Nuestro compromiso apostólico en el mundo islámico (30 de marzo de 2000)

Roma, 30 de marzo de 2000

A los miembros de la Familia Vicenciana

Queridos hermanos y hermanas:

¡La gracia de nuestro Señor sea siempre con vosotros!

Quisiera hablarles hoy de la presencia y el compromiso apostólico de la Familia Vicenciana en el mundo musulmán.

Los musulmanes representan más de mil millones de personas en el mundo. Están repartidos no sólo en los países llamados tradicionalmente “islámicos”, sino también, de manera significativa, en las regiones de tradición cristiana. Vivimos cada vez más en un mundo multicultural y multirreligioso. Esto puede ser una riqueza o un riesgo tanto para el equilibrio de las sociedades como para el de las comunidades religiosas. La Familia Vicenciana se encuentra implantada en numerosos países donde el Islam es mayoritario o cuenta con un número importante de fieles.

El Islam con el que nos encontramos es a la vez uno y diverso. Una simple mirada geográfica indica su diversidad sociológica y cultural, desde Marruecos hasta Indonesia. Esta diversidad se contempla también en las mismas sociedades musulmanas, generando a veces graves conflictos internos. En ciertas regiones, las relaciones con las otras comunidades religiosas llevan consigo un carácter ofensivo. Sin embargo, la violencia y la intolerancia que se manifiestan en numerosos lugares no deben ocultarnos la realidad de que la mayoría de los creyentes viven su religión de manera serena y respetuosa hacia los demás.

Esta realidad del Islam, que comprende no solamente la vida religiosa de las personas sino también el conjunto de la vida social, no puede dejarnos indiferentes. En efecto, es uno de los desafios más importantes para la Iglesia y para la sociedad en numerosos países. Nuestras comunidades religiosas y nuestras sociedades, ¿podrán encontrar los caminos de una convivencia pacífica, e incluso de una colaboración sincera?. ¿Será posible una verdadera libertad religiosa en todos estos países? Los discípulos de Cristo, ¿serán capaces de anunciar la Buena Nueva de respetando las conciencias y, sobre todo, de vivir lo que anuncian en sus relaciones con los otros, cualquiera que sean las dificultades, con el deseo de que los fieles del Islam tengan también ellos siempre presente la preocupación de promover actitudes respetuosas y fraternas respecto a quienes no comparten su fe?

Del 26 de julio al 2 de agosto de 1999, en Fatqua (Líbano), un centenar de cohermanos, Hijas de la Caridad y también algunos miembros laicos de la Familia Vicenciana, llegados de numerosas provincias del mundo, dedicaron el tiempo necesario a estas preguntas. Estuvieron acompañados en su reflexión por varios especialistas en las relaciones entre cristianos y musulmanes. Les invito a leer los textos de este encuentro, conferencias y testimonios de vida, que han sido publicados en Vincentiana (nº 4/5 julio-octubre de 1999).

Este encuentro vicenciano permitió a la vez un fructuoso intercambio de experiencias y una reflexión sobre las motivaciones profundas de nuestros compromisos con los musulmanes. Facilitó también una mejor toma de conciencia del interés que San Vicente tenía por el mundo del Islam, que conocía personalmente. Se puede decir que este interés estaba fundado ante todo en su sentido de la misión universal de la Iglesia, que no conoce fronteras y de la que nadie puede ser excluido.

Nuestra espiritualidad propia puede ayudarnos a mirar a los musulmanes con una mirada renovada, una mirada que asuma de verdad las dificultades e incluso los dramas que se viven en algunos países, para encontrar la mirada de San Vicente sobre las personas. El espíritu de diálogo forma parte de la herencia que nos legó, al igual que la búsqueda de la reconcialiación entre las personas y entre las comunidades humanas. Una profunda actitud de humildad ayuda a descubrir con paciencia y prudencia los valores que tienen los demás, y que se expresan algunas veces de manera sorprendente.

Después de este cursillo, para ayudar a la Familia Vicenciana a avanzar con más vigor en el encuentro de los creyentes del Islam y dar testimonio en medio de ellos del espíritu del Evangelio, sugiero que en los próximos años podamos prestar una atención más intensa al significado de la misión de la Iglesia en medio de los musulmanes y comprometernos en ello más activamente.

Así podremos dar el lugar que corresponde al conocimiento del Islam, a la enseñanza de la Iglesia sobre el diálogo interreligioso, especialmente sobre las relaciones con los musulmanes y de una manera más general, desarrollar la información sobre estas cuestiones. Es importante que esto, en particular, se haga en nuestras casas y lugares de formación así como en la formación permanente. Es también necesario que en la Congregación podamos formar a expertos en el Islam y en el diálogo interreligioso.

Debemos, sobre todo, preocuparnos por ir concretamente al encuentro de los musulmanes para trabajar con ellos en los terrenos que tenemos en común, como el servicio a los pobres, la lucha por la justicia y el respeto de la dignidad del hombre. Mediante la calidad de los encuentros, la vida compartida y el trabajo realizado en común se vencen los prejuicios y se hace posible el compromiso en los caminos del respeto mutuo y de la reconciliación para así construir la paz y la fraternidad en la familia humana.

En nuestro apostolado con los cristianos que viven entre musulmanes, es nuestro deber informarles y clarificarles para así contribuir al acercamiento de las comunidades y de las personas y fortalecer la fe de aquellos que viven con frecuencia situaciones difíciles, con un espíritu de apertura evangélica.

San Vicente nos dice que el amor es inventivo. Tenemos, pues, que buscar los caminos concretos de encuentro con los hombres y mujeres que no comparten nuestra fe. Esto forma parte de nuestro carisma desde el comienzo. En el transcurso de los siglos, la Familia Vicenciana ha tenido un compromiso importante en el terreno de la cultura y de la educación, en varios paises de tradición islámica. Hoy debemos continuar este compromiso y ensancharlo para favorecer un encuentro fraternal entre todos los creyentes y todos los hombres de buena voluntad, como nos invita la enseñanza de la Iglesia desde el Concilio Varticano II.

¡Que San Vicente nos ayude a continuar su obra en un espíritu de fraternidad universal y de apertura a la acción del Espíritu Santo en el corazón de cada hombre!

Su hermano en San Vicente,

Robert P. Maloney, C.M.

Superior General

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