, demasiado instalados para movernos. Es alimento más dulce que la miel, como dice el salmista (19,11), cuando estamos hambrientos de saber que nos está pidiendo el Señor. Es una espada de dos filos, como dice el autor de los Hebreos (4, 12), y así al predicar a los demás, nos penetra también a nosotros. Al conocer la Escritura, conocemos al mismo Jesús. Por tanto, leed diariamente la palabra de Dios. Que ella sea vuestra regla de vida.

Sois una Asociación Mariana. Os apremio, por tanto, a aprender de vuestra Madre. En el Nuevo Testamento María es el modelo del oyente. Es la primera en escuchar la buena nueva. Es el discípulo ideal, el ejemplo de todos los creyentes. En las narraciones de la infancia, María escucha y contempla, a:

Gabriel, que le anuncia la buena nueva de la presencia de Dios y le habla del niño extraordinario que ella va a concebir;

Isabel, que la proclama bienaventurada entre todas las mujeres porque ha creído que la palabra del Señor se cumplirá en ella;

Los pastores, que le manifestaron, a ella y a otros, el mensaje que les había sido revelado sobre el niño, la buena nueva ¡del nacimiento del Salvador!

Simeón, que proclama un cántico y un oráculo; el primero, una canción de alabanza por la salvación que ha llegado a todas las naciones; el segundo, una profecía que nefastamente presagia el escándalo de la cruz;

Ana, que alaba a Dios en presencia de María y sigue hablando a todos los que estén dispuestos a escucharla;

Al mismo Jesús, que le habla de su relación con el Padre, que debe preceder a todo lo demás.

  1. Espero que aprendáis de los pobres a ser inventivos en su servicio

San Vicente nos lo dice con toda franqueza: son sólo los sencillos y humildes quienes realmente crecen en la vida de Dios. Sólo ellos pueden conocer la profundidad de la sabiduría de Dios. Los santos sabían esto muy bien porque hicieron propias las enseñanzas del evangelio. Esta es la razón por lo que San Vicente urgía a sus seguidores a crecer en sencillez y humildad. Aprender sobre todo de los pobres. Ellos nos pueden enseñar a agradecer los pequeños dones, la paciencia al esperar, el esperar contra toda esperanza, amar a los que nos rodean, la solidaridad en el sufrimiento y la opresión, compartir lo poco que tenemos con nuestros hermanos y hermanas.

Sólo cuando hayamos aprendido de los pobres, podremos ser inventivos al servirlos. Ellos son quienes nos explicarán sus profundas necesidades, y así podremos ofrecerles los dones que podrán realmente servirles de ayuda. Vuestra creatividad e imaginación joven se alimentará con lo que podéis aprender de ellos.

  1. Espero que permitáis que el Señor os haga libres

Jesús actúa en los evangelios con una maravillosa libertad. Cura en Sábado, con gran pesar de los fariseos. Va con presteza ejerciendo su ministerio de un lugar a otro con gran movilidad. Dice la verdad sin temor. Él quiere también que sus seguidores gocen de esta "gloriosa libertad de los hijos de Dios".

Un primer signo de la libertad es la movilidad, flexibilidad, disponibilidad al servicio de los pobres. Queridos jóvenes, deseo animaros hoy a: ser audaces. Desead afrontar el riesgo. Sed auténticamente misioneros. Resistid a la tentación de ataros con el deseo de las cosas materiales que es tan característico de la sociedad actual. Los bienes materiales son buenos, por supuesto. Dios los ha creado. pero pueden también ser un peso para nosotros. Pueden mantenernos fijos en un lugar, deseando siempre tener más y más. Pueden aislarnos de los demás. Ahora, especialmente que sois jóvenes, usad la libertad que os ofrece el evangelio. Desead explorar las posibilidades que Jesús os ofrece. Haced un buen discernimiento vocacional por el que podáis contribuir verdaderamente a la vida. ¿Cómo puedes tú servir mejor al Señor en libertad?

Otro signo de libertad, y que he visto frecuentemente las personas buenas, es una gran rectitud. Jesús nos libera para decir la verdad. No hace mucho leí el diario secreto del Cardenal Mazarino, primer ministro de Francia a mediados del siglo XVII, cuando San Vicente organizaba sus obras en favor de los pobres y la formación del clero. En su diario Mazarino cuenta a Vicente entre sus enemigos. Y ¿por qué? porque San Vicente decía la verdad a la reina, a quien Mazarino trataba de dominar. Vicente no tenía miedo. Fue prudente, bondadoso, caritativo. Pero decía la verdad con todo claridad. En ese sentido, él era completamente libre, como lo fueron tantos santos.

La verdadera libertad lleva consigo un amor que un escritor moderno ha llamado "temerario, pero disciplinado". Es "Temerario" porque no conoce límites. No puede estar atado. Rompe todas las cadenas que intentan retenerlo. Pero es a la vez "disciplinado" porque sabe que la verdadera libertad debe encauzarse hacia un único fin. Os apremio, como jóvenes, a arriesgaros a grandes cosas y a trabajar con disciplina para conseguirlas.

  1. Espero que ejerzáis vuestro apostolado con otros jóvenes

Si bien las personas mayores con frecuencia tienen mucho que ofrecer a los jóvenes, es claro que vosotros, que sois jóvenes, tenéis dones especiales para trabajar con otros jóvenes. Os exhorto hoy a que hagáis del ministerio con los jóvenes uno de vuestros principales objetivos. los jóvenes son el futuro de la Iglesia. Son los siervos de los pobres del siglo XXI. Están buscando cómo entregar generosamente su vida. Uno de los grandes retos con que se encuentra la Iglesia es ofrecer a los jóvenes un modo adecuado, atractivo, que merezca la pena, de entregar sus vidas a Dios en el servicio de los pobres. Vuestros grupos de Juventud Mariana Vicenciana son uno de esos caminos _atraed a otros a unirse a vosotros.

Permitidme sugeriros tres modos concretos por los que podéis reunir a otros jóvenes:

a.Organizar más grupos de Juventud Mariana Vicenciana - Dondequiera que vayáis, cread nuevos grupos de Juventud, especialmente en parroquias y colegios. Estos grupos pueden ofrecer un buen programa de formación a los jóvenes, una espiritualidad al servicio de los pobres. La parroquia es con frecuencia el centro donde se alimenta la fe de los jóvenes. Si las parroquias fracasan en esta tarea, la Iglesia se debilita en sus raíces más profundas. Los colegios tienen una enorme influencia en los jóvenes. Muchos de sus valores futuros serán los que el colegio les haya ofrecido. Ofreced a los jóvenes, en parroquias y colegios, la oportunidad de ser miembros de la Juventud Mariana Vicenciana.

b.Buscad Ministerios Voluntarios - Muchos jóvenes están deseosos de dar unos, dos, tres o cinco años de su vida al servicio de los pobres. Buscad formas de ofrecerles la oportunidad de hacerlo, así como un buen acompañamiento. Si los jóvenes están bien formados para comprometerse en tales experiencias, gozarán de la gran oportunidad de su vida. Después sus vidas ya no serán nunca lo mismo. Estas experiencias pueden abrir los corazones de los jóvenes a un amor profundo a los pobres y a un compromiso práctico permanente a servirles.

c.Promoved Ministerios para los Jóvenes - Hoy la Iglesia subraya la amplia variedad de ministerios que son posibles en la comunidad Cristiana. Es importante ofrecer una buena formación a los jóvenes a fin de que comiencen pronto en su vida a comprometerse en estos ministerios. Muchos jóvenes estarán deseosos de ser acólitos, lectores, ministros de la eucaristía, músicos, catequistas, encargados de la liturgia, visitar a los enfermos, apostolado con sus compañeros.

  1. Espero que tengáis una perspectiva global, que vuestra visión del mundo sea cada vez más internacional.

Desde los tiempos de San Vicente el mundo ha cambiado enormemente. En el siglo XVII cuando sucedía algo en Europa, podía tardar un año en llegar la noticia a los otros continentes. De hecho, muchos escribieron a San Vicente más de seis meses después de su muerte. las noticias ¡circulaban muy despacio! Hoy en la televisión vemos acontecimientos a nivel mundial cuando están sucediendo. Durante la guerra del Golfo las cámaras de televisión acompañaron a las tropas cuando entraron en Kuwait e Irak. Nos enteramos de los terremotos y desastres naturales sólo minutos después de que suceden.

Podemos también ir a diversos lugares rápidamente. A principios del siglo pasado se tardaba aún seis meses en llegar a China. Hoy yo puedo a ir a Beijing en un vuelo directo en 11 horas.

La Familia Vicenciana está siendo también cada vez más internacional. Nuestros miembros viven en más de 120 países. Hay muy pocas naciones en el mundo donde no estemos representados. En los últimos años hemos ido a Tanzania, las Islas Salomón, Albania, el Altiplano de Bolivia, a una nueva zona en Mozambique, nuevos lugares en China, Karkiv en Ucrania y Siberia.

Hoy deseo animaros a vosotros jóvenes a elevar vuestra mirada hacia unos amplios horizontes. Es importante amar vuestro país, pero la solidaridad universal es aún más importante. Todos los Papas recientes han subrayado la hermandad universal. Nos convocan a crear una civilización del amor, a tender un puente sobre la creciente laguna que existe entre las naciones ricas y pobres.

Recientemente, en Bolivia, me reuní con jóvenes Misioneros Laicos Vicencianos que dan 3, 4 ó 5 años de su vida al servicio de los pobres. ¿Existen modos por medio de los cuales todos nosotros podamos servir a la comunidad universal? ¿Qué pasos podemos dar para llegar a los más pobres de los pobres? Mi esperanza es que vosotros jóvenes respondáis a ese desafío de la comunidad universal del futuro.

  1. Espero que os comprometáis en formación permanente toda la vida

Según van pasando los años, me convenzo cada vez más de que la vida es un viaje interminable. De hecho, Jesús nos promete la vida eterna, la vida sin fin. Por supuesto, tiene diferentes etapas. En la juventud poseemos empuje, entusiasmo, espontaneidad. En la edad madura tenemos experiencia, habilidades adquiridas con esfuerzo, proyectos que hemos llevado a cabo con el tiempo, relaciones que hemos creado. El paso de los años trae consigo la riqueza de la sabiduría, la dimensión contemplativa de la vida, y a veces una nueva libertad que no se preocupa ya del éxito o del aplauso de los demás.

Pero, para vivir todas estas etapas, necesitamos formarnos. El triste error que muchos comenten es pensar que la formación termina con el fin de los estudios. Por el contrario, es un proyecto de toda la vida. Para vivir como Cristiano con vitalidad en la juventud, en la edad madura, en la ancianidad y en la muerte, hay que alimentarse continuamente. Se ha de estar rodeado de una comunidad educativa y estudiantil que nos apoye para afrontar los nuevos retos que cada etapa de la vida traiga consigo.

Os apremio a beber profundamente de las fuentes de la formación continua. Cuando los pobres os descubran sus necesidades, procurar ser tan competentes y creativos en su servicio como sea posible. Comprometeros firmemente a estar siempre en formación continua integral: espiritual, humana, apostólica, dentro de una comunidad creyente que vive y ora en el espíritu.

Mis queridos jóvenes, os propongo estas esperanzas a vosotros como representantes de los grupos de Juventud Mariana Vicenciana de todo el mundo. Como sucesor de San Vicente os prometo también mi más profundo apoyo.

El Papa Pablo VI al final del Concilio Vaticano II dijo que la fortaleza y atractivo de la juventud es "la habilidad de alegrarse con lo que está comenzando, darse sin reservas, renovarse, y emprender nuevas conquistas". Usad bien todos estos dones. Soñad sueños de juventud, pero trabajad afanosamente para convertirlos en realidad. Orad con fervor, pero permitid que la paz del Señor os colme. Tended la mano a otros jóvenes y ayudadles a ver y a conocer a Cristo, que está actuando en sus vidas. Pido al Señor que, incluso en el otoño o invierno de la vida, siga continuamente renovando la alegría de vuestra juventud".

* Nota de la Redacción: Conferencia dada en París el 27 de Agosto de 1997 por el P. Robert P. Maloney, Director General de la Juventud Marianna Vicenciana, a la reunión de responsables.

SV I, 319.

Jn 14,6.

Jn 15,6.

Jn 10,9.

Jn 10,11.

Jn 8,12.

Jn 6,51.

Mt 25, 35-36.

Lc 1,26s.

Lc 1,39.

Lc 2,25.

Lc 2, 36.

Lc 2,41.

Rom 8,21.

Mensaje de Clausura del Vaticano II, Acta Apostolicae Sedis 58 (1966) 18.

Cf. Sal 42,4.

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