Cuaresma 1995

Cuaresma 1995

A todos los miembros de la Congregación de la Misión

Mis muy queridos cohermanos:

La paz del Señor sea con nosotros en este tiempo de cuaresma.

En el seguimiento de Cristo debe haber algo de riesgo. Sin riesgos, el Cristianismo se vuelve insípido. “Si alguno quiere venir en pos de mí,” dice Jesús, “niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc. 8, 34). Mártires, célibes, monjes, misioneros --- todos nos recuerdan que el amor del Señor engendra sueños arriesgados.

La cuaresma es un tiempo de resoluciones arriesgadas. Nos habla de un riesgo fundamental. En cuaresma prometemos nuestra libre amorosa participación en la pasión de Cristo. Decimos sí al camino hacia Jerusalen. Renovamos el compromiso, hecho en el bautismo, de morir con Cristo en la esperanza de la resurrección. Históricamente, la cuaresma ha sido siempre un tiempo de decisiones radicales: cuando los catecúmenos daban el paso de seguir a Cristo; cuando los Cristianos elegían hacer penitencia por sus pecados; cuando los penitentes hacían largos ayunos.

¿Puedo pedirles a Vds. que se arriesguen a ello en esta cuaresma? Este reto no viene simplemente de mí, es el eco del Nuevo Testamento. La carta a los Hebreos canta las alabanzas de una larga serie de arriesgados, desde Abel a los mártires y otros héroes de los primeros días de la Iglesia --- “hombres de los que no era digno el mundo” (Hb 11, 38) ---, y nos urge, rodeados por esta gran nube de testigos, a fijar nuestros ojos en Jesús que se expuso a la cruz en la esperanza de la resurrección.

Les sugiero que seamos arriesgados, entre otras cosas, en las prácticas tradicionales de cuaresma. Estos actos están íntimamente unidos y todos van encaminados a liberarnos. La práctica de cada uno exige la atención a los otros. Con ellos, “nos vaciamos de nosotros mismos para revestirnos de Jesucristo”, como San Vicente se complacía en decir a la Compañía (SV XI, 343; cf. Rm 13, 14).

1.Ayuno. El ayuno de los Cristianos evoca el deseo de la vuelta del Señor. En él experimentamos hambre, vacío, deseo de la gran fiesta celestial. Al ayunar, nos inclinamos ante el Señor, reconociendo que sólo Él es nuestra plenitud. Isaías nos recuerda que el verdadero ayuno es “dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo, partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa. Que cuando veas a un desnudo le cubras y de tus semejantes no te apartes.” (58, 6-7). Esto está intrínsecamente ligado con el ayuno, porque el anhelo de Dios y su Reino nos lleva a practicar la justicia. Hoy día, ¿hay muchos entre nosotros que ayunan? Sabemos, por supuesto que recortar en el tabaco, alcohol, y algunos alimentos pueden tener obvias ventajas para la salud. ¿Somos capaces de alcanzar estos beneficios? Aún más allá, podríamos arriesgarnos a ayunar realmente esta cuaresma, contentándonos con una alimentación muy sencilla y dando lo ahorrado a los pobres, como San Agustín (cf. Sermon 208) y tantos otros después han sugerido.

2.Limosna. Hay una extraña paradoja en el Cristianismo. Creemos, con el autor del Génesis, que las cosas materiales que Dios ha creado son buenas; y sin embargo Jesús nos alerta a no dejarnos agobiar por ellas. Los misioneros, sobre todo, deben ser libres, sin obstáculos, preparados a ir donde el Señor les envíe. Nuestros bienes son instrumentos para llegar a los demás, especialmente a los pobres, más que barreras que nos aislen de ellos. ¿Hay cosas materiales que me detienen? ¿Puedo usar mis bienes con más sentido social, como medios que encarnen mi amor y servicio? La llamada de Cuaresma es muy radical: “Anda, vende lo que tienes, y dáselo a los pobres; luego ven, y sígueme” (Mt. 19, 21). ¿Puedo pedir que todos nosotros seamos intrépidos en este sentido también? ¿Tengo un regalo generoso, que puedo dar, que sea un signo efectivo a los pobres de que el reino de Dios está cerca? Hay un proyecto especial que Vd. como individuo, o su casa, su equipo misionero, su parroquia, o su provincia puede llevar a cabo como una “limosna” especial de cuaresma a los oprimidos?

3.Oración. Ambos, ayuno y limosna emergen y llevan a la oración. Atrévase a orar más intensamente esta cuaresma. Vd. puede, si su experiencia es como la mía, encontrar resistencia interior a esta sugerencia: ¿no existen cosas “más importantes” que hacer?, ¿no estoy a menudo “perdiendo el tiempo” cuando rezo distraído? Pero el evangelio, que inicia el tiempo de cuaresma (Mt. 4, 1-11), nos dice que antes de empezar a predicar, Jesús ora; antes de mezclarse con las multitudes, va a la soledad; antes de buscar a los enfermos y pecadores, contempla el rostro de su Padre. Como su programa está probablemente ya lleno, supongo que decir a una oración más intensa en cuaresma, necesariamente significa, que tiene que arriesgarse a decir no a otra cosa. ¿Qué es lo que debo dejar esta cuaresma para orar más?

A veces, con timidez, simplemente bebemos un sorbo de vida. La cuaresma nos ánima a beber un buen trago. “¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?” (Mc 10, 38), pregunta Jesús. Su copa es honda, llena de peligros, pero transformadora. De ella fluyen extraños signos, como el martirio, la sencillez de vida, la solidaridad con los pobres, el celibato, la comunidad, el celo misionero. Cuando la bebemos, empezamos a morir, pero también comenzamos a vivir una nueva vida.

Con Vds., pido al Señor que bendiga a la Compañía, a fin que que todos nos arriesguemos a vivir la cuaresma en profundidad.

Su hermano en San Vicente.

Robert P. Maloney, C.M.

Superior General